Mucho biri biri, discursos rimbombantes e indignación repentina ¿y ahora? ¿Cuántos cortarán de cuajo los negocios con genocidas? ¿Quiénes estarán dispuestos a enfrentar realmente al sionismo en el campo de batalla?
Seguramente muchas y muchos del otro lado habrán escuchado este discurso del entonces Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, el comandante Hugo Rafael Chávez Frías, allá por septiembre del año 2006 en la 61º Asamblea General de las Naciones Unidas.
Pasaron más de 19 años y si lo reprodujéramos hoy en el pleno de la ONU, tendría prácticamente la misma vigencia que en aquel entonces. Poco y nada ha cambiado respecto del poder de la ONU para cambiar algo en el escenario global. Aunque lastimosamente no es sólo la ONU, sino todos los organismos multilaterales creados bajo el paraguas de Bretton Wood.
Ya se ha mencionado en otras oportunidades pero vale la pena recordarlo una vez más: estos organismos fueron creados y siguen funcionando como ariete del denominado Occidente Colectivo (fundamentalmente EEUU y Gran Bretaña) para consolidar su sistema de dominación sobre el resto del mundo. ¿Cuántas resoluciones se han emitido llamando a una solución de dos Estados en el conflicto israelí-palestino? ¿Cuánto se ha dicho respecto de la descolonización y la necesidad de resolver políticamente la usurpación británica de nuestras Islas Malvinas e Islas del Atlántico Sur? ¿Cuántas de todas ellas se han cumplido? La respuesta es simple: pocas o ninguna.
Y ello es por esta sencilla razón. Las potencias occidentales no respetan ni siquiera las reglas que ellas mismas propusieron en su momento. Lo único que respetan es la fuerza. Y hay toda una batería de estudios académicos e investigaciones en materia de Relaciones Internacionales y Geopolítica al respecto. No es intención aburrirles en estas líneas, pero están ahí para quienes quieran profundizar en ellas.
Lo que sí cambió y se puede observar cada más seguido, son las condiciones materiales globales: ya no es sólo EEUU la potencia económica, militar, tecnológica o diplomática que condiciona el funcionamiento del mundo. ¿Aún sigue teniendo mucho peso? Sí, pero ya no es la única. La re-aparición de China y de Rusia como competidores productivos, tecnológicos, económicos, y militares, está cambiando la ecuación. Y está más que claro que ello también repercute sobre lo político y diplomático.
No es casualidad que las palabras de Chávez se hayan pronunciado a inicios del nuevo siglo. En esa misma época nacían la Organización de Cooperación de Shanghái, los BRICS, la UNASUR, e incluso la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA-TCP) de la cual la Venezuela revolucionaria fue promotora junto con la Cuba de Fidel. Un momento histórico marcado por la necesidad de los pueblos del sur global de comenzar a construir mecanismos colectivos para hacer frente a la dominación imperial.
Lógicamente, no todos estos procesos tuvieron la misma suerte, fuerza o dinámica. Está de más señalar que, por peso específico, aquellos bloques en los que se encuentra China tuvieron una mayor fuerza o mayor desarrollo. Y no es por capricho, sino porque es la aplanadora que en menos de tres décadas sacó a más de 800 millones de personas de la pobreza. Sumemos otros 170 millones de la India, 30 millones de la primera presidencia de Lula, otros 30 millones en la Rusia de Putin. Es uno de tantos motivos del por qué el mundo está mirando a oriente, sobre todo a los BRICS.
También es por este devenir histórico que hace algunas semanas nos preguntábamos si China iba a poder cambiar las formas de comprender la Política Internacional o las Relaciones Internacionales. No porque sean santos, no porque la tengan toda resuelta, sino porque son el motor de ese nuevo mundo multipolar o multinodal que está emergiendo.
Como escuchamos en las palabras de Chávez, el pedido del sur global de las instituciones multilaterales como la ONU no es algo reciente, no es nuevo. Lo cual nos lleva a preguntarnos si realmente el clamor vertido en esta 80º Asamblea General de Naciones Unidas cambiará algo respecto de la situación en Gaza. Y quizás la respuesta es que posiblemente no. Al menos no en lo material e inmediato.
Está más que claro que, como sostiene el analista geopolítico mexicano, Alfredo Jalife, Benjamín (Mileicovsky) Netanyahu y el genocidio que está perpetrando, está llevando a convertir al Estado de Israel en un paria a escala planetaria. Lo cual no quita que aún muchos países siguen haciendo cuantiosos negocios, sobre todo en materia tecnológica, militar, de seguridad y de espionaje. En muchos casos el reconocimiento de Palestina como Estado es meramente declamativo. ¿Qué Estado reconocen? ¿Qué fronteras? ¿Qué pasa ahora con el invasor sionista? ¿Qué pasa con los asentamientos ilegales en Cisjordania? ¿Qué harán Europa, las monarquías del Golfo, Türkiye, o incluso Rusia, China, India, y demás países, para frenar la demencia talmúdica?
Tal como mencionaba la semana pasada el analista chileno, Pablo Jofré Leal, habrá que ver si la presión popular a lo largo y ancho del globo (incluido dentro de los países del Occidente Colectivo) pueden torcer la dirección del camino canibalesco por el que transitamos. Los discursos para la tribuna en Naciones Unidas pueden ser muy bonitos e ilusionar a muchas y muchos, pero en la realpolitik, la cosa se mueve por otros carriles.
Desde ya no son menores las palabras de presidentes como el iraní, Masoud Pezeshkian, el brasileño, Lula Da Silva, o el sudafricano, Cyryl Ramaphosa, que vienen denunciando desde hace tiempo el accionar criminal del sionismo en complicidad con EEUU. O el del colombiano, Gustavo Petro, o de la presidenta eslovena, Nataša Pirc Musar, que tomaron medidas concretas para boicotear el genocidio (prohibición de carbón y armas, respectivamente). Incluso lo dicho por el presidente de Indonesia, Prabowo Subianto, que dijo estar dispuesto a colaborar con más de 20 mil soldados para la conformación de un ejército internacional que intervenga en Palestina. Lo cierto es que si no se pasa del dicho al hecho todo quedará en un lindo discurso con muchas reproducciones pero poca o nula efectividad o importancia real.
¿Qué hizo la ONU por la persecución, judicialización o asesinato de cientos de personas de la comunidad afro, latina o de alguna otra índole en EEUU o algún país europeo? ¿Qué hizo la ONU con la intervención militar de occidente en Irak, Afganistán o Libia? ¿Qué hizo cuando el sionismo bombardeó a casi todos sus vecinos? ¿Qué hizo con las invasiones o promoción de golpes de Estado en toda Nuestra América a manos de EEUU? Nada. ¿Qué hicieron el FMI o el BM para ayudar a los “países en vías de desarrollo”? ¿Cómo los ayudaron? Simplemente le dieron dinero para luego exigir reformas leoninas que condicionaron sus futuros. ¿Qué hizo la Organización Mundial del Comercio por los pueblos más empobrecidos? ¿Qué hicieron estas instituciones contra los bloqueos o las sanciones unilaterales realizadas por EEUU o la UE contra terceros? ¿Qué hicieron ante el derrocamiento de Bahar Al-Assad en Siria además de darle una lavadita de cara a Al Joulani por el que EEUU hasta no hace mucho ofrecía una recompensa de 10 millones de dólares? La respuesta sigue siendo: nada. O, mejor dicho: hicieron todo lo posible para garantizar el saqueo de nuestros bienes en favor del norte global (léase, el Occidente Colectivo), para que garantizar que sucedan los “cambios de régimen” que les interesaban, y un largo etcétera.
Los organismos creados bajo el paraguas de Bretton Wood, nunca sirvieron para lo que supuestamente fueron creados. Sólo fueron efectivas cuando el que acusaba era el Occidente Colectivo y la parte acusada algún país del sur global. El gran desafío del mundo multipolar/multinodal que emerge será torcer ese rumbo sin que ello nos lleve a una tercera guerra mundial en la que toda la humanidad pierda. Palestina, sin dudas, será una prueba de fuego. Menuda tarea, porque Palestina no espera, pero sí desespera.

Nicolás Sampedro
Prefiero escucha antes que hablar. Ser esquemático y metódico en el trabajo me ha dado algún resultado. Intento encontrar y compartir ideas y conceptos que hagan pensar. Me irritan las injusticias, perder el tiempo y fallarle en algo a les demás.
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