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La madrugada del 27 al 28 de junio de 1969 fue testigo de una revuelta que despertaría una serie de protestas y daría pie a la construcción de un movimiento de liberación de les histórica y sistemáticamente excluídes: gays, lesbianas, bisexuales, intersex, transgénero, travestis, transexuales, no binaries, queers, racializades, de Estados Unidos y del mundo que nunca más volverían a ser les mismes. 

Desde aquella madrugada, cada 28 de junio se celebra el Día Internacional del Orgullo LGBTIQ+, una fiesta y, a su vez, jornada de lucha en memoria y reivindicación de aquellas manifestaciones contra la redada policial ocurrida en el bar Stonewall Inn, en el barrio Greenwich Village de Nueva York, centro nocturno frecuentado por gays, lesbianas, trans, maricas, latines y racializades.  

¿Qué impulsó los hechos de aquella madrugada? A partir de la Segunda Guerra Mundial, el país norteamericano había establecido leyes que penaban las relaciones entre parejas del mismo género y otras actividades relacionadas, estigmatizándoles como nunca antes. Con el argumento de investigar a posibles comunistas y traidores a la patria, comenzaron a perseguir también a personas homosexuales y trans. Muches acababan en la cárcel, acusades de conducta escandalosa, otres con tratamientos de electroshock, castramientos y lobotomías. Incluso se llegó a hablar de la “amenaza lavanda”, comparándolo con la “amenaza roja” fruto del macartismo y la persecución a cualquier persona que fuera señalada como comunista en los años de la Guerra Fría. 

En las décadas de 1950 y 1960 las personas LGBTIQ+ estadounidenses debían enfrentarse a un sistema legal que las violentaba y criminalizaba. Por las calles deambulaban jóvenes y adolescentes sin techo a los que sus familias habían echado por su orientación sexual o su identidad de género. No podían trabajar para el Estado ni ejercer la medicina, la enseñanza o el derecho, y muches se veían obligades a ejercer la prostitución. 

Los últimos años de la década de los ‘60 vinieron de la mano de un clima revolucionario, muchos movimientos sociales y políticos activaban sus luchas por los derechos civiles y la contracultura: el movimiento afroamericano, las luchas feministas, los hippies, la confrontación a la guerra imperialista de Estados Unidos en Vietnam, entre ellos. 

En este contexto, pocos espacios abrían sus puertas a las personas que rompían la cis-heteronorma: el Stonewall Inn era uno de ellos, transformado en los últimos años de los sesenta en un local clandestino para “homosexuales” y “drag queens”, los términos que en aquel entonces englobaban al total de la comunidad LGBTIQ+. Este bar era propiedad de la mafia de los Genovese, que sobornaba a policías para que ignoraran las actividades del local y avisaran antes sobre las redadas. No porque la mafia tuviera especial comprensión por las diversidades sexuales y de género, sino porque, simplemente, se trataba de negocios: existía un sector de la sociedad que nadie estaba dispuesto a incluir y que pagaba por tener un lugar.

Stonewall ofrecía así un espacio para les más marginades, incluso les que eran repudiades dentro del colectivo por alejarse de la normatividad: mujeres trans, maricas, lesbianas, travestis, drags, latines y racializades. 

Pese a los arreglos, agentes de la Oficina de Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego irrumpieron en el establecimiento la madrugada del 28 de junio con sospechas de que allí se vendía alcohol sin licencia y de que los dueños tenían acuerdos con la policía. Las redadas policiales en los llamados “bares gays” eran parte de la rutina nocturna durante aquellos años, pero esa noche fue distinta: les marginades se rebelaron y la historia cambió para siempre.

La policía paró la música, prendió las luces y ordenó que salieran y se identificaran. Entre les presentes estaban Sylvia Rivera, líder y activista trans latina, y Marsha P. Jonhson, conocida como la madre del movimiento LGBTIQ+ y recordada como la Rosa Parks de los derechos trans. Gran parte de les que estaban allí llevaban vestimentas que no coincidían con lo socialmente impuesto. La ley establecía que debían llevar al menos tres prendas adjudicadas al sexo que constaba en sus documentos de identidad. La rebelión comenzó: se negaron a mostrar sus identificaciones y no permitieron que inspeccionaran sus genitales. 

Marsha P. Jonhson y Sylvia Rivera

La policía arrestaba, golpeaba, gritaba. Les protestantes se multiplicaron, muchas personas que pasaban se amontonaban en la vereda de Stonewall para sumarse a la rebelión. Esa noche, les marginades de siempre no estaban dispuestes a seguir soportando la violencia. Se defendieron con piedras y botellas, pincharon ruedas de los furgones policiales, rompieron parquímetros, formaron barricadas, y se desató una batalla campal. 

Cuenta la leyenda que el ambiente cambió cuando una drag queen fue atacada por uno de los agentes y las personas empezaron a tirar monedas a la policía. La situación empeoró cuando una lesbiana salió del bar y pidió a la policía que le afloje las esposas mientras intentaban meterla en un coche. Un golpe en la cabeza con una cachiporra fue la única respuesta. Las monedas se convirtieron en piedras y botellas. Las diversidades en la ofensiva, y la policía en retirada terminó refugiándose en el interior del bar, pidiendo refuerzos. Comenzaban así los “disturbios de Stonewall” que serían punto de inflexión en la historia y símbolo fundacional del Orgullo y del movimiento de liberación sexual.   

La tensión entre la policía de Nueva York y las personas LGBTIQ+ produjo más protestas la siguiente tarde, y las siguientes tres noches. El 28 de junio volvieron a aparecer manifestantes en Christopher Street, duplicando el número y peleando con más fuerza, donde la policía volvió a reprimir. Los disturbios de la madrugada fueron la chispa de la revolución LGTBIQ+. En cuestión de semanas, los residentes del Village se organizaron en grupos de activistas para unir esfuerzos en pos de establecer lugares para ser quienes eran, y mostrarlo con orgullo. 

Desde ese momento, el movimiento comenzó a crecer y a organizarse de un modo mucho más efectivo, aglutinó a una gran diversidad de personas de diferentes orientaciones, identidades, etnias, edades y procedencias. 

Primera manifestación del Orgullo Gay en Nueva York / Biblioteca Pública de Nueva York

Stonewall fue el puntapié: surgieron infinidad de organizaciones activistas, como el Frente de Liberación Gay (GLF), la Lavender Menace -un grupo de feministas lesbianas radicales-, las Salsa Soul Sisters, -creado por lesbianas afroamericanas que buscaban no solo defender sus derechos como lesbianas, sino también como mujeres oprimidas y racializadas-, entre numerosas agrupaciones. Otra que se destaca en la memoria colectiva es STAR (Street Transvestite Action Revolutionaries), fundada en 1970 por Sylvia Rivera y Marsha P. Johnson, al igual que Alianza de Activistas Gays (GAA), para defender los derechos de las mujeres trans, drags y jóvenes que se encontraban en situación de calle.

El 28 de junio de 1970, en el aniversario de la revuelta, tuvo lugar la primera marcha del Orgullo Gay: un acto significativo en el que lo oculto, lo velado, salió de los rincones de la ciudad para florecer en el espacio público y visible. Y nunca más volvió. Por el contrario, se replicaron en otras partes del mundo un par de años después, hasta transformarse en el Día Internacional del Orgullo LGBTIQ+, que este año conmemora los 52 años de lucha. 

A más de medio siglo de aquel hito fundante, la comunidad LGBTIQ+ sigue en pie de batalla. Las conquistas son muchas, cientas, miles, pero el camino continúa. El Orgullo es un recordatorio cotidiano de las luchas que se están dando y las tantas que aún faltan comenzar, hasta que la justicia y la emancipación sea de y para todes.  

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