La planta produce insumos fundamentales para el funcionamiento de las centrales nucleares de uranio natural que operan en Argentina.
La Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) trabaja junto a autoridades de la provincia de Neuquén para reactivar la Planta Industrial de Agua Pesada (PIAP), la cual dejó de funcionar en 2017.
La planta, que producía insumos fundamentales para el funcionamiento de las centrales nucleares de uranio natural que operan en Argentina, se encuentra ubicada en Arroyito, provincia de Neuquén, y tiene como principal motor productivo las aguas del Rio Limay, que contienen altos niveles de isotopos.
Las aguas de este río presentan entre uno y dos neutrones más en sus átomos de hidrogeno, lo que permite producir un líquido más denso. Este elemento se considera imprescindible a la hora de trabajar con reactores nucleares, como lo hacen las centrales de Embalse y Atucha 1 y 2.
La suspensión de la actividad en la PIAP fue decidida durante el Gobierno de Mauricio Macri en 2017. Para suplir el insumo, se forzó a la CNEA a importarlo desde Rumania.
“Su último período de funcionamiento fue hasta 2017 cuando se fabricó la cantidad de agua pesada para el funcionamiento de Atucha II y en una parada técnica de mantenimiento el Gobierno de Macri decidió no volver a ponerla en marcha”, explicó la doctora en física, investigadora del Conicet, y presidenta de la CNEA, Adriana Serquis.
Serquis comentó que la PIAP fue construida en 1993, con una inversión de 1.400 millones de dólares, y diagramada para abastecer 5 centrales nucleares que se proyectaban construir en ese entonces. “La decisión de frenar la producción en 2017 se dio bajo la mentira de que había suficiente stock para el resto de la vida útil de nuestras tres centrales y que no iba a haber una nueva central de uranio natural porque el mundo avanzaba hacia las de uranio enriquecido“, relató.
“Fue una mentira porque ya desde el año pasado la NASA (Nucleoeléctrica Argentina S.A., la empresa que opera las centrales nucleares) tiene que importar agua pesada porque la necesita para el funcionamiento de las centrales; en 2021 se compraron 18 toneladas y ahora pasaron un reporte de que harían falta 485 toneladas para el resto de la vida de las actuales centrales. Ya eso demuestra que no era cierto”, argumentó Serquis.
Se estima que el proceso de reactivación podría llevar entre uno y dos años y medio, sumado al tiempo en el que se contrate e instruya al personal: “La reactivación demandaría tiempo porque hay que contratar 150 personas que no van a incorporar los saberes específicos de un momento para otro, sin mencionar la revisión de todos los sistemas de una planta de esas proporciones“, añadió la funcionaria.