El régimen centroderechista de Emmanuel Macron en Francia ha engendrado una gran revuelta popular contra el decreto presidencial que habilita la polémica reforma previsional. Las calles de París se convirtieron en barricadas y escenario de salvaje represión policial.
El jueves 16 de marzo el mandatario francés, Emmanuel Macron, aprobó la polémica reforma con la que eleva la edad de jubilación de los 62 a los 64 años, pasando por encima de la Asamblea Nacional. Esto generó que miles de personas se manifestaran en varios puntos de la capital francesa, París, incluso frente a la sede parlamentaria.
No se hizo esperar la salvaje represión de la policía parisina sobre los manifestantes que improvisaron barricadas callejeras para resistir los ataques de las fuerzas de seguridad. En la supuesta democracia civil y de “libertades” la policía lanzó gases lacrimógenos y usó cañones de agua contra la manifestación en la Plaza de la Concordia, en el centro de París, donde se congregaron al menos 7000 personas.
Asimismo, otras miles de personas se agolparon en las inmediaciones de la sede parlamentaria, donde incluso prendieron fuego mientras gritaban contra Macron y pedían iniciar una huelga general. La violación de los derechos humanos por parte de la policía se vio en todos los medios franceses que reportan más de 200 detenciones.
Como era de esperarse, los principales sindicatos franceses han anunciado una nueva gran jornada de paros y manifestaciones para el próximo jueves 23 de marzo, que se suma a las que vienen sucediendo en las últimas semanas para protestar contra esta reforma previsional. Partidos de izquierda buscan anular el decreto presidencial en la Asamblea Nacional y hasta se busca una moción de censura contra Macron. Por su parte, la líder de la ultraderecha francesa Marine Le Pen ha anunciado que activarán una votación contra el gobierno, ya que considera que está actuando contra la posición de la mayoría de los partidos que conforman el parlamento y, por extensión, contra los intereses de “una mayoría de franceses”.
¿Qué ha llevado al régimen de Macron a esta decisión tan impopular? Consciente de que más del 75% de los franceses consideraba inadmisible la imposición de su reforma jubilatoria mediante el uso del artículo 49.3 de la Constitución, que le permite adoptar una ley sin pasar por el Parlamento, el jefe del Estado —sin mayoría en la Asamblea— así lo decidió.
El argumento de Macron y sus tecnócratas es totalmente matemático. La justificación de la reforma es garantizar el equilibrio financiero en el horizonte de 2030, ante el potencial déficit en los próximos años por el envejecimiento de la población, que supone un mayor número de jubilados y menos aportes.
El Consejo de Orientación de las Pensiones (COR, un órgano oficial consultivo) calcula que ahora y hasta el horizonte de 2027-2028, el déficit de ese régimen será de entre 9.000 y 11.000 millones de euros anuales, una cifra que aumentará a 16.000 para 2032. En términos relativos, eso significará un agujero de entre cinco y ocho décimas del PBI. Para compensar ese déficit, la principal medida consiste en retrasar progresivamente hasta 2030 la edad mínima de jubilación en dos años, de los 62 actuales a 64.
En paralelo, se acelerará el aumento de 42 a 43 años del periodo de aportes necesario para cobrar una pensión completa, un aumento que previsto en la reforma anterior, durante el mandato del presidente socialista François Hollande (2012-2017): se aplicará en 2027 y no en 2035. Lo que no cambiará con la ley adoptada por el Parlamento son los 67 años de máximo para tender derecho a una pensión completa si no se ha cubierto el periodo completo de cotización.
Lo que queda claro es que Macron aplica un ajuste fiscal gradual y ha tocado la caja de pensionados. No quiere que el Estado gaste más en el sistema previsional y recorta allí, acusando problemas financieros a largo plazo. La respuesta popular será grande, porque esto afecta al futuro de los actuales trabajadores. Además, Francia cuenta con una crisis laboral entre la franja etaria que va desde los 18 a 35 años. Macron no duda en aplicar ajustazo, pero va a tener que enfrentar una gran revuelta popular de los franceses.