El último Caudillo

El último Caudillo

TIEMPO DE LECTURA: 6 min.

POR FELIPE BERTOLA*

La Baring Brothers se había adueñado libra por libra de Buenos Aires. Mientras negociaba con Mitre, el embajador Ingles, miraba a sus futuras enemigas: todas las economías regionales que no aceptarían el libre cambio propuesto por los porteños. Con Urquiza tranquilo en el Litoral, los Unitarios pro ingleses tenían el camino allanado para imponer por la fuerza su modelo centralista y hambreador para todo el pueblo. 

Atrás había quedado la gesta de Moreno, Castelli, Belgrano, Artigas, San Martín, Dorrego y Rosas . A diferencia de 1845, las armadas inglesa y francesa navegaban los ríos internos, y también formaban parte del ejército nacional porteño. Del puerto de Buenos Aires, salía la materia prima que se dirigía hacia Londres , y de allí,  llegaban las vías de los primeros ferrocarriles, las heladeras para los frigoríficos y la pólvora para enfrentarse a la “barbarie” gaucha Federal.

Con literatura francesa, muerte y terror, el “progreso” librecambista de piel blanca y manos limpias, iba dominando las provincias del interior. Pero en contraposición, tras la lanza del Chacho Peñaloza, entre trapos harapientos, tacuaras y caballos flacos, se iban levantando Las Montoneras, que en un solo grito unido de libertad y “Viva la Federación” daban batalla defendiendo su territorio y la panza de sus hijos.

La historia siempre era la misma. Por cuestiones lógicas de armamento Las Montoneras perdían las batallas, y los porteños avanzaban fusilando. Las milicias huían derrotadas a la montaña. Pero a los pocos días, de cada rancho de adobe salían nuevos integrantes para sumarse a la nueva Partida. Se armaban con algún fusil viejo o lo que encontraran. Si no había balas, empuñaban sus herramientas para trabajar la tierra o alguna lanza precaria. Las Montoneras eran un mezcla entre cuatreros, guachos, mujeres e indígenas; todos luchaban por lo mismo, la gloria de la Federación. Entre las milicias se encontraba el joven Caudillo Felipe Varela.

En el aire seco y polvoriento del noroeste de nuestro país, se podía sentir la esperanza y la efervescencia de Las Montoneras. Las filas de Peñaloza se ensanchaban y desde Buenos Aires, Mitre mandaba armamento de última generación para masacrar a las milicias. Felipe Varela fue designado para recorrer La Rioja y popularizar aún más al Chacho Peñaloza. Quien escuchaba a Varela, tomaba sus pocas pertenencias y se sumaba a la proclama federal. Ante su paso, los ranchos quedaban vacíos. A diferencia de los sectores más humildes, los terratenientes explotadores y negreros recibían un dialogo menos hermanado, siempre acompañado de alguna bayoneta cargada. Así se consiguieron los aportes para la causa revolucionaria. El dinero, los  caballos, las mulas, la ropa, las armas y el alimento; todo fue expropiado a los únicos Unitarios liberales de La Rioja, los dueños de la tierra.

La Montonera avanzaba a paso firme y los soldados del Ejército Argentino, esperaban a que llegue la noche para poder huir y sumarse a las líneas Federales de Peñaloza. Una por una se iban tomando las provincias, Buenos Aires retrocedía. Pero en 1863 Peñaloza es traicionado y emboscado. El caudillo es degollado y su cabeza es clavada en una pica por el Gobernador de San Juan, Domingo Faustino Sarmiento. Varela escapa con un puñado de hombres a Chile.

El Chacho era la continuación mítica de Facundo Quiroga, sin él y con Urquiza negociando con los Unitarios, el sueño de La Federación y de la Patria Grande llegaba a su fin, por lo menos por esas tierras rojizas.

Con el interior librado de Caudillos, Mitre pisó el acelerador y apuntó a destruir a las naciones vecinas, Uruguay, Paraguay y Bolivia, que tampoco querían darle la centralidad económica a Buenos Aires. Los porteños se unieron con el Imperio del Brasil y financiados por Inglaterra, ambos  atacaron Montevideo . El Partido Blanco resistió el ataque. Mientras, Solano López, Presidente Paraguayo y caudillo compañero de ideas Federales, iba en su rescate. Pero Los Blancos fueron derrotados  y Uruguay tomada por los liberales. Comenzaba La Guerra de la Triple Alianza.

Todos los ojos estaban puestos en Urquiza, él era el único que podía levantar en armas al Litoral y frenar la guerra contra Paraguay, pero no hizo nada. Desde Chile, Felipe Varela mandó cartas a Urquiza para pedirle financiamiento y volver al noroeste y así generarle nuevamente otro frente de batalla a los Unitarios. Pero la carta no tuvo devolución.

Varela pidió dinero para reconstruir las viejas milicias de Peñaloza, pero nadie podía aportar, las arcas estatales de las Provincias y las Naciones estaban en rojo. Bolivia mandaba dinero y hombres a Paraguay y además, junto a Chile, Ecuador y Perú resistían ataques desde el Pacífico, por parte de Ingleses y Españoles. El último esqueleto de la Patria Grande estaba siendo asfixiado por Buenos Aires, Brasileros, Ingleses y Españoles.

Las condiciones económicas no estaban dadas para el caudillo y el noroeste argentino era manejado por las sangrientas y bien equipadas tropas Unitarias. Aún así Varela tomó su poncho y su lanza y al galope cruzó la frontera con algunos pocos hombres. En el primer pueblo al que llegó, venció a los soldados Unitarios y profesó estas palabras.

“¡Argentinos todos! ¡Llegó el día de mejor provenir para la Patria; a vosotros cumple ahora el noble esfuerzo de levantar del suelo ensangrentado el pabellón de Belgrano, para enarbolarlo gloriosamente sobre las cabezas de nuestros liberticidas enemigos!

Compatriotas; ¡a las armas!… es el grito que se arranca del corazón de todos los buenos argentinos”.

El pueblo contestó decidido nuevamente. Levantó sus precarias armas y sus ponchos colorados. Un rugido de guerra, descendió de la montaña que hizo estremecer el corazón de todo terrateniente. De cada rancherío popular revivían Las Montoneras. Quiroga, Peñaloza y el sueño de aquella Junta de Mayo, que había luchado por la Patria Grande y la hermandad con los pueblos originarios, renacía nuevamente en Varela.

Pueblo por pueblo, La Partida revolucionaria avanzaba y ganaba territorio. En cada discurso victorioso, más lanzas se unían en un mismo grito a las filas federales. Los Porteños tuvieron que sacar tropas del Paraguay para hacerle frente las milicias populares, que a pasos agigantados y a facón, iban recuperando todo el noroeste.

Varela seguía escribiéndole cartas a Urquiza. Él era el único que podía aportar dinero para armar y vestir a la milicia; además siempre estaba la esperanza de que nuevamente tomara su caballo y se sumara a la lucha junto a todo el Litoral. Pero Urquiza nunca respondió. La Montonera se quedó sola, no tenía dinero, armas, ropa, ni comida y el frío que llegó del Pacífico cruzando por los Valles Calchaquíes, golpeó más fuerte que nunca.

Los Unitarios aprovecharon las condiciones y comenzaron a atacar a las milicias populares desprotegidas, que cada vez retrocedían más al norte. Varela tenía hombres dispuestos a dar la vida al igual que él. Pero ya no quedaban provisiones ni pólvora. Entonces La Partida cruzó a Bolivia, por la Quebrada de Humahuaca. Felipe Varela fue recibido como héroe de guerra junto a todos sus hombres, pero los hermanos Bolivianos no tenían una moneda para aportar a su causa revolucionaria; la última Montonera  de la historia fue disuelta.

Con el noroeste dominado, los Porteños movieron las últimas fichas para destruir al Paraguay. Los ejércitos de La Triple Alianza fusilaron a todo varón mayor de doce años que había en Asunción y se encargaron de tirar arena para volver obsoletas las grandes fundiciones de acero industrial, que habían forjado los descendientes de los Guaraníes.

Apoyándose en la libra esterlina, el modelo centralista, imperialista y liberal,  dirigido desde Buenos Aires, terminó de destruir el sueño Federal, que no era ni más ni menos que la continuación de las ideas de San Martín, Belgrano, Artigas y Bolívar.

En 1870 Felipe Varela muere de tuberculosis, en Chile, cerca de Valparaíso. En ese momento la flota Española bombardeaba la ciudad.


* Periodista, columnista del programa No Se Mancha (Radio Estación Sur - FM 91.7) y de Hijos de 
30.000 (Radio UNLP - FM 107.5), redactor de Revista Trinchera y colaborador de Agencia Timón.
¡Quiero suscribirme!
1
Más rápido y fácil
Difusiones Trinchera
Hola
Si querés que te incluyamos en nuestras listas de difusión de publicaciones y promoción de entrevistas en vivo, envianos un mensaje para suscribirte y te llegará toda nuestra información.
¡Sumate a la Comunidad Trinchera!