Señores jueces: Nunca Más 

Señores jueces: Nunca Más 

TIEMPO DE LECTURA: 4 min.

A cuarenta años del histórico Juicio a las Juntas iniciado en abril de 1985 por decisión del presidente Raúl Alfonsín, la Argentina recuerda el proceso que sentó en el banquillo a los principales responsables de la dictadura militar. Por primera vez, un país juzgaba en sede civil a los responsables de crímenes de lesa humanidad cometidos por su propio régimen.

“Quiero utilizar una frase que no me pertenece, porque pertenece ya a todo el pueblo argentino: Nunca Más.”

El 24 de marzo de 1976, una junta militar conformada por los tres comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas derrocó al gobierno constitucional de Isabel Perón. Poco después, el jefe del Ejército, Jorge Rafael Videla, fue designado presidente de facto y presentado por la prensa oficial como “un profesional moderado y ferviente católico”. Este nuevo golpe contra la democracia dio inicio a la dictadura más sangrienta de la historia argentina. El régimen dejó un saldo de miles de muertos y desaparecidos, cientos de miles de exiliados, la derrota militar en la Guerra de Malvinas, un incremento exponencial de la deuda externa, el vaciamiento de empresas públicas y la destrucción de gran parte del aparato productivo nacional. 

Los crímenes perpetrados por los militares son hoy reconocidos en el derecho internacional como delitos de lesa humanidad. Treinta mil desaparecidos, alrededor de 400 niños apropiados y un país devastado constituyen el saldo de aquella ocupación militar. 

La democracia argentina recién había sido recuperada en 1983, tras siete años de dictadura militar, y el gobierno de Raúl Alfonsín enfrentaba la presión de sectores castrenses que aún conservaban poder y capacidad de amenaza. En ese escenario, la creación de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) y la publicación del informe Nunca Más fueron pasos decisivos para documentar el plan sistemático de represión ilegal y legitimar la demanda social de justicia. 

Durante meses, el tribunal integrado por los jueces León Arslanian, Ricardo Gil Lavedra, Jorge Torlasco, Guillermo Ledesma y Andrés D’Alessio escuchó más de 800 testimonios en un debate público sin precedentes. El fiscal Julio César Strassera, acompañado por Luis Moreno Ocampo, llevó adelante la acusación que culminó con su alegato y el célebre “Nunca Más”. 

¿Que fue el Juicio a las Juntas? 

El Juicio a las Juntas de 1985 representó un acto fundacional en la democracia argentina porque enfrentó, con las herramientas del derecho, a quienes habían instaurado el terrorismo de Estado entre 1976 y 1983. La decisión del presidente Raúl Alfonsín de impulsar el proceso fue una apuesta política audaz: en un contexto de tensiones militares y fragilidad institucional, eligió la vida judicial como respuesta a la demanda social de la justicia. Por primera vez en el mundo, un tribunal civil juzgó a los máximos responsables de una dictadura militar en su propio país, sin recurrir a tribunales especiales ni a la justicia militar. 

El alegato del fiscal Julio Cesar Strassera, acompañado por Luis Moreno Ocampo, sintetizó la acusación en la célebre consigna “Nunca Más”, que condensó el dolor de miles de víctimas y se transformó en un pacto ético colectivo. La argumentación del juicio no se limitó a probar delitos: busco demostrar la existencia de un plan sistemático de represión ilegal, con secuestros, torturas y desapariciones, y establecer que los comandantes no podían alegar desconocimiento. De este modo, el proceso no solo condenó individuos, sino que desmanteló la lógica de impunidad y legitimó la democracia como espacio de reparación y de construcción de futuro. 

Los testimonios de sobrevivientes y familiares se convirtieron en el corazón del proceso: más de 800 voces narraron secuestros, torturas, desapariciones y apropiaciones de niños, transformando el dolor privado en memoria pública. Relatos como el de Adriana Calvo, quien dio a luz esposada en un patrullero, o el de las madres que buscaban a sus hijos en los centros clandestinos, marcaron un antes y un después en la conciencia social. Cada declaración no solo aportó pruebas jurídicas, sino que también desarmó el silencio impuesto por el terror, instalando en la sociedad la certeza de que la verdad debía ser escuchada

Cuarenta años después, el Juicio a las Juntas se lee no solo como un acontecimiento jurídico, sino también como un acto cultural y político que redefinió la identidad democrática argentina. En el plano internacional, se convirtió en un modelo de justicia transicional, inspirando procesos similares en América Latina y siendo citado como antecedente en tribunales de derechos humanos. En el plano social, los testimonios de sobrevivientes y familiares transformaron el dolor en memoria colectiva, y el alegato de Strassera se volvió consigna universal de resistencia frente a la violencia estatal.  

Solución institucional frente a la impunidad 

Este Juicio ofreció una salida inédita a un dilema histórico: cómo enfrentar los crímenes de lesa humanidad cometidos por el Estado sin recurrir a la venganza ni a la justicia militar. La decisión de llevar a los comandantes ante un tribunal civil fue, en sí misma, una solución institucional que reafirmó la primacía del derecho sobre la violencia. En un contexto de tensiones políticas y amenazas de levantamientos militares, el juicio demostró que la democracia podía responder con firmeza y legitimidad, evitando la impunidad y consolidando la confianza en las instituciones. 

El hecho trascendió las fronteras argentinas y se convirtió en un referente mundial de justicia transicional. Su carácter pionero —al juzgar en sede civil a los responsables de crímenes de lesa humanidad cometidos por un régimen propio— inspiró procesos similares en países como Chile, Perú y Sudáfrica, y fue citado como antecedente en tribunales internacionales de La Haya y en la Corte Interamericana de Derechos Humanos. De este modo, la experiencia argentina no sólo consolidó su democracia, sino que ofreció al mundo una solución ética y jurídica. 

 

De las salas de audiencias al grito colectivo

De las salas de audiencias al grito colectivo

TIEMPO DE LECTURA: 6 min.

Tres autoras, tres geografías, una misma urgencia: Suzie Miller, Virginie Despentes y Selva Almada convierten el dolor, la injusticia y la violencia de género en relatos que interpelan al sistema judicial, ritualizan la memoria y tejen pactos de complicidad entre mujeres. 

En Prima Facie, la dramaturga australiana, Suzie Miller construye una obra feroz sobre el sistema judicial y su incapacidad para proteger a las víctimas de violencia sexual. La protagonista, una abogada penalista brillante, se ve obligada a enfrentar el mismo sistema que antes defendía, cuando ella misma es víctima de violación. La obra expone cómo el derecho, lejos de ser neutral, reproduce sesgos patriarcales que deslegitima el testimonio femenino.

Por otro lado, Teoría de King Kong, de Virginie Despentes, es un manifiesto feminista que desarma los discursos sobre la violación, la prostitución, el deseo y la maternidad. Despentes escribe desde la rabia, pero también desde la lucidez: “No se trata de queja, sino de provocación”, dice. Su ensayo es un grito que convierte la experiencia personal en una herramienta política.

Ambas obras pueden dialogar con la literatura argentina a través de Chicas muertas de Selva Almada. En este libro, Almada reconstruye tres femicidios ocurridos en provincias argentinas durante los años ‘80, cuando aún no existía la categoría de “femicidio” en el discurso público. Almada no busca resolver los casos, sino narrar el silencio que los rodea, la impunidad, y la naturalización de la violencia. Su escritura es ritual de memoria, gesto de reparación, y pacto con las muertas.

¿Qué las une? 

Aunque las tres obras nacen en contextos distintos —Australia, Francia y Argentina—, sus autoras comparten una urgencia: transformar el dolor en relato, el silencio en memoria, y la injusticia en pacto. Lo que las une no es solo la denuncia de la violencia, sino el modo en que convierten el lenguaje en ceremonia, el cuerpo en archivo, y el dolor en relato compartido. Cada una desarma el poder desde una estética distinta, pero todas pactan con lo que incomoda.

Despentes reivindica el deseo como fuerza disruptiva. Habla de prostitución, pornografía, maternidad y rabia sin pedir permiso. Su escritura es incómoda, feroz, pero también profundamente lúcida. En su universo, el deseo no es debilidad: es lenguaje, es poder, es pacto.

Miller muestra cómo el trauma desarma el discurso jurídico. Tessa, que antes dominaba la retórica del juicio, se ve incapaz de narrar su propia experiencia. El deseo, el consentimiento, el cuerpo: todo se vuelve opaco ante la lógica probatoria. La obra revela cómo el lenguaje legal no alcanza para nombrar lo vivido.

Almada, en cambio, escribe desde el borde del deseo: el deseo de justicia, de memoria, de reparación. Su prosa es contenida, pero cargada de afecto. No hay erotismo, pero sí una ética del cuidado que transforma la escritura en acto de amor hacia las muertas.

Así es como las tres autoras convierten lo íntimo en público, lo traumático en narración, y lo individual en colectivo. Sus textos son alianzas tejidas en la incomodidad: gestos de complicidad con las que ya no están, con quienes aún no han podido hablar, y con quienes el sistema sigue sin escuchar.

  • Miller usa la escena como tribunal simbólico: el cuerpo habla donde el derecho calla. 
  • Despentes convierte el ensayo en grito: su voz es objeto de provocación y complicidad.
  • Almada transforma la crónica en altar: cada nombre, cada detalle, cada silencio es gesto de reparación. 

¿Qué significan hoy? 

Estás obras no solo se encargan de denunciar la violencia: la ritualizan, la narran, la transforman. Son gestos de reparación simbólica, pactos de complicidad, y espacios donde el dolor se convierte en memoria compartida. En un mundo donde el testimonio aún es puesto en duda, donde el deseo femenino sigue siendo disciplinado, y dónde la justicia llega tarde o nunca, estos textos invitan a escucharla pactar, y a narrar de otro modo. 

Prima Facie: el cuerpo como prueba

Desde su estreno, Prima Facie se convirtió en un fenómeno global. La obra fue adaptada en múltiples países, incluida una versión protagonizada por Jodie Comer en Londres y Nueva York, que recibió ovaciones y premios. En 2023, se transmitió en cines como parte del National Theatre Live, ampliando su alcance más allá de su circuito teatral.

En la actualidad, Prima Facie es leída como una denuncia feroz contra el sistema judicial y su incapacidad para proteger a las víctimas de violencia sexual. La obra expone cómo el lenguaje legal desarma el testimonio femenino, y como el cuerpo de la víctima se convierte en campo de batalla. Es una pieza que ritualiza el trauma y lo convierte en escena pública, obligando al espectador a escuchar lo que el derecho calla.

Teoría de King Kong: el deseo como grito 

Publicado originalmente en 2006 y reeditado en español en 2018, Teoría de King Kong se mantiene como uno de los manifiestos feministas más provocadores y lúcidos del siglo XXI. Despentes escribe desde la rabia, pero también desde la experiencia: habla de violación, prostitución, pornografía y maternidad sin pedir permiso.

Hoy, el texto circula entre jóvenes feministas, activistas y lectoras que encuentran en su voz una forma de nombrar lo que aún incomoda. Despentes no ofrece respuestas fáciles: ofrece preguntas, contradicciones, y una ética del deseo que desarma los discursos normativos. Su ensayo es un grito que se convierte en pacto, una provocación que se vuelve comunidad.

Chicas muertas: la crónica como altar 

Desde su publicación en 2014, Chicas muertas se convirtió en un texto clave para pensar los femicidios en Argentina. Almada reconstruye tres asesinatos ocurridos en los años ‘80, cuando la palabra “femicidio” aún no existía en el discurso público. Su escritura no busca resolver los casos, sino nombrar el silencio, ritualizar la ausencia y convertir el duelo en gesto colectivo.

En la actualidad, el libro es leído como una ofrenda: cada nombre, cada detalle, cada silencio es parte de un altar narrativo que transforma la crónica en ceremonia. Almada no escribe desde la especialización del crimen, sino desde la ética del cuidado. Su obra es un pacto con las muertas, una forma de decirles: “no las olvidamos”.

En tiempos donde el testimonio aún se pone en duda, donde el deseo femenino sigue siendo disciplinado, y dónde la justicia llega tarde o nunca, estás obras nos obligan a mirar de frente. Ninguna de estas obras ofrece consuelo, pero si compañía. Son textos que incomodan, que interpelan, que invitan a escuchar lo que el derecho calla, lo que la cultura censura, lo que la historia olvida. En sus páginas, el cuerpo se vuelve escena de verdad, el deseo se transforma en lenguaje político y la ausencia se coreógrafa como ceremonia de duelo.

Porque estas obras no nos protegen. No ofrecen alivio. No prometen justicia. Solo nos dejan frente a lo que no se puede mirar sin temblar. El cuerpo que no fue escuchado, el deseo que fue castigado, aquella ausencia que nadie quiso nombrar.

Leerlas es pactar con las que ya no están, con las que hablar y no fueron creídas. Con las que aún no han podido hablar, con las que ya no tienen cuerpo, pero si memoria. Es aceptar que el lenguaje puede fallar, que la justicia puede no llegar. Que el dolor puede no tener forma, y que, aun así, hay que narrarlo.

Porque si el dolor no puede evitarse, al menos puede ser compartido. Y en ese gesto —mínimo, frágil, desesperado— quizás podamos sostenernos un poco más. O no. Tal vez solo queda el silencio, el eco de lo que no se dijo. El altar vacío, la página que no alcanza, la incomodidad que no se resuelve. Y el pacto que nunca deja de doler.

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Greta Thunberg: Activismo, rabia y reparación

Greta Thunberg: Activismo, rabia y reparación

TIEMPO DE LECTURA: 6 min.

Desde una huelga solitaria frente al Parlamento sueco hasta convertirse en una figura global de resistencia climática, Greta Thunberg encarna la incomodidad ética de una generación que exige justicia ambiental. Su activismo, marcado por la desobediencia pacífica, la denuncia frontal y la vulnerabilidad como fuerza política, ha desafiado gobiernos, corporaciones y discursos adultocéntricos. Hoy, su voz sigue resonando como un eco urgente en un mundo que aún titubea ante el colapso.

Activismo climático, ética del cuidado y resistencia global

Greta Thunberg, activista sueca nacida en 2003, se convirtió en un símbolo mundial de la lucha contra el cambio climático cuando, con solo 15 años, en 2018, inició su “huelga escolar por el clima” frente al Parlamento sueco. Ese gesto, se convirtió en una llamada global a la acción: lo que comenzó como una protesta solitaria, se transformó en el movimiento Fridays for Future, que movilizó a millones de jóvenes en más de 150 países. Su discurso ante la ONU en 2019, no sólo interpeló a líderes políticos, sino que a través de este se pudo visibilizar el vínculo entre la crisis ecológica y la negligencia adulta. 

 Pero Greta no se quedó únicamente en el plano ambiental. Su activismo evolucionó hacia una ética interseccional que conecta el cambio climático con la justicia social, los derechos humanos y la solidaridad internacional. En 2025, su participación  en la Flotilla Global Sumud —una misión humanitaria que intentó romper el bloqueo sobre Gaza— marcó un giro simbólico. Allí, fue detenida junto a más de 400 activistas de 46 países, en una acción que combinó desobediencia civil, cuidado colectivo y denuncia ética. 

La niña que no miró hacia otro lado 

Greta Tintin Eleonora Ernman Thunberg nació el 3 de enero de 2003 en Estocolmo, Suecia. Hija de Malena Ernman, cantante de ópera y Svante Thunberg, actor. Lo que le permitió crecer en un ambiente completamente artístico y expresivo. 

A los ocho años escuchó hablar por primera vez sobre el cambio climático, y no comprendía por qué se estaba haciendo tan poco al respecto. Tres años más tarde, cayó en una profunda depresión, dejó de hablar y comer, finalmente fue diagnosticada con síndrome de Asperger, trastorno obsesivo-compulsivo y mutismo selectivo.

A pesar de ello, logró persuadir a sus padres para adoptar varias opciones de estilos de vida para reducir su propia huella de carbono, incluso renunciar a viajar en avión y no consumir carne. Thunberg afirmó que sus padres dieron respuestas a sus peticiones, y que lograron cambiar su estilo de vida, lo que le dio esperanzas de que una personas puede marcar la diferencia. 

Huelga en el Riksdag 

El 28 de agosto de 2018, Greta Thunberg, entonces de 15 años, inició una huelga escolar frente al Parlamento sueco para exigir acción climática, con un cartel que decía “Skolstrejk för klimatet” (Huelga escolar por el clima”). Su protesta, motivada por incendios forestales y el incumplimiento del Acuerdo de París, se convirtió rápidamente en un movimiento global.

Tras las elecciones suecas, Greta continuó protestando cada viernes, dando origen a Friday for Future, una iniciativa que inspiró a millones de jóvenes en más de 270 ciudades del mundo. En países como Australia, Argentina, México y Alemania miles de estudiantes se sumaron a huelgas escolares, desafiando incluso a líderes políticos que criticaban el activismo juvenil. 

En 2019, Thunberg publicó el libro “Nadie es demasiado pequeño para marcar la diferencia”, apareció en la portada de Time como “Líder de la próxima generación” y encabezó tres movilizaciones climáticas globales. Su discurso directo, basado en datos científicos, la convirtieron en una figura influyente en cumbres internacionales como la COP26, donde denunció el “greenwashing” y la falta de acción real. 

Su acción la llevó a enfrentamientos con las autoridades. Entre 2023 y 2024 fue detenida en Alemania, Reino Unido y Países Bajos durante protestas contra la minería de carbón, la industria petrolera y en acciones de Extinction Rebellion

Suma su voz a la causa palestina 

Desde octubre de 2023, Thunberg ha vinculado su activismo climático con la defensa de los derechos humanos en Gaza. Durante una protesta semanal por el clima, publicó una foto junto a manifestantes con carteles de apoyo a Palestina y compartió enlaces para colaborar con organizaciones solidarias. 

Aclaró su postura, condenando los ataque de Hamás y pidió un alto al fuego inmediato, justicia y libertad para todos los civiles afectados. Sin embargo, su posicionamiento generó reacciones adversas. El Ministerio de Educación de Israel eliminó referencias a ella en el currículo escolar, donde se la presentaba como modelo de inspiración juvenil. 

En 2024, fue detenida en Suecia, frente al Malmö Arena durante Eurovisión;  en Dinamarca, tras bloquear la entrada a una universidad en Copenhague; y en Alemania, por participar en protestas pro-palestina. En Mannheim, sus declaraciones encendieron la polémica: “Que se joda Alemania y que se joda Israel”, lo que generó acusaciones de antisemitismo por parte de políticos locales, mientras que ella denunció represión y reafirmó su compromiso con los derechos humanos. 

Global Sumud Flotilla

En medio de la escalada del conflicto en Gaza, Greta Thunberg volvió a poner su cuerpo y voz al servicio de causas humanitarias. En mayo de 2025, el ejército israelí atacó una embarcación de la Flotilla de la Libertad cerca de Malta, que se dirigía a recogerla. Un mes después, la activista sueca se embarcó en el buque Madleen, junto a figuras como la eurodiputada Rima Hassan, en una misión para entregar ayuda humanitaria a la Franja de Gaza y desafiar el bloqueo naval impuesto por Israel. 

El barco se encargaba de transportar suministros esenciales: leche de fórmula, arroz, pañales, productos sanitarios, equipos médicos y sistemas de desalinización de agua. A pesar del riesgo, Thunberg declaró que la inacción internacional frente al sufrimiento palestino representaba una pérdida de humanidad.

El 9 de junio, el Madleen fue interceptado en aguas internacionales por el ejército israelí. A las pocas horas, Thunberg publicó un video grabado previamente, denunciando el acoso por parte de drones y embarcaciones israelíes. Fue deportada junto a otros tres activistas, mientras que ocho tripulantes, entre ellos Hassan, se negaron a firmar su orden de expulsión y fueron trasladados a prisión. A su regreso a Europa, Thunberg calificó la operación como un “secuestro” y un “acto ilegal”, pero insistió en que lo importante no era su detención, sino la crisis humanitaria en Gaza. 

El 31 de agosto, volvió a embarcarse en la Global Sumud Flotilla, compuesta por más de 40 barcos y 300 activistas de 44 países, que partió desde Barcelona. Entre los participantes se encontraban figuras públicas como los actores Eduard Fernández y Liam Cunningham, y la exalcaldesa Ada Colau. El objetivo: romper el bloqueo y entregar ayuda humanitaria.

El 1 de octubre, la flotilla fue interceptada por el ejército israelí en una operación que, según expertos en derecho internacional, violó el Derecho Marítimo. Todos los activistas fueron detenidos y trasladados a la prisión de Saharonim, incluyendo a Thunberg.

Con estas acciones, Greta Thunberg reafirma su compromiso con la justicia global, ampliando su activismo más allá del medio ambiente y denunciando lo que considera una crisis humanitaria ignorada por gran parte de la comunidad internacional.

El “efecto Greta Thunberg”

Desde que inició su huelga escolar por el clima en agosto de 2018, su figura se convirtió en un símbolo global del activismo juvenil. Lo que comenzó como una protesta solitaria frente al Parlamento sueco, se transformó en un movimiento internacional, en donde miles de jóvenes en el mundo replicaron su gesto. Este fenómeno fue bautizado como el “efecto Greta Thunberg”.

Con el tiempo, Greta amplió su activismo hacia causas sociales y humanitarias. Ha denunciado la desigualdad, el racismo, la violencia contra pueblos indígenas y recientemente la situación en Palestina. El “efecto Thunberg” representa una transformación cultural: una generación que no solo exige cambios ambientales, sino también justicia social, equidad y derechos para todos. Greta ha demostrado que una sola voz puede lograr movilizar millones, incomodar al poder y abrir debates urgentes en todo el mundo. 

En octubre de 2025, tras semanas de presión internacional, los activistas detenidos durante la intercepción de la Global Sumido Flotilla fueron liberados por las autoridades israelíes. Entre ellos Greta Thunberg, quien reafirmó que su participación no se trató de un acto de provocación, sino un llamado urgente a la conciencia global frente a la crisis humanitaria. 

A su salida, Thunberg declaró que la liberación no marca el fin de su lucha, sino una nueva etapa en la defensa de los derechos humanos y la justicia climática. “No se trata de nosotros, se trata de quienes no tienen voz”, expresó ante medios internacionales. Mostrando una vez más que su compromisos sigue intacto. 

Su figura, lejos de apagarse, se consolida como una símbolo de una generación que no está dispuesta a mirar hacia otro lado, en un mundo marcado por crisis múltiples, su voz es un gato que interpela, incómoda y moviliza.







  

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Maria Bernabitti: la mujer que encendió la chispa del peronismo 

Maria Bernabitti: la mujer que encendió la chispa del peronismo 

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En un país y un contexto en donde las mujeres obreras eran invisibles y los sindicatos algo del territorio masculino, María Bernabitti de Roldán se convirtió en una figura irrepetible. Delegada sindical en el frigorífico Swift, parte organizadora de la histórica movilización del 17 de octubre de 1945, y voz de miles de trabajadoras que exigían dignidad. Roldán no solo desafío las estructuras laborales de su tiempo: ayudó a moldear el nacimiento de un movimiento político que cambiaría la historia argentina. 

La mujer que lideró el 17 de octubre 

En la historia oficial de aquel 17 de octubre de 1945, la jornada que dio origen al peronismo como movimiento popular, los nombres que suelen resonar suelen ser masculinos. Sin embargo, entre aquellas columnas obreras que marcharon hacia Plaza de Mayo exigiendo la liberación de Juan Domingo Perón, hubo una mujer que no solo caminó: lideró. Su nombre era Natalia María Bernabitti de Roldán, trabajadora del frigorífico Swift en Berisso, y primera delegada sindical mujer en América Latina.  

Roldán encabezó una de las columnas más emblemáticas que partieron desde el conurbano bonaerense. Su liderazgo no fue algo casual: venía de enfrentar a la patronal inglesa del frigorífico, organizando a sus compañeras y compañeros en defensa de sus derechos laborales. En una época en la que el sindicalismo era territorio masculino, ella se convirtió en referente, símbolo y pionera. 

La historia de María Roldán ha sido silenciada durante décadas. Su figura no aparece en los manuales escolares ni en los actos oficiales. Pero en los últimos años, movimientos feministas y archivos sindicales han comenzado a recuperar su legado. No como una excepción, sino como parte de una genealogía de mujeres que hicieron del sindicalismo un espacio de lucha, cuidado y pacto colectivo. 

Roldán no marchó solo por Perón. Marchó por todas las mujeres que querían ser escuchadas, votadas y representadas. Su caminata fue un gesto de lealtad, pero también de desafío. Su nombre vuelve a resonar como símbolo de una ética obrera que no separa lo sindical de lo femenino. 

Sindicalismo con cuerpo, coraje y memoria. 

María Bernabitti fue mucho más que una figura del 17 de octubre. Su trayectoria como sindicalista revela una ética obrera profundamente comprometida con la justicia, la lealtad y la organización colectiva. Nacida en 1908 en San Martín, se trasladó de niña a Berisso, donde luego trabajó en el frigorífico Swift. Allí en un ambiente dominado por la patronal inglesa y por estructuras gremiales masculinas, se convirtió en la primera mujer delegada sindical de América Latina. 

Su militancia sindical se articuló con el liderazgo de Cipriano Reyes, referente del movimiento obrero que luego daría origen al Partido Laborista. Junto a él y otros compañeros, Roldán organizó huelgas, enfrentó despidos y desafió el poder patronal. Su activismo le valió la expulsión del frigorífico, pero no el silencio: el 17 de octubre, a pesar de estar despedida, se presentó en la puerta del establecimiento y encabezó la columna obrera que marchó hacia Plaza de Mayo para exigir la liberación de Perón. 

 

Tenía prohibida la entrada al Swift de Berisso. La habían despedido tras una huelga y los capataces no querían verla ni en pintura. Pero en los últimos minutos del día anterior al 17 de octubre, con la convicción que nace cuando se vence el miedo, decidió entrar de todos modos.

María, con 37 años, organizando una distracción en la puerta del frigorífico para burlar a los vigilantes, le pidió a su esposo, Vicente Roldán, que agarrara cuatro o cinco hombres y que simularan una pelea frente a la puerta de Swift, para luego irrumpir entre las secciones al grito de:

—¡Lo van a matar a Perón! ¡Tenemos que movilizarnos!

Los obreros, sorprendidos, la escuchaban con respeto. Sabían bien quién era. Había sido una de las mujeres más combativas del sindicato, cercana a Cipriano Reyes, delegada del Swift y voz encendida en cada asamblea. En cuestión de minutos, la fábrica se transformó en una marea de trabajadores decididos a marchar.

Caminaron más de 15 kilómetros hasta la Plaza de Mayo. María fue la única mujer que se dirigió al pueblo trabajador desde el palco de la Casa Rosada: “Acá tiene que llegar el Coronel, porque ya nosotros en el sindicato de la carne nos hemos juramentado todos que si él a las 12 de la noche no esta aca en el palco con nosotros seguiremos sin trabajar, paralizando el pueblo argentino. Pase lo que pase, la vida por Perón.” 

Edelmiro Farrell, sorprendido por esa voz femenina que escuchó, le preguntó quién era. María le dijo: “Yo soy una mujer del frigorífico Swift que corta carne con una cuchilla mucho más grande que yo.”

Del campo a la lucha

Cómo la de tantos obreros y obreras de Berisso, la historia de María Bernabitti comenzó lejos de los frigoríficos. En 1933, junto a su esposo Vicente, dejaron atrás el campo, huyendo del hambre y la miseria de las cosechas itinerantes. La decisión fue definitiva: tras presenciar la muerte por inanición de un niño en una de las estancias cercanas a la Vedia, juraron no volver a vivir bajó la indiferencia de los patrones rurales. 

La ciudad les ofreció trabajo, pero no el alivio que buscaban. En los frigoríficos Swift y Armour encontraron otra forma de explotación. Jornadas extenuantes por apenas siete centavos la hora —menos aún para las mujeres—, condiciones laborales durísimas y una lógica despiadada: los trabajadores eran simples números en un cartel, y quién no alcanzaba el mínimo de producción era despedido sin miramientos. 

Fue en esa rutina implacable donde se templó el carácter de María. En los conventillos de la calle Nueva York, compartiendo piezas de madera, baños comunes y ollas colectivas, se forjó una militante obrera que no tardaría en convertirse en una de las voces más combativas del movimiento sindical de la época. 

Su historia, estuvo marcada por la lucha, la dignidad y una convicción inquebrantable. Mujer de acción, su compromiso con la causa obrera trascendió los discursos: lo suyo era el cuerpo en la calle, la palabra directa y la exigencia concreta. 

Durante una de las visitas de Juan Domingo Perón a Berisso, cuando todavía era coronel y secretario de Trabajo. Mientras la mayoría lo rodeaba con respeto y distancia, María se le acercó sin rodeos. Lo miro a los ojos y le dijo: 

—Coronel, nosotros vivimos en un conventillo. No tenemos donde bañarnos. 

Perón, con tono conciliador, le respondió: 

—Ya va a haber un baño, María. 

Pero ella no se achicó: 

—No queremos baños, queremos casas. 

Esa frase, simple y contundente, resumía el reclamo de miles de familias obreras que vivían hacinadas en los conventillos, en condiciones precarias, compartiendo baños y cocinas, con techos de chapas y paredes de madera que apenas los protegían del frío y la lluvia

 Pocos días después, Perón volvió a Berisso. Está vez no fue solo, llevaba una bandera y un proyecto. En un descampado, donde antes se hacían  carreras cuadreras, se anunció la construcción del Barrio Obrero de Berisso. Las casas, de material, con baño propio y patio, marcaron un antes y un después en la vida de cientos de familias trabajadoras. 

Una llama que sigue encendida

En la Argentina de 2025, marcada por la fragmentación política, el avance de discursos individualistas y el retroceso de derechos laborales conquistados con décadas de lucha, la figura de María Bernabitti de Roldán resurge como un faro ético y colectivo. Su historia no es solo memoria: es advertencia, inspiración y propuesta.

Mientras se debaten reformas que afectan a los trabajadores, se recortan políticas de cuidado y se intenta desarticular el tejido sindical, recordar a María es recordar que hubo una vez una mujer que, desde un conventillo, exigió casas dignas; que irrumpió en una fábrica para encender la marcha del 17 de octubre; que desafió a la patronal inglesa y al machismo gremial con la misma convicción. Su cuerpo en la calle, su palabra directa, su gesto de pacto, siguen siendo lecciones urgentes.

María no fue una excepción. Fue parte de una genealogía de mujeres que hicieron del sindicalismo un espacio de lucha, cuidado y reparación. Hoy, cuando el país vuelve a preguntarse por el sentido de lo colectivo, su nombre se convierte en símbolo de una ética obrera que no separa lo sindical de lo femenino, lo político de lo afectivo.

Recordarla no es solo un acto de justicia histórica. Es una invitación a volver a mirar el país desde abajo, desde las ollas compartidas, los baños comunes, las marchas improvisadas y los pactos que nacen del coraje. María Roldán encendió la chispa del peronismo, pero también la de una Argentina que aún puede ser justa, digna y profundamente humana.

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El legado de las Abuelas en la Argentina de hoy 

El legado de las Abuelas en la Argentina de hoy 

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El 22 de octubre se conmemora en Argentina el Día Nacional del Derecho a la identidad, una fecha profundamente significativa que rinde homenaje a la incansable de las Abuelas de Plaza de Mayo. La efeméride fue establecida por el Congreso Nacional en 2004 mediante la Ley N.°26.001.

¿Por qué se celebra este día? 

Durante la última dictadura cívico-militar (1976 – 1983), cientos de bebés fueron apropiados ilegalmente por las fuerzas represivas, tras el secuestro y desaparición de sus padres. Las Abuelas de Plaza de Mayo (organización fundada formalmente el 30 de abril de 1977),  fueron seleccionadas el 22 de octubre como símbolo de su trabajo incansable y como una fecha que representa el inicio de su visibilización pública.

Comenzaron una lucha histórica para localizar y restituir la identidad de esos niños y niñas, muchos de los cuales crecieron sin saber su verdadero origen. Este crimen, considerado de lesa humanidad, vulnero el derecho más esencial: el derecho a saber quienes somos. 

La lucha de Las Abuelas de Plaza de Mayo, que comenzó con valentía en plena dictadura, logró articular ciencia, justicia y memoria. Gracias a su impulso, se creó el Banco Nacional de Datos Genéticos y se desarrollaron técnicas pioneras de identificación de ADN. Hasta hoy, 140 personas han recuperado su identidad, pero aún quedan cientos por encontrar. 

La sanción de la Ley N.° 26.001 en 2004 institucionalizó esta fecha en el calendario oficial, reconociendo el rol de las Abuelas y promoviendo la enseñanza del derecho a la identidad en las escuelas. Esta política de memoria, verdad y justicia se convirtió en un pilar de la democracia argentina, aunque esto no esté exento de tensiones y retrocesos. 

Más que sola una efeméride

El Día del Derecho a la identidad no es solo una simple jornada conmemorativa. Es también una interpelación profunda a la sociedad: ¿Qué significa la identidad en un país que aún busca a sus nietos? ¿Cómo se construye la memoria colectiva cuando hay silencios que persisten? 

En tiempo donde los discursos negacionistas resurgen y la desinformación amenaza los consensos democráticos, esta fecha cobra una relevancia renovada. Este día es una oportunidad para preguntarnos qué tipo de democracia queremos. Una que se conforme con el olvido, o una que se comprometa con la verdad. Porque no hay ciudadanía plena sin identidad, y no hay identidad sin memoria.

Este día recuerda que la democracia argentina se construye sobre los escombros de una dictadura que quiso borrar cuerpos, nombres y vínculos. La sustitución de la identidad de esos menores, realizada durante la dictadura y como parte de un plan sistemático de robo de niños y niñas, es un delito que no solo se cometió durante este tiempo histórico, sino que aún persiste. 

Desde hace 48 años, la organización Abuelas de Plaza de Mayo realiza un admirable trabajo para la restitución de las identidades a sus nietos. En todo este tiempo han logrado la resolución de 140 casos. En honor a este trabajo de búsqueda constante e incansable, el 16 de diciembre del 2004, el Congreso de la Nación instituyó el 22 de octubre como el Día Nacional del Derecho a la Identidad. 

La búsqueda sigue 

Las Abuelas de Plaza de Mayo continúan una lucha que lleva 48 años: la búsqueda de los nietos y nietas apropiados. Aún faltan encontrar a cientos de personas. Si alguien nacido entre 1975 y 1983 tiene dudas sobre su origen, podría ser uno de esos nietos o nietas. Puede acercarse a la organización a través de su sitio oficial abuelas.org.ar  o contactar a la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CoNaDi). 

La defensa del derecho a la identidad no es solo tarea de las Abuelas: es responsabilidad de toda la sociedad. Por eso, se invita a quienes tengan información relevante a acercarla a la organización. Cada dato puede ser clave para reconstruir una historia, para restituir un vínculo, para reparar una vida.

Desde septiembre y hasta el 22 d4e octubre se desarrolla la campaña #SoyDeAbuelas, con el objetivo de fortalecer la búsqueda y conmemorar los 48 años de lucha. En su sitio oficial, las Abuelas explican que buscan visibilizar su trabajo y la continuidad de la búsqueda de más de 300 nietos y nietas que aún no conocen su verdadera identidad.

En su sitio, las Abuelas reflexionan:

“Memoria e Identidad van de la mano para sostenernos como pueblos y evitar la repetición de delitos tan aberrantes como los cometidos por el terrorismo de Estado.”

Este día no es solo una efeméride. Es una interpelación ética, una invitación a mirar hacia adentro, y una oportunidad para transformar el silencio en memoria, y la memoria en acción.

 









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Del deseo popular al sacrificio político 

Del deseo popular al sacrificio político 

TIEMPO DE LECTURA: 5 min.

Una noche inolvidable en la historia argentina: frente a una multitud expectante, Eva Perón renunció a la candidatura vicepresidencial en un acto cargado de lágrimas, fervor popular y simbolismo político. Aquella decisión marcaría para siempre el rumbo del peronismo y del imaginario colectivo. 

El 31 de agosto de 1951, Evita anunció por cadena nacional que renunciaba a la candidatura a la vicepresidencia de la Nación, propuesta por la CGT y aclamada por una multitud en el Cabildo Abierto el 22 de agosto. 

La CGT había decidido impulsar la fórmula Perón-Perón, poniendo a Eva en el cargo de la vicepresidencia. El acto del 22 de agosto reunió a más de dos millones de personas en la Avenida 9 de julio, en lo que sería un momento histórico: las mujeres votarían por primera vez en las elecciones de noviembre de ese año. 

Fórmula Perón–Perón

No se habían cumplido cinco años desde que había asumido Juan Perón a la presidencia de la república, aquel 4 de junio de 1946, cuando comenzó a gestarse una inédita movilización popular para imponer el cargo de la vicepresidencia del próximo periodo. 

En febrero de 1951, faltando nueve meses para las elecciones presidenciales, los sindicatos se movilizaron con mayor ímpetu. La CGT hizo un planteo oficial hacia Perón para proclamar la candidatura de Evita, logrando así la fórmula Perón–Perón. El Partido Peronista Femenino y centenares de agrupaciones políticas se sumaron al pedido cegetista.

En 1951, por primera vez en la historia argentina, la mujer podía ejercer su derecho al voto y el pueblo podía elegir en forma directa la fórmula de Juan D. Perón para la presidencia y Eva Perón para la vicepresidencia. Con esto se preveía un triunfo arrollador del peronismo y un clima cada vez más tenso se acentúa en la oposición. 

A las 5 de la tarde, en la Avenida 9 de julio algo más de dos millones de personas formaron una marea humana que aguardaba entre cánticos y consignas ver aparecer en el palco a Perón y Evita. 

 

Finalmente Eva salió al balcón y habló ante la multitud, pero lejos de confirmar lo que todos buscaban escuchar, pidió algunos días para decidir una cuestión tan importante. Aunque realmente los recelos de sectores importantes de la alianza coincidían con Perón, esa no era la mejor fórmula para gobernar por aquellos años. 

A pesar de las horas de vigilia, las y los millares de movilizados no volvieron a escuchar a Evita aquel día, ni la semana siguiente. Recién nueve días más tarde, el 31 de agosto, la mujer de los “descamisados”, por cadena nacional de radiodifusión, anunció su “irrevocable decisión”, renunciaba al honor que los trabajadores y el pueblo de su patria quisieron conferirle. 

Compañeros, quiero comunicar al Pueblo Argentino mi decisión irrevocable y definitiva de renunciar al honor con que los trabajadores y el pueblo de mi patria quisieron honrarme en el histórico cabildo abierto del 22 de agosto.

Ya en aquella misma tarde maravillosa, que nunca olvidarán ni mis ojos ni mi corazón, yo advertí que no debía cambiar mi puesto de lucha en el Movimiento Peronista por ningún otro puesto.

Desde aquel momento, después de aquel diálogo entre mi corazón y mi pueblo, he meditado mucho en la soledad de mi conciencia y reflexionando fríamente he tomado mi propia decisión en forma irrevocable y definitiva, presentada ya ante el Consejo Superior del Partido Peronista y en presencia de nuestro jefe supremo el general Perón.

…poniendo estas palabras bajo la invocación de mi dignidad de mujer argentina y peronista y de mi amor por la causa de Perón, de mi patria y de mi pueblo, declaró que esta determinación surge de lo más íntimo de mi conciencia y por ello es totalmente libre y tiene toda la fuerza de mi voluntad definitiva.

Evita quería ser cuando me decidí a luchar codo a codo con los trabajadores y puse mi corazón al servicio de los pobres, llevando siempre como única bandera el nombre del general Perón a todas partes.

Si con ese esfuerzo mío, conquisté el corazón de los obreros y de los humildes de mi patria, eso ya es una recompensa extraordinaria que me obliga a seguir con mis trabajos y con mis luchas. Yo no quiero otra cosa que este cariño”.

La “segunda cabeza” y el renunciamiento

Después de que Perón asumió la presidencia en 1946, Evita comenzó a recorrer las fábricas y lugares de trabajo. Atendiendo personalmente una gran cantidad de delegaciones y de a poco fue insertándose en la estructura de poder del peronismo no sólo desde la Fundación Eva Perón, sino también desde su relación con los trabajadores en sus propios lugares de trabajo. 

De esta manera Eva se volvió el nexo más directo entre estos y Perón, lo que le permitió al General lograr una relación más estrecha con la clase obrera. La construcción de Evita como Segunda Cabeza del gobierno estuvo relacionada con mantener una relación estrecha con los sindicatos y el trabajo de los sectores más empobrecidos de los trabajadores a través de la fundación. 

Eva organizó el Partido Peronista Femenino, a partir de 1949 y logró fortalecer la base política y social del movimiento al incorporar a las mujeres y preparar su participación en las elecciones de 1951, en las que votarían por primera vez. 

Para entender el renunciamiento de Eva Perón, es importante observar las tensiones de un regimen nacionalista burgues sostenido por intereses de clase contrapuestos. Por un lado, una clase obrera con mucha fuerza; por otro, sectores del poder económico y político con objetivos distintos. 

Las Fuerzas Armadas, actor clave en la gobernabilidad de entonces, miraban con desconfianza el avance de Eva y su estilo confrontativo, fuertemente identificado con los sectores obreros. El mismo Juan Perón, aunque públicamente apoyaba a su esposa, sabía que su candidatura podría generar divisiones internas. Por eso, el renunciamiento de Evita puede entenderse no sólo como un gesto emocional, sino como una maniobra política para preservar la unidad del poder. 

Apenas unos meses después, se produciría una serie de conflictos que reafirmaron el desgaste del régimen. Entre ellos, las huelgas ferroviarias de fines de 1950 y principios de 1951, y el fallido levantamiento del general retirado Benjamin Menéndez y el entonces capitán Alejandro Lanusse. 

El renunciamiento fue, en definitiva, el primer síntoma visible del giro conservador que se consolidaba en el segundo mandato peronista. Evita renunció, pero su figura no hizo más que crecer. Aquel acto se convirtió en un mito de entrega y sacrificio, pero también en un  emblema de las tensiones de poder que definieron una etapa crucial en la historia argentina. 


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Victoria Ocampo, feminista de primera linea

Victoria Ocampo, feminista de primera linea

TIEMPO DE LECTURA: 4 min.

En 1936, mientras las mujeres argentinas aún no tenían el derecho al voto, Victoria Ocampo fundó la Unión Argentina de Mujeres para enfrentar la violencia jurídica y los discursos regresivos. Desde su pluma, su militancia y la revista Sur, trazó un feminismo crítico, intelectual y profundamente político que desafiaban la hegemonía liberal y abría camino a la lucha que todavía resuena en los presentes.

Figura emblemática de la cultura argentina del siglo XX, Victoria Ocampo fue mucho más que una escritora brillante. Fue editora, intelectual pública, gestora incansable y pionera en la lucha por los derechos de las mujeres. Nacida en 1890 en el seno de una de las familias fundadoras de argentina, Victoria fue la primogénita de seis hermanas, fundadora de la revista Sur, plataforma clave para la circulación del pensamiento moderno de América Latina, supo articular el mundo de las ideas con el compromiso político, en tiempos donde pocas mujeres ocupaban lugares de enunciación pública. 

En 1936, se convirtió en una de las voces más firmes contra el retroceso institucional en derechos civiles al fundar la Unión Argentina de Mujeres. Desde allí enfrentó proyectos regresivos que pretendían limitar la autonomía femenina, y reclamó el sufragio universal y el reconocimiento de las mujeres como ciudadanas plenas. Su mirada feminista –critica del patriarcado, la tutela masculina y el silenciamiento de las mujeres– se entrelazó con su proyecto cultural, que acercó a Borges, Woolf, Camus y Tagore a la escena local. 

Victoria Ocampo no solo desafió los límites impuestos por su clase, su género y su época. Los reescribió y lo hizo desde la palabra, la edición y la acción política. 

Victoria escribe, nace un derecho 

En 1931 creó la revista Sur y años más tarde, se transformó en  editorial para dar a conocer nuevos autores nacionales y publicar autores extranjeros en Argentina. En su casa de la calle Rufino de Elizalde se inauguró la redacción. 

Fue el pensamiento de Victoria el que le dio a la publicación su toque de originalidad y vanguardismo. Esta revista fue un espacio clave en donde el discurso daba paso a la polémica y el debate de ideas de los problemas de la sociedad argentina y universal. 

Sur fue un enlace con la intelectualidad y el pensamiento entre Argentina con Hispanoamérica, Europa y Estados Unidos, tuvo un impacto determinante en la cultura mundial entre las décadas de 1930 y 1970. Tomada como un verdadero faro cultural que iluminó el pensamiento argentino.

La Unión Argentina de Mujeres (UAM) fue fundada en 1936, se creó con el firme objetivo de defender los derechos civiles de las mujeres. Inició con Victoria Ocampo como presidenta, Ana Rosa Schlieper de Martinez Guerrero como vicepresidenta y Perla Berg a cargo de la secretaría. 

Constituida a partir de un grupo de amigas a las cuales les preocupaba el anteproyecto Bibiloni, el cual buscaba restringir los derechos civiles de las mujeres casadas. A través de una conferencia radial que se escuchó en Buenos Aires y Madrid, logró que no se votara la reforma de la ley de Derechos Civiles. Se publicó además en el diario La Prensa el artículo “A las mujeres argentinas”. 

Conformado por mujeres activistas de distinta extracción partidaria, las cuales se plantearon la idea de informarse sobre las condiciones sociales vigentes, estudiar las leyes laborales y mantener lazos sobre las condiciones de las mujeres de otros países. 

En los comienzos se fue entretejiendo una cadena de solidaridad alrededor de la aclamada editora. Victoria Ocampo contó con el respaldo de un grupo de mujeres que le prestaron valiosa colaboración, dando sus primeros pasos con el apoyo de Sylvia Beach, Adrienne Monnier y la propia Virginia Woolf. 

A lo largo de su vida dejó en claro cuánto valoraba ese apoyo entre mujeres, porque sentía que sus miradas no estaban condicionadas por prejuicios o expectativas masculinas. Leídas a través de este contexto, las reiteradas expresiones de gratitud de Victoria Ocampo hacía las escritoras editoras puso de manifiesto la real importancia que tuvo para ella contar con el apoyo de estas mujeres. 

Más allá del aliento sororo, la directora de Sur encontró en estas colegas un espejo donde mirarse en un momento en que era casi imposible agenciarse un lugar como mujer en un campo intelectual argentino “muy masculino”. 


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San Cayetano: Paz, Pan y Trabajo

San Cayetano: Paz, Pan y Trabajo

TIEMPO DE LECTURA: 3 min.

Cada 7 de agosto, miles de fieles se congregan en el santuario de Liniers para pedir y agradecer al patrono del pan y el trabajo. En un país atravesado por la crisis económica y la precarización laboral, la figura de San Cayetano se convierte en símbolo de fe, resistencia y organización comunitaria. 

Cayetano de Thiene nació en Vicenza el 1 de octubre de 1480, fue el último de los tres hijos del conde Gasparo di Thiene y de la condesa María Da Porto. Estudió derecho civil y canónico en la Universidad de Padua y trabajó como diplomático en la corte papal, pero abandonó tempranamente la vida cortesana para dedicarse a los más necesitados. 

Dos años después de su nacimiento, su padre debió partir a la guerra, quien era jefe de las tropas papales. Pocos meses después, el conde Gasparo di Thiene cayó sin vida combatiendo bajo las órdenes de Roberto Malatesta. María Da Porta dedicó su tiempo a la educación de sus hijos, convirtiéndose en su primera maestra. 

En 1504, cuando tenía 24 años, Cayetano recibió el título de “Doctor en ambos derechos” es decir, en derecho civil y derecho eclesiástico o canónico. Días después, de nuevo en Vicenza, le dijo a su madre que había decidido pedir al Obispo la tonsura, para que quedase claro su deseo de entrar en la carrera sacerdotal. 

Una vez instalado en Roma, con ayuda de contactos de sus tíos, tuvo la oportunidad de ser nombrado protonotario apostólico en la corte del Papa Julio II y, al mismo tiempo, se inscribió en el oratorio “Del Amor Divino”, en donde se promovió llevar una vida fervosa ayudando a los pobres y a los enfermos.  

En 1513, tras la muerte del Papa Julio II continuó con su preparación para el sacerdocio. Por ese tiempo empezaron a verse los estragos del cisma promovido por el monje Martín Lutero en Alemania, cisma conocido como la reforma protestante. Tres años después, en 1516, fue ordenado como sacerdote, a los 36 años.  

Junto con Gian Petro Caraffa –futuro papa Paulo IV– y otros religiosos en 1524, crearon en Roma la Orden de Clérigos Regulares Teatinos, para promover el apostolado y la renovación espiritual del clero, viviendo una vida como la de los apóstoles, con austeridad y desprendido de  bienes.

Su vida estuvo marcada por el compromiso con quienes sufren exclusión, enfermedad, y falta de recursos, por lo que su figura se convirtió en simbolismo de esperanza para quienes buscaban sustentos y empleo digno. Para poder paliar las necesidades de los pobres, fundó la organización de beneficencia Monte si Pietà, como una alternativa a los usureros.

Falleció el 7 de agosto de 1547, siendo el superior de su orden de Nápoles. Sus reliquias se encuentran en la basílica de San Paolo Maggiore de Nápoles. Fue beatificado en 1629 por Urbano VIII, y en 1671 el papa Clemente X ofició su ceremonia de canonización, junto a la de San Francisco de Borja y Santa Rosa de Lima.

Argentina, santo popular

En Argentina, su festividad es la segunda en importancia después de la veneración a la Virgen de Luján, patrona del país. Cada 7 de agosto, miles se congregan en las parroquias que están bajo la insignia de este Santo para pedir por su intermediación. 

Según una leyenda popular, un campesino de principios del siglo XIX pasó frente a una imagen del Santo camino a su casa. Venía de tener un mal día en sus campos de trigo, donde no había podido cosechar nada debido a una sequía que lo abrasaba todo desde hacía meses. 

El hombre se bajó de su carrera y le rezó a aquella imagen, pidiéndole que salvará sus trigales y dejándole como ofrenda unas pocas espigas que había logrado recolectar. Le prometió a Cayetano que si efectuaba su pedido difundiría su historia y daría a conocer quién era. Antes de que llegara a su casa se desató una tormenta, y el anónimo se dejó empapar por aquella bendición y por su promesa. 

La difusión del milagro de los trigales fue tan grande que sus fieles comenzaron a ofrecerle el origen del pan y pasó a ser conocido como el patrono del pan y el trabajo, solo en Argentina.

 

 

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Perón eterno: Memoria, mito y realidad

Perón eterno: Memoria, mito y realidad

TIEMPO DE LECTURA: 8 min.

A 51 años de su partida, Juan Domingo Perón continúa presente en la memoria colectiva y en la dinámica política de la Argentina, como líder que dividió aguas, fundó movimiento y desafió el paso del tiempo. 

“Hay dos clases de lealtades: 
la que nace del corazón
que es la que más vale y la 
de los que son leales 
cuando no les conviene 
ser desleales

Juan Domingo Perón

El paso a la inmortalidad de Juan Domingo Perón es una expresión profundamente simbólica que se utiliza en la Argentina para referirse a su fallecimiento, ocurrido el 1° de julio de 1974, mientras ejercía su tercera presidencia. 

Perón fue un líder carismático que transformó la política argentina del Siglo XX. Fundador del peronismo, impulsó derechos laborales, el voto femenino, la justicia social y una visión nacionalista de desarrollo. 

A 51 años de su partida, su figura sigue generando adhesiones, rechazos y debates. Para muchos Perón no fue solo un presidente, sino un arquitecto de la identidad política que aún hoy estructura buena parte del mapa ideológico argentino. 

De militar a líder popular

En marzo de 1911 ingresó al Colegio Militar de la Nación, gracias a una beca que le consiguió Antonio M. Silva, íntimo amigo de su abuelo paterno quien lo asistió en la enfermedad hasta su fallecimiento. Se graduó en diciembre de 1913 como Subteniente de Infantería de la 38° promoción del Colegio Militar. 

Entre 1916 y mediados de la década de 1920, Perón comenzó a delinear su perfil político e ideológico, votando por primera vez a favor de Hipólito Yrigoyen y enfrentando de esta manera a los sectores conservadores del país. Aunque simpatizó inicialmente con los postulados de algunos militares legalistas, también criticó duramente al gobierno radical por su respuesta represiva durante la Semana Trágica de 1919. 

En su carrera militar temprana, se destacó por su postura ética frente a la represión de huelgas de los obreros. Además fomentó fuertemente el deporte como herramienta formativa, practicando boxeo, atletismo y esgrima. También redactó textos para el entrenamiento físico de militares y ascendió progresivamente: en 1919 fue teniente primero, en 1924 capitán, y en 1926 ingresó a la Escuela Superior de Guerra. 

En los años 30, su perfil intelectual empezó a consolidarse. Se convirtió en profesor titular de la Historia Militar y publicó varias obras sobre teoría militar, cultura mapuche y conflictos bélicos modernos. Durante el golpe de Estado de 1930, Perón participó marginalmente desde un grupo legalista que rechazaba los excesos autoritarios, lo que le valió su traslado al interior del país. 

Su carrera lo llevó a ocupar cargos en embajadas y misiones militares en Chile, Italia y otros puntos de Europa, donde amplió su formación en alpinismo, economía y estrategia. Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial su conocimiento del escenario internacional lo convirtió en un referente dentro del ejército. Fue ascendido a coronel y destinado a Mendoza, desde donde siguió escribiendo e investigando. En medio de la crisis política de la Década Infame, la muerte de figuras como Alvear y Justo dejó un vacío de liderazgo que Perón supo ocupar con habilidad. 

En 1943 participó en la Revolución Militar del GOU (Grupo de Oficiales Uniformados) que derrocó al gobierno fraudulento, inicialmente desde un cargo menor. Sin embargo, su creciente protagonismo lo llevó a ocupar funciones estratégicas hasta llegar a vicepresidente de la Nación. 

El 17 de octubre, la multitud y la creación de un nuevo sujeto político

Como secretario de Trabajo, Perón impulsó la vigencia plena de los convenios colectivos, el Estatuto del peón de campo y la extensión de las jubilaciones a los empleados de comercio. En los discursos de esa época, Perón planteaba la necesidad de integrar al obrero como consumidor de los bienes que elaboraba y así alejarlo de la influencia revolucionaria. 

Las medidas tomadas por aquel llamado “Coronel de los Trabajadores” le ganaron el apoyo de varios sindicatos y el rechazo de las organizaciones patronales y de la embajada de los Estados Unidos, por lo que a partir de 1945 se generó un amplio movimiento en su contra. El 8 de octubre de ese año, fue obligado a renunciar a todos sus cargos y el día 12 quedó arrestado en la Isla Martin García. 

El 17 de octubre, una gran movilización popular impulsada por los dirigentes sindicales ocupó la Plaza de Mayo exigiendo su liberación. El hecho marcó el nacimiento simbólico del peronismo y quedó grabado en la memoria colectiva como el Día de la Lealtad.

Luego de su liberación, Perón se casó en Junín con la actriz Eva Duarte, a quien había conocido en 1944. En las elecciones de febrero de 1946, la candidatura presidencial de Perón fue impulsada por el Partido Laborista y agrupaciones radicales disidentes, triunfando con el 52% de los votos.

Primera presidencia: Justicia social y protagonismo obrero
El primer periodo presidencial de Perón se extendió desde el 4 de junio de 1946 hasta el 4 de junio de 1952. Durante este periodo su gobierno propuso construir un Estado de Bienestar, consolidando un modelo de desarrollo nacionalista e industrialista.

Se implementó el Primer Plan Quinquenal que promovió la industrialización por sustitución de importaciones, la nacionalización de sectores estratégicos (como los ferrocarriles, el Banco Central, el comercio exterior y los servicios públicos) y una fuerte intervención estatal en la economía. Se creó el IAPI (Instituto Argentino de Promoción del Intercambio) para regular exportaciones e importaciones.

Una etapa de expansión de derechos para los trabajadores: se establecieron el aguinaldo, las vacaciones pagas, la jornada laboral de 8 horas y se fortaleció la sindicalización. La Fundación Eva Perón jugó un rol clave en la asistencia social, construyendo hospitales, escuelas y hogares para sectores vulnerables.

En 1949 se sancionó una nueva Constitución, que incorporó derechos sociales, económicos y culturales, y habilitó la reelección presidencial. En el plano internacional adoptó una postura de tercera posición, buscando una vía superadora entre el capitalismo estadounidense y el comunismo soviético en plena Guerra Fría.

Segunda presidencia: conflicto con sectores de poder
La reforma de la Constitución Nacional permitió la reelección del presidente Perón, quien se presentó nuevamente como candidato. Asumió su segundo mandato con un fuerte respaldo popular (62 % de los votos), en un contexto económico más adverso. Implementó el Segundo Plan Quinquenal, que buscaba diversificar la producción, fomentar la industria pesada, y atraer inversiones extranjeras.

Uno de sus enfrentamientos más significativos fue con la iglesia, ya que impulsó diversas medidas laicas, como la legalización del divorcio y la eliminación de la enseñanza laica en las escuelas públicas. Esto provocó una ruptura con la jerarquía eclesiástica. En 1955, el conflicto escaló con la excomunión de Perón y la quema de iglesias tras una manifestación opositora.

Otro de sus grandes conflictos fue con las Fuerzas Armadas: el malestar militar creció por la politización del Ejército, el protagonismo de la CGT y la percepción del autoritarismo. En junio de 1955, un sector de la marina realizó un bombardeo sobre Plaza de Mayo, que dejó cientos de muertos.

El 16 de septiembre de 1955, un levantamiento militar conocido como Revolución Libertadora derrocó a Perón, quien partió al exilio. Su segunda presidencia dejó un legado ambivalente: avances sociales y productivos, pero también un creciente aislamiento político.

Caída y exilio: el líder ausente
La caída de Juan Domingo Perón en 1955 fue el desenlace de una creciente tensión política, social y militar que marcó el final de su segunda presidencia y el inicio de un largo exilio de casi 18 años.

El 16 de junio de 1955 aviones de la Marina y sectores de la Fuerza Aérea bombardearon la Plaza de Mayo con el objetivo de asesinar a Perón y derrocar su gobierno. Aunque el intento fracasó, dejó al descubierto la fractura dentro de la Fuerzas Armadas y anticipó lo que venía.

El 16 de septiembre de 1955, un nuevo levantamiento militar –esta vez liderado por el general Eduardo Lonardi y el almirante Isaac Rojas– logró finalmente derrocar a Perón. El presidente optó por no resistir militarmente para evitar una guerra civil y partió al exilio a bordo de una cañonera paraguaya.

Perón vivió en varios países: Paraguay, Panamá, Venezuela, República Dominicana y finalmente, España, donde se instaló en la residencia de Puerta de Hierro, en Madrid. Durante ese período, el peronismo fue prohibido, sus símbolos y hasta su nombre fueron censurados, y muchos de sus dirigentes perseguidos o encarcelados.

Desde el exilio, Perón mantuvo una activa conducción política, enviando mensajes, cartas y grabaciones a sus seguidores. Intentó regresar en 1964, pero fue interceptado por orden del gobierno argentino y devuelto a España. Recién en 1972 logró volver brevemente, y en 1973 regresó definitivamente para ser electo presidente por tercera vez.

El regreso y tercera presidencia 

Tras 18 años de exilio y proscripción, Perón regresó al poder con un apoyo abrumador: ganó las elecciones con el 62% de los votos, acompañado por su esposa María Estela Martínez de Perón (Isabelita) como vicepresidenta. 

El peronismo estaba desgarrado entre dos alas irreconciliables:

  • La izquierda revolucionaria, representada por Montoneros y la Juventud Peronista
  • Los sectores tradicionales sindicales y ortodoxos, mezclados a su vez con figuras polémicas como José López Rega y sectores militares. 

El asesinato de José Ignacio Rucci, secretario general de la CGT, apenas dos días después del triunfo electoral fue interpretado como una provocación a Perón y marcó el inicio de una ruptura irreversible. El 1° de mayo de 1974, en un acto de Plaza de Mayo, Perón repudió públicamente a la militancia armada. Fue su último gran discurso ante las masas y selló la fractura interna. 

Aquejado por una grave enfermedad cardiaca, Perón delegó el poder a Isabelita el 29 de junio de 1974. Falleció el 1 de julio, dejando un vacío político inmenso y un país al borde del abismo. 

La muerte de Perón: el inicio de la inmortalidad 

El 1 de julio de 1974 a las 13:15 horas, Juan Domingo Perón falleció a los 78 años en la residencia de Olivos a causa de una cardiopatía isquémica crónica con insuficiencia cardíaca.

Su muerte marcó un punto de inflexión en la historia argentina: no solo desaparecía el líder político más influyente del Siglo XX, sino también se abría un periodo de incertidumbre, violencia y vacío en la conducción. 

La noticia fue anunciada por su esposa y vicepresidenta, María Estela Martínez de Perón, quien asumió a la presidencia anunciando: “Ha muerto un apóstol de la paz y la no violencia”. El impacto fue inmediato, una multitud colmó las calles bajo la lluvia para despedir al líder que había marcado sus vidas. Su cuerpo fue velado en el Congreso Nacional durante más de 46 horas. 

El paso a la inmortalidad de Perón fue un acto simbólico: su figura se convirtió en un mito, en bandera, en memoria viva. La muerte de Juan Domingo Perón marcó el fin de una era que aceleró la división del país.

Milagros López Mancilla

Periodista gráfica a la que le interesa la literatura. Desde mí lugar intento reinvindicar la lucha de las travestis, las disidencias y los feminismos

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