La moneda digital se llamaría Sur y sería emitida por un Banco Central Sudamericano, que obtendría una capitalización inicial sustentada por los países miembros.
Luiz Inacio Lula Da Silva se perfila como el principal candidato para derrotar en las elecciones presidenciales del próximo 2 de octubre a Jair Bolsonaro en Brasil. Si bien se espera que el dos veces presidente entre 2003 y 2010, lance oficialmente su candidatura el próximo sábado 7 de mayo, Lula ya está en plena campaña y sigue buscando la adhesión de todos los sectores del arco progresista.
En este marco durante el último fin de semana participó del Congreso Electoral del partido Socialismo y Libertad, y ahí hizo mención dentro de otros puntos programáticos de su plan de gobierno, acerca de la intención de crear una moneda digital única para los países de América Latina. Esta propuesta además contó con el apoyo explícito de los economistas Gabriel Galípolo (ex presidente del Banco Fator y asesor de Lula), y de Fernando Haddad, ex primer mandatario de Sao Paulo. Galípolo y Haddad publicaron un artículo en el diario Folha el pasado fin de semana, mostrando su apoyo al proyecto de crear una nueva moneda unificada y donde mencionaron la necesidad de incrementar la integración regional y fortalecer la soberanía monetaria de la región.
Si bien no es la primera vez que se habla sobre la posibilidad de crear una moneda unificada para la región, esta vez aparece dentro de los objetivos de gobierno en caso de que el líder del Partido de los Trabajadores gané las próximas elecciones. De hecho, esta vez, algunos referentes hasta se animaron a esbozar algunas ideas, y opiniones acerca de los lineamientos que se deberían tomar en caso de encarar un proyecto tan ambicioso como este.
La moneda digital se llamaría Sur y sería emitida por un Banco Central Sudamericano, que obtendría una capitalización inicial sustentada por los países miembros. Este aporte inicial que cada país debería realizar sería proporcional a sus respectivas participaciones en el comercio regional, y se afrontaría con las reservas disponibles, o bien con un impuesto sobre las exportaciones de los países miembros al exterior, lo que según Haddad y Galípolo a su vez facilitaría el flujo financiero entre los países del cono sur.
Por otra parte, también detallaron en su artículo que cada uno de los países miembros recibiría un monto de capital inicial, y que tendrán la libertad de decidir si desean mantener las monedas locales vigentes hasta el momento, o si bien se decide adoptar a Sur como moneda de curso legal dentro de las fronteras del país. Además, en cuanto a la cotización de la nueva moneda, se encargaron de detallar que el tipo de cambio entre las divisas locales y Sur, sería flotante, lo que entre otras cosas posibilitaría tener una moneda fuerte que no esté sujeta a las limitaciones y vulnerabilidades que sufren los países en vías de desarrollo como se evidenció, una vez más, a partir del conflicto entre Rusia y Ucrania donde el impacto de la guerra golpeó a las economías de los países latinoamericanos.
Finalmente, el argumento de mayor peso por parte de los economistas brasileros fue que en caso de poder concretar este proyecto, dado al tamaño de las economías de la región sur de nuestra América, la nueva moneda podría ocupar el sexto puesto a nivel mundial dentro de las cotizaciones detrás de monedas tales como el euro, el dólar, el yuan chino, el yen japonés o la libra esterlina británica.
Lógicamente detrás de un proyecto tan ambicioso hace falta planificación, coordinación y decisión política conjunta, además de tomar en cuenta las experiencias de casos anteriores. Experiencias, que en todo caso deberían ayudar para no repetir errores, y siempre y cuando se entiendan a estas experiencias previas en su contexto propio, tomando en cuenta todas las particularidades.
Hago mención a esto, porque en esta línea varios medios que ya conocemos, se refirieron al tema titulando, por ejemplo: “el euro latinoamericano que quiere lanzar Lula” o “En plena campaña Lula Da Silva lanza un euro latinoamericano”. Otra vez Latinoamérica importando recetas europeas para problemas criollos, nada podría ser más errado.
Sería errado pensar que el mecanismo y los procesos que siguieron los distintos países europeos hacia la oficialización del euro como moneda nacional, sería algo que en esta América Latina pudiera darse de la misma manera y con las mismas lógicas.
La adopción del euro por parte de los países europeos miembros, se dió en un contexto político marcado fuertemente por una impronta neoliberal (1990-200), y a raíz de esto se tendió a priorizar la estabilidad de los precios por sobre otras variables como el crecimiento económico o el sostenimiento del empleo.
Son contextos distintos, realidades diversas, e historias desiguales
Otro de los fundamentos sobre los cuales se realizó la conversión al euro, fue sobre la idea de que la inflación se originaba principalmente por causas monetarias y que por lo tanto para combatirla era necesario aplicar restricciones a la emisión de moneda además de recortes para reducir los déficits fiscales. Algunos ejemplos de las metas económicas que se fijaron en aquel entonces fueron que:
- La inflación no debía sobrepasar el 1,5% del promedio de los tres estados más estables.
- El déficit fiscal no podía superar más del 3% del PBI.
- La deuda pública debería tener como tope el 60% del PBI
- Las tasas de interés de largo plazo no debían superar en más de dos puntos a las tres “mejores” del bloque.
- El tipo de cambio debía permanecer estable en los dos años previos a la entrada en vigencia de la UME. -Unidad Monetaria Europea o ECU (European Currency Unit) que fue la unidad de cuenta usada en la Comunidad Europea posteriormente Unión Europea con propósitos monetarios antes de ser reemplazado por el euro el 1 de enero de 1999.
Sin duda si nos detenemos a analizar las distintas realidades que atraviesan los países latinoamericanos en materia económica, resultaría al menos de necio afirmar que debemos seguir soluciones de molde a problemas propios. Sin duda el desafío en estas tierras es aún mayor, y la tarea es aún más complicada. El economista e investigador del CONICET Andrés Musacchio plantea que “dos de los puntos débiles del MERCOSUR que se destacan recurrentemente son la falta de coordinación de políticas y la ausencia de instituciones regionales supranacionales que impidan que los intereses nacionales frustren la estrategia de integración”. A esto le sumo yo la presencia en Argentina nuevamente del FMI y el acuerdo cerrado en marzo, el cual establecía en uno de sus puntos que se desalentaría el uso de monedas virtuales para evitar los flujos de divisas e intercambio de capitales por fuera del control del Banco Central.
Pero al mismo tiempo se plantean dos conjuntos de ventajas, por un lado, la reducción de costos por los tipos de cambio y la reducción de la incertidumbre acerca del tipo de cambio a futuro, lo que resolvería el problema de la rentabilidad de la inversión externa, y la eliminación de las devaluaciones para generar ventajas competitivas entre los integrantes de la región. Pero por otro lado también se destaca que una moneda con las características de Sur, permitiría consolidar el plano institucional, ese plano institucional en donde los estados nacionales tuvieron dificultades para sostener un equilibrio, por esto la creación de una nueva moneda unificada podría servir de sustento para relanzar una integración latinoamericana con una base más sólida.