Después de todo, era por eso que quería tanto a mi equipo, no solo por la alegría de la victoria cuando estaba combinada con la fatiga que sigue al esfuerzo, sino también por el estúpido deseo de llorar en las noches después de cada derrota.
Albert Camus
Es la alegría del pueblo lo que marca lo mejor de la jornada por eso sería un error hablar de una gesta deportiva. Hoy no importa reivindicar a Messi, Di Maria o el trabajo de Scaloni, tampoco importa recordar que extrañamos mucho al Diego: hoy el pueblo celebra.
El fútbol no es más que un pretexto hermoso y caprichoso para juntar al pueblo y marcar que tan lejos está de la antipatria, aquella que daría su vida por aparecer en la tele como voceros de los dueños quienes les llenarían los bolsillos con un par de pesos, de esas migajas que condenan a las mayorías a la desigualdad.
De un lado está el pueblo que quiere vacunarse, del otro está Viviana Canosa; de un lado está el pueblo queriendo festejar y del otro están loa periodistas de Telenoche pidiendo que Messi se lesione o el Pollo Vignolo y la banda de ESPN F90 pidiendo que la selección Argentina (esa que no les da entrevistas) pierda.
Albert Camus afirmaba que la patria era la selección de futbol. En nuestro caso se trata de un país de capitalismo periférico, semicolonial y endeudado hasta los huesos en el que las desigualdades son moneda corriente: hambre, poder adquisitivo, acceso a la educación y a la tecnología son títulos ilustrativos de esta problemática.
Lo único que borra por un instante esta desigualdad es la fiesta de la selección. En la calle todos brindan, comen y cantan el himno por igual. Es ilustrativo el video del repartidor que entrega un pedido en el minuto 85 y se queda a ver lo que falta del partido, come, toma, canta y festeja.
Lástima que la fiesta terminó anoche y volvimos al país desigual con una resaca que nos parte la cabeza.