La historia de Palestina nos conmueve por el conflicto actual y por el terrible genocidio que sigue perpetrando el régimen sionista de Israel sobre esa parte del llamado Medio Oriente. En Revista Trinchera queremos presentar a nuestros lectores una breve historia de Palestina en cuatro partes para poder comprenderla desde el punto de vista historiográfico, arqueológico, geopolítico y social.
La primera parte se centrará en la historia antigua de Palestina. Pero antes debemos ubicarnos geográficamente. Se trata de un territorio comprendido aproximadamente entre el Mar Mediterráneo y el valle del río Jordán (de oeste a este), y entre el río Litani y el Néguev, sin incluir el Sinaí (de norte a sur), y que forma parte del Medio Oriente o Asia occidental. Se cree que luego del 1200-1000 a.C., un pueblo llamado Peleset, quizá de origen indoeuropeo, se instaló a lo largo de la costa sur, convirtiéndose en los filisteos de la tradición bíblica, y dando nombre a la región de Palestina. En esta ubicación, los Peleset influyeron en la cultura semita local, pero también la asimilaron rápidamente. Durante los siglos XII y XI a.C., los Peleset penetraron aún más en el interior de Palestina y allí se enfrentaron tanto con los gobernantes semitas cananeos locales como con los semitas israelitas (o antiguos hebreos).
Hasta aquí ya dimos unas pistas sobre la etimología de la región y mencionamos a pueblos de larga tradición en la región. Lo cierto es que Palestina viene siendo poblada desde antiguo, quizá hace 1,5 millones de años, formándose distintas culturas de la antigua Edad de Piedra (o paleolítico). Hace más de 100.000 años llegaban las primeras bandas cazadoras-recolectoras de la especie Homo sapiens; pero también hay registros de la especie Homo neanderthalensis de hace unos 60.000-40.000 años.
La especie Homo sapiens quedó como la única superviviente desde hace unos 30.000 años en Palestina. La región fue testigo de los primeros indicios de vida aldeana y agraria hace unos 12.000-7000 a.C. Se fundaron aldeas amuralladas como la antigua Jericó y se cultivaba trigo y cebada, mientras se domesticaban perros, ovejas y cabras. Hace unos 4000-3500 a.C., las gentes de Palestina empezaron a vivir en pequeños centros urbanos y usaba cobre. No se sabe el origen étnico concreto de estas poblaciones, pero hace unos 3000 años a.C., parece ser que hay registros de una llegada de pueblos de habla semita, que serán conocidos como “cananeos”. Cierta historiografía árabe ubica el lugar de origen de estos semitas en el sur de Arabia, en el Himyar, en el actual Yemen. Se cree que llegaron a Palestina entre el 3000 y el 2500 a.C., cuando se daba inicio a la Edad del Bronce en la región.
Entre el 3000 y el 750 a.C., las poblaciones semitas dominantes eran la de los cananeos, parientes de los fenicios y púnicos. Quizá fueron los autores del primer alfabeto conocido en la historia hace unos 1600-1400 años a.C. Entre el 1200 y el 750 a.C., surgen nuevos pueblos de origen semítico, como el de los israelitas (o antiguos hebreos), el de los edomistas, el de los amonitas, el de los moabitas y el de los arameos. Los ya mencionados Peleset o filisteos, de origen indoeuropeo, fueron asimilando la cultura semítica. De todos estos pueblos, los israelitas y los arameos fueron los más numerosos y los que fundaron reinos propios.
Los antiguos hebreos, que serán conocidos como israelitas, aparecen por primera vez en fuentes históricas a finales del siglo XIII (c. 1207 a. C.), cuando la llamada “estela de Israel” del rey egipcio Merenptah los enumera entre otros lugares y pueblos del sur de Levante. La tradición bíblica de origen israelita bajo Josué describe la invasión desde el desierto y la conquista de comunidades existentes. Los estudiosos recientes arrojan considerables dudas a este respecto y prefieren ver una transformación social durante los siglos XIII-XI a.C., de los grupos que ya se encontraban en la zona. Las dos interpretaciones principales consideran la infiltración y la sedentarización de pastores que anteriormente habían existido en los márgenes de las comunidades agrícolas, o las revueltas campesinas contra las élites urbanas de la Edad del Bronce. Ambas visiones consideran las comunidades aldeanas dispersas en las zonas montañosas del sur del Levante a principios de la Edad del Hierro como respuesta a los trastornos políticos de finales de la Edad del Bronce Final. El conflicto entre filisteos y hebreos probablemente aceleró el desarrollo de la identidad étnica y la compleja organización política entre las tribus israelitas.
Los arameos, también semitas, habían existido en los márgenes del desierto sirio durante la Edad del Bronce Final. Estas personas ahora se infiltraron en la mayor parte de Siria. Elementos luvitas, originarios del sudeste de Anatolia y que hablaban una lengua indoeuropea, habían estado presentes en el extremo norte de Siria durante la Edad del Bronce Final. Esta población aumentó en número después del colapso del imperio hitita hacia el 1200-1178 a.C. Tanto los arameos como los luvitas se mezclaron con la población indígena para desarrollar una cultura a menudo llamada “sirio-hitita”.
Se discute mucho el proceso por el cual surgió una organización estatal urbana a partir de la estructura social tribal de la aldea del asentamiento israelita inicial. Los relatos recientes enfatizan los factores tecnológicos (herramientas agrícolas de hierro, terrazas, cisternas revestidas de cal), la expansión de la producción agrícola, el crecimiento de la población, la competencia social por la riqueza, la renovación de las relaciones comerciales regionales, el clientelismo político que trasciende a los grupos familiares y el surgimiento de organizaciones regionales. centros de culto. En el relato bíblico, la elección de Saúl como rey (militar) fue todavía un acto “democrático”, bajo la presión de la expansión filistea. David, descendiente de la “casa de Judá”, unió a Israel y Judá bajo su gobierno alrededor del año 1000 a.C., y luego expandió su reino hacia el sur de Siria y Transjordania. Jerusalén, antigua fortaleza jebusita, se convirtió en la capital y, con el traslado del “arca de la alianza”, en el centro religioso del estado.
Salomón, el sucesor de David, centró sus esfuerzos en la reforma administrativa y la reorganización militar. Dividió el reino en distritos cuyos límites seguían los de las antiguas divisiones tribales y las de las antiguas ciudades-estado cananeas independientes. La incorporación de estas ciudades-estado, ya iniciada bajo David, trajo una mayor prosperidad a la clase dominante en Israel y mejoró el nivel de vida material. Por otro lado, las masas de personas fueron sometidas a una explotación económica creciente y tuvieron que soportar el peso de la expansión militar y la defensa fronteriza. Salomón participó activamente en el comercio exterior, en parte en asociación con Hiram, rey de Tiro, y tuvo contactos comerciales con el sur de Arabia a lo largo del “camino del incienso” (de ahí la historia bíblica de la reina de Saba).
Después de la muerte de Salomón, el reino unido se dividió en dos entidades políticas: Israel y Judá. Cada uno de ellos estaba en guerra con sus vecinos arameos del norte; y la expansión imperial asiria amenazaba a ambos. Israel pasó a formar parte del imperio asirio en 721, cuando Sargón II tomó Samaria y deportó a muchas personas, reemplazándolas con nativos de Babilonia y Hamat. Judá se convirtió en cliente después de que las tropas del rey asirio Senaquerib derrotaran a las de Ezequías en el año 701 a.C. Ambos reinos hebreos estaban influencias por las ideologías religiosas de los vecinos arameos y cananeos. De acuerdo a la Biblia judeocristiana surgieron profetas como Elías, Eliseo, Amós, Isaías, Ezequiel y Jeremías que denunciaban la idolatría para fomentar al dios Yavé, que se convirtió en la deidad de los semitas hebreos, que en otros tiempos era conocido como El.
Un personaje importante fue el rey Josías de Judá. Según la Biblia judeocristiana, Josías instituyó reformas importantes. En su reinado se inició la recopilación y edición del libro bíblico Deuteronomio bajo el liderazgo religioso del profeta Jeremías. La Biblia judeocristiana también relata que en tiempos del rey Josías de Judá la adoración a Yavé reforzó el monoteísmo hebreo en el siglo VII a.C. Parece ser que Josías se dio cuenta de la oportunidad que tenía de formalizar la sustitución de una dependencia y una fidelidad al señor terrenal ligada a un emperador de Mesopotamia, por una dependencia y una fidelidad al señor divino, Yavé.
En el año 612 a.C., la capital asiria, Nínive, fue conquistada por las tropas de Nabopolasar, rey de Babilonia. Josías aprovechó la debilidad asiria y reconquistó algunas zonas del norte de lo que era el reino de Israel. Tuvo una disputa con Egipto, que temía un fortalecimiento de Mesopotamia y quería precipitarse en ayuda de los asirios. En la primavera de 609 a.C., el faraón Necao II encabezó una importante fuerza para ayudar a los asirios. A la cabeza de un gran ejército, Necao tomó la ruta de la Vía Maris con el apoyo de su flota del Mediterráneo, pero al intentar cruzar por tierra encontró el paso del valle de Jezreel bloqueado por el ejército de Judá dirigido por Josías, aliado de Babilonia. En la batalla de Megido Josías murió en el año 609 a.C. Lo cierto es que el reino de Judá, sin embargo, resistió hasta que el imperio neobabilonio bajo las tropas del rey Nabucodonosor II destruyen Jerusalén y el templo en el año 586 a.C. Se produce la deportación de gran parte de la población de Judá a Babilonia, donde vivirán siete décadas.
Hasta el año 539 a.C., Palestina estuvo bajo poder babilónico. Pero en ese año tropas persas aqueménidas al mando del rey Ciro II derrotan al imperio de Babilonia. El nuevo emperador del Asia occidental deja que los deportados de Judá regresen a Palestina y construyan un nuevo templo. La totalidad del reino de Babilonia fue anexionada como una sola satrapía. Más tarde, con Darío I, esa satrapía (demasiado grande y demasiado importante) fue dividida en dos, situándose la capital de la satrapía de Transeufratina en Damasco, donde residía un gobernador persa. Este territorio estaba además dividido en provincias, que probablemente fueran más numerosas en la costa, debido a la mayor densidad de los asentamientos (tenemos conspicuos restos de palacios persas en Sidón, Arwad y Biblos), mientras que las mesetas del interior de Palestina fueron confiadas al gobernador residente en Samaria. Pero los persas aqueménidas convirtieron a Palestina en provincia del nuevo imperio dominante.
Hasta aquí la historia antigua de Palestina. En la segunda parte abordaremos la etapa que va desde el 500 a.C., hasta la Primera Guerra Mundial de 1914-1918 de la era actual.

Mauricio Piñero
Cuentan las crónicas que nació como el hijo de nadie. Luchando por la Patria Grande, como Internacionalista y antiimperialista. Tripero de alma y cuerpo, siempre junto a la patriada barrial. La historia descolonizada es mi pasión como docente de la Escuela Pública y de los barrios. Las noticias sobre los pueblos que luchan como forma de viajar hacia una verdadera justicia social global.