Reseña del libro “Por qué volvías cada verano” de Belén López Peiró, publicado por la editorial Madreselva en abril de 2018.

Belén López Peiró nos brinda una obra que se puede leer como una novela, como una investigación periodística, como el testimonio de una mujer que decide denunciar los abusos y violaciones a los que fue sometida por su tío durante su adolescencia. La obra es una reconstrucción hecha por medio de distintas voces: las de su familia, el poder judicial, psicólogos, psiquiatras y la suya propia. Es un relato valiente ante la desidia del Estado que frente a las víctimas no brinda la protección y atención debida, y cuando alguna se decide a denunciar, se la somete de nuevo a los abusos de contar una y otra vez lo sucedido. Es un historia que deja en evidencia que en el poder judicial no se toman las denuncias con la celeridad que precisan y que para que una causa avance son las víctimas las que tiene que “moverla”.
Por qué volvías cada verano es un libro que abre espacios para preguntas fundamentales: “¿Por qué no lo contaste antes?” “¿Por qué ahora, quieres acabar con la familia?” “¿Cómo no nos dimos cuenta?”, preguntas que cuestionan más a la víctima que al victimario que, en el caso que se nos presenta en el libro, es un sujeto que ejerce poder, que mete miedo: siempre anda armado, es comisario de la policía en la ciudad de La Plata, ejerce la ley y lo hace en su beneficio. Es un hombre que maneja una actitud intachable ante su familia y ante los vecinos de su pueblo: ayuda al cura durante las misas, tiene una presencia importante en el club del lugar en el que vive, les brinda ayuda económica a sus familiares y cuida de ellos; ayuda a la gente de Caritas para juntar alimentos para los chicos de barrios humildes; es para la justicia una persona psicológica y físicamente sana, y es también un abusador que nos hace recordar a Shakespeare cuando afirma en La Tempestad que “el infierno está vacío y todos los demonios están aquí”, y, en este caso, más cerca de lo que pensamos. Es un hombre sano de un sistema insano que ejerce no solo violencia física, sino económica, simbólica y psicológica sobre las mujeres.
También podemos ver, en la voz de la protagonista, las profundas heridas psicológicas, físicas y sociales: antes era una joven sociable que, después de los abusos a los que fue sometida, se tornó solitaria y ensimismada; ya no sentía suyo su cuerpo; sentía culpa de mostrar sus piernas al usar polleras cortas que pudieran provocar miradas lascivas de los hombres que se cruzaba por la calle; se sentía una mujer deseante, pero que al tener contacto con otros hombres no puede dejar de pensar en las manos de su tío; siente deseo y excitación pero le es casi imposible tener una relación sexual satisfactoria y sin dolor físico de por medio. El daño estaba hecho.
Pero Por qué volvías cada verano es, sobre todo, una historia de empoderamiento, de valentía, de enfrentar al terror a la cara y decirle “no tengo más miedo”; de liberarse de la culpabilidad en la que el victimario la sumió, de romper el cerco del silencio y contarle al mundo el sufrimiento de las víctimas no desde una posición de debilidad sino ya desde la fuerza de una mujer valiente que se reconstruyó entera y que habla -escribe- contra todos, incluso contra su propio silencio.