En vísperas de las Paso, corre sangre por las calles de la capital mientras se prende fuego la pantalla con policiales y atomizaciones sociales. Vuelve a sonar en boca de algunos pocos, el para nada entrañable “que se vayan todos”. De repente, despertamos en una agónica primavera, en el vértigo cotidiano de una realidad en cámara rápida y es válido preguntarse ¿¡cómo llegamos hasta acá!?. En esto que podría ser el trailer de una serie de Netflix que, total (realidad o no), muchos solo miran por tele y comentan por twitter.
“Me gustas democracia, pero estás como ausente”.
La palabra democracia desde un periodo no muy lejano pero extenso, viene recibiendo batacazos de una singularidad ya conocida por el pueblo argentino y, también, por el pueblo latinoamericano.
La coyuntura, se ciñe sobre sí misma. Para todos aquellos que hacemos de la historia una clave de lectura sobre la cual proyectamos el presente y con la cual renegamos del silencio tumultuoso que impone la posmodernidad (con su borramiento recurrente de la memoria), los estímulos recientes son en primera instancia escalofriantes.
¿No se les eriza la piel –me pregunto– a los habilidosos twitteros que hacen de la opinión pública la arena de tensión sobre la cual se disputa el sentido común? ¿Es indistinta la muerte para aquellos “buenos ciudadanos” que optan por avanzar sobre el silencio y la desmemoria, o simplemente miran para otro lado? Aún peor ¿qué celebran los que imponen el #unomenos al ver un piquetero muerto en el obelisco?
Si llegamos hasta acá, es porque la disputa de sentido, viene siendo una batalla perdida. En los haberes de construcción democrática, sus pilares fundamentales dependen de los libros consultados. Democracia, ¿que es la democracia? El liberalismo se impuso a groso modo en la disputa de contenido. Libertad, propiedad privada, individualismo, parecieran ser los pilares del proyecto democrático imperante.
A 40 años de su re-conquista, es necesario volver a poner signos interrogantes a lo que esta palabra significa. Hay democracias como hay distintos tipos de proyectos de país y, a priori, podríamos decir que la disputa entre esos proyectos, debería desarrollarse a través de consensos que habiliten diálogos multilaterales, que a su vez integren, mediante votación, la voluntad popular como factor determinante en esa construcción.
Esto quiere decir que, en principio, la participación política de los ciudadanos queda limitada a la emisión de un voto, mediante el cual se postulan sus representantes quienes administrarán y definirán el rumbo de la política. Esta democracia de representaciones, no solo deja sabor a poco sino que además implica un vaciamiento del sentido y del compromiso político de las y los ciudadanos.
¿Qué implica esto en un año electoral, a días de las paso?
En el 2023 nos encontramos con un escenario poco feliz. Ayer 10 de agosto, murió Facundo Molares a manos de la policía de la ciudad de Buenos Aires, gobernada por Horacio Rodríguez Larreta -actual candidato a Presidente de la Nación-, quien ordenó reprimir una concentración de militantes que expresaban su disconformidad con el proceso electoral que se avecina, postulando que son una “farsa electoral”.
Facundo Molares, de 47 años, fue asesinado -entradas las cinco de la tarde- sobre las baldosas lustradas de la gran ciudad capital. Pocos son los hombres que tienen una trayectoria similar a la de este compañero.
Apresado en Bolivia tras una movilización en oposición al golpe de Estado contra Evo en 2019, estuvo 25 días en coma -esposado a la camilla- producto de un balazo que recibió en esa expresión callejera. Posteriormente, siguió privado de su libertad hasta el retorno democrático del país hermano, monento en el cual consiguió la repatriación a territorio Argentino.
Una vez en su país natal (2022), desde Colombia solicitaron su extradición, la cual fue concedida por el Juez Otranto incluso posteriormente al pronunciamiento de la JEP (organismo creado tras los acuerdos de la Paz de La Habana, para llevar adelante los procesos judiciales e investigar y analizar cada caso) que sostuvo que tal medida significaba una sentencia de muerte asegurada para Molares.
Desde la Correpi sostienen, que el gobierno de Larreta, hizo de manera encubierta lo que no pudieron hacer ni en Bolivia ni en Colombia: matar a Facundo.
No es, ni por asomo, la primera vez que se entretejen sospechosamente en la coyuntura nuestroamericana las articulaciones de ciertos grupos de poder concentrado, las fuerzas de seguridad y la muerte de militantes políticos.
“Seguir adelante en la lucha hasta que nuestro pueblo sea digno y feliz, hasta que nuestro país y el mundo vivamos en armonía y fraternidad”. Esas fueron las palabras pronunciadas por Molares una vez conseguida la libertad en Argentina.
Cuando hablamos de democracia, deberíamos poder hablar de un proyectos de país y de un futuro que nos involucre a todos y a todas quienes habitamos el territorio nacional; de garantías socioculturales y económicas que faciliten el acceso a los bienes a los cuales todos tenemos derecho por igual: acceso a la educación, a la vivienda, a la salud, al trabajo digno, a los derechos básicos, a la soberanía y a la dignidad.
Hoy, cuando prendemos las pantallas de televisión, los medios hegemónicos nos bombardean con noticias que alimentan un estado de caos, de violencia y disconformidad entre los ciudadanos. Las que no vayan en clave de desorden y violencia, no son noticiables. Todo aquello que no aporte a la desestabilización, quedará vedado de las pantallas y demás medios (des)informativos.
Ayer murió Facundo a manos de la policía. Ayer murió un compañero a manos de Horacio Rodríguez Larreta. ¿Es parte de la campaña electoral hacer correr sangre en las calles? ¿Esta es la mano dura que exige la gente, como respuesta al escenario que se alimenta mediáticamente, ese de crisis permanente?
Durkheim diría en su momento que el delito y la violencia se rigen por los estándares que la sociedad postula como límites morales. En otras palabras, la condena social que se activa en base a valores compartidos entre quienes integran dichas sociedades. Ese es el termómetro que habilita o desacredita un escenario de crueldad.
¿Se generó un consenso dentro de determinados sectores de la sociedad que habilita muertes posibles? ¿Quienes alimentan la idea de que hay muertes necesarias?
El “son ellos o nosotros” tweeteó Murphy tras el intento de magnicidio en septiembre del 2022. La proyección de “mounstros sociales” que recae permanentemente sobre los sectores populares, vinculados permanente con la criminalidad, la vagancia, lo irrecuperable, lo aparentemente irreconciliable dentro de su modelo democrático. El grito altivo donde se clama por el exterminio de los contrincantes políticos, el señalamiento permanente de la imposibilidad de generar consensos, ¿no es acaso (digámoslo ingenuamente) “sospechosamente” anti democrático?
La denuncia y la amenaza de exterminio, sí, pero también, la impunidad de matar a militantes políticos en el centro de la Capital Federal, a las orillas del gran obelisco. O en el sur del país matar a Santiago e impunemente decir que se ahogó. El abandono de las instituciones y el cierre de ministerios, la amenaza y la persecución a los trabajadores, eso se juega en las elecciones, sí. Pero ¿la democracia es solo votar? ¿Es solo eso?
Ayer, Fernanda Pereyra, Secretaria de las Relaciones Internacionales de UTEP y Coordinadora Nacional de la Corriente NuestraPatria, en una entrevista realizada en Radio Trinchera, sostenía: “Mataron a un compañero que siempre estuvo del lado del pueblo, creía que cambiar y transformar un país es posible, pensando en una patria grande (…). Podemos estar de acuerdo o no, pero es incomprensible, que cuando estemos hablando de democracia, estemos hablando de que se mate a nuestros compañeros y compañeras“.
En aquel septiembre del 22’ capture entre las manos de la multitud un cartel que decía: “Me gustas democracia, pero estás como ausente”. Y quizá sucede que esa frase retumba en mi cabeza desde hace tiempo y hoy es la que me impulsa a escribir en esta clave. Quizá sea, que la angustia cala en mi subjetividad en forma de escalofrío. Pero hoy escribo por temor a que en lo efímero de los tiempos que corren, mañana ya no sea noticia que te mataron Facundo. Porque entre la sangre, también corre la tinta y tengo la esperanza, de que cuando esto pase. Tu nombre quede y se plante como bandera hasta la victoria del pueblo; esa, por la que luchabas.
Hasta la victoria siempre compañero. Luchamos para vencer.
LOMJE.
Hoy Milagros Sala lleva 2764 días presa. Otro atentado a nuestra democracia.

Manu Bertola
Hija y nieta de la historia de nuestro pueblo. Estudiante de sociología. Nacida y criada en la ciudad donde las diagonales tocan el sol.