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Poema de Autora Florencia Alderete Berardi, participante de la convocatoria de poemas “Daniel Omar Favero”.

Una joven en el medio de una epidemia mundial, una cursada virtual de psicología social, y una pelea familiar como detonante dan como fruto unos versos que recorren desde la desolación absoluta, pasando por los reclamos más histéricos, hasta finalmente dar con la importancia de existir (en paz) en comunidad.


Desde la bronca y el hartazgo, me pregunto:

¿dónde está mi derecho a la paz?


¿Cómo puedo ejercerlo cuando hay alguien que por acción u omisión, simplismo,
reducción o negación, está perturbando mi paz?


¿De qué me sirve

nombrarlo como un derecho,

si no es exigible ante ningún organismo, institución o persona,
público o privado; ninguno, de ningún tipo?


¡Díganme!

¿A qué plaza puedo ir a marchar, qué cartel puedo pegar,
dónde puedo gritar y cantar

a pulmón vivo mis consignas, y exigir mi derecho a la paz?
¿Dónde debo depositar mi reclamo?


Escribo desde la bronca y la desilusión.


¿De qué me sirve nombrarlo con su significado
si no existe la imagen mental del mismo, si su significante es nulo?


¿Ante quién me debo arrodillar para pedir suplicando
que por favor

se respete mi derecho a la paz?


¿A qué dios debo rezarle? No creo en ninguno,
pero ojalá me escuchen.


Insisto:

¿Dónde quedó mi derecho a la paz?

¿Alguna vez existió?

¡¿Quién me lo arrebató de las manos?!

¡¿A dónde se fue?!

¿De qué me sirve declararlo como tal

si sólo queda en una expresión de deseo, en una frase linda?


¿Cuáles son las herramientas que debo utilizar,
cuál es el presupuesto que necesito para convertir esa expresión de deseo en una realidad del mundo material?


Material.

No metafísico,

ni esotérico ni espiritual.


¿Quién nos arrebata el derecho a la paz?


Escribo desde donde puedo y sobre una servilleta:


Me niego a creer

en la decadencia interminable, inminente.
Quiero reivindicar, y reivindico mi derecho a la paz,
que no es sólo mío sino de todes.


Ayúdenme a construirlo, si es que nunca existió; ayúdenme a encontrarlo, si es que se perdió.


Escribo desde una pequeña

chispa de esperanza que me queda: les pido ayuda porque nadie
puede ser del todo feliz en soledad.


Hay algo de lo que estoy segura.


La felicidad y la paz no serán iguales, gemelas.


Pero sí se parecen mucho.


Son hermanas mellizas.

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