Decir que no

Decir que no

TIEMPO DE LECTURA: 4 min.

Otras razones por las que llorar, de Luciana de Luca, una novela sutil, que mira una vida entera de cuidados a otros.

Alguna vez quise escribir un cuento en el que el protagonista era un anciano jugador de tejo que viajaba fuera de temporada a Mar del Plata para competir en un torneo de gerontes. De aquel cuento quedó una sola escena: una corrida al baño de madrugada, calzado con una sola pantufla porque la otra se ha perdido bajo la cama y agacharse no es una opción. Empecé a escribirlo entre emocionado y divertido, pero lo abandoné cuando me di cuenta que no podía alejarme del lugar común, del patetismo o de la condescendencia. Seguramente fue para mejor. 

Hablar de la vejez con sinceridad es difícil. Darle voz a un personaje viejo, otorgarle un protagonismo real y lograr esquivar el encasillamiento, lo grotesco o la solemnidad, es casi imposible. Y sin embargo hay quienes pueden. Hoy les traigo Otras razones por las que llorar

Esta es la primera novela de Luciana de Luca, autora de cuentos infantiles y escritora fantasma detrás de la firma de oscuros otros. Aquí la protagonista es una mujer de unos sesenta años, hija, hermana, esposa, madre y, por falta de oportunidades, nada más. Una enfermedad sin nombre le está desarmando los días, y el médico, que le prometió que nada iba a poder quitarle su pasado, le recomienda que escriba cada vez que sienta que el presente se le vuelve volátil. He aquí la excusa que da lugar a la memoria y a la protesta que, por tardía, no deja de ser justa y emocionante. 

Pero Otras razones por las que llorar no es un panfleto feminista, aunque estos aún sean necesarios y bienvenidos. En su lugar es una novela sutil, dulce y triste, que mira y muestra una vida entera de cuidados a otros -los gatos, las plantas, los hombres que se la pasaron de mano en mano- no sin cariño, pero con la tremenda sensación de que nada le queda a ella de todo eso, que nada le ha sido devuelto, ni siquiera ahora, cuando realmente lo necesita. La gota que derrama el vaso, con la que prácticamente inicia la novela, es la última decisión unilateral de Antonio, el marido de la protagonista: Voy a cambiar el patio. El patio de ella, su único refugio. Sus plantas, su árbol de paltas, sus baldosas rojas en las que alguna vez dibujó su hijo, cuando era su hijo y no solo una ausencia. Ella dice: Ahora, doctor, tendría que anotar. En un pedacito del diario de ayer. “No”. Pero no tengo lapicera ni lápiz a mano. Meto la mano en el bolsillo del batón. Nada. En otro momento será, entonces. Más tarde. Me lo escribo con el dedo en la palma de la mano. “Escribir no. En uno, dos, tres papeles. Dejarlos a la vista. NO, en mayúsculas, subrayado”. Pero no dice nada, el cambio empieza y cada invasión, cada baldosa que levantan, desentierra algo. 

Dos cosas más quiero decir. La primera: todos los personajes, incluso aquellos que queremos odiar, son hermosos. El padre es un hombre solo, el hermano es un alma triste, el marido es el hijo menor, el invisible. Cada uno está presentado con líneas seguras y tiene su momento de brillar y de apagarse. La segunda: la voz. La narradora es única. Su relación con el lenguaje es cómo la de un niño con un juego que adora pero del que ha olvidado algunas reglas y por tanto las inventa. Habla como si descubriera el acto de hablar cada vez, casi con sorpresa. Ella, que nunca ha podido elegir nada, que todo lo que hizo lo hizo por mandato de otros, encuentra en el lenguaje la potencia, hasta ahora negada, de la posibilidad. Algo realmente suyo, su propia voz.

Juan Fernández Marauda

Nació en Lanús, en 1988, pero creció en el Valle Inferior del Río Chubut. Trabaja en el cruce entre salud mental y escritura en un hospital de día. Es escritor, editor, librero y coordina el taller de escritura PULP! en la ciudad de La Plata. El puente de las brujas, su primera novela, fue publicada por EME en 2020 y Esplín Tropical (México) en 2022.

La Moralidad Escondida en el Baño

La Moralidad Escondida en el Baño

TIEMPO DE LECTURA: 4 min.

Ciencias Morales: la autoridad deformada, la vigilancia perversa dentro y fuera de una chica de veinte años enferma como todxs por la época

Todo lo que está bien, lo indica Dios. Teresa entiende esto y también entiende que se activa a través de un dispositivo simple: Dios se manifiesta a través de la norma, la norma se acepta, se cumple prolijamente y sobre todo se muestra. Es necesario demostrar cuán comprometidx se está en la dedicación por cumplirla.

Marzo de 1.982. María Teresa Cornejo vive con su madre, su hermano ha sido llamado al deber de defender la Patria, Teresa no entiende ni le importan mucho las implicancias de esto, apenas le parece que está bien que esté en las Malvinas. Tiene 20 años y acaba de conseguir trabajo como preceptora en el Colegio Nacional. El señor Biasutto es el jefe de preceptores y rápidamente se vuelve su maestro y asesor en cuestiones de cómo aplicar disciplina. La chica se fascina con la rectitud del señor Biasutto, no piensa en él como hombre, no se siente atraída físicamente por él en absoluto, es una admiración casi filial, de alguna manera Teresa entiende que Biasutto es un referente de la moralidad  y no quiere decepcionarlo, una convicción apasionada por aplicar disciplina le recarga sentido a su abúlica vida.

Los colegios secundarios a principios de 1982 son cuerpos recuperados de la enfermedad de la subversión, pero esa no es excusa para relajarse, hay que cuidarlos minuto a minuto, resguardarlos de las esquirlas de la enfermedad que pueden haber quedado luego de 7 años de extirpar y extirpar. Para eso es vital la vigilancia del cumplimiento de las normas, así se mantienen pulcras cada una de sus células. 

Martín Kohan elige dos ejes simultáneos de narrativa del autoritarismo: el colegio es un cuerpo social totalmente impregnado de lo que sucede afuera, como cuerpo se inclina, se doma a sí mismo ante la autoridad desquiciada y aniquiladora de toda forma de pensamiento libre, pero acá también está la historia de lo que le pasa a Teresa con la obediencia, la vigilancia, la delación. 

El señor Biasutto, la guía, la adoctrina paternalmente, le relata el labor arduo de los años anteriores; se deja admirar por la chica, orgulloso de haber delatado en años anteriores a decenas de estudiantes “que gracias a Dios fueron extraídos como un cáncer” le dice en un despliegue de galanteo.

Teresa, dócil, pulcra, fascinada, presiente que alguno de sus alumnos varones se escapa a la zona de los baños a fumar; quiere ganarse el premio de ser la más eficiente preceptora del señor Biasutto y trama una estrategia: se esconde esporádicamente algunos minutos por día en uno de los baños esperando interceptar al descarriado. Pero pasan los días y sólo escucha cómo orinan en los baños contiguos adolescentes de dieciséis  años. El tiempo de escondite comienza a prolongarse; la mano talentosa de Kohan va difuminando el sentido de la estrategia de espionaje  de la protagonista. Encerrada a intervalos cada vez más largos espera el sonido de cierres de pantalones y el registro de la orina cayendo sobre los inodoros vecinos. A Teresa le pasan cosas, no sabe qué es (parece estar amparada por la causa, por esa contricción por el deber) pero le pasan ¿No sabe o prefiere no saber que ese hábito gozoso de guardarse en los baños cuelga fuera de su compromiso inobjetable por el control de la aplicación de la normativa?

Y luego todo se derrumba para María Teresa Cornejo. Elegiremos decirlo de alguna forma que evite el spoiler del rumbo de esta historia: digamos que Teresa sorprende a su Dios en camiseta manchada de comida, robándole la billetera a una viejita.

Ciencias Morales ganó el premio Herralde a mejor novela en 2.007. Martín Kohan   – uno de lxs autorxs más talentosos y leídos de nuestra época- logra contarlo todo a través de sostenidas elipsis, lo esencial nunca es nombrado, lo muestra a través del clima insoportable del colegio, del espantoso Biasutto y del proceso interno que sufre su protagonista hasta su desgarramiento final.

 No es una novela sobre los mecanismo de autoritarismo, Ciencias Morales cuenta lo que le pasa a las personas con la sumisión y naturalización de ese abuso, con la tensión entre el auto convencimiento de que ese orden es bendito y meritorio y lo que pugna por reventar -como siempre- de adentro hacia afuera

Amanda Corradini

Mujer de trincheras: Reparte su vida entre la trinchera de la Escuela Pública, la de su biblioteca y la que guarda algunas banderas que gusta agitar. Todo regado de mate dulce, Charly García y un vergonzoso apego por el humor infantil.

¿Cuán impropia es la Rural para la Feria del libro?

¿Cuán impropia es la Rural para la Feria del libro?

TIEMPO DE LECTURA: 6 min.

El día de mañana, lunes 15 de mayo, será el último del año en el que los visitantes podrán acercarse al predio de La Rural a recorrer y conocer la Feria del Libro. Aquellos que no lo hagan, deberán esperar hasta el próximo año para visitar la feria de libros más concurrida del mundo en habla hispana, y una de las cinco más grandes del mundo.

En sus casi tres semanas de exposición, son más de un millón de lectores quienes la visitan, y entre sus principales atractivos, además de la variedad de libros y textos que es posible encontrar, se encuentra la posibilidad de asistir a distintas charlas, conferencias y presentaciones de libros de varios autores. Figuras de la talla de Paul Auster, Ray Bradbury, Italo Calvino y José Saramago han participado de anteriores ediciones de la feria. En el caso de autores argentinos, autores como Borges, Fontanarrosa, Osvaldo Soriano y Maria Elena Walsh han sido parte en más de una ocasión. La feria es organizada por la Fundación El Libro, una entidad sin fines de lucro “cuya misión es la promoción del libro y los hábitos de la lectura.” 

La feria, que llega a su 47° edición, tuvo su primera edición en el año 1975 y desde ahí se convirtió en tradición que se convoque a alguna personalidad literaria, cultural o política a dar el discurso de inauguración. Desde el año 2000, cuando se convocó a Juan José Saer a venir desde Francia, esta apertura está a cargo de escritorxs. 

Este año dicho discurso le correspondió a Martín Kohan, novelista, cuentista, ensayista y docente. La expectativa por sus palabras era grande, al menos por dos motivos. Uno de ellos tenía que ver con el peso creciente que su opinión y sus intervenciones han tenido durante el último tiempo en la agenda literaria y cultural. Provocador, Kohan tiene una evidente tendencia a la discusión y el debate de ideas, y son conocidos algunos de sus cruces, por ejemplo con el ex secretario de cultura de la Ciudad de Buenos Aires, Darío Lopérfido. El otro motivo por el que había mucha atención puesta en las palabras de Kohan, tenía que ver con el discurso de apertura que lo antecedió el año pasado, Guillermo Saccomano tuvo una intervención profunda, polémica y sumamente comentada, donde atacó con mucha altura el monopolio de la industria Editorial, y el rol histórico que la Rural, el espacio en el que la feria se desarrolla, y sus frecuentes habitantes, han tenido en la historia argentina. 

Kohan, consciente de esta atención, tomó una primera decisión importante de cara a su intervención: evitar un discurso con frases “asertivas tuiteables”, tal como él mismo las describió. No fue un discurso de grandes títulos, sí quizás de grandes ideas. Este formato tuvo que ver con una de las tesis mismas de su intervención: el autor describe los tiempos que vivimos como tiempos de vociferación, donde todos gritan pero pocos leen, donde se leen títulos y no cuerpos, resúmenes y no obras. Citas, o hilos de twitter, y no textos o libros. No hay tiempo, ni lugar, en el capitalismo que vivimos, que nos permita la detención necesaria para el disfrute de un buen texto. Por eso, pensó una intervención que no se dejara resumir en algunas frases, que nadie nos pueda comentar en un pasillo qué dijo Kohan sino que nos obligue, si de verdad queremos saber, a leer definitivamente su discurso. Las formas nos hablan del contenido.

Sin embargo, más allá de saludar su apuesta, nos animaremos a discutirle una de sus tesis. Kohan plantea que “la feria del libro ocurre en un lugar impropio.” Su justificación parte de dos cuestiones: una de ellas, la antítesis que podemos reconocer entre el mundo de “bostas y silbidos”, tal como él dice, con el de “los libros y las mesas redondas”. Inobjetable hasta aquí. Sin embargo, hay otra forma de pensar la frase, y es que lo impropio de la feria en la Rural sería la instalación del mundo de la literatura, la lectura y, si se quiere, la “cultura”, en el terreno histórico de la oligarquía argentina. Ahora bien, ¿realmente la Feria del libro propone una oferta disidente y disruptiva para la tradición oligárquica de la Rural? Repasemos, para poder responder, un poco de su historia.

La primera edición de la Feria se realizó en el año 1975, en medio de un clima político y social delicado en nuestro país. Comenzada la última dictadura cívico militar en Argentina y la Feria no solo no se interrumpió, como si ocurrió con gran parte de la actividad cultural, si no que fue masificándose cada vez más. Si en 1975 fueron 140 mil personas a recorrerla, en el año 1979 contó ya con más de 700 mil visitantes. Si la feria no fue intervenida, justamente fue porque proponía una línea y un mensaje cercano al que planteaba el proceso. Si no, miremos el título que la feria tuvo en el año ‘80: “Al encuentro de dos mundos: la gesta española en América.”

Con la vuelta de la democracia, la Feria supo amoldarse a los nuevos tiempos: el discurso de apertura del año 1984 estuvo a cargo de Raul Alfonsín, y un año siguiente ya el título de convocatoria refiere “Al escritor y la libertad de expresión.” La misma feria que censuraba a quienes denunciaban las violaciones a los derechos humanos, se daba el lujo de hablar sobre la libertad de expresión.

Siguiendo con el recorrido histórico, la feria continuó sin grandes tensiones ni controversias. Por recordar una en particular, podemos mencionar la edición del año 1987, dedicada a Jorge Luis Borges, fallecido pocos meses antes. A partir del año 2000, se tomó la definición de mudar la feria al predio de La Rural, y, como señalamos antes, de que sean escritorxs quienes se encarguen del discurso de apertura. Entre los más destacados, podemos recordar los de Ricardo Piglia, Luis Gusmán, Rita Segato, Claudia Piñero, y los ya mencionados últimos dos, a cargo de Guillermo Saccomanno y Martín Kohan. 

Recordada es también la polémica que se dio en el año 2011, cuando en pleno gobierno kirchnerista, se convocó al siempre polémico Mario Vargas Llosa para inaugurar la feria. Fue allí cuando un grupo de intelectuales, entre los que estaba Horacio González- por entonces director de la Biblioteca Nacional- solicitaron que no sea el escritor peruano quien inaugure la feria. Más allá de la polémica, Vargas Llosa dio su discurso, simplemente que lo hizo un día después de lo pautado. Este recorrido, solamente interrumpido en los años 2020 y 2021, cuando a raíz de la pandemia del Covid-19 la Feria debió suspenderse, nos permite evidenciar como dificilmente podemos considerar a la F.D.L. un evento cultural que incomode y perturbe a los grandes poderes de nuestro país, sino que, en general, ha sido todo lo contrario.

Entonces, volviendo al punto y al discurso de Kohan, ¿realmente podemos creer que un evento así, impulsado por los principales monopolios editoriales y por los grandes empresarios de la Argentina, es un evento impropio para el lugar en el que se realiza? ¿Realmente podemos creer que la Rural, lugar donde históricamente hizo base la oligarquía argentina, es un lugar impropio para un evento como el descripto? Tal vez, simplemente, debamos ver que también la derecha y los sectores conservadores ven en la cultural una disputa importante, tanto en términos simbólicos como materiales, y es de esta forma que construyen sus armas, que no por ajenas debemos dejar de habitar, sino tan solo, seguir tratando de encontrar las formas desde donde se las arrebatemos.

No somos ingenuos, y tampoco pretendemos tomar de ingenuo a Kohan: sabemos que, como todo evento cultural, la Feria del Libro siempre será un espacio de disputas. Disputas simbólicas y conceptuales, pero también disputas materiales: que se haga lugar a los pequeños grupos editoriales, que se haga lugar a discursos transgresores, a palabras renovadas, a voces disidentes. Ahí seguirá nuestra pelea, y por supuesto, la palabra de Martín Kohan nos acompaña en esa disputa. Acuerdos, tensiones y debates; de eso se trata la vida, de eso se trata la Feria.

Pedro Jalid

Profesor de Letras. Leo más de lo que escribo, trato de hacer más de lo que digo.

¡Quiero suscribirme!
1
Más rápido y fácil
Difusiones Trinchera
Hola
Si querés que te incluyamos en nuestras listas de difusión de publicaciones y promoción de entrevistas en vivo, envianos un mensaje para suscribirte y te llegará toda nuestra información.
¡Sumate a la Comunidad Trinchera!