“Ayúdenla… ayúdenla que sea humana, la humanidad”

“Ayúdenla… ayúdenla que sea humana, la humanidad”

TIEMPO DE LECTURA: 8 min.

Son muchos los elementos de la actualidad que pueden arrojarse sobre la mesa de manera desordenada, aislada o desconectada, pero si se frena, si se hace una pausa y se observa con detenimiento, si cada une se toma el trabajo de observar críticamente esos hechos, fácilmente se podrían encontrar las conexiones existentes.

Unos pasos para atrás: Trump y su guerra contra China

Desde comienzo de la pandemia, el gobierno de Donald Trump comenzó a hacer una fabulosa campaña anti China: “El virus chino” decía el magnate de peluquín (para referirse al Covid-19) cada vez que tenía la oportunidad. Esa administración comenzó una batalla de desprestigio sobre China que rápidamente fue replicada por la prensa occidental. El acople fue casi inmediato pese a que en las sombras se llevaba adelante un sabotaje para que los Demócratas lleguen nuevamente al Despacho Oval.

Ya con Joe Biden como presidente, y tras conocer sus primeros movimientos, ha comenzado a verse con más claridad que la disputa (de un EE.UU. agonizante) no solo enfrenta a China, sino también a Rusia. No es un dato menor que Biden haya sido el primer presidente norteamericano en tildar públicamente como “asesino” al presidente de otra nación de gran porte. En este caso a Vladimir Putin, presidente de la Federación Rusa.

Guerra en los medios

En paralelo a lo antes dicho, en el marco mediático, durante el final de la administración Trump y el inicio de la del “Demócrata”, los grandes conglomerados (des)info-comunicacionales comenzaron una monumental campaña de desprestigio contra las vacunas no occidentales. Las rusas primero, las chinas después, y de las cubanas ni siquiera se habla… Hasta ese punto llega el bloqueo contra la isla.

Se publicaron cientos de artículos desacreditando la producción no occidental de vacunas. Toda una catarata de mentiras que solo cuestionaban el fármaco por su lugar de procedencia. Incluso en la actualidad sigue habiendo coletazos. Pero nadie come vidrio y la avaricia de las denominadas “Big Pharma” de EE.UU, Europa o Gran Bretaña, muy rápidamente quedó expuesta a la luz.

Por su parte, y ante la publicación en revistas científicas de prestigio de los niveles de efectividad de la vacuna rusa Sputnik V, muchos países se vieron envueltos en la contradicción: si no se apuraban a comprarla quedarían relegados, pero si la compraban se estarían contradiciendo con lo dicho anteriormente, con la consiguiente posibilidad de perder aún más credibilidad. Esto fue lo que les pasó a muchos países, sobre todo europeos.

El gran negocio de la salud

La guerra por la adquisición de vacunas, a diferencia de otras cosas, sí discriminó entre los países occidentales, incluso los miembros de la Unión Europea quedaron en off-side cuando laboratorios como Pfizer comenzaron a exportar sus producciones a EE.UU, Reino Unido o Israel (porque pagaban más dinero por cada dosis), en lugar de cumplir con sus obligaciones con la propia Europa. Recordemos el salvajismo vivido a inicio de la pandemia cuando los países occidentales literalmente se robaban los cargamentos con insumos médicos como barbijos o componentes para su producción. La norma fue el individualismo, el intentar salvarse el culo solos. Esa fue la actitud de muchas potencias occidentales.

Grandes titulares, grandes loas a las compañías farmacéuticas occidentales que producen las vacunas contra el Covid-19, grandes alabanzas a los países que vacunaban masivamente a su población pero, ¿qué cosa no contaron los medios o qué información abordaron livianamente casi minimizándola? Las grandes inversiones públicas y el monumental negocio que significó para el sector privado.

La colega Pascualina Curcio lo dejó muy bien retratado en un artículo publicado recientemente: “De los US$ 13.900 millones que se han destinado a la investigación de la vacuna contra el Covid-19, los gobiernos han proporcionado US$ 8.600 millones, las organizaciones sin fines de lucro US$ 1.900 millones, mientras que solo US$ 3.400 millones los han puesto las empresas farmacéuticas privadas, apenas el 25% (Airfinity)[1].

Las farmacéuticas pusieron poco dinero (en comparación con lo que fue financiado por los Estados), tienen garantizada la compra de millones de dosis de los países y en algunas ocasiones pretendían incluir cláusulas descabelladas en sus contratos.

Para que se comprenda el monumental traspaso de recursos de los Estados al sector privado, y solo por citar los ejemplos de dos de los casos más mencionados mediáticamente: la estadounidense Moderna tuvo un financiamiento del 100% de parte del Estado, recibió US$ 562 millones y le fueron pre-encargadas 780 millones de dosis. El precio que pagará el Estado por cada una de esas vacunas es de US$ 31/dosis. Esto le generará ingresos cercanos a los US$ 24.000 millones de dólares.

Por su parte, Pfizer/BioNTech recibió US$ 268 millones, le pre-encargaron 1.280 millones de dosis a un costo promedio de 18,5 dólares por unidad. El ingreso aproximado sería de US$ 23.680 millones de dólares. El negocio es literalmente monumental: invierten poco, no asumen riesgos o posibles daños colaterales en la población, y tienen ganancias siderales.

La acumulación originaria

Es importante en este punto retomar valoraciones y análisis realizados por la Organización Mundial de la Salud y la Oxfam, donde se da cuenta de las desigualdades a la hora de obtener la preciada vacuna contra el Covid-19.

Según lo grafica Curcio en su artículo, “de los 128 millones de dosis de vacunas administradas hasta la fecha, más de tres cuartas partes se han aplicado en tan solo 10 países que representan el 60% del PIB mundial. Casi 130 países, con 2500 millones de habitantes, todavía no han iniciado la vacunación (OMS). Se estima que, a mediados de año, tan solo se habrá vacunado a un 3 % de la población de los países con menores recursos, y en el mejor de los casos, a una quinta parte, para finales de 2021 (Oxfam) lo que a su vez retardaría la recuperación no solo económica de esos países, sino de las condiciones de vida de su población. EEUU ha recibido el 25% de todas las vacunas disponibles a nivel mundial y la Unión Europea el 12,6%”.

Antes balas, ahora vacunas

Pero no todo queda en el marco de los negocios. La vacuna también se está utilizando como herramienta de presión hacia gobiernos que no están alineados con los intereses de EE.UU. El extremo del ridículo ha sido la pretensión de la empresa Pfizer/BioNTech de que los gobiernos con los que negocia acepten poner sus activos soberanos “tales como bases militares, edificios de Embajadas o reservas de los bancos centrales, como garantía a cuenta de posibles y futuros litigios, incluidos arbitrajes internacionales”.

Al respecto, el director del portal Dossier Geopolítico, Carlos Pereyra Mele se pregunta: “¿Pfizer negociando que se instalen bases militares si no se paga la vacuna? ¿Bases militares de qué país nos quieren instalar si supuestamente no abonamos la totalidad de las vacunas adquiridas?”.

Del mismo modo que se denunciaron estas condiciones absurdas, debe denunciarse la canallada, la mentira mediática descarada, de parte de un medio como Infobae (aliada del Washington Post de Jeff Bezos, uno de los hombres más ricos del mundo y propietario de Amazon). Este portal titulaba que el perrito faldero del imperio, Juan Guaido, había conseguido vacunas del sistema Covax para Venezuela. Vacunas que supuestamente el gobierno de Nicolás Maduro no había podido conseguir.

Pero la realidad dista mucho de la ficción inventada por los voceros mediáticos del imperio. Tal como lo explica una publicación del portal Misión Verdad, esta información no fue otra cosa que una operación mediática para agredir a la República Bolivariana de Venezuela y a su presidente Nicolás Maduro Moros. El impacto de la noticia -lógicamente- servía de insumo para que el aparato mediático occidental antichavista eche a andar afirmando que Maduro era negligente o que no aceptaba las vacunas de AstraZeneca/Oxford por un tema ideológico.

En los hechos, el bloqueo financiero y comercial que EE.UU impone de manera arbitraria y unilateral ha llevado a que los recursos del Estado venezolano sean limitados. Ante la escases de recursos, el gobierno se vio en la obligación de pensar muy bien los costos a pagar y la efectividad de esas vacunas antes de comprarlas. A ello se debe sumar el hecho de que la Unión Europea frenó la vacunación con vacunas de AstraZeneca, producto de que personas vacunadas con dosis de esta farmacéutica inglesa habían tenido graves efectos secundarios.

Para Venezuela, el riesgo de participar del sistema Covax era doble: primero porque nadie regala nada, cada país paga por esas dosis y el país caribeño debería haber entregado 18 millones de dólares, con la posibilidad latente de que las entidades financieras bloqueen ese dinero y lo pierdan. Por otro lado, que las vacunas de AstraZeneca causaran efectos no deseados en la población podría servir incluso a los antichavistas venezolanos para volver a operar sobre el gobierno, señalando que habían comprado vacunas en mal estado o lo que se les ocurriera. Como se puede observar, eran motivos suficientes para descartar esa compra y avanzar en otro tipo de vacunas. Pero como siempre, la prensa anti-chavista lo utilizó como elemento para una nueva opereta mediática.

Negocio vs. humanidad

Alberto Fernández fue uno de los primeros en proponer en el G20 que las vacunas contra el Covid-19 debían ser públicas, para que todos los países puedan vacunar a su población. Países como la India y Sudáfrica presentaron una iniciativa ante la OMC en octubre del 2020 y mandatarios de más de 100 países se plegaron al pedido de que las patentes de las vacunas se liberen, pero oh casualidad, EE.UU, la Unión Europea y Gran Bretaña se niegan a hacerlo. Los países que mayor poder de compra tienen son los que impiden el libre acceso a las vacunas, argumentando que eso podría alentar la desinversión del sector privado (que, como vimos, puso una cuarta parte de lo que pusieron los Estados).

Está claro, EEUU y grupos inversores como BlackRock, que tiene acciones en farmacéuticas como Pfizer/BioNTech, pretenden imponer su marca a como dé lugar. No les importa cómo hay que condicionar países, ya sea invadirlos, someterlos a presiones o sancionarlos para lograr ese objetivo. En definitiva lo que les importa es aumentar su “rentabilidad empresarial” y no permitir que la influencia rusa o china siga expandiéndose. Pero todo parece indicar que el tiro les saldrá por la culata.

En tanto a los pueblos, lo único que nos queda son la lucha, la resistencia y el cuidado comunitario. Pero por sobre todas las cosas, nos queda la solidaridad. Como cantaba el cantor del pueblo venezolano, “ayúdenla… ayúdenla que sea humana la humanidad”.

[1] https://www.alainet.org/es/articulo/211492

Nicolás Sampedro
Nicolás Sampedro

Prefiero escuchar antes que hablar. Ser esquemático y metódico en el trabajo me ha dado algún resultado. Intento encontrar y compartir ideas y conceptos que hagan pensar. Me irritan las injusticias, perder el tiempo y fallarle en algo a les demás.

Racismo anti-asiático y misoginia, dos caras de un mismo imperio

Racismo anti-asiático y misoginia, dos caras de un mismo imperio

TIEMPO DE LECTURA: 9 min.

Los atentados en tres salones de masajes de Atlanta (Georgia, Estados Unidos), el pasado 16 de marzo, terminaron con la vida de 8 personas, de las cuales 7 eran mujeres, y 6 de ellas de origen asiático y asiático-estadounidense.

Los oficiales de seguridad encargados del caso dijeron no haber determinado aún el motivo que impulsó a cometer la masacre a Robert Aaron Long, varón blanco de 21 años detenido horas después y confeso autor de los ataques. Lo que sí descartaron rápidamente fue que se tratase de un crimen de odio racista, a partir de las propias declaraciones del asesino, quien había justificado el hecho con “un problema de adicción sexual y que había tenido “un mal día . Además, había explicado, según la policía, que era un cliente frecuente de estos spas, lugares que veía como “una tentación que quería eliminar”. 

Políticos, activistas y miembros de la comunidad, no obstante, no tuvieron dudas de que en lo ocurrido laten el racismo y la discriminación hacia una comunidad víctima de sobredimensionados pero persistentes y violentos estereotipos raciales y de género. Para Long, la “adicción al sexo” es una cortina para esconder los prejuicios misóginos contra las mujeres asiáticas.

Chris Sweda / Chicago Tribune

Muchas veces la conciencia contra ciertas injusticias se despierta con tragedias que colman el vaso. Miles de estadounidenses se manifestaron en las calles de Atlanta, Washington, Nueva York y otras ciudades para protestar contra el racismo asiático. 

La masacre suscitó discusiones dormidas contra este tipo de racismo en los Estados Unidos, donde se minimiza la violencia sistémica que experimentan las poblaciones de origen asiático que nacieron o viven en el país, y mucho más se deja de lado la conexión estrecha e innegable entre el racismo y el sexismo, que en su conjunto hacen a la columna vertebral de un imperio atravesado históricamente por un sistema de supremacía blanca, que se sostiene en el patriarcado, la xenofobia, y el racismo contra negros, afrodescendientes, asiáticos y latinos.

El oficial del caso dejó claro en sus palabras una idea polémica, pero muy arraigada en la sociedad: debía ser por un motivo o el otro, no podían ser ambos. Claramente esa insinuación generó incredulidad entre muchas mujeres asiático-estadounidenses, para quienes el racismo y el sexismo siempre han estado vinculados de manera intrínseca. El racismo suele presentarse como insinuaciones sexuales indeseadas y, a su vez, el acoso sexual muchas veces es abiertamente racista. 

ATAQUES EN AUMENTO

Estos tiroteos se dieron en el marco de un patrón creciente de violencia contra esta comunidad, pero que encuentra sus raíces en una historia mucho más larga, aunque silenciada, de discriminación y violencia de género. 

Estas mujeres fueron percibidas a lo largo de la historia de los Estados Unidos en objetos de hipersexualización y fetichización deshumanizante. Sus identidades han sido distorsionadas bajo prismas de sumisión o exotismo, y especialmente vulnerables cuando son personas de clase trabajadora o de la periferia de las grandes ciudades. 

La concepción violenta de que estas mujeres deberían estar disponibles sexualmente para los hombres se debe en parte a la perpetuación desenfrenada de los estereotipos sobre las mujeres asiáticas como objetos para el consumo masculino, vistas por un lado como dóciles, sumisas y sexualmente disponibles; y por el otro, como exóticas, manipuladoras y peligrosas, que amenazan la masculinidad y “la moral estadounidense”. La mirada de los otros sobre ellas las identifica como  “prostitutas perpetuas”, sin importar si realmente se encuentran en esa situación, como consecuencia misma de la sexualización a la que son sometidas.   

“No soy tu fetiche” Ed Jones / AFP

En los últimos días, medios de comunicación del establishment yankee y autoridades gubernamentales intentaron dirigir la responsabilidad directa por el aumento de esta violencia hacia una figura: Donald Trump. La retórica del ex presidente republicano sobre China y sus dichos con respecto al coronavirus, como llamarlo el “virus chino” o “la gripe kung”, ha sido catalogada como la principal contribución a este sentimiento anti-asiático.

Un estudio de octubre de 2020 del Pew Research Center descubrió que, tras el inicio de la presidencia de Trump, las opiniones contra China aumentaron en un 20% en Estados Unidos. Desde el inicio de la pandemia, un informe del Centro para el Estudio del Odio y el Extremismo de la Universidad de California arrojó que aumentaron casi un 150% los crímenes contra asiáticos en las 16 principales ciudades de Estados Unidos.

Además, el grupo Stop AAPI Hate, que fue creado frente al aumento de episodios de odio y discriminación racista hacia estadounidenses de origen asiático e isleños del Pacífico (AAPI) durante la pandemia de coronavirus, reportó alrededor de 3.800 casos de ataques contra los ciudadanos de origen asiático en suelo estadounidense, incluidas agresiones verbales y físicas, discriminación y abusos contra sus derechos. El 68% de las víctimas eran mujeres.

Más allá de la pandemia, según datos del Instituto Asiático y Pacífico sobre Violencia de Género, entre el 21 y el 55 por ciento de las mujeres asiáticas en los EE.UU. experimentaron violencia física y/o sexual íntima durante su vida. 

Innegablemente el racismo explícito del magnate de peluquín rubio es un factor significativo en el envalentonamiento y la impunidad de sus seguidores. Pero entonces, ¿Biden llegó para ponerle fin? El presidente, junto a la VP Kamala Harris, no tardó en visitar el lugar de los hechos, reconocer el “aumento vertiginoso” de acoso y violencia contra los asiático-estadounidenses y lamentar que el odio “a menudo se ha encontrado con el silencio en Estados Unidos”. Olvidó mencionar que el mensaje de Washington en la política exterior sigue siendo exactamente el mismo que en la era Trump: China, y por ende el pueblo chino, son el enemigo del país.     

Un enfoque internacional que no sorprende y que no hace más que reflejar una larga historia de política exterior estadounidense en Asia, centrada en la dominación y la violencia, alimentada por el racismo. Menospreciar y deshumanizar a los asiáticos ha sido clave para justificar guerras interminables y la expansión del militarismo estadounidense, lo cual tiene consecuencias directas para los asiáticos y asiático-estadounidenses, especialmente las mujeres.

ESTEREOTIPOS DE LARGA HISTORIA IMPERIAL

De acuerdo a activistas e investigadores del racismo anti-asiático, la fuente de este estereotipo que recae sobre las mujeres asiático-estadounidenses, que las somete a violencias de todo tipo, se encuentra en el imperialismo occidental, la supremacía blanca y las leyes anti-inmigración y anti-mestizaje de finales del siglo XIX y principios del XX.

A finales de la década de 1860, los estadounidenses blancos comenzaron a formar sus opiniones o impresiones sobre las mujeres asiáticas, particularmente chinas, y los legisladores buscaron formas de desterrar o regular su entrada a EE.UU. Con este objetivo se establece una de las primeras políticas de exclusión del país, la Ley Page de 1875, que prohibía el ingreso de “mujeres chinas inmorales” con “propósitos lascivos e inmorales”, es decir, con “fines de prostitución”. Esta ley sentó las bases para la aprobación de la Ley de Exclusión China en 1882, que prohibía la migración de trabajadores chinos a los Estados Unidos, y que no se abolió hasta 1943.

Mientras tanto, el militarismo y la política exterior de Estados Unidos perjudicaba particularmente a las mujeres asiáticas, económica, social y físicamente. Estas asociaciones que los estadounidenses ya tenían de las mujeres asiáticas con un comportamiento “lascivo e inmoral” se amplifica cuando Estados Unidos comienza una serie de excursiones imperiales o guerras en la región de Asia Pacífico. 

Como consecuencia, las comunidades locales sufrían la peor parte de la devastación y las mujeres eran arrasadas por grandes pérdidas. En el caso de Corea, las mujeres fueron durante mucho tiempo un daño colateral de la política exterior militarizada del imperio del norte. La Guerra de Corea de 1950-1953 condujo al caos social y político, separó familias, dejó a millones de personas huérfanas y viudas, y mujeres sin hogar ni trabajo, obligándolas a prostituirse, según explicó Katharine H.S. Moon, experta en prostitución militar estadounidense en Corea del Sur y autora del libro Sex Among Allies.

Archivo histórico

La pobreza y las privaciones de la guerra originaron una industria de la prostitución para militares estadounidenses asignados a Corea, Filipinas, Tailandia y Vietnam, lo cual agravó los estereotipos de las mujeres asiáticas como objetos sexuales exóticos o manipuladoras que intentaban “cazar” maridos.

Más de un millón de mujeres coreanas tuvieron que prostituirse en “campamentos” que rodeaban las bases militares estadounidenses en Corea del Sur. Un sistema de prostitución militar controlado por el gobierno del país y apoyado por el ejército estadounidense para fortalecer las alianzas militares y escapar de la pobreza impuesta por el poder colonial.

Estos “campamentos” facilitaron la inmigración de miles de “novias de guerra” coreanas a los Estados Unidos, con todo un sistema que se transportó. A medida que las fuerzas armadas estadounidenses reducían su presencia de tropas en Asia, los establecimientos de los campamentos comenzaron a enviar a sus madamas y mujeres en situación de prostitución al país norteamericano a través de matrimonios negociados con militares estadounidenses. 

Muchas de estas mujeres coreanas explotadas llegaron al sur de los Estados Unidos, una región que alberga muchas bases militares nacionales y que fue testigo de la proliferación de la prostitución militar. Para la década de 1980, el comercio sexual coreano-estadounidense se extendería desde estas ciudades militares del sur a otras partes del país.

Muchas de las mujeres explotadas que fueron llevadas a Estados Unidos como esposas, luego se separaron o divorciaron de sus maridos y abrieron establecimientos de masajes. Esto contribuyó a la percepción de que todos los spas gestionados por asiáticos son ilícitos y las mujeres que trabajan allí en realidad están en situación de prostitución.

Si bien no está claro si las empresas de masajes donde ocurrieron los asesinatos tenían algún vínculo con la prostitución, los expertos y activistas dijeron que era casi imposible divorciar la fetichización de las mujeres asiáticas del caso, independientemente de si Long será acusado de un crimen de odio.

Desde la Ley de Exclusión China, hasta el encarcelamiento de japoneses durante la Segunda Guerra Mundial, la vigilancia dirigida a musulmanes y sudasiáticos después del atentado a las Torres Gemelas, y el uso de los asiáticos como “chivos expiatorios” por la pandemia, existe en los Estados Unidos una historia estructural de disciminación, marginación y violencia hacia las comunidades de origen asiático, con mayor virulencia contra las mujeres. Durante los siguientes 150 años, las mujeres asiático-estadounidenses siguieron siendo encasilladas como un peligro moral.

El movimiento de lucha contra el odio anti-asiático está en ascenso en el país del norte y se encuentra en un proceso de organización y articulación con otros grupos históricamente oprimidos, como Black Lives Matter. Un desafío que trasciende la elección del presidente de turno y que consiste en destruir estereotipos y concepciones racistas y misóginas que encuentran las bases en el propio imperialismo y poder colonial estadounidense.  

Referencias:

http://www.laizquierdadiario.com/La-politica-de-Biden-refuerza-ola-racista-contra-asiaticos-en-Estados-Unidos  

https://www.nbcnews.com/news/asian-america/racism-sexism-must-be-considered-atlanta-case-involving-killing-six-n1261347

https://www.thenation.com/article/world/anti-asian-violence-empire/


Delfina Venece
Delfina Venece

Nací en el interior de Buenos Aires: los porteños nos confunden con Parque Chacabuco. De crianza gorila, devenida en pseudo-troska por contraste, hoy peronista por convicción. Mi canción favorita a los 10 años era Los Salieris de Charly, de León Gieco.


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