Falleció en la madrugada del 4 de marzo de 1811, frente a las costas de Santa Catalina, en Brasil. Su cuerpo permaneció durante todo el día en la cubierta de la nave. A las 17 horas, los restos de Mariano Moreno fueron arrojados lamentablemente al mar envuelto en una bandera británica. Ese mismo día, en Buenos Aires todo era alegría, ya que los Moreno le festejaban el cumpleaños 19 a José, uno de sus 14 hermanos. Los secretarios llegaron a Gran Bretaña el 1 de mayo de 1811, e informaron a la Junta sobre la muerte del ex secretario. La noticia se conoció en Buenos Aires a fines de agosto.
Estamos hablando de Mariano Moreno. Fue un abogado, periodista y político de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Tuvo una participación importante en los hechos que condujeron a la Revolución de Mayo de 1810 y una actuación decisiva como secretario de la Primera Junta, resultante de la misma. Moreno fue el ideólogo de esa Revolución, y un fervoroso abogado defensor de los derechos de los pueblos originarios. Fue siempre fiel a sus ideales de liberación e ideología roussoniana aprendidos en la universidad más prestigiosa de la región en la época, la Universidad de Chuquisaca.
Moreno fue uno de los que no se dejaron seducir por la princesa Carlota Joaquina, hermana del Rey de España Fernando VII de Borbón y esposa del príncipe Juan de Braganza, de Portugal ya que no consideraba que ella fuera la gobernante adecuada para la independencia de estos pueblos. La ilusión del Carlotismo, de todos modos, le duraría muy poco a los patriotas. Con sus escritos y exposiciones, Moreno contribuyó al desarrollo del libre comercio en el Río de la Plata. Sus adversarios, liderados por Cornelio Saavedra, presidente de la Junta Gubernativa Provisional de Buenos Aires, no lo veían con buenos ojos. Alguna que otra historiografía lo acusó de “jacobino”.
Según el testimonio de su hermano Manuel Moreno y de Tomás Guido, sus secretarios y acompañantes en ese viaje, murió debido a una convulsión producida por una sobredosis de un medicamento administrado por el capitán del buque: cuando llegaron al gabinete de Moreno, el capitán sostuvo que le había suministrado cuatro gramos de un vomitivo de uso habitual en aquella época, elaborado con antimonio y tartarato de potasa, 40 veces aquella dosis que se conoce como mortal.
Se apagó el fuego de la Revolución. Se apagó porque Moreno quería la liberación anticolonial inmediata de América del Sur.