Son muchos los elementos de la actualidad que pueden arrojarse sobre la mesa de manera desordenada, aislada o desconectada, pero si se frena, si se hace una pausa y se observa con detenimiento, si cada une se toma el trabajo de observar críticamente esos hechos, fácilmente se podrían encontrar las conexiones existentes.
Unos pasos para atrás: Trump y su guerra contra China
Desde comienzo de la pandemia, el gobierno de Donald Trump comenzó a hacer una fabulosa campaña anti China: “El virus chino” decía el magnate de peluquín (para referirse al Covid-19) cada vez que tenía la oportunidad. Esa administración comenzó una batalla de desprestigio sobre China que rápidamente fue replicada por la prensa occidental. El acople fue casi inmediato pese a que en las sombras se llevaba adelante un sabotaje para que los Demócratas lleguen nuevamente al Despacho Oval.
Ya con Joe Biden como presidente, y tras conocer sus primeros movimientos, ha comenzado a verse con más claridad que la disputa (de un EE.UU. agonizante) no solo enfrenta a China, sino también a Rusia. No es un dato menor que Biden haya sido el primer presidente norteamericano en tildar públicamente como “asesino” al presidente de otra nación de gran porte. En este caso a Vladimir Putin, presidente de la Federación Rusa.
Guerra en los medios
En paralelo a lo antes dicho, en el marco mediático, durante el final de la administración Trump y el inicio de la del “Demócrata”, los grandes conglomerados (des)info-comunicacionales comenzaron una monumental campaña de desprestigio contra las vacunas no occidentales. Las rusas primero, las chinas después, y de las cubanas ni siquiera se habla… Hasta ese punto llega el bloqueo contra la isla.
Se publicaron cientos de artículos desacreditando la producción no occidental de vacunas. Toda una catarata de mentiras que solo cuestionaban el fármaco por su lugar de procedencia. Incluso en la actualidad sigue habiendo coletazos. Pero nadie come vidrio y la avaricia de las denominadas “Big Pharma” de EE.UU, Europa o Gran Bretaña, muy rápidamente quedó expuesta a la luz.
Por su parte, y ante la publicación en revistas científicas de prestigio de los niveles de efectividad de la vacuna rusa Sputnik V, muchos países se vieron envueltos en la contradicción: si no se apuraban a comprarla quedarían relegados, pero si la compraban se estarían contradiciendo con lo dicho anteriormente, con la consiguiente posibilidad de perder aún más credibilidad. Esto fue lo que les pasó a muchos países, sobre todo europeos.
El gran negocio de la salud
La guerra por la adquisición de vacunas, a diferencia de otras cosas, sí discriminó entre los países occidentales, incluso los miembros de la Unión Europea quedaron en off-side cuando laboratorios como Pfizer comenzaron a exportar sus producciones a EE.UU, Reino Unido o Israel (porque pagaban más dinero por cada dosis), en lugar de cumplir con sus obligaciones con la propia Europa. Recordemos el salvajismo vivido a inicio de la pandemia cuando los países occidentales literalmente se robaban los cargamentos con insumos médicos como barbijos o componentes para su producción. La norma fue el individualismo, el intentar salvarse el culo solos. Esa fue la actitud de muchas potencias occidentales.
Grandes titulares, grandes loas a las compañías farmacéuticas occidentales que producen las vacunas contra el Covid-19, grandes alabanzas a los países que vacunaban masivamente a su población pero, ¿qué cosa no contaron los medios o qué información abordaron livianamente casi minimizándola? Las grandes inversiones públicas y el monumental negocio que significó para el sector privado.
La colega Pascualina Curcio lo dejó muy bien retratado en un artículo publicado recientemente: “De los US$ 13.900 millones que se han destinado a la investigación de la vacuna contra el Covid-19, los gobiernos han proporcionado US$ 8.600 millones, las organizaciones sin fines de lucro US$ 1.900 millones, mientras que solo US$ 3.400 millones los han puesto las empresas farmacéuticas privadas, apenas el 25% (Airfinity)”[1].
Las farmacéuticas pusieron poco dinero (en comparación con lo que fue financiado por los Estados), tienen garantizada la compra de millones de dosis de los países y en algunas ocasiones pretendían incluir cláusulas descabelladas en sus contratos.
Para que se comprenda el monumental traspaso de recursos de los Estados al sector privado, y solo por citar los ejemplos de dos de los casos más mencionados mediáticamente: la estadounidense Moderna tuvo un financiamiento del 100% de parte del Estado, recibió US$ 562 millones y le fueron pre-encargadas 780 millones de dosis. El precio que pagará el Estado por cada una de esas vacunas es de US$ 31/dosis. Esto le generará ingresos cercanos a los US$ 24.000 millones de dólares.
Por su parte, Pfizer/BioNTech recibió US$ 268 millones, le pre-encargaron 1.280 millones de dosis a un costo promedio de 18,5 dólares por unidad. El ingreso aproximado sería de US$ 23.680 millones de dólares. El negocio es literalmente monumental: invierten poco, no asumen riesgos o posibles daños colaterales en la población, y tienen ganancias siderales.
La acumulación originaria
Es importante en este punto retomar valoraciones y análisis realizados por la Organización Mundial de la Salud y la Oxfam, donde se da cuenta de las desigualdades a la hora de obtener la preciada vacuna contra el Covid-19.
Según lo grafica Curcio en su artículo, “de los 128 millones de dosis de vacunas administradas hasta la fecha, más de tres cuartas partes se han aplicado en tan solo 10 países que representan el 60% del PIB mundial. Casi 130 países, con 2500 millones de habitantes, todavía no han iniciado la vacunación (OMS). Se estima que, a mediados de año, tan solo se habrá vacunado a un 3 % de la población de los países con menores recursos, y en el mejor de los casos, a una quinta parte, para finales de 2021 (Oxfam) lo que a su vez retardaría la recuperación no solo económica de esos países, sino de las condiciones de vida de su población. EEUU ha recibido el 25% de todas las vacunas disponibles a nivel mundial y la Unión Europea el 12,6%”.
Antes balas, ahora vacunas
Pero no todo queda en el marco de los negocios. La vacuna también se está utilizando como herramienta de presión hacia gobiernos que no están alineados con los intereses de EE.UU. El extremo del ridículo ha sido la pretensión de la empresa Pfizer/BioNTech de que los gobiernos con los que negocia acepten poner sus activos soberanos “tales como bases militares, edificios de Embajadas o reservas de los bancos centrales, como garantía a cuenta de posibles y futuros litigios, incluidos arbitrajes internacionales”.
Al respecto, el director del portal Dossier Geopolítico, Carlos Pereyra Mele se pregunta: “¿Pfizer negociando que se instalen bases militares si no se paga la vacuna? ¿Bases militares de qué país nos quieren instalar si supuestamente no abonamos la totalidad de las vacunas adquiridas?”.
Del mismo modo que se denunciaron estas condiciones absurdas, debe denunciarse la canallada, la mentira mediática descarada, de parte de un medio como Infobae (aliada del Washington Post de Jeff Bezos, uno de los hombres más ricos del mundo y propietario de Amazon). Este portal titulaba que el perrito faldero del imperio, Juan Guaido, había conseguido vacunas del sistema Covax para Venezuela. Vacunas que supuestamente el gobierno de Nicolás Maduro no había podido conseguir.
Pero la realidad dista mucho de la ficción inventada por los voceros mediáticos del imperio. Tal como lo explica una publicación del portal Misión Verdad, esta información no fue otra cosa que una operación mediática para agredir a la República Bolivariana de Venezuela y a su presidente Nicolás Maduro Moros. El impacto de la noticia -lógicamente- servía de insumo para que el aparato mediático occidental antichavista eche a andar afirmando que Maduro era negligente o que no aceptaba las vacunas de AstraZeneca/Oxford por un tema ideológico.
En los hechos, el bloqueo financiero y comercial que EE.UU impone de manera arbitraria y unilateral ha llevado a que los recursos del Estado venezolano sean limitados. Ante la escases de recursos, el gobierno se vio en la obligación de pensar muy bien los costos a pagar y la efectividad de esas vacunas antes de comprarlas. A ello se debe sumar el hecho de que la Unión Europea frenó la vacunación con vacunas de AstraZeneca, producto de que personas vacunadas con dosis de esta farmacéutica inglesa habían tenido graves efectos secundarios.
Para Venezuela, el riesgo de participar del sistema Covax era doble: primero porque nadie regala nada, cada país paga por esas dosis y el país caribeño debería haber entregado 18 millones de dólares, con la posibilidad latente de que las entidades financieras bloqueen ese dinero y lo pierdan. Por otro lado, que las vacunas de AstraZeneca causaran efectos no deseados en la población podría servir incluso a los antichavistas venezolanos para volver a operar sobre el gobierno, señalando que habían comprado vacunas en mal estado o lo que se les ocurriera. Como se puede observar, eran motivos suficientes para descartar esa compra y avanzar en otro tipo de vacunas. Pero como siempre, la prensa anti-chavista lo utilizó como elemento para una nueva opereta mediática.
Negocio vs. humanidad
Alberto Fernández fue uno de los primeros en proponer en el G20 que las vacunas contra el Covid-19 debían ser públicas, para que todos los países puedan vacunar a su población. Países como la India y Sudáfrica presentaron una iniciativa ante la OMC en octubre del 2020 y mandatarios de más de 100 países se plegaron al pedido de que las patentes de las vacunas se liberen, pero oh casualidad, EE.UU, la Unión Europea y Gran Bretaña se niegan a hacerlo. Los países que mayor poder de compra tienen son los que impiden el libre acceso a las vacunas, argumentando que eso podría alentar la desinversión del sector privado (que, como vimos, puso una cuarta parte de lo que pusieron los Estados).
Está claro, EEUU y grupos inversores como BlackRock, que tiene acciones en farmacéuticas como Pfizer/BioNTech, pretenden imponer su marca a como dé lugar. No les importa cómo hay que condicionar países, ya sea invadirlos, someterlos a presiones o sancionarlos para lograr ese objetivo. En definitiva lo que les importa es aumentar su “rentabilidad empresarial” y no permitir que la influencia rusa o china siga expandiéndose. Pero todo parece indicar que el tiro les saldrá por la culata.
En tanto a los pueblos, lo único que nos queda son la lucha, la resistencia y el cuidado comunitario. Pero por sobre todas las cosas, nos queda la solidaridad. Como cantaba el cantor del pueblo venezolano, “ayúdenla… ayúdenla que sea humana la humanidad”.