CRUMB: mucho más que historietas, un punto de encuentro en La Plata

CRUMB: mucho más que historietas, un punto de encuentro en La Plata

TIEMPO DE LECTURA: 3 min.

El universo de las historietas es tan vasto como nuestras propias imaginaciones: superhéroes y villanos, fantasías y aventuras, mundos que nos invitan a ser quienes siempre quisimos ser, enfrentar aquello que tememos o habitar escenarios soñados. Ese espíritu vive y respira en CRUMB, un espacio ubicado en diagonal 77 e/4 y 46 N° 313, que desde hace más de siete años se convirtió en el principal referente platense de la historieta.

Detrás de sus estantes repletos de cómics, mangas y novelas gráficas, están Agustín, Anita y Stevie, quienes con pasión y constancia construyeron un lugar que no solo vende historietas: es una comunidad. CRUMB se caracteriza por ofrecer material nacional de todas las épocas, apoyar a lxs dibujantes locales y acercar también las novedades de editoriales internacionales como Marvel y DC.

Pero su aporte a la cultura no se queda en el mostrador: organizan eventos mensuales gratuitos con artistas y referentes de la historieta argentina, siempre de forma autogestionada, para que nadie se quede afuera. Por su espacio ya pasaron figuras como Horacio Altuna, Tute, Diego Parés, Gustavo Sala, Mosquito, Max Aguirre, Decur, Maicas, Jorge Lucas, Julieta Arroquy, Juan Vegetal, Juan Saenz Valiente, entre otrxs.

Además, CRUMB forma parte de la Comunidad Trinchera, una red de locales que te otorga un montón de beneficios. Si te suscribís, no solo apoyás este proyecto y al Multimedio, sino que también obtenés un 10% de descuento en CRUMB para que sigas llenando tus estantes de aventuras, héroes y mundos imaginarios.

En 2015 sumaron la Academia de Dibujo CRUMB, donde más de 250 alumnxs ya tomaron clases con grandes docentes, rodeadxs de lápices, hojas en blanco y muchas ganas de crear. El resultado es un espacio que no solo fomenta el consumo de historietas, sino también la producción artística y el encuentro entre personas con intereses comunes.

Como en un buen cómic, CRUMB es una sucesión de cuadros que cuentan una historia colectiva. Una tienda, una escuela, un punto de reunión, una trinchera cultural en plena ciudad de La Plata. Porque apoyar a CRUMB es también apoyar a una red de artistas, lectores y soñadores que siguen apostando a la cultura desde abajo, con creatividad y compromiso. Por eso desde Trinchera te invitamos a seguirlos en redes para conocer todas sus actividades y novedades.


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Interceptada en su totalidad, la Global Sumud Flotilla espera ser liberada

Interceptada en su totalidad, la Global Sumud Flotilla espera ser liberada

TIEMPO DE LECTURA: 3 min.

Desde la noche del miércoles, la “Flotilla de la Libertad” comunicó intercepciones en sus barcos. La misión humanitaria y pacífica fue intervenida ilegalmente por el Estado de Israel y ahora los voluntarios esperan a ser liberados y deportados.

A menos de 24 horas de llegar a Gaza para cumplir con el objetivo de abrir un corredor humanitario, la mayoría de las embarcaciones de la Global Sumud Flotilla fueron secuestradas ilegalmente por el gobierno de Israel, quien ya había lanzado amenazas en ese sentido.

En la noche del miércoles, el tracker de la página oficial de la “Flotilla de la libertad” comenzó a mostrar embarcaciones en estado de intercepción. El primer ministro israelí Benjamín Netanyahu y el ministro de defensa Itamar Ben Gavir, ya habían anunciado que los tripulantes serían encarcelados como “terroristas”, y extraditados a sus países.

Así es como a través de las redes comenzaron a circular videos grabados por propios tripulantes de la flotilla en donde se visualiza al ejército marítimo israelí ingresando a las embarcaciones, así como las presentaciones legales de cada uno de los voluntarios pidiendo por su liberación. Esos videos habían sido preparados con antelación para utilizar en caso de que las amenazas israelíes se cumplieran.

Llegada la primera hora del jueves solo los barcos Marinette y Mikeno seguían en camino, siendo ésta último el que estaba más cerca de la costa palestina. Sin embargo, Mikeno fue interceptado rápidamente, y Marinette, que regresó en su rumbo, corrió la misma suerte horas después.

Actualmente los más de 400 voluntarios de la flotilla se encuentran secuestrados ilegalmente. Según diversas fuentes, serían trasladados como inmigrantes ilegales, para dentro de una semana ser devueltos a su país de origen.

Es importante recordar que la Global Sumud Flotilla llevaba consigo comida y medicamentos para romper el bloqueo genocida que Israel ejerce sobre Palestina. Se trata de civiles que no poseen ningún arma y su misión es totalmente pacífica.

Así mismo, una nueva flotilla humanitaria compuesta por una decena de barcos partió el martes desde Catania, Italia, con 150 nuevos voluntarios. Actualmente se encuentran a la altura de la isla de Creta, en Grecia.

Más allá de esto, el accionar de la Global Sumud Flotilla secuestrada no sólo logró instalar el tema mediáticamente y tuvo repercusiones en el parlamento de la Organización de Naciones Unidas (ONU) con países como Reino Unido y Francia aceptando al Estado Palestino, si no que además, en las últimas horas se visualizó como ciudadanos palestinos pudieron volver a pescar en sus costas, ya que el ejército de ocupación de Israel se retiró para intervenir las flotillas.

Actualmente restará esperar resultados de las nuevas embarcaciones que se dirigen a Gaza, pero sobre todo del efecto de presión que estas acciones generen sobre un mundo que ya no le da la espalda a Palestina. Así como en otros países, el 7 de octubre se realizará en Argentina una movilización para pedir fin al genocidio en Gaza y la liberación de los tripulantes secuestrados.

Desde el Multimedio Trinchera exigimos la liberación y extradición inmediata de nuestro compañero Carlos “Cascote” Bertola así como la de todos los integrantes de la flotilla. “Mi viejo hoy hizo lo mismo que haría el Diego”, mencionó su hijo, Felipe Bertola, para Tiempo Argentino.

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¿Hay alguien ahí?

¿Hay alguien ahí?

TIEMPO DE LECTURA: 8 min.

Notas ensayísticas sobre la exposición de la BIENALSUR “fragmentos de un presente a la deriva”. ¿A dónde iremos a parar? ¿Será el Estado-Nación-IA el futuro? ¿Qué hacemos con toda esta basura? ¿Qué va a pasar con las otras especies cuando colapse el mundo humano?

Cuando leemos algo, en nuestra mente, aparece la figura de une interlocutore. Para algunas personas, este es une misme; es su propia voz la que narra. En mi caso, no. Le otorgo un cuerpo, un estilo, una personalidad, y un tono de voz a esa figura que me cuenta una historia. Se construye su silueta a través de fragmentos atemporales, recortes de vivencias y aprendizajes que conforman el imaginario sobre este sujeto que habla de algo, a través de algún medio, en un momento y lugar.

Es por eso, que quisiera comentar un poco sobre quién escribe. Si bien no se trata de limitar la perspectiva de este artículo a mi existencia material (que, sin dudas, ya tiene bastantes limitaciones sin mi nota de por medio), creo que es interesante comentar un poco sobre el cómo llegué a tomar estos apuntes y por qué. 

Las siguientes notas ensayísticas fueron hechas de forma analógica, en un anotador de esos verdes o naranja flúor, anillado arriba, que vale menos de mil pesos, en un experimento con (al menos) dos intenciones: la primera, trabajar la paciencia y desconectarme del mundo online por el tiempo que dure la visita; y la segunda hacer evidente para el entorno que estoy tomando notas sobre lo que allí sucede, una especie de justificación por la que me paso quince, o más, minutos frente una obra. Además, si me ponía con el celular, es posible que les guías y guardias piensen que estoy scrolleando, mientras una obra me mira fijamente, y me parecía un poco faltarle el respeto al espacio y a la muestra. Aunque, habiéndola visitado, quizá hubiese sido otro buen experimento.

Estas reflexiones bajo ningún punto de vista son inocuas: están atravesadas por mis vivencias, mi formación, lo que me pasó ese día y lo que me devuelve el entorno al momento de tomarlas. 

La motivación para escribir fue clara desde el comienzo. Me resulta interesante explorar lo absurdo: hacer algo a lo que no se me invitó, que no tiene como finalidad el rendimiento, ni ser útil a la producción de un servicio o un producto. Hacer algo humano. Algo… ¿inútil? Un punto de partida que se encuentra con el de la intención curatorial de la muestra.

Investigar la exposición, sus organizadores, a les artistes, ir a comprar un anotador, hacerme tiempo después del trabajo para ir al Centro de Arte, tomar notas analógicas, hablar con quienes trabajan en las salas y con les visitantes, ver las obras expuestas/dispuestas a correr a quien las experimenta de su eje. Una invitación a moverse, más allá del plano físico (aunque es evidente que lo incluye). En un contexto donde la coyuntura nos aliena y precariza a la vez que normaliza, escribir una nota que no te va a dar más que preguntas y la satisfacción de haberla escrito parece, en efecto, absurdo.

Sin embargo, el resultado está lejos de no tener sentido. Resultó ser una prueba introspectiva a la vez que una catarsis colectiva. Una forma de permitirle a quién experimenta las obras, conectarse con formas no tan diferentes a las propias de percibir la deriva actual de nuestra sociedad. En ese sentido, el arte actuó en mi, de dos formas: como un espejo gigante, donde mirar mis peores y mejores cualidades, al igual que las de mi contexto; y, como un catalizador, que acelera el proceso de consciencia sobre lo que sucede (y lo que no) en nuestro presente.

¿A dónde iremos a parar? ¿Será el Estado-Nación-IA el futuro? ¿Qué hacemos con toda esta basura? ¿Qué va a pasar con las otras especies cuando colapse el mundo humano? La insignia del presente es el rendimiento sobre el pensamiento, la rapidez en la ejecución sobre la pregnancia de las acciones. Esto es, al mismo tiempo, distopía y utopía; depende de cómo lo narres, depende de cómo lo vivas. En redes sociales es normal cruzarse con contenido del tipo “dale campeón, resistí” o “te lo mereces, reina”, síntoma de un sistema que se alimenta de la utopía meritocrática. Esta narrativa individual se basa en los fundamentos más básicos de un neoliberalismo agonizante: tu cuerpo es la última parcela por explotar. La tecnología, tu plegaria de mercado, el único templo-institución al que está permitido rendirle culto. ¿Y les otres seres? Simple y llanamente, un recurso o un estorbo, rivales o presas, competidores en la fila de distribución por tener algo de lo que queda.

Recorrí la muestra con una profunda sensación de extrañeza, como la de estar presenciando algo que no debería ver. Esto es irónico, ya que considero al Centro de Arte de la UNLP mi refugio: es el primer espacio donde no me sentí ajena al arte. Sin embargo, esta vez, los roles cambiaron. Pararme frente a las obras y escribir notas apuradas sobre lo que me despertaban, me hizo reflexionar sobre mi papel de visitante anónima: una persona ajena a las narrativas que cuelgan de las paredes, pero a la vez, totalmente cercana y retratada en ellas. No hice estas obras, pero siento que estoy en ellas, en un sitio que hoy solo existe en nuestra imaginación. Y este espacio de reflexión, lejos de dejarme en el anonimato, reflejó nuestras más profundas cosmovisiones sobre el futuro, aquellas visiones utópicas y distópicas que compartimos por estar viviendo bajo el mismo presente (que muchas veces, se siente como futuro distópico). No importa cuán remoto sea ese no-lugar; hay un tipo de anonimato en el que no podemos refugiarnos, y es el de la propia imaginación: el anonimato es siempre una fachada hacia el exterior.

¿Será la distopía de nuestra sociedad, volverse una sociedad anónima? Humanidad S.A., deje su queja después del BIP, muchas gracias.

Composición realizada por quién escribe. Obras utilizadas: The Linguistic Errantry, Tansy Xiao (2022); Tránsito, Eva Cafiero (2023) y Los nuevos anónimos, Andrés Pasinovich (2023). La primera mediante captura de pantalla desde el sitio oficial y las últimas dos mediante fotografías tomadas por mano propia e intervenidas digitalmente.

Se hizo explícito el bilateralismo en las formas de percibir la realidad. Algunas de las obras presentaban el discurso hiperbolizado del “estado de bienestar” al que deberíamos aspirar, basado en nuestra capacidad de producción y concentración de bienes o acciones. Del otro lado, el trasbambalinas: un escenario desarticulado, lleno de basura, señalética sin dirección y otras cosas inútiles, que intentan cubrir los agujeros de una extracción en proceso. La de un recurso escaso: humanidad.

Creo, ya habiendo llegado al final de estas notas ensayísticas, que el fragmento del comienzo respecto a quien relata tiene varias intenciones. La primera es volver a traer a este texto a quién está contando la historia. No hay nada peor que transformarse en un ser extraño en una utopía ajena. Esa es, para mí, la verdadera distopía: un lugar donde nuestras formas de narrar y vivir están desconectadas del tejido social. Nuestra variable en fuga. O fugada. O un poco de ambas.

La segunda, desmantelar la noción de “objetividad” que a menudo recubre la experiencia que se narra en algunos artículos (más que nada, en este presente donde todo es “real” y nada lo es), aquella figura inocua y estándar que mencioné al comienzo. Si la exposición me ha obligado a confrontar mis absurdos y todos los fragmentos que hemos dejado tirados en este lugar llamado mundo, mi voz debe ser igualmente honesta, desordenada e in fraganti.

La tercera, sacarme la culpa por no estar haciendo cosas que tendría que hacer. Al fin y al cabo, sigo siendo una humana más en este mundo.

La exposición “FRAGMENTOS DE UN PRESENTE A LA DERIVA” de BIENALSUR se presenta en el Centro de Arte de la UNLP. Es una muestra creada en torno a la idea de utopías y distopías que propone al espectador nuevas formas de ver y representar las ideas, las tecnologías, los imaginarios y los discursos sobre los horizontes posibles que guían (muchas veces, pasando desapercibidos a nuestra fugaz e impaciente mirada) nuestra vida en sociedad. Esto lo hace a través de una clara interrogante curatorial: ¿cómo sostener el deseo de un mundo por venir? Esta pregunta, lejos de buscar una conclusión, es un llamado, desesperanzado pero con ilusión, a pensar y compartir horizontes, por y para nosotres.

Gracias por leer.


Lecturas recomendadas:


Sobre la exposición:

En 1932, Aldous Huxley publica “Un mundо feliz”, una novela de ficción que imagina una distopía donde cada persona acepta su lugar en una sociedad de castas y de alta tecnología, en la que las emociones se regulan mediante drogas.

Para alcanzar ese “mundo feliz” se elimina la familia, la diversidad cultural, el arte, la literatura, la religión, la filosofía y el amor.

Irónica y descarnadamente Huxley construye un horizonte contrario a la utopía, que anticipa otras representaciones de futuros indeseables, como 1984 de George Orwell, Fahrenheit 451 de Ray Bradbury o, la más reciente, Blade Runner de Ridley Scott.

Deshumanización, gobiernos tiránicos, desastres ambientales y guerras brutales se suceden en estos relatos de ficción que, curiosamente, hoy nos parecen menos lejanos. Es que esos imaginarios contaminan lo cotidiano y nos sitúan en la paradoja de tener que defender principios y valores que hasta hace poco parecían indiscutibles.

En este contexto, el arte se convierte en un reservorio. A veces para denunciar, otras para volver a imaginar. Frente al desconcierto, el arte insiste en la pregunta por la utopía: ¿cómo sostener el deseo de un mundo por venir?

Obtenido de: https://bienalsur.org/es/single_agenda/618 

Artistas:

Alejandro Argüelles (ARG)
Andrés Pasinovich (ARG)
Eva Moro Cafiero (ARG)
Facundo Belén (ARG)
Florencia Levy (ARG)
Indira Montoya (ARG)
José Luis Miralles (ARG)
Marcelo Burgos (ARG-ESP)
Mariano Giraud (ARG)
Tansy Xiao (USA-CHN)
Tina Willgren (SWE)
Yaya Firpo (ARG)

Ttabajo Curatorial:

  • BIENALSUR, Fernando Farina (ARG) 
  • BIENALSUR, Florencia Battiti (ARG)

Fera

Nacida en Mercedes (1999), vive en la ciudad de La Plata. Es trabajadora comunicacional y desarrolla su práctica en el cruce de distintos lenguajes. Actualmente es becaria alumna en la UNLP, donde colabora en proyectos vinculados a los estudios urbanos, el ocio, el arte y las tecnologías. Su escritura, que abarca poesía, ensayo y narrativa, es un ejercicio exploratorio en curso.

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Ellas escriben con sangre: el legado femenino en el terror

Ellas escriben con sangre: el legado femenino en el terror

TIEMPO DE LECTURA: 6 min.

Del monstruo de Shelly al chico sucio de Enriquez, las mujeres han tejido el terror con hilos de cuerpos, herencia y oscuridad cotidiana. Lo que antes se leyó como excepción hoy se revela como tradición: una genealogía de autoras que transformaron el miedo en literatura, y lo íntimo en denuncia.  Escritoras que desde lo gótico inglés hasta el realismo brutal latinoamericano, hicieron del horror un espejo  de lo social y de lo político.

 

El terror como género político

Durante siglos, el terror fue leído como un género masculino: monstruos, castillos, asesinos, guerras. Pero bajo esa superficie, las mujeres escribieron el miedo desde otro lugar. No como espectáculo sino como experiencia. El cuerpo, la casa, la maternidad, la herencia, la locura.

Se pensaba que las mujeres no podían —o no debían— explorar lo siniestro, lo monstruoso, lo abyecto. Muchas autoras lo escribieron bajó seudónimos masculinos o fueron ignoradas por la crítica. El canon se construyó en torno a figuras como Edgar Allan Poe, H.P. Lovecraft o Stephen King, mientras que las voces femeninas quedaban en los márgenes, apareciendo como víctimas, musas o presencias espectrales, pero rara vez como autoras o protagonistas con agencia.

Mary Shelly, con apenas 18 años, escribió Frankenstein en 1818 —aunque su autoría fue inicialmente atribuida a su esposo—. No solo fue quien inventó la ciencia ficción moderna, sino que creó una criatura que encarnaba el rechazo, la soledad y el deseo de ser amado. Su monstruo no era el villano: era el excluido. Shelly no solo fundó un género, sino una forma de narrar el dolor desde lo marginal.

Anne Radcliffe, con Los misterios de Udolfo, introdujo el terror psicológico, pero su estilo fue considerado “femenino” y por tanto menor. Estás autoras no solo escribían terror: lo hacían desde el cuerpo, la ética, la emoción, desafiando el modelo masculino de horror como espectáculo.

El siglo XX trajo nuevas fisuras. Shirley Jackson, con La Lotería y Siempre hemos vivido en el castillo, narró el miedo desde lo doméstico, lo cotidiano, lo mental. Daphne su Maurier, en Rebecca, convirtió la casa en un espacio de amenaza, y la memoria en un fantasma. Estás autoras no solo escribían terror: lo hacían desde el cuerpo, la emoción, la ambigüedad. Y eso incomodaba a un canon que prefería el espectáculo a la experiencia.

Con el avance del feminismo, el género se transformó. El cuerpo femenino dejó de ser víctima y se volvió territorio: menstruación, embarazo, deseo, envejecimiento, todo podía ser fuente de horror y resistencia. El monstruo ya no era un ente sobrenatural, sino el padre, el médico, el Estado. El miedo dejó de ser evasión y se volvió denuncia.

En América Latina, esta reconfiguración tomó una forma radical. Mariana Enriquez, con Las cosas que perdimos en el fuego, narra el terror urbano, la desigualdad, la dictadura, el cuerpo como archivo de violencia. Mónica Ojeda, en Mandíbula, explora el horror adolescente, el deseo queer, la pedagogía la del miedo. Maria Fernanda Ampuero, en Pelea de gallos, convierte lo doméstico en infierno, con mujeres que resisten desde el margen.

El hogar, lejos de ser refugio, es cárcel, laberinto, escenario de lo siniestro. Pero también es el lugar donde se puede narrar lo que la historia calla. El terror, en manos de estas mujeres, se vuelve íntimo y político.

 

¿Qué pasa cuando el miedo lo narran ellas? 

Cuando el terror lo narran mujeres, el género se transforma. Ya no se trata de espectáculos, sangrientos ni de monstruos externos: el miedo se vuelve íntimo, político, encarnado. El cuerpo femenino —históricamente objeto de horror— se convierte en sujeto narrador. Y eso implica una ruptura profunda: con el canon, con la estética, con la forma de entender el miedo. 

El miedo narrado por ellas no busca consuelo, sino reparación simbólica. La víctima se vuelve verdugo, el monstruo encarna el trauma, el relato no cierra porque la herida sigue abierta. Es una forma de justicia poética, incómoda pero necesaria. 

Narrar el miedo también es compartirlo, convertirlo en memoria colectiva. El terror escrito por mujeres funciona como ritual: no para olvidar, sino para recordar juntas. La literatura se vuelve política, comunitaria, sanadora, En este sentido el género se expande, ya no es solo ficción, es duelo, es resistencia. Estas autoras disputan qué se considera literatura “seria”, qué voces merecen crítica, qué temas son universales. Y al hacerlo, recuperan voces que el canon silenció, cuerpos que la sociedad patologizó, y genealogías que fueron borradas. 

Las niñas que no fueron escuchadas, las mujeres encerradas, las brujas, las madres que devoran, las que no tienen nombre: todas ellas encuentran lugar en estas narrativas. No son solo personajes, son memorias encarnadas, cuerpos que resisten, voces que incomodan. El terror feminista no las domestica, las radicaliza. Las convierte en protagonistas de una historia que no busca cerrar, sino abrir. Abrir la herida, abrir el archivo, abrir la posibilidad de imaginar otras formas de justicia. 

En Argentina, esta lectura de terror permite vincular las narrativas literarias con procesos sociales como la fragmentación de derechos. ¿Qué pasa cuando el Estado es el monstruo y el cuerpo es el escenario del horror? ¿Qué sucede cuando la violencia institucional, la falta de acceso a la salud, la criminalización del aborto o las desapariciones forzadas se narran desde el género? El terror se vuelve herramienta de denuncia, de duelo, de reparación simbólica. Leer a estas autoras es abrir la puerta a una literatura que no busca consuelo, sino verdad. 

Estas autoras no escriben para asustar: escriben para revelar. El terror se vuelve herramienta de denuncia, de reparación, de justicia narrativa. Lo que no se puede decir en una crónica, se puede sugerir en un cuento de horror. Lo que no se puede mostrar en un informe, se puede encarnar en un personaje monstruoso.

Enriquez, como Shelley, escribe desde el margen. Y en ese margen, construye una literatura que cuida: no porque proteja, sino porque nombra. Porque hace visible lo que el Estado, la familia y la historia prefieren olvidar.

El giro feminista del terror 

En los últimos años, el terror feminista no solo ha transformado el género desde lo narrativo, sino también desde la recepción crítica, editorial y cultural. En América Latina, autoras como Mariana Enriquez, Samantha Shweblin, Fernanda Melchor y Agustina Bazterrica han protagonizado un fenómeno literario que disputa el canon y reconfigura el mercado. Según el análisis de UNED y The Guardian, más del 70 % de los libros de terror más vendidos en la región en los últimos cinco años fueron escritos por mujeres. Esta cifra no sólo revela una tendencia editorial, sino una transformación estética y política.

La legitimación internacional ha sido contundente. Samanta Schweblin fue finalista del International Booker Prize en tres ocasiones por Distancia de rescate, Pájaros en la boca y Kentukis, además de ganar el premio Shirley Jackson y el O’Henry Award. Fernanda Melchor también fue finalista del Booker por Temporada de huracanes y Paradise, mientras que Agustina Bazterrica recibió el Premio Clarín Novela por Cadáver Exquisito, traducido a más de veinte idiomas y premiado por la comunidad internacional de horror literario. 

Este giro femenista también se consolida en el plano editorial. La antología Dantescas (Fera Editorial, 2024), curada por María Fernanda Ampuero, reúne doce cuentos de autoras clásicas y contemporáneas que descendieron a los infiernos: desde Charlotte Perkins Gilman y Silvina Ocampo hasta Monica Ojeda y Mariana Enriquez. El proyecto forma parte de la colección Mujeres que leen mujeres, que busca recuperar genealogías literarias desde una lectura feminista, criticada y encarnada. 

Mientras que en el ámbito académico, el estudio Lo fantástico y el terror femenino (Universidad de Chile, 2022) analiza cómo el cuerpo monstruo se convierte en forma de resistencia a la violencia de género en cuentos de Ojeda y Ampuero. El trabajo propone que el terror escrito por mujeres no solo representa el horror, sino que lo convierte en herramienta de lucha, duelo y reparación simbólica. 



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