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730 días del paso a la inmortalidad de Diego Armando Maradona. ¿Quién iba a decir que la silueta del profeta estaba adosada a la pelota? ¿Cómo seguimos ahora Pelusa, dónde nos subimos al tren del ALBA?

En el sueño más recurrente de los últimos tiempos, el gordo Alorsa me susurra al oído la imposibilidad de no ir en busca de tu encuentro. Me deja perpleja la idea de salir de la admiración bajo el intento de relativizar teóricamente el interrogante sobre tu deidad, sería preguntarle al agua por qué corre, o al río por qué es río. 

Pecaría de insuficiente cualquier tipo de respuesta, y sería correr un riesgo al cual me niego, el intentar racionalizar lo incomprensible. Pasa que, lo polémico de tu personaje, tus míticas proezas dentro y fuera de la cancha, hace tiempo se supo que no responden a las lógicas de este plano. Es la sencillez de lo complejo. El vertiginoso reflejo de lo inabarcable condensado en una gambeta. La irreverencia sudaca vestida de Gucci. La prueba fehaciente de la dignidad humana domada en la farra, enaltecida. 

Sé que esto debería ser escrito desde cierta objetividad propia de los descorazonados y tibios pensadores. Moralistas racionales, verdugos del sentir. Pero no puedo, no me pidan entereza y templanza cuando se trata de este hombre. Un tango acompasa el pecho mientras te pienso y sonrío esquizofrenicamente feliz al son de tu voz enterneciendo el sonso sonajero del sueño del pibe. 

 En las vueltas del carrusel con tu afán de ganador, zarpaste la llave y más de una sonrisa. Sacaste pasaje del barro al edén para llevarnos cabalgando en caballitos de lata a tu cielo. Desconozco qué varita nos tocó para ser destinatarios de tal sucesión de imposibilidades burlescas a la razón, de esas acrobacias plagadas de picardía. Una pincelada de magia piantada, un quilombito reservado para el cielo de los sin jeta. 

Doña tota suena inamovible en todo relato y me gustaría estar colgada al cable del teléfono para decirte que nos hiciste el pueblo más feliz del mundo, y que indefectiblemente si vos jugabas para ella, a nosotros nos toca jugar para vos. Porque amar a la madre es una patriada indivisible del amor al pueblo.

Me gustaría decir que todo esto es un chiste perverso de algún canalla. Prender la radio y sentir el ronroneo pausado de tu voz acusando de traidores y giles a los que no abracen las causas justas. Saber dónde descansa ese grito atronador que resquebraja el mundo, la rebelión que se acuesta en el reverso de esa zurda endemoniada. 

Pero son 730 días en el torbellino de una vida entrelazada a la brisa arrabalera de esos rulos azabache que nos salpican otra vez sobre tu imagen. ¿Quién iba a decir que la silueta del profeta estaba adosada a la pelota? ¿Cómo seguimos ahora Pelusa, dónde nos subimos al tren del ALBA? ¿Cómo damos otra vez con vos?

La cosa se ciñe en este suelo escamoso que supo moldear tu arcilla. Ante la desintegración y la pérdida del eje que nos centre en el mapa, faltan indios, faltas vos. 

Prometemos seguir recordándote en cada rinconcito de este trémulo y revoltoso mundo, para encontrar en la vorágine un faro que ayude a tirar el ancla y reconstruir el rumbo, siempre y cuando prometas volver en el viento fresco que sube desde el sur a entregarnos llantos y sonrisas. 

Promesas de nuevas revanchas, se entregan como besos en los altares. Sos y serás Dieguito, la viva imagen de la esperanza. En este mundo desesperanzado que se pierde en el escarnio de las justas injusticias, serás la estampita guardada en la billetera para ser besada ante la incertidumbre, los ojos clavados en las estrellas buscado a las fugaces gambetas de los astros, las rodillas clavadas en el suelo con las yemas prendidas a rosarios de plástico. Y como el Pato dijo alguna vez… 

 “Vos sabrás cómo iluminarme el camino, Vos podrás llegar hasta donde llega Dios”.  

Manuela Bertola
Manuela Bertola

Hija y nieta de la historia de nuestro pueblo. Estudiante de sociología. Nacida y criada en la ciudad donde las diagonales tocan el sol.

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