¿Está bien llamar a lo que surge en la naturaleza “Recursos Naturales”? Si el agua, el aire, la tierra, los bosques, las montañas, los ríos o los mares pueden categorizarse de esta forma ¿Estaría bien decir que la música, el teatro, la literatura o la comunicación son “Recursos Sociales”? ¿Cómo podría explicarse si “Recursos humanos” se llama a quienes trabajan en empresas, o en el Estado, “evaluando” a las personas que se contratarán para tal o cual trabajo? El uso de las palabras y los conceptos nunca es inocuo, inocente o casual. Siempre hay un interés o justificación detrás.
Claro está que los seres humanos dependemos de la naturaleza para poder subsistir. Sin poder producir alimentos, o tomar agua dulce, no duraríamos ni un día con vida. Es obvio. Pero ¿siempre fue igual la relación de los seres humanos con la naturaleza o el ambiente en el que vivimos y nos desarrollamos? Evidentemente no. A medida que nuestra especie fue evolucionando, el vínculo con el entorno fue mutando.
Así lo que, para una comunidad originaria, para que pudiesen vivir, había integrantes que se dedicaban a la caza y utilizaban arco y flecha (construidos -principalmente- con madera y piedra) como herramienta, la forma de alimentarnos de hoy dista mucho de aquella. Pero algo nunca cambió y es esa dependencia de.
Sin entrar en detalles muy complejos y engorrosos, lo que seguramente todos sepan, es que por ejemplo un curso de agua de manantial, no siempre fue explotado por una empresa (sea nacional o extranjera) para embotellarla y ponerla a la venta en el “mercado” para que cada uno de nosotros pueda ir al kiosco o supermercado y pagar por ella. Existió un momento en que el agua había que ir a buscarla a esos cursos, o había que utilizar mecanismos para extraerla de pozos subterráneos.
Eso que la naturaleza crea o genera, en algún momento del devenir histórico terminó convirtiéndose en algo que alguien se apropió. Para seguir con el ejemplo del agua, en algún momento alguien compró al Estado (o a quien la había usurpado) esa tierra donde se encuentra la desembocadura del manantial donde instaló una fábrica para embotellar agua dulce para vender.
Fue el devenir histórico y el avance de los procesos industriales y tecnológicos, los que perfeccionaron las técnicas con las que cuenta la especie humana para convertir eso que la naturaleza nos da, para satisfacer sus necesidades. Y fue específicamente en el capitalismo donde todo ello comenzó a llamarse “recurso”. Y, lógicamente, en tiempos donde todo parece que es controlado por el “mercado” no resultará muy difícil comprender que bajo el sistema capitalista todo, absolutamente todo, lo que pueda ser mercantilizado, pasará a llamarse “recurso”. En este caso particular, esos que surgen de la naturaleza, serán los llamados “Recursos Naturales”.
Pues bien, más allá de la ideología o el pensamiento que se profese, hay prácticamente un acuerdo unánime (obviamente, hay excepciones) en que la vida es un derecho de todo ser humano. Casi nadie en el mundo pone en tela de juicio esta afirmación. Ahora, si la vida es un derecho ¿los alimentos, el agua y demás cosas necesarias para poder vivir ¿No serían, también, un derecho? En los papeles si, en la práctica (de nuevo, bajo el capitalismo) no. No todas las personas acceden a esos famosos “Recursos”.
Pues bueno, surgen entonces algunas preguntas fundamentales: ¿Son recursos o son bienes? ¿Son de propiedad privada o colectiva? ¿Está bien que sean de una u otra forma? Aquí entramos en un debate moral sobre el asunto, porque si vivir es un derecho y para ello necesitamos tomar agua ¿Puede una empresa determinar si podemos o no tomar agua dependiendo si pagamos por ella o no? Más allá de si es legal o no ¿Es legítimo que eso suceda? Bueno, desde la perspectiva que encaramos en el Multimedio Trinchera, no. Rotundamente no. Son elementos que deberían ser de uso colectivo, no para usufructo de unos pocos. Y por ello debería dejar de utilizarse el término “Recursos Naturales” para ser reemplazado por el de “Bienes Comunes Naturales”, porque de ellos depende no sólo el ser humano, sino todo ser vivo.
No será motivo de este artículo profundizar en detalles o debates demasiado profundos, simplemente es un puntapié para empezar a pensar cómo llamamos a las cosas, por qué y fundamentalmente a qué responde que lo hagamos de esa manera. Y si hablamos de cómo mencionamos o llamamos a las cosas, hablamos de construcciones colectivas, de consensos colectivos (o imposiciones de las que somos víctimas).
En la misma línea que lo antes mencionado, cabría preguntarse si el concepto “Bienes Comunes” no debería englobar también a los sociales, por consiguiente, dependientes/atados a las culturas de nuestros pueblos. Si así fuese podríamos decir que la música, la literatura, la escultura, los juegos, los deportes, la comunicación y toda construcción cultural deberían llamarse “Bienes Comunes Culturales”, porque para vivir también necesitamos de acceso a ellos. Fundamentalmente porque somos seres sociales. No podemos reproducir la vida en soledad.
Y conste que ni siquiera nos metimos a filosofar y preguntarnos sobre el derecho de los demás seres vivos que existen sobre la tierra. Estas consultas y preguntas siguen ancladas en una lógica dualista cartesiana que escinde al ser humano del resto de la naturaleza. Sigue siendo una mirada eurocéntrica y antropocéntrica. Ahora, si cambiamos la perspectiva en la mirada respecto de estos “Bienes Comunes” necesarios para la reproducción de la vida, que es un derecho, ¿Por qué los seres humanos tenemos esos derechos o el resto de los seres vivos no? Como verán se abre un nuevo abanico de discusiones.
Tal como afirmamos en el artículo principal de este Dossier de relanzamiento, de lo que se tratará de aquí en adelante, es de ponernos a pensar. Sobre la base de la investigación, de consultar a especialistas en cada materia, intentaremos realizar un aporte concreto que nos ayude a pensar. Un aporte que buscará que quienes los lean puedan discutirlos, incluso contradecirlos, pero sobre la base de opiniones formadas y críticas. Los problemas que vive la humanidad no se van a resolver por arte de magia. Hay que poder trabajar en la construcción de respuestas colectivas. Porque como siempre decimos, la salida, la solución, siempre fue, es y será colectiva. Nadie, por más “iluminado” que sea, se salva solo.
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