El Ministerio de Agricultura de Nación declaró en emergencia agropecuaria a la provincia de Entre Ríos. La medida es consecuencia de las altas temperaturas, los incendios y la sequías que afectan a la producción.
El Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de de Nación declaró la emergencia agropecuaria de Entre Ríos. La medida afecta a las explotaciones de maíz, sorgo, bovinos, caprinos, tamberos, ovinos, hortícolas, pecan, cítricos y forestales de todo el territorio provincial.
La disposición fue anunciada a través de la resolución 39/2022 publicada en el boletín oficial. La misma es resultado de las sequías, los incendios y las altas temperaturas que dañaron el suelo entrerriano.
Acorde a lo previsto, la medida regirá desde enero pasado hasta el próximo 31 de julio, fecha en la que finalizara el ciclo productivo para las explotaciones agropecuarias de las áreas contempladas por la resolución.
Así mismo, se anunció que los productores agropecuarios afectados que quieran recibir los beneficios deberán presentar certificado extendido por la autoridad competente de la provincia en el que figure que su tierra o explotaciones se encuentran damnificados por algunas de las causas tipificadas.
Ante esta situación, tanto entidades bancarias nacionales, oficiales o mixtas, como la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) interpondrán los medios para que los productores agropecuarios contemplados por la resolución -que hayan tramitado el certificado- puedan gozar de los beneficios.
En febrero autoridades del gobierno provincial se reunieron con representantes gremiales del área productiva. En dicha ocasión el ministro de producción, José Bahillo, sostuvo: “Queremos ser parte del cambio cultural agropecuario para que, en el futuro, los daños de los eventos climáticos puedan superarse con el cobro de una póliza de seguro“.
Las Naciones Unidas designaron el 5 de junio como el Día Mundial del Medio Ambiente con el objetivo de comenzar a discutir sobre la protección y la salud del medio ambiente, que “afecta al bienestar de los pueblos y al desarrollo económico en todo el mundo”. Al mismo tiempo, propusieron a los “gobiernos y a las organizaciones del sistema de las Naciones Unidas que emprendan todos los años, ese día, “actividades de alcance mundial en las que se reafirme su preocupación por la preservación y el mejoramiento del medio ambiente, con miras a profundizar la conciencia ecológica”.
De hecho, por esta fecha, todo el mes de junio fue establecido como el “Mes del Ambiente” o “medio ambiente” como se ha llamado por tantos años. Un concepto incorrecto y mal utilizado que carece de profundidad y análisis de los distintos modos de entender, discutir y luchar por el ambiente. La comprensión de los territorios debe ir mucho más allá de lo puramente “ecológico”.
Distintas organizaciones de comunidades indígenas han puesto en discusión nuestras formas de conceptualizar y presentaron un término que responde a una mirada integral de las problemáticas relacionadas al ambiente: el terricidio. Como expresaron las Mujeres Indígenas por el Buen Vivir en su caminata de 1900 kilómetros por el país, terricidio engloba los conceptos de genocidio, epistemicidio, ecocidio y femicidios, transfemicidios y travesticidios.
La primera discusión radica en el cómo se analiza o se nombra al ambiente, la segundo podría ser cómo generar un cambio para detener el constante daño que la Madre Tierra sufre.
La lucha debe ser colectiva
Existe algo llamado “psicología ambiental” que -entre otros fenómenos- estudia la “metáfora del granito de arena”: el discurso que oculta el hecho de que las pequeñas acciones de unos tienen pequeños impactos, mientras que las de otros tienen grandes. Es un hecho que sectores de alto nivel jerárquico producen más daño que sectores marginados de las clases bajas, el 49% de las emisiones de carbono provienen del 10% más rico de la población, según indica un estudio de Oxfam. Para discutir sobre ambiente hay que reconocer las particularidades de cada territorio, por lo tanto, también, las características de cada población que los habita.
Caer en reduccionismos de activismos ecologistas individuales no hace más que contribuir a un discurso que limita la discusión a lo que cada une hace o deja de hacer, mientras que los grandes sectores de poder siguen aportando al daño ambiental global. Analizar nuestras acciones de forma individual y aislada remite a un consumo del “marketing verde” que descontextualiza las luchas y los efectos que cada territorio sufre: tampoco es lo mismo la lucha ambiental en Estados Unidos y Europa que en América Latina.
¿Cómo podemos hacer frente a estos discursos? Con educación ambiental y una comunicación responsable. Comprender las disputas políticas de los territorios resulta fundamental para un proceso de concientización y disputa ante los cambios climáticos que nos afectan a todes, pero en diferente medida.
Cambio climático
Nuestro país -y el resto de latinoamérica- se encuentra en una posición muy diferente con respecto a países más “desarrollados”: mientras que Estados Unidos se posiciona como uno de los países que más gases de efecto invernadero produce, la Argentina sólo genera el 0,6% del total mundial. Las lógicas consumistas del llamado “Primer Mundo” son de hecho las que peor afectan al planeta. Desde un mismo sector liberal se pone en un pedestal a estos países, mientras venden que el cambio está en cada une dejando de usar bombillas de plástico y separando la basura: el verdadero cambio lo deben hacer los del poder, pero sería contraproducente para los beneficios que obtienen. ¿Qué sentido tiene separar la basura en nuestras casas si después no sabemos que va a suceder con ella en manos de empresas que ni siquiera conocemos? Por dar un solo ejemplo.
Al mismo tiempo, como no todes generamos el mismo daño, no todes sufrimos las mismas consecuencias, el cambio climático no afecta de la misma forma a todo el mundo. El aumento de precipitaciones y sequías pueden afectar a muchas cosechas. Las familias productoras deberán estar preparadas para escenarios de este tipo, es por eso que una Ley de Acceso a la Tierra resulta urgente. Cada productore debe tener su pedazo de tierra para no ser desplazado por alquileres imposibles de pagar y que pueden finalizar por la pérdida de las cosechas. También, las precipitaciones generan inundaciones, la mala planificación urbana podría aumentar las consecuencias. Es necesario que se priorice la construcción de una infraestructura adecuada para estos impactos en barrios populares donde las pérdidas pueden ser sumamente graves.
Justicia ambiental
La justicia ambiental es un factor fundamental para poder modificar las bases de un sistema que no da respuestas a las demandas de los pueblos y sus territorios. Hablar de terricidio es también hablar de terricidas, que se institucionalice el término podría ser un primer paso para que efectivamente los responsables de incendios, mal tratamientos químicos en empresas y la instalación de proyectos extractivistas inviables sean juzgados y tengan consecuencias.
La inclusión en la discusión de grupos históricamente marginados como las comunidades indígenas y campesinas, las mujeres y las diversidades, y las clases trabajadoras debe ser prioridad para derrumbar y reconstruir un sistema que permita el acceso de estos sectores a la participación y toma de decisiones sobre los territorios que habitan.
El cambio es ahora, el cambio es colectivo. Mientras tanto, las riquezas del mundo seguirán marginando a los pueblos y destruyendo sus territorios. El planeta es uno, no pueden comprar otro.
Agustina Flores
Hija de los vientos patagónicos. Compañera (in)esperada de la militancia para la liberación. Entusiasta del puño y la letra. Lo personal es político, el periodismo también.
En la última semana se han visto movilizaciones en distintas partes del mundo. Movilizaciones donde se repudiaban las políticas del presidente brasileño, Jair Bolsonaro, respecto de la Amazonía.
Sucede que un porcentaje muy elevado de lo que es conocido como el “pulmón del mundo” se está incendiando hace más de 20 días y recién en esta última semana el mandatario brasileño parece haberse enterado.
A decir verdad, esta afirmación sería incorrecta, porque a principios de agosto, Bolsonaro despidió al director del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales, Ricardo Galvão, luego de que éste hiciera público un informe del instituto donde se pone de manifiesto el avance de la deforestación de la selva amazónica.
La actitud del mandatario no debería asombrarnos, dado que, al igual que su jefe del norte, no cree en el Cambio Climático; no cree que las consecuencias del sistema de producción y consumo del capitalismo estén generando la destrucción del platera, la extinción de especies animales y vegetales.
Si bien los incendios en la Amazonía no son nuevos ni propiedad del gobierno del Mesías, sólo en el mes de julio, se deforestaron 2.254 kilómetros cuadrados[1], casi la misma superficie de un país como Luxemburgo[2].
Quienes se relamen ante esta situación son las empresas del agronegocio y las mineras, deseosas de explotar los territorios de la selva amazónica para hacer cuantiosos negocios a costa del sufrimiento ajeno. Bolsonaro tiene la descabellada idea de legislar para que parte del Amazonas pueda ser explotado para este tipo de producción primaria.
De allí su desconocimiento de los derechos de las comunidades originarias y campesinas que habitan ese territorio. Más de “34 millones de personas, incluidas 385 comunidades indígenas”[3] que permanentemente denuncian que están devastando sus territorios y que -literalmente- los están pasando por encima[4].
En varios países del mundo se han dado muestras de preocupación por lo que acontece en Sudamérica. No sólo con declaraciones oficiales como las de Alemania, Noruega, Francia, o la propia Organización de Naciones Unidas, sino fundamentalmente los pueblos, que mediante las redes sociales y con movilizaciones en las sedes diplomáticas de Brasil pusieron en la agenda mediática la tragedia que se está viviendo[5].
La pregunta que surge ante este hecho movilizador es: ¿Cuán hipócrita es el ser humano? Más allá de que seguramente gran parte de estas iniciativas tienen un alto grado de conciencia por las implicancias que tendría para el planeta ¿Cuántos y cuántas se cuestionan la causa principal del deterioro climático? ¿Qué acciones globales hay para cambiar las lógicas de producción y de consumo del sistema capitalista que en definitiva es lo que está poniendo en serio peligro la supervivencia del planeta?
Hace 27 años el estadista y líder revolucionario Fidel Castro Ruz ponía de manifiesto la problemática y enfatizaba en la necesidad de tomar medidas urgentes si queríamos salvar a la especie humana de la extinción.
Fidel señalaba que “si se quiere salvar a la humanidad de esa autodestrucción hay que distribuir mejor las riquezas y las tecnologías disponibles en el planeta. Menos lujo y menos despilfarro en unos pocos países para que haya menos pobreza y menos hambre en gran parte de la Tierra.
No más transferencias al Tercer Mundo de estilos de vida y hábitos de consumo que arruinan el medio ambiente. Hágase más racional la vida humana. Aplíquese un orden económico internacional justo. Utilícese toda la ciencia necesaria para el desarrollo sostenible sin contaminación. Páguese la deuda ecológica y no la deuda externa. Desaparezca el hambre y no el hombre”[6].
Los debates sobre la problemática ambiental han sido históricamente ninguneados incluso por sectores a los que se podría llamar compañeres. Salvo un puñado de organizaciones sociales, intelectuales y líderes políticos, los poderes fácticos del planeta han logrado, con la complicidad de los medios de comunicación, minimizar o desviar la discusión sobre este problema.
Si el ser humano sigue en su antropocentrismo y no hace lugar a los planteos de las comunidades originarias y campesinas, a los reiterados pedidos de mandatarios como Evo Morales para garantizar mundialmente los derechos de la Pachamama; si los acuerdo supranacionales como el de París, quedan sólo en la letra muerta de un papel, las consecuencias serán irreversibles y el sufrimiento no sólo será para la gran mayoría de la humanidad, sino para todas las especies que habitan este mundo.
En la XV Conferencia sobre el Cambio Climático de la ONU de 2009 en Copenhage (Dinamarca), otro de los grandes estadistas y revolucionarios que nos regaló este momento histórico, Hugo Chávez, comentaba algunas de las frases pintadas en las paredes o en pancartas que le habían llamado la atención mientras se dirigía a la sede donde se llevaría a cabo ese evento.
“Si el clima fuera un banco ya lo habrían salvado“, replicaba el comandante con gran tino haciendo alusión a lo que sucedía en ese momento, luego de la crisis financiera de 2008, en el que grandes bancos fueron “rescatados” por gobierno como el de Barack Obama.
El capitalismo humano no existe. El capitalismo es la explotación del hombre (y el medio ambiente) por el hombre. Si no tiramos abajo este sistema patriarcal, racista, antropocéntrico e injusto la supervivencia de la especie humana estará condenada al fracaso. Las pintadas en calles de Copenhage citadas por Chávez, resurgen como el ave fénix y deberían convertirse en un grito a una sola voz: si quieren salvar a la humanidad, “No cambien el clima, cambien el sistema”.
* Periodista especializado en temas internacionales, conductor del programa Marcha de Gigantes (AM 1390 Radio UNLP), productor del programa Columna Vertebral (Radio Estación Sur - FM 91.7), columnista del programa La Marea (Radio Futura – FM 90.5) editor de Revista Trinchera y colaborador de Agencia Timón.
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