Queremos una Argentina pacífica, poderosa y soberana y una masa de trabajadores unida y feliz como ninguna en el mundo. queremos el bienestar de los trabajadores, la dignificación de los humildes y la grandeza de esta patria que Perón nos ha dado y que todos debemos defender como la más justa, la más libre y la más soberana de la Tierra.
Evita
Como todo en esta vida, incluso hasta es una explicación física, toda construcción comienza desde los cimientos. Nada se sostiene sobre una nube mirando desde el cielo y difícilmente muches de nosotres veamos lleguemos a ver que suceda lo contrario, pese al acelerado avance de la tecnología.
Los edificios comienzan a construirse cavando un pozo para instalar lo que serán sus pilares, y recién luego de ello se construye la base desde donde se sostendrá. Con las casas pasa algo similar, se empareja la tierra, se arma una base de concreto y desde allí comienzan a levantarse sus paredes.
Incluso la vida animal o vegetal comienza desde abajo, desde depositar una semilla en un pequeño pozo para que ésta eche raíces y comience a crecer entonces el tallo, luego las hojas y recién al final su flor o fruto.
Bueno, todas éstos ejemplos o metáforas sirven para afirmar que en la vida social también todo comienza desde abajo, desde las bases, y es algo que cualquiera que pretenda inmiscuirse en la vida política de su país, debería saber. Porque para que alguien llegue a ocupar el piso más alto de un edificio y ser el CEO, gerente o director de tal o cual multinacional, primero existieron cientos o miles que construyeron ese edificio, que trabajaron para que un pequeño emprendimiento se convirtiera en una PyME, luego en gran empresa nacional para recién luego terminar expandiéndose a otros mercados transformándose en multinacional.
Nada crece desde la cima, pese a que algunes nazcan en cuna de oro y disfruten de miles de oportunidades que millones de otras personas nunca jamás imaginarán. Como tampoco nada sucede sin esos millones de nadies de los que hablaba Galeano en sus escritos, los explotados y vilipendiados que este sistema intenta negar, invisibilizar y seguir saqueando.
El mejor ejemplo de que hay que comenzar por los de abajo lo dio Perón. Según el estadista argentino, cuando llegó al gobierno la primera gran reforma de fondo que se hizo fue la construcción e implementación del Estatuto del Peón Rural. Según narraba el general en 1973, en una exposición en la sede de la Central General del Trabajo, en el 45 los trabajadores rurales estaban desorganizados y dispersos, el país casi no tenía industrias (ero había pocos obreros urbanos) motivo por el cual lo primero que había que hacer era consolidar una organización de los trabajadores rurales y de los trabajadores urbanos, y todo el avance en materia productiva iba acompañado de políticas sociales. Porque como él mismo ejemplificaba “para comer guiso de liebre, primero hay que tener la liebre”.
Claramente la situación de hoy no es la misma, desde aquel entonces pasaron 2 dictaduras, gobiernos neoliberales y la destrucción casi total de lo que Perón y Evita construyeron en sus años al frente de la conducción del gobierno argentino. Pero los principios siguen siendo los mismos: hay que arrancar por abajo.
Las dictaduras militares de los 70 -no sólo en Argentina- lo que buscaron destruir fueron esos principios: la organización del pueblo y colateralmente los derechos conquistados por el pueblo. La globalización y los gobiernos neoliberales buscaron profundizar esa matriz e imponer una única forma, ya no sólo de distribución de la renta, sino de la forma de comprender la vida política, económica, cultural, judicial, entre un largo etcétera.
Hoy ese rol de digitador del modelo a seguir son las grandes multinacionales farmacéuticas, de hidrocarburos y armamentísticas; la banca internacional; las corporaciones financieras; y fundamentalmente las corporaciones tecnológicas.
Las lógicas de producción y de consumo cambiaron radicalmente, no sólo por los tiempos de producción o por la cantidad y la formación de los obreros que trabajan en esas áreas, sino porque algo producido en la otra punta del mundo puede ser comprado por cualquiera de nosotres con un par de clicks.
No son poques les analistas que sostienen que aquel sueño del pleno empleo y del fifty-fifty ya se volvió inviable. Esta afirmación se sostiene precisamente en estos cambios en las lógicas de producción y consumo que hoy utilizan mucha menos mano de obra, suele ser más calificada y hay una participación mucho mayor de la robótica o maquinaria automatizada que ensambla productos que antes requería de miles de manos y de mucho más tiempo.
Entonces qué hacer con esa masa de obreros urbanos y rurales que hoy no encuentran empleos formales, que sólo pueden acceder a un trabajo si se lo inventan o si hacen chángas mal pagas, en la informalidad total, sin absolutamente ningún derecho y teniendo que trabajar más de 10 o 12 hs al día para medianamente sobrevivir.
Simple, hacer lo que hizo Perón: empezar desde abajo. Con la salvedad que muchas de esas compañeras y compañeros hoy están organizades, lo cual haría mucho más sencillo el camino, al menos desde sus potencialidades. La dificultad ahora estará dada por aquellos que desprecian al pobrerío, que si pudiesen lo exterminarían con sus gestapos, que tienen enquistados a sus alfiles en el poder judicial, en los medios de (in)comunicación, y que responden a intereses foráneos, parafraseando a la compañera Evita.
La tarea del presente es dar voz, voto y derechos a les descamisades actuales, a les que en plena oleada neoliberal y en cuanta crisis hubo, se las rebuscaron para seguir adelante, que se organizaron y lucharon para conquistar derechos. Aquel Estatuto del Peón Rural de Perón, hoy sería equivalente a crear un ministerio de la Economía Popular, a conformar un Salario Básico Universal, a garantizar el acceso a la tierra no sólo para les pequeñes productores rurales, sino para les otres muches que de poder tener su pequeña parcela de tierra seguramente producirían alimentos que podrían frenar la especulación y la inflación galopante actual.
La tarea sería generar la Gran Misión Vivienda Argentina, al mejor estilo del Comandante Chávez, y desde el estado construir millones de hogares ya no para la especulación inmobiliaria, sino para que las familias argentinas puedan tener su casa propia.
Pero nada de esto se puede hacer sin el pueblo movilizado. Nada de esto se puede hacer sin un gobierno fuerte y con voluntad política para avanzar en esta dirección en lugar de seguir los lineamientos de las grandes potencias extranjeras. Nada de esto se puede lograr sin cortar de cuajo el saqueo permanente de nuestros bienes estratégicos como el agua, los hidrocarburos, o minerales como el litio (no por nada lo llaman “el oro blanco”). Nada de esto se puede hacer con un poder judicial corrupto, con corporaciones mediáticas que siguen recibiendo pauta oficial mientras los medios populares tienen que hacer malabares para poder sostenerse al aire. Nada de esto se puede lograr sin un fomento real y efectivo sobre el trabajo cultural que hacen miles de artistas, o el fomento al deporte a través de los miles de clubes de barrio, o mejorar las condiciones estructurales de la educación pública.
La tarea sigue siendo la misma: construir organización y poder popular para que esa “realidad efectiva” de la que habla la marcha, vuelva a ser una parte de la vida cotidiana para el pueblo trabajador. Porque sin poder popular, no hay justicia social.