El Gobierno giró a diputados su proyecto para que los militares vuelvan a las calles

El Gobierno giró a diputados su proyecto para que los militares vuelvan a las calles

TIEMPO DE LECTURA: 7 min.

Con la excusa de la “amenaza terrorista”, el oficialismo envió a la Cámara Baja la iniciativa que habilita a que las FFAA hagan patrullaje, operativos de control e incluso detenciones. El texto firmado por Milei, Francos, Petri y Bullrich se da en el marco de una polémica reforma a la ley de Seguridad Interior. Esta capacidad está vedada desde el retorno de la democracia.

El Gobierno nacional liderado por Javier Milei envió al Congreso un proyecto de reforma de la ley de Seguridad Interior, que habilita a las Fuerzas Armadas (FFAA) a actuar fronteras adentro y le habilita la participación en asuntos de seguridad interna. De esta manera, los libertarios oficializaron su intención de que los militares vuelvan a hacer operativos callejeros e incluso puedan detener personas con la excusa de que actúen para evitar amenazas o repeler hechos “terroristas”.

El escrito presentado en la Cámara de Diputados lleva las firmas del presidente Javier Milei; el jefe de Gabinete, Guillermo Francos; y los ministros de Seguridad, Patricia Bullrich, y de Defensa, Luis Petri. La reforma a la ley 24.059 tiene que ver con la modificación del Artículo 27, que fija que las FFAA se sumen a un Comité de Crisis que ya establece la norma vigente para situaciones de emergencia, con representantes de la Nación, las fuerzas federales y de la provincia involucrada.

“En caso de producirse un hecho que tenga por finalidad aterrorizar a la población y dé origen a una investigación penal en el marco del artículo 41 del CÓDIGO PENAL DE LA NACIÓN ARGENTINA-LEY 11.179 (T.O. 1984 actualizado), el Comité de Crisis podrá ampliar el requerimiento al MINISTERIO DE DEFENSA para que las FUERZAS ARMADAS realicen: a) patrullaje; b) control de personas y vehículos; c) operaciones de control en puestos fijos o móviles; d) control y vigilancia de instalaciones inmuebles; e) aprehensión en flagrancia”, sostiene el articulado de la reforma que propone el Gobierno.

Uno de los fundamentos del oficialismo es plantear tal reforma como “una alternativa intermedia” para que los militares apoyen a las fuerzas de seguridad sin que se requiera la declaración del estado de sitio. También sería por lo que ocurre actualmente en Rosario a partir de la violencia del narcotráfico.

“En los casos en que el personal militar designado para las acciones definidas en los artículos precedentes, se viera obligado a utilizar medios materiales de coacción, deberá hacerlo de forma racional, progresiva y proporcional, agotando previamente los mecanismos de disuasión que estén a su alcance”, agrega uno de los artículos. 

De esta forma, el cambio libertario es la incorporación de la amenaza terrorista, a partir de la cual los militares podrían hacer patrullaje, control de personas, vehículos y edificios, e incluso detenciones. Además, la reforma no ofrece una explicación de qué se reconoce como hecho terrorista ni con qué criterios se determinará la zona geográfica en que se aplique.

En tanto a los fundamentos que propone el Gobierno para su aplicación, además de considerarla una “salida intermedia (…) sin necesidad de llegar a utilizar un remedio extremo, como es la declaración de estado de sitio”, el proyecto pondera que la Constitución Nacional no inhabilita a que las FFAA actúen en seguridad interior.

Tampoco plantea antecedentes como el rol protagónico que tuvieron los militares en la última dictadura o los riesgos a que se vulneren los derechos humanos. Asimismo, evita mencionar la imposibilidad de que las armas puedan seguir enfocadas en el control fronterizo.

“La Constitución Nacional no contempla -ni contempló nunca- una diferenciación entre las cuestiones de Seguridad Interior y las de la Defensa Nacional, ni contiene limitaciones, reparos o divisiones con respecto a la actuación de las FFAA”, fundamenta la iniciativa.

Lo que sí reconoce es que la ley de Seguridad Interior es la que limita el accionar de los militares, modificaciones fruto del consenso democrático post-dictadura (la ley 24.059 se sancionó en 1991). 

Otro de los justificaciones es que hay otros países donde las fuerzas armadas “se encuentran habilitadas a intervenir en la lucha contra el terrorismo”, allí menciona a Estados Unidos, Gran Bretaña, Israel, Francia, Alemania, Turquía, India, España y Australia. En consonancia con lo ejemplificado, el texto tomaba como ejemplos la militarización en Colombia, Brasil, Uruguay y México, sin embargo no se contempla cómo son las situaciones particulares en dichos países.

En tanto, la reforma aun no fue girada a ninguna comisión de Diputados, el camino lógico sería un tratamiento inicial, al menos, en las comisiones de Seguridad Interior (conducida por José Nuñez, del PRO) y de Defensa (con Ricardo López Murphy, del bloque de Miguel Pichetto, a la cabeza). Tampoco se sabe el apuro del Gobierno para su discusión, sin embargo, la iniciativa había sido anunciada a principios de año en una conferencia conjunta entre Petri y Bullrich.

Cabe recordar, que este rol adjudicado a las FFAA, está vedado desde el retorno de la democracia en 1983, con el objetivo de que los militares retornen a los cuarteles y no se involucren en cuestiones de seguridad interior. En la actualidad, la ley de Seguridad Interior admite el despliegue de unidades militares en seguridad interna pero únicamente bajo declaración de estado de sitio, en presencia de circunstancias excepcionales de extrema gravedad y conmoción. Asimismo en su momento, es un extremo al que llegó, por ejemplo, Fernando de la Rúa en diciembre de 2001 y que generó una represión con casi 40 muertos.

Lo cierto es que esta reforma se da en una actualidad compleja en la que los militares de hoy se ven reflejados en un espejo que muestran una mirada de los ‘70. Además, en marzo, la activista Cecilia Pando, que suele ser una vocera del sector más rancio de las Fuerzas Armadas expresó sus dudas y el reclamo de tales sectores es evidente ya que le demuestran al oficialismo que, si quiere sacar a los militares de los cuarteles, antes tiene que sacar de las cárceles a los que todavía están presos por crímenes de lesa humanidad. 

Vale destacar que un sector del oficialismo ya está abocado a esa tarea, y quedó a la vista de todos con la visita de seis diputados de La Libertad Avanza (LLA) al penal de Ezeiza, en el cual están Alfredo Astiz y otros represores de la última dictadura. Incluso, se buscan iniciativas para voltear las causas y tratar de obtener una rápida prisión domiciliaria para los que se encuentran presos.

También se da días después de que se conociera el asesinato de Beatriz Montoya, ex pareja de un militante desaparecido y madre de un militante de DDHH. Tal hecho sucedió tras meses de amenazas constantes que persistieron incluso tras el asesinato, ya que dejaron un cartel que asegura: “Los vamos a matar a todos. Ahora vamos por tus hijos. #Policía”.

En diciembre, tras la asunción de LLA al gobierno nacional, se encontraron carteles con amenazas de gravedad similar, que iban de lleno contra el militante por los derechos humanos Fernando Albareda, (hijo de Beatriz): “Se te terminaron los amigos en la Policía”, y “te vamos a juntar con tu papito”, además de “vas a morir”, junto a cruces esvásticas y seis balas calibre 22 que acompañaban el mensaje denunciado por la familia.

Como se denuncia desde hace varios meses, tanto en Trinchera como en otros medios, los discursos negacionistas enarbolados por el actual oficialismo surten efecto y no pueden ser despegados de un espacio político que sin dudas da vía libre al envalentonamiento de prácticas similares a las de los genocidas condenados tras el gobierno de facto. Albareda no es el único militante que ha sido amenazado desde la asunción de los libertarios, y es responsabilidad del Estado nacional garantizar el cuidado y la tranquilidad de todos sus ciudadanos.

Por otra parte, tal reforma ya fue cuestionada por el ex titular de Defensa, Agustín Rossi, quien afirmó que el Gobierno está sentando las bases para un “estado de sitio encubierto”. “No tienen razón y se preparan para usar la fuerza. Los problemas económicos se agravan y la imagen de Milei cae. Todo lo que están haciendo se orienta para la persecución y la represión. Cuando no hay pan, este gobierno además de circo quiere meter miedo”, manifestó el dirigente peronista.

“Para enfrentar al terrorismo se necesita investigación e inteligencia, no fuerzas pidiendo documentos o patrullando calles. La libertad no avanza, retrocede a los lugares más oscuros“, concluyó Agustín Rossi.

Finalmente, diferentes organismos de derechos humanos sostuvieron la presunción de que el Gobierno puede justificar así la represión de manifestaciones, como ocurrió con los episodios violentos alrededor del Congreso cuando se votó la ley Bases en el Senado. En aquel momento la policía avanzó sobre los manifestantes y detuvo a una treintena, a quienes Bullrich y Milei acusaron públicamente de “terroristas”. 


¡Sumate a la Comunidad Trinchera y aportá a la Comunicación Popular!

Tu aporte es esencial para que el Multimedio Trinchera pueda continuar con la construcción de una comunicación por y para el pueblo. Agradecemos el apoyo de nuestra comunidad y te invitamos a suscribirte para afianzar día a día nuestra Trinchera y disfrutar de un montón de beneficios.

No tienen nada bueno para ofrecer

No tienen nada bueno para ofrecer

TIEMPO DE LECTURA: 5 min.

Si bien la derecha siempre ha intentado imponer su forma de comprender la historia y por consiguiente su forma de ver el presente, la realidad es que siempre existió una tensión entre quienes pretenden sostener el status quo y quienes buscan romperlo para construir una sociedad más justa y equitativa.

La famosa “grieta” de la que habla la prensa hegemónica y que fue impuesta como concepto por la derecha, siempre ha existido. Desde la fundación de los estados nacionales que hoy conocemos, las disputas entre quienes reivindicaban un proyecto político popular y quienes pretendían el gobierno de los criollos acomodados estuvieron en tensión. Por momentos muy marcadas y por otros con una de las partes imponiendo su visión.

Si miramos la histórica completa la derecha, los sectores conservadores y acomodados casi siempre lograron imponerse. No sólo por su poderío económico, sino porque fueron quienes propugnaron las traiciones a los procesos independentistas de la primera hora. Hecho que no dista mucho de la actualidad. El poder económico en complicidad con los imperios de turno, impusieron a punta de pistola su forma de comprender el mundo y los vínculos sociales.

Pero quienes reivindicamos la necesidad de una segunda y definitiva independencia nunca hemos sido derrotados. Siempre resistimos a sus embates y aunque por momentos esas fuerzas parecieron casi extintas, siempre estuvieron ahí, recuperando terreno lentamente hasta una nueva irrupción.

Lo que hoy vemos en países hermanos del continente como Chile y Colombia con sus puebladas e levantamientos populares contra la injusticia no es muy disímil a lo vivido en nuestro país en el 2001. Pueblos hastiados de tanta injusticia, del saqueo y la miseria planificada que dijeron basta.

Estos dos países -al igual que Perú- no fueron parte de esa primera oleada de gobiernos populares conquistada entre finales del siglo pasado y principios de este. Esa es la novedad, que esos tres países (Chile y Perú este año y Colombia en 2022) podrían significar un giro de 180 grados en sus gobiernos, volviéndolos parte de un equilibro de fuerzas en el continente.

De igual manera será de importancia estratégica para la región que el Frente de Todes gane las parlamentarias en Argentina o que AMLO y sus aliados logren un buen resultado en las parlamentarias, municipales y de gobernadores en un México que tampoco fue parte de esa primera oleada progresista en la región.

Por otro lado, nadie podría negar el peso específico de Brasil, no sólo para Sudamérica sino para todo el continente. Un país que el año que viene tendrá unas elecciones presidenciales determinantes y que todo indicaría que luego de la recomposición de los derechos políticos de Lula, su posible candidatura se convierte en una esperanza no sólo para el pueblo brasileño sino para toda Nuestra América.

Lógicamente a estos escenarios electorales se suma la heroica resistencia de Venezuela, Cuba y Nicaragua, asediadas brutalmente durante la administración Trump y que todo indica que continuará durante la de Biden, aunque quizás con algún matiz.

Las derechas del continente nunca tuvieron un proyecto que contemplara a los pueblos de los países que gobernaban. Siempre la respuesta ha sido el saqueo, la miseria y el hambre planificada y la represión ante quienes se rebelaban contra esos poderes instituidos que oprimían a las grandes mayorías.

En Argentina, la experiencia macrista pudo tener un mandato al frente del ejecutivo nacional. Las organizaciones sociales, las de derechos humanos, los sindicatos y la comprensión de que era necesaria la unidad del peronismo lograron recuperar el control del gobierno en tiempo récord.

En Bolivia se derrotó un golpe de estado en menos de un año. Evo Morales y las fuerzas populares de ese país lograron revertir lo que parecía enterrar el tiempo nuestroamericano en el más profundo agujero. La paciencia, la conciencia política y la organización vencieron al terror que ofrecía la derecha golpista.

Así las cosas, el México de Andrés Manuel parece haber inaugurado la rotura de espejismos de aquellos países que no habían sido parte del proceso de gobiernos populares de principios de siglo. Chile, Colombia y Perú parecen encaminarse en el mismo sentido aunque no se debe subestimar el poder y la respuesta de las fuerzas reaccionarias enquistadas en el poder. El componente de la juventud parece ser determinante en todos estos casos. Jóvenes sin futuro hijos de padres endeudados hasta el tuétano o sin trabajos estables. Una generación que se rebela ante la injusticia.

En Venezuela la derecha antichavista se vio obligada a cambiar de estrategia dado que las sanciones unilaterales de EEUU y la lógica de la violencia callejera o las intentonas de intervenciones extranjeras no lograron doblegar al gobierno revolucionario de Nicolás Maduro.

Si bien la derecha sigue teniendo la mayoría del control de los gobiernos, no se puede predecir por cuánto tiempo este mapa seguirá pintado con los mismos colores, más bien podría decirse que hay grandes posibilidades de que los proyectos populares vuelvan a ponerse de pié en la región.

La pandemia ayudó a unas derechas sin muchas ideas novedosas que simplemente se limitan a saquear y hambrear a los pueblos cuando son gobierno, o a poner palos en la rueda y apostar al fracaso y la destrucción de los gobierno populares cuando les toca estar en la oposición.

Nuestra América tiene grandes posibilidades de reencauzarse en un nuevo proceso de gobiernos populares, una segunda oleada revolucionaria que siga avanzando hacia una segunda y definitiva independencia. Los pueblos del continente pujan cada vez con más fuerza en esa dirección.

Pero la reacción de la derecha no puede subestimarse. La victoria del banquero Guillermo Lasso en Ecuador debe servir como caso testigo de que si no consolidamos los procesos de unidad en cada país, la derecha se rearticula y pone a andar toda su artillería para ensuciar la cancha, condicionar a las fuerzas populares y de ser posible intentar fragmentarlas.

Lo que debe quedar claro es que sea mediante el voto en las urnas o en los alzamientos populares en las calles, la épica y la mística revolucionaria, de solidaridad, de empatía y de justicia social debe primar para reconfigurar los lazos de unidad que consoliden en el ideario popular continental, que nos enfrentamos en todos los territorios ante un mismo enemigo y su bestialidad. Porque desde el Río Bravo hasta la Patagonia la lucha sigue siendo contra la opresión del imperio y sus lacayos locales.

Nicolás Sampedro
Nicolás Sampedro

Prefiero escuchar antes que hablar. Ser esquemático y metódico en el trabajo me ha dado algún resultado. Intento encontrar y compartir ideas y conceptos que hagan pensar. Me irritan las injusticias, perder el tiempo y fallarle en algo a les demás.

1