La esperanza, nuestra Trinchera

La esperanza, nuestra Trinchera

TIEMPO DE LECTURA: 4 min.

El sistema mundo llamado “modernidad” se hunde. Cada día que pasa, con cada decisión que toman sus promotores, se agigante la grieta y tambalean algunos de sus pilares. Todo ello sucede pese a que se busque por todos los medios posible intentar evitar el colapso y revertir la situación.

Los norteamericanos y sus corporaciones, grandes ganadores del descalabro de las últimas décadas, toman cada oportunidad que tienen para pisarle la cabeza a propios y extraños a sólo fin de seguir conservando su hegemonía planetaria, resquebrajada, puesta en duda, y que difícilmente puedan sostener, si es que aún existe.

Lo hacen de diversas maneras y en diferentes tonalidades, pero no tienen piedad con nadie. Llevaron a Europa (a la OTAN para ser más precises) a una guerra con Rusia, aunque saben que difícilmente la ganen en el campo de batalla (obviamente los EEUU no ponen muertes, sólo los europeos).

Lo hicieron previamente en Nuestra América, fomentando el endeudamiento de muchos países; y lo siguen haciendo ahora bajo presiones de todo tipo para que nos acoplemos a su ideario de mundo, y a cumplir con sus metas.

Lo hicieron y lo hacen con África, promoviendo golpes, instalando nuevas bases militares, incentivando la división de sus pueblos y el enfrentamiento entre hermanes.

El dominio occidental está, permanentemente, volviéndose más desquiciado, beligerante, autoritario y criminal. Ante la imposibilidad de revertir el desastre económico, productivo y social, sus únicas herramientas parecen ser las operaciones mediáticas, la estigmatización, la persecución, la criminalización y en donde todo confluye: la guerra.

Hace algún tiempo ya que hemos venido insistiendo en que el imperialismo norteamericano le declaró la guerra a perpetuidad a los pueblos del mundo. Y hasta el momento no se ha podido determinar hasta qué punto estarán dispuestos a llegar.

Las cosas por su nombre

El mundo vive un gran parate. Como lo afirma García Linera el neoliberalismo sólo nos propone volver a la Edad Media y hostiga nuestro intelecto pregonando el miedo y la incertidumbre a través de cuantiosas campañas y operaciones de prensa y por redes sociales. Fagocitan el odio, buscan permanentemente el enfrentamiento entre hermanes, alientan la desesperanza, el rencor y la violencia como forma de canalización de las múltiples inconformidades que ellos mismos generan y pregonan.

Ante este complejo escenario, las fuerzas progresistas y populares que vuelven a ganar elecciones y a “controlar” los gobiernos nacionales en Nuestra América se encuentran ante el inmenso desafío de gestionar la cosa pública siendo atacados por todos los francos posibles. Y, lastimosamente, ante estas agresiones las respuestas que se han generado están bastante flojas de papeles.

A los errores (por no decir horrores) propios se suman infinidad de obstáculos que dejaron los gobiernos neoliberales, llámense deuda externa, depreciación de salarios, persecución político-mediático-judicial, trabas judiciales a políticas públicas, y un sinfín de etcéteras.

Pero el punto es que tampoco se le está encontrando el agujero al mate. Aún no hay una propuesta de futuro que realmente interpele a las grandes mayorías. Conceptos como revolución, socialismo, comunismo, comunidad, organización, militancia, patriotismo, son permanentemente agredidos por los enemigos de los pueblos y rara vez defendidos con énfasis por quienes asumen la tarea de conducir esas expresiones populares llegadas al gobierno.

Canto a la rebeldía

Quizás el problema radica en que, producto de la reproducción del individualismo al que estamos sometidos y con el cual nos formaron, se perdió el sentido colectivo, de comunidad, de hermandad. Importa más lo que diga o haga un referente o una referenta que lo que se pueda construir colectivamente como alternativa o salida común.

Obviamente hay excepciones, como en todo, pero lamentablemente no es la regla. Todo a nuestro alrededor parece estar cargado de energías negativas, de imposibilidad y parálisis. Y el medir todo desde la óptica individual refuerza ese precepto, ese sentir.

Quizás sea hora de dejar de pretender que algún iluminado o alguna iluminada nos saque del infierno al que nos dirigimos. Quizás sea hora, como se ha afirmado tantas veces, de que cada une de nosotres, desde nuestra individualidad, nos predispongamos a sumarnos a un algo colectivo; de que desde nuestros saberes y percepciones intercambiar ideas y generar propuestas colectivas; de ser nosotres quienes busquemos marcarles el camino a quienes circunstancialmente tienen la difícil tarea de gestionar la cosa pública. Quizás sea hora de volver a cantarle a la rebeldía.

Una trinchera de futuro

Inventemos o reinventemos lo nuevo, lo alternativo a esto que existe. Discutamos, pero discutamos de todo. Formémonos. Resignemos parte de nuestro tiempo de ocio y de nuestras comodidades para abonar a ese algo colectivo, de hermandad entre iguales. Reconstruyamos esa esperanza que pretenden quitarnos.

Aunque nos sea difícil, aunque también genere angustias, aunque no lo podamos resolver en lo inmediato, ahora, ya. Que la construcción colectiva sea nuestra trinchera de futuro. Aportemos desde donde podamos para que no nos roben la esperanza de un futuro mejor.

Nicolás Sampedro
Nicolás Sampedro

Prefiero escuchar antes que hablar. Ser esquemático y metódico en el trabajo me ha dado algún resultado. Intento encontrar y compartir ideas y conceptos que hagan pensar. Me irritan las injusticias, perder el tiempo y fallarle en algo a les demás.

Comunidad Ferroviaria: El lugar donde se amasan los sueños (Parte 3)

Comunidad Ferroviaria: El lugar donde se amasan los sueños (Parte 3)

TIEMPO DE LECTURA: 5 min.

Desde mitad de los años ochenta, la epidemia de VIH golpeó al pueblo argentino, matando y marginando a les que batallaban contra ella. A comienzos de los años 2000, en La Plata, se juntaron un grupo de militantes y personas con VIH para crear A.D.D.H.H.E.S  (Autoconvocadxs en Defensa de las personas viviendo con VIH-SIDA), buscando visibilizar las problemáticas de un sector de la sociedad discriminado y despojado de sus derechos. En el 2008, obligades por la necesidad de trabajo, apuntaron a recuperar los viejos galpones del ferrocarril de Tolosa, que desde la década del sesenta se encontraban abandonados.

Gastón Melio, referente de ADDHHES, cuenta que por aquellos años la naturaleza se había apoderado de las tejas de Marsella, las enredaderas habían trepado las cabreadas y los ladrillos de adobe, hechos en Los Hornos Hoffman, ubicados en el actual Wall Mart de Camino Centenario, corrían peligro de derrumbe si no se trabajaba rápido en ellos; había también árboles que habían superado las chimeneas y tumbado parte del techo. Pusieron manos a la obra, primero estuvieron semanas desmalezando los tres galpones que estaban abandonados, luego taparon fosas, ya que el central, el que da la espalda a la vía, servía de taller mecánico, y después se planificó construir un suelo de concreto y techo, porque la mayoría de las tejas se habían volado.

Conseguida una infraestructura digna, ADDHHES trabajó en conjunto con el Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner para convertir ese territorio húmedo y abandonado, en el nuevo lugar de trabajo de las personas con VIH-SIDA. Allí se puso la Textil Estrella Azul, que desde ese momento hasta hoy, a pesar del endeudamiento y las políticas neoliberales de Mauricio Macri, nunca apagó sus máquinas.

***

Milagros le da un sorbo al mate y vuelve a poner la vista en su mesa de trabajo, encorva mínimamente la espalda, gira su cuello hasta hacerlo sonar y apunta nuevamente sus ojos a la overlock de dos hilos. Se encuentra en un cuarto con unas veinte personas y la misma cantidad de máquinas de coser, suena una cumbia colombiana, pero el “Tic, tic, tic, tic” es el que marca el ritmo. En el aire hay olor a aceite quemado. Menos los pulgares, apoya todos los dedos sobre la tela celeste, las uñas rojas le resaltan; con el pie derecho aprieta el pedal de la máquina y comienza a coser. El “Tic, tic, tic, tic” se pierde con el sonido en el aire y se mezcla con el “Chuc, chuc, chuc, chuc” que comienza a llegar del norte, a la estación de Tolosa. El nuevo ruido que invade el área de trabajo, y también la hace vibrar, es el Tren Roca de las 11:45, que viene llegando a horario desde Retiro. Un alto parlante adelanta su llegada, en quince minutos cortarán para almorzar.

Desde la máquina de al lado, a medio metro de distancia, Zule le pregunta – ¿Cómo viene eso?

-Te digo que hoy voy a soñar con estos puños elásticos- contesta Milagros.

A las siete de la mañana arrancaron a coser. Apoyadas contra las paredes, hay pilas interminables de camisolines médicos. Desde junio del año pasado, en la textil de Comunidad Ferroviaria se trabaja en licitaciones que concedió el Ministerio de Salud para hacer uniformes médicos, destinados al personal que viene trabajando desde marzo del 2020 en los hospitales de la Argentina por la pandemia causada por el Covid-19.

-Te digo que estoy igual, hoy sueño con las pantuflitas y con la voz del megáfono- contesta Zule.

La licitación consta de un camisolín de cuerpo entero, pantuflas y una gorra.

Milagros toma otro mate y vuelve a girar su cuello, esta vez le tronan los huesos de la cervical, suspira y vuelve a ponerse a coser. La música que sonaba pegó un giro y ahora desde el pequeño parlantito suena el último disco del Indio Solari, el “Tic, tic, tic, tic” de las máquinas se esconde y parece marcarle el ritmo a la batería.

***

Franco Carignano se toma unos segundos para responder la pregunta, en el reflejo de sus anteojos se ve un vagón oxidado.

– Acá trabajamos para poner a la Argentina de pie. Y es muy fuerte para nosotros hacerlo acá, porque en este lugar se vivieron los años más felices de nuestro pueblo, en este predio estaba la síntesis de lo que siempre quisimos. Imaginate a tres mil quinientas personas trabajando, no te digo en los tres galpones en los que hoy estamos con la Corriente Nuestra Patria, te hablo de todo el predio, todas las naves estas. Y la derecha alineada como siempre a los intereses internacionales, le cerró las puertas a esto, como prohibieron hablar del General, cortaron las locomotoras a la mitad ¡Coches hechos, todos con nuestras manos, agarraron un soplete y lo cortaron a la mitad! Y como no sabe hacer de otra manera nuestro pueblo, resistió, y aunque fue saqueado y vendido por migajas por todas las generaciones venideras, no pudieron tirar abajo este lugar.

Franco se saca sus anteojos y limpia los cristales empañados, por su mejilla desciende una lágrima.

– Hoy, entendiendo todo eso, acá nos ponemos a laburar, y sí, no somos más de setenta, pero le resolvemos el sueldo a compañeres desocupades de la CTD Aníbal Verón (Coordinadora de Trabajadores Desocupados), y fijate qué loco que los que resignifican estos galpones, estas paredes con trabajo, son desocupades, y algunes hasta con tradición ferroviaria en sus familias. Estos galpones son la síntesis de una nación que ya no existe más, porque fue saqueada, fusilada y regalada. Pero ahora, cada vez que de acá sale una caja de sorrentinos, una remera o una bicicleta de madera, un país más justo se anima y se esperanza a renacer.

***

Un sol anaranjado y cálido se esconde tras las chimeneas que hace décadas dejaron de ahumar en Tolosa. Mezclado con la lejanía de un tren de carga que parte hacía el Puerto de Ensenada, se escucha una cuerda de tambores. Artigas, el perro de Edu, deja tres ladridos en el aire y da la impresión de que las paredes de la Comunidad Ferroviaria mueven la cadera.

 El candombe es la música de les negres, de les pobres, les humildes y despojades de todo.

Hoy, en La Plata, son esas mismas personas las que se organizan bajo lo que quedó de las tejas anaranjadas traídas de Marsella, para volver a poner sobre los rieles este tren, que es la Argentina.

Instagram: @comunidadferroviaria

Felipe Bertola
Felipe Bertola

Cuando estaba en la panza, mi vieja me cantaba «Significado de Patria» para tranquilizarme. En la comunicación y organización popular encontré la clave para poder «ser la revancha de todxs aquellxs». Como todo buen platense, sé lo que es ganar una Copa Libertadores.

Comunidad Ferroviaria: El lugar donde se amasan los sueños (Parte 2)

Comunidad Ferroviaria: El lugar donde se amasan los sueños (Parte 2)

TIEMPO DE LECTURA: 4 min.

Marsella, la felicidad del pueblo organizado y la “Revolución Libertadora” como fin del modelo de país.

En 1776 el inglés James Watt inventó la máquina de vapor y abrió paso a la Primera Revolución Industrial. Las grandes chimeneas comenzaron a ser, junto al hollín y el smog, las anfitrionas de las ciudades que crecían demencialmente, pero la verdadera joya de la época fue la locomotora. Con el ferrocarril, la posibilidad de trasladar toneladas de comida, producción y pasajeros en cuestión de horas, era un hecho. El tren y los barcos a vapor, sumado al contexto internacional de independencias latinoamericanas monárquicas, situaron a Gran Bretaña y Francia camino a ser las mayores potencias del siglo XIX, con el libre comercio como primera bandera.

En ese contexto de inversiones y dominio anglosajón en América, en 1857 la Provincia de Buenos Aires puso el ojo en el horizonte, y decidió que en lo que hoy es Plaza Once se encontraría el extremo del primer tren de estas tierras. El Ferrocarril Oeste tuvo en su comienzo una trayectoria de no más de diez kilómetros, partiendo desde el actual Teatro Colón hasta las últimas jurisdicciones del Ángel Gris. Gracias al estudio de Scalabrini Ortiz, integrante de FORJA, supimos que las inversiones del primer ferrocarril de la nación fueron llevadas adelante con capitales del antiguo territorio de Juan Manuel de Rosas y no con dinero extranjero, como tanto se ha dicho, aportando a un discurso de dependencia a las grandes potencias en la infraestructura del transporte.

Con la planificación de La Plata como capital de Buenos Aires, se comenzó a pensar a las tierras de Dardo Rocha como centro ferroviario de la región, articulado directamente con el Puerto de la Ensenada. Lo que se buscaba era consolidar un nuevo punto para la aduana y ganarle la disputa del comercio exterior a los porteños.

Por esta razón, el Ingeniero Otto Cruise fue enviado a Europa para conocer toda la logística de los ferrocarriles, investigar y aprender caminos posibles, locomotoras veloces, lugares de reparación y estaciones lujosas con cúpulas y vitroe.

Luego de meses en el viejo continente, Otto volvió al Puerto de la Ensenada con una producción especial hecha en Marsella de cabreadas, columnas de hierro macizo y tejas color naranja con guardas y la insignia Marsella – La Plata.

Cercano a las inmediaciones del futuro cuadrado platense, con los materiales exportados se construyeron dos grandes predios ferroviarios, el de Gambier, en Los Hornos, y el de Tolosa. Años después, con la construcción del Tren Provincial, se haría toda la infraestructura de los galpones y la estación de Mediariano Quinto.

La Plata no se había fundado, y en Tolosa ya sonaba el choque de los metales y los fuelles de fundición. El predio ubicado entre 522 y 528 fue destinado a la construcción y refacción de vagones y rieles, y llegó a albergar a tres mil quinientos obreres, lo que ocasionó al mismo tiempo el nacimiento del Barrio de las Mil Casas, primer barrio obrero de todo Sudamérica. Entre los pequeños chalet de calles adoquinadas y tierra, a unos metros del Molino “La Julia”, otro de los grandes espacios acogía a más de trescientos obreres: las pelotas de trapo y los gritos de les niñes sonaban toda la tarde.

El 1 de marzo de 1948 Juan Domingo Perón estatizó los ferrocarriles, convirtiéndolos en propiedad de todo el pueblo argentino. Les jóvenes respondieron a su llamado y se insertaron a las escuelas técnicas que brotaban desde el barro. En pocos años había más de un millón de técniques ferroviaries, listes para aumentar y mejorar la infraestructura hecha hasta el momento. En Tolosa, los galpones que venían con una producción que rozaba el mínimo volvieron a ahumar sus chimeneas; las fraguas ardían todo el día.

Luego de los bombardeos a Plaza de Mayo y el golpe a Perón, la Revolución Libertadora comenzó un proceso de destrucción del modelo industrial argentino, llegando a cortar por la mitad con sopletes las Locomotoras “Justicialistas” construidas enteramente en el país. Se apuntó al cierre y la destrucción del modelo ferroviario nacional por pedido del General Norteamericano Thomas B. Larkin, para generar una sustitución del tren por el transporte automotor. Así, se llegó a la década del 60 con los galpones de Tolosa completamente abandonados.

Con sus reposeras en la vereda, entre tangos de la Guardia Hereje, les vecines más viejes cuentan que hubo cuatro momentos de pura felicidad para el barrio de callecitas angostas, fundado y habitado por trabajadores: la reconstrucción de la Estación de Tren de Tolosa; la nacionalización de los ferrocarriles, llevada adelante por el General Juan Domingo Perón; la noche en que el equipo dirigido por Osvaldo Zubeldía se consagró Campeón Intercontinental; y las asunciones de Cristina Fernández de Kirchner como Presidenta de la Nación, en los años 2007 y 2011, y en 2019 como vicepresidenta.

Instagram: @comunidadferroviaria

Felipe Bertola
Felipe Bertola

Cuando estaba en la panza, mi vieja me cantaba «Significado de Patria» para tranquilizarme. En la comunicación y organización popular encontré la clave para poder «ser la revancha de todxs aquellxs». Como todo buen platense, sé lo que es ganar una Copa Libertadores.

Comunidad Ferroviaria: El lugar donde se amasan los sueños (Parte 1)

Comunidad Ferroviaria: El lugar donde se amasan los sueños (Parte 1)

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-¡A comer!

El ruido de la amoladora se va apagando, al igual que el taladro de banco y las Overlock. Detrás de los barbijos negros con tiras blancas, van apareciendo los rostros de les trabajadores que se dirigen hacia la entrada del viejo galpón ferroviario, que tiene una arquitectura de finales del siglo XIX, con dejos de la Primera Revolución Industrial. Una gran olla con el fondo quemado de tizne descansa sobre un tablón apoyado en dos caballetes. Detrás de los fideos humeantes se ve una ventana de seis metros de alto y tres o cuatro de ancho, con vidrios cuadrados de aproximadamente veinte centímetros, la mayoría rotos y tapados con cartón. A su lado, sobre una pared revocada invadida por la humedad, hay un mural con un fondo verde que deja ver un pie y una cadena rota que proclama: “Viva la autonomía”.

Son las 12, y como todos los mediodías, les trabajadores de Comunidad Ferroviaria hacen un descanso para encontrarse a almorzar en la entrada del primer galpón recuperado.

***

A las 4 de la mañana, Artigas, la Galga, Lobo y Fantasma son iluminados por los faroles del Palio de Sergio que llega, como todos los días, para ponerse a amasar y tener el pan y las cremonas listas para las 7 y media. Los perros lo reconocen y vuelven a dormirse, solamente Artigas se levanta, ladra dos veces, se rasca el hocico y vuelve a su cucha. Morón, el gallo blanco con una gran cresta roja, aprovecha la llegada del panadero para cacarear desde su gallinero con techo de tejas.

El sonido de la radio despierta a Edu, que duerme en el cuarto de la entrada del galpón central. Eduardo Pujol es uno de les responsables de los tres galpones que sueñan con ser un polo productivo que dé trabajo a toda la región. Tiene 54 años, su espalda es ancha y sus cabellos devenidos en blanco no representan la vitalidad que corre por sus venas. En sus manos callosas se notan las marcas de una vida de trabajo en Córdoba, Puerto Madryn y luego en las afueras de la ciudad de las diagonales. Sus compañeres cooperativistas lo muestran como una persona con la capacidad de solucionar problemas en poco tiempo, sin la necesidad de pedir ayuda a externos, sean bomberos, grúas o policías, y que mientras resuelve “los quilombos”, relata alguna anécdota refutando por qué no llamará a nadie para buscar socorro. Entre risas, les trabajadores agregan que si uno es desconfiado duda de la veracidad de los relatos, hasta que cinco, o como mucho, veinte minutos después, el artesano arregla la máquina rota con dos “pitutos” y ahí no queda otra que dejarse convencer por las historias de su juventud.

Entre bostezos y lagañas, apoyando su mano en el hombro a Sergio, el artesano devenido en responsable político pregunta: -¿Cómo viene el desayuno?

Sin quitar la vista del horno de dieciocho moldes, el panadero contesta “En quince minutos hay pancito calentito”, abre la puerta del horno y recibe una bocanada de calor que lo sofoca, “tal vez en diez”, dice, deja pasar unos segundos y remata “yo que vos voy poniendo la pava”.

El sol ya salió, y el ruido de los pájaros es superado por el alto parlante que adelanta la llegada del Tren Roca a la Estación de Tolosa. Ciento cincuenta y cinco toneladas de hierro comienzan a frenar sobre las vías y los nuevos durmientes de hormigón. Un chillido agudo se deja oír a unas cuantas cuadras y penetra en la masa que leva bajo el horno para las medialunas de media mañana. La escena se repite hasta aproximadamente las 21 horas, cada menos de treinta minutos.

De a poco, en tanditas de dos o tres, van llegando las motos y las bicicletas. Ahora sí los perros se ponen a ladrar para recibir a les trabajadores. Edu busca la llave del candado y abre el portón verde de chapa de dos hojas, que termina en su extremo más alto en forma redondeada. Todes les cooperativistas tienen en algún lugar de su vestimenta la estampa del ferrocarril saliendo de los galpones que profesa “Comunidad Ferroviaria”.

***

En Comunidad Ferroviaria se encuentran trabajando alrededor de setenta personas. Los espacios que se construyeron hasta hoy incluyen una textil con capacidad de albergar alrededor de cien trabajadores, que cuenta con máquinas de coser, mesas de corte y un taller de serigrafía; y a su vez, dentro de la textil, hay distintos emprendimientos: “Estrella Azul dos”, “Tres Cactus” y “Arte Graf”. Comunidad Ferroviaria también tiene una bloquera pensada para la construcción y la obra pública, una herrería, una carpintería que trabaja bajo el nombre de Raíz Obrera, una vidriería, y un espacio para la cocina, que además de encargarse de la comida de les trabajadores, lleva adelante una panadería y el emprendimiento de pastas frescas artesanales “Pintó la Pasta”. Se está proyectando un estudio de radio, una redacción gráfica y un espacio audiovisual para instalar al multimedio Trinchera. Además, se lleva adelante la refacción de otra nave ferroviaria para la construcción de un espacio cultural, pensado para dar refugio a las expresiones invisibilizadas de la región.

Instagram: @comunidadferroviaria

Felipe Bertola
Felipe Bertola

Cuando estaba en la panza, mi vieja me cantaba «Significado de Patria» para tranquilizarme. En la comunicación y organización popular encontré la clave para poder «ser la revancha de todxs aquellxs». Como todo buen platense, sé lo que es ganar una Copa Libertadores.

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