EEUU sigue intentando evitar su derrumbe. Sin embargo, el tiempo juega en su contra. Si no resuelve pronto sus posiciones globales, todo indicaría la caída será inevitable. El problema es la bestialidad a la que puede estar dispuesto para conseguirlo.
La crisis norteamericana como hegemón global no es sencilla de explica ni comenzó recientemente. Es un proceso de largo aliento que comienza a darse justo en el momento en que la globalización se expande por todo el planeta.
En el medio, y pese que durante un breve período de tiempo lo tuvo como superpotencia, Rusia comenzó a levantar cabeza, China continuó su lento pero constante crecimiento, Nuestra América vivió una década de gobierno populares que aumentaron sus niveles de unidad y soberanía, y un sinfín de elementos que se podrían agregar.
Así las cosas, la política de EEUU hacia sus competidores directos se ha recrudecido en las últimas décadas. Sea la administración que sea, para el país del norte es un problema que tanto Rusia como China sigan adquiriendo mayores niveles de influencia a nivel mundial. Eso mismo (en parte) fue lo que motivó a Trump a declararle una guerra comercial a China, y que llevó a Biden a fogonear y fomentar el conflicto en Ucrania.
El problema para los gringos es que ni a Trump ni a Biden le estarían saliendo bien los cálculos. China salió fortalecida (incluso de la pandemia) y todo indicaría que Rusia sigue avanzando en posiciones estratégicas en el conflicto ucraniano. Pese a las sanciones unilaterales, la guerra diplomática, el financiamiento de estructuras paramilitares o irregulares, los rusos siguen avanzando gracias a una estrategia inteligente de Putin. Esto obviamente no implica que la cosa esté terminada, pero es significativo que el mismísimo Henry Kissinger haya advertido a Occidente de las consecuencias para la seguridad europea de continuar con la Guerra.
Ante la imposibilidad de frenar a Rusia, el imperio parece estar evaluando seriamente la posibilidad de abrir otro frente de conflicto, pero ahora con China. Las recientes declaraciones de Biden sobre Taiwan no hicieron más que encender las alarmas en Beijing, quien rápidamente salió al cruce. La pregunta que se desprende sería ¿Realmente EEUU está en condiciones de enfrentar dos frentes en simultáneo?
Tampoco es posible descartar el análisis y las afirmaciones del director del portal Red Voltaire, Thierry Meyssan, quien afirma que Occidente está preparando otra guerra luego del conflicto en Ucrania, esta vez en el Sahel (África), con la sustancial diferencia que en este caso “no será ‘problemática’ porque no afectará a las grandes potencias y las víctimas serán ‘sólo’ africanos”.
Nuestra América
Por otro lado, EEUU organizó la IX Cumbre de las Américas entre los días 6 y 10 de junio. Una cumbre que parece haber traído más dolores de cabeza que otra cosa a la administración norteamericana. Fueron varies les mandataries que se negaron a asistir de concretarse la exclusión de Cuba, Nicaragua y Venezuela. Fue el presidente argentino, Alberto Fernández quien llevó la voz de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) en clara señal de protesta ante el atropello cometido por el país anfitrión.
En su discurso hubieron varias críticas: por haber marginado a varios países; por la utilización de la OEA como instrumento para realizar el Golpe de Estado en Bolivia (pedido de renuncia de Almagro mediante); por haberse quedado con la conducción del BID; por los bloqueos a Cuba y Venezuela; por la ausencia de Malvinas en el logo de la cumbre; por el préstamo del FMI (con la clara intervención de Trump) a la Argentina gobernada por el macrismo; y por el papel del norte en el cambio climático.
A este hecho hay que sumarle -necesariamente- el incremento de la influencia china sobre Nuestra América. Ya de por sí es el principal socio comercial de casi todos los países del continente. No sólo en la compra de materias primas, sino también en la venta de tecnología y otros productos en los que el gigante asiático es punta de lanza. Como si fuese poco, es cada vez más importante su cooperación en materia de seguridad, cosa que evidentemente le traerá más de un dolor de cabeza al gigante del norte.
En lo interno
En este contexto, la popularidad de Biden no para de caer y actualmente menos del 45% de les norteamericanes aprueban su gestión. Si a esto le sumamos que los republicanos tienen grandes posibilidades de arrebatarles ambas cámaras en las elecciones de medio término de diciembre de este año, el panorama no es nada alentador para el demócrata.
Parece ser que las mismas políticas que lanzara la administración norteamericana en las últimas décadas, sumadas a su histórica actitud patoteril con aires de superioridad (racistas) asociada a la Doctrina Monroe y la del Destino Manifiesto, le están resultando un tiro en el pie.
Así las cosas, EEUU está corriendo una carrera a contrarreloj para evitar seguir perdiendo terreno, y a la luz de las pruebas parece que la guerra (militar, diplomática, económica, discursiva y financiera) es su única herramienta.
El imperio del norte sólo propone sufrimiento, muerte y destrucción. Siempre lo ha hecho y todo parece indicar que seguirá haciéndolo. Mientras tanto los pueblos del mundo seguimos padeciendo su brutalidad, su falta de humanidad y su sed de sangre.
Pero como dice la canción “El tiempo no para”…