La memoria LGBTIQ+ durante la dictadura

La memoria LGBTIQ+ durante la dictadura

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En un contexto de persecución y desaparición como lo fue la última dictadura militar en Argentina (1976 – 1983), la comunidad LGBTIQ+ no pasó desapercibida para los victimarios. Por ellos, las voces de las diversidades sexuales hoy buscan reivindicar sus vidas como un símbolo de resistencia frente al odio y a la violencia.

En el origen de nuestra
lucha está el deseo
de todos las
libertades 

Carlos Jauregui

 

La última dictadura militar en Argentina, autodenominada como “Proceso de Reorganización Nacional” no solo buscó desaparecer y aniquilar a aquellos que pensaban diferente, sino también que reforzó la discriminación histórica de aquellos que fueron marginados. Entre ellos, la comunidad LGBTIQ+ y que recibió una doble condena por desafiar las normas sociales de esa época y por ser considerados parte de una “desviación moral” que el aparato represivo quería erradicar. 

Aunque siempre se ha tomado como referencia la cifra de 30.000 desaparecidos como un número de lo que pasó en esos años de la dictadura, en las últimas décadas se incorporó a ese número el de 400 desaparecidxs, que se utiliza para representar a las víctimas de la comunidad LGBTIQ+ que sufrieron violencia represiva por parte del régimen. 

Durante este periodo de tiempo la comunidad LGBTIQ+ enfrentó una represión particularmente cruel, ya que las personas que no se ajustaban a las normas hetero normativas y de género eran vistas como una amenaza al orden moral que el régimen buscaba imponer. 

¿Por qué hablamos de 400 desaparecidos LGBTIQ+? 

Esta corta, aunque simbólica cifra representa la persecución sistemática que sufrieron por su orientación sexual o identidad de género. El activista Carlos Jauregui fue uno de los primeros en visibilizar esta realidad en su libro La homosexualidad en la Argentina (1987) en donde mencionó un estimativo de 30.000 desaparecidos, entre los cuales 400 eran personas LGBTIQ+. “No los conocimos, no los conoceremos jamás. Son solamente cuatrocientos de los treinta mil gritos de justicia que laten en nuestro corazón”. Sin embargo, esta información no fue incluida en el informe oficial de la CONADEP (Nunca Más) lo que refleja así la invisibilidad de las víctimas en los registros históricos. 

Esta cifra sólo se aproxima a muy grandes rasgos a esos “cuatrocientos homosexuales”, ya que la palabra “homosexual” en esos años englobaba a todas aquellas identidades que no seguían la norma moral de la sociedad, incluyendo a gays, lesbianas, trans, travestis, bisexuales y demás.

¿Quién fue Carlos Jauregui? 

Carlos Jauregui (1957 – 1996), fue el primer presidente de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA) en 1984 y de Gays por los Derechos Civiles (Gays D.C.) en 1991. Un año después encabezó la primera Marcha del Orgullo en Buenos Aires, donde logró visibilizar las demandas de varios sectores relegados históricamente. Su activismo se basó en la búsqueda de visibilidad mediática, escribiendo en diarios y participando en programas de televisión. Dos años después, en 1984 abrazado al activista Raúl Soria, protagonizó la portada de la revista Siete Días, en la cual mostraba por primera vez a una persona homosexual asumiendo públicamente su sexualidad. 

Carlos murió 10 días antes de cumplir los 38 años debido a causas relacionadas al virus de inmunodeficiencia humana (VIH), enfermedad de la cual también habían sido víctimas su hermano Roberto Jauregui y su pareja Pablo Azcona. Tras su muerte el 20 de agosto, se estableció como Día del Activismo por la Diversidad Sexual.

La memoria LGBTIQ+ importa 

Valeria del Mar Ramírez fue la primera querellante travesti en un juicio de lesa humanidad. Tenía 21 años cuando estuvo secuestrada en el Pozo de Banfield, y durante 14 días fue ultrajada de manera sistemática dentro del centro clandestino ubicado en la zona sur del conurbano Bonaerense. 

“Caía detenida cada dos por tres”, expresó Valeria al contar sus encuentros constantes con la policía mientras empezaba a trabajar en la zona de ruta 4 y la rotonda de Llavallol. “Un día, estaba trabajando junto a Romina, una compañera, cuando nos agarró un Falcon. Nos pareció extraño porque siempre nos levantaban en patrullero. A los golpes, nos entraron en el auto, íbamos atrás con dos policías, arrodilladas, para que no viéramos el camino”, sostuvo en su relato. Estuvo catorce días en cautiverio hasta que decidieron dejarla ir. La largaron de noche, no muy tarde. Se subió a un colectivo, tomó el tren y regresó a su casa. 

Su denuncia tiene un valor crucial, porque visibiliza todos los hechos aberrantes que vivió y también porque al narrarlo en esa esfera privada contribuye a comprender las acciones que enmarcan la violencia sistemática. 

La violencia hacia la personas de la comunidad LGBTIQ+ no empezó en 1976, ni terminó en 1983 con la recuperación de la democracia, sino que durante este periodo la persecución y represión se intensificó y el tratamiento recibido fue aún más sádico y violento. A pesar de que no fueron incluidos en el informe oficial de la CONADEP, hablar de los 400 desaparecidos es una forma de visibilizarlos.


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