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Poemas de Roxana Aramburú, participante de la convocatoria de poemas “Daniel Omar Favero”.

Indicaciones: nombrar insectos, pájaros, vestidos. No hablar de amor, no hablar de ausencia. Arriesgar el tiempo, que pase como sombra. Romper los vidrios de una casa en llamas.


ORFANDAD


Zumbaba noviembre 
denso como miel, 
como de goma.
La mañana se movía 
anunciando un fin temprano
-el suyo, no el de mi padre-
El calor aceleraba el 
paso a mediodía,
se apuraba a dormir siesta 
con paciencia de chicharra. 
Épocas en que el zorzal 
vivía en campos sin estrago; 
cambiaban las estaciones
en árbol deshojado, 
en frío, escarcha, 
en tilos luminosos,
plátanos de estornudo, 
sucesiones de ceibo y paraíso. 
Recuerdos desparejos
-el recuerdo es así-
con piezas deformadas, 
mezcladas de otro juego,
de otras vidas. 
No saber que 
será la última vez,
que me espera un tiempo 
sin medida, de duelos 
malnacidos y arrastrados; 
fue quizá esa ignorancia 
un regalo, o una maldición 
que no me suelta.
DETENERSE


Lavé el vestido que llevaba. 
Quitarle tu aliento, tu pelo, 
tu perfume de piel,
fue entonces un ritual. 
No así las sábanas 
donde nunca entramos: 
apremiados, urgentes 
del abrazo, de saber 
que cuando pasara
nada retendría tu tiempo 
entre ellas mirando
el cielo, o el adentro
o dormir como si fuese 
un lujo, un imperativo 
detenerte a mi lado.
Fue por eso que lavé
el vestido, sencillamente; 
no las sábanas que 
testificaban la espera
de ese tiempo cancelado, 
amoroso,
que no quiso 
avanzar conmigo.

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