Con el 100% de actas procesadas y el 99,89% de actas contabilizadas, Pedro Castillo (50,145%) mantiene una ventaja mínima sobre Keiko Fujimori (49,855%). Aún faltan ingresar al cómputo 150 mil votos que están siendo observados, pero no le alcanzarían a Fujimori para torcer la elección.
No caben dudas de que esta segunda vuelta fue casi tan reñida como la de 2016, cuando Pedro Kuczynski revirtió el boca de urna y le ganó por un mínimo margen a la mismísima Fujimori, que este domingo perdió su tercer ballotage consecutivo.
Y aunque los números hablan de un empate técnico, los votos por provincia muestran otra cosa: que en la mayoría de los territorios de perú, Castillo arrasó. Y eso lo explica la historia reciente: los treinta años de neoliberalismo salvaje que comenzaron, precisamente, con la dictadura del padre de Keiko, Alberto Fujimori -condenado por delitos de lesa humanidad- enriquecieron a Lima -la capital- y sumergieron en la pobreza a los millones de peruanos que habitan las zonas rurales.
Eso explica por qué Lima era el bastión fujimorista que casi le permite a Keiko una victoria. Fujimori ganó en Lima porque es la capital enriquecida a costa de las zonas rurales la que necesitaba sostener el modelo neoliberal. La victoria de Castillo, que trataron de evitar con la consigna “nunca más comunismo”, significaba una redistribución de la riqueza que los sectores de poder, aglutinados en la Confederación Nacional de Instituciones Empresariales Privadas, no estaban dispuestos a aceptar.
Por suerte, todo parece indicar que perdieron, que ganó el maestro rural y por lo tanto ganó el pueblo, porque Castillo promete una asamblea constituyente para cambiar la Carta Marga de la dictadura fujimorista, ese armazón que encorsetó la democracia peruana; promete una política fiscal redistributiva, la nacionalización de recursos estratégicos, la estatización de los fondos de pensiones, una reforma agraria y una reforma educativa decolonial, importantísima para comenzar a pensar una educación verdaderamente emancipadora.

Como contrapartida, se opone a la ampliación de derechos como el matrimonio igualitario y el aborto, pero aclaró en algunas entrevistas que el pueblo debía decidir y que por eso iba a trasladar el debate sobre estos derechos a la asamblea constituyente. Cabe señalar, de cualquier manera, que esto es signo de un conservadurismo religioso que aún se encuentra fuertemente arraigado en la sociedad peruana y es importante comprender los procesos históricos de cada país en el análisis.
La denuncia de fraude
Keiko Fujimori, asustada porque perdió su tercer ballotage, comenzó el lunes a denunciar un fraude electoral. Y aunque subestima a un porcentaje importante de los peruanos que saben que Castillo y su partido, de origen humilde, no cuentan con los fondos suficientes como para montar un vasto fraude electoral, quizás vale recordad que a Evo Morales le hicieron un golpe de Estado incluso cuando la diferencia de votos era muchísimo mayor.

Ellos lo controlan todo: tienen bajo su manga a los grandes medios de comunicación, a las grandes encuestadoras, a los grandes grupos de empresarios y por supuesto a Estados Unidos. Aún así, con todo su poder económico y mediático, perdieron la elección y como última maniobra apelaron a la anulación de 200 mil votos en zonas que apoyaron ampliamente a Castillo. Pero la mismísima OEA, en su informe de observación, se refirió a un “proceso electoral positivo” en el que no se detectaron “graves irregularidades”.
Comienza entonces un tiempo de interrogantes porque el establishment buscará desestabilizar desde el primer día, o desde antes (ya se vio el terrorismo financiero con la caída de la bolsa y la disparada del dólar). Y puede haber al menos tres estrategias.
En primer lugar, el golpismo sin atenuantes, lo que explica por qué el Ministerio de Defensa tuvo que salir a reiterar lo que debería ser obvio: el carácter no deliberante de las Fuerzas Armadas y su no derecho a la intromisión en los resultados electorales. Incluso algunos veedores internacionales advirtieron que existe un posible golpe de Estado.
En segundo lugar, la guerra de asedio y desgaste, con la acción concertada de las corporaciones mediáticas, judicial y parlamentaria (porque Pedro Castillo no la tendrá fácil en el Congreso), que buscarán imponer al presidente electo nuevas mociones de censura y confianza en continuidad con los últimos años de desestabilización política. Y en tercer lugar, y no menos probable, la estrategia de “canibalización” de Castillo y Perú Libre, por la cual candidatos que llegaron al poder con programas populares como los de Alejandro Toledo y Ollanta Humala, acabaron siendo cooptados por las élites gobernantes.
Habrá que ver si a Castillo lo devora el sistema o si se anima a cambiar el rumbo de la historia construyendo ese futuro que, como imaginaba Mariátegui, no sea “ni calco ni copia, sino creación heroica”. Ganó el pueblo, pero comienza la resistencia para sostener al gobierno y lograr las transformaciones necesarias para desmantelar el Estado Neoliberal, y en este punto, el apoyo de los gobiernos progresistas de la región será fundamental.
Buena Miri😍