A lo largo de la última semana, miles de personas, en su mayoría mujeres y diversidades, se encontraron en las calles y los parques del Reino Unido para expresar la furia y el dolor por el femicidio de Sarah Everard, una joven de 33 años desaparecida en Clapham, al suroeste de Londres, la noche del 3 de marzo, cuando caminaba desde la casa de una amiga hacia la suya en Brixton, y cuyo cuerpo fue hallado una semana después en un bosque de Kent, dentro de una bolsa de plástico.
La detención de Wayne Couzens, un oficial activo de la Policía Metropolitana de Londres (Met o Scotland Yard), acusado del secuestro y asesinato de Sarah, y que tenía antecedentes de acoso sexual, no solo prendió la mecha del escepticismo contra la policía, sino que desencadenó una tormenta de críticas por la inseguridad que viven las mujeres en la calle.
El caso de Sarah no es un hecho aislado, y la respuesta del Estado frente a las protestas no hizo más que reafirmar los reclamos del movimiento feminista británico: represión policial, ‘no salgan de casa’ y una ley antiprotestas. ¿Qué podría salir mal?
La ola de indignación contra la violencia de género en Reino Unido fue propagándose y creció aún más cuando, apenas comenzada la búsqueda de la joven, la policía creyó oportuno acercarse a las casas de las mujeres de la zona para pedirles que ‘se cuiden si viven solas’, que ‘no salgan’ y que ‘no caminen de noche’. A lo que algunas voces sugirieron, en tono irónico, un toque de queda para los hombres como medida definitiva para acabar con la discriminación. Scotland Yard parece no haber percibido que las mujeres y disidencias hace ya tiempo saben y militan que no es culpa de las víctimas y que debe cambiar el enfoque de quién debe hacer sacrificios y concesiones para que haya seguridad.
Lo que le sucedió a Everard llevó a varias mujeres a hablar en las redes sociales sobre por qué no se sienten seguras en las calles, así como a compartir experiencias propias de intimidación o acoso que sufrieron mientras caminaban solas por la noche. “La muerte de Sarah Everard debe ser vista en el contexto de las estructuras de violencia contra las mujeres en este país”, determinó en un comunicado el colectivo feminista Sister Uncut.
Pero internet no era suficiente. Para canalizar la furia emergió la plataforma “Reclaim these streets” (“Reclamemos estas calles”), que avivó el grito del movimiento “Reclaim the night” (“Reclamemos la noche”), surgido en Inglaterra a finales de los ‘70s para denunciar la violencia machista y, concretamente, el asesinato de 13 mujeres a manos de Peter Sutcliffe, conocido como el “destripador de Yorkshire”.
Junto a otras organizaciones feministas, como Sister Uncut, convocaron a una vigilia en Clapham Common Park el sábado por la tarde, que fue prohibida por la policía en el marco de las restricciones por el coronavirus. Sin darle mucha importancia a las amenazas de multas y detenciones, cientos de mujeres salieron a las calles, se acercaron al lugar y montaron un altar en memoria de Sarah y en reclamo contra la violencia de género. La protesta fue brutalmente reprimida por la policía londinense: empujones, varias mujeres esposadas y al menos 4 detenidas; “debería darles vergüenza” decían las jóvenes entre medio de los gritos. La actitud de la Policía provocó críticas generalizadas de la sociedad y por parte de algunas autoridades.

Pese a que la ministra del Interior, Priti Patel, y el alcalde de Londres, Sadiq Khan, salieron a exigir explicaciones a la Met por su conducta violenta, rápidamente se convirtió en un escándalo político nacional y Boris Jonhson, el primer ministro británico, no dudó en expresar su apoyo a la jefa de la Policía Metropolitana de Londres, Cressida Dick. La oposición pidió explicaciones a través de la diputada laborista Jess Phillips, que intervino en la Cámara de los Comunes para denunciar la escasez de datos oficiales sobre feminicidios en el Reino Unido y leer el nombre de las 118 mujeres asesinadas por hombres en el país en 2020, según cifras de la plataforma “Counting Dead Women”.
Aunque esta causa haya obligado al gobierno conservador a expresar su “compromiso” para encontrar estrategias en pos de erradicar las violencias de género, las medidas anunciadas no van más allá de invertir en iluminación para las calles y la presencia de agentes ‘de civil’ en locales nocturnos, lo que ha sido considerado insuficiente por las organizaciones de mujeres.
La respuesta burocrática no calmó las aguas, y por el contrario, las manifestaciones continuaron durantes los días siguientes en la Plaza del Parlamento, en la sede de Scotland Yard y en la oficina del Primer Ministro. Ahora no sólo contra la violencia machista y la inseguridad de las calles, sino también contra un trasfondo político más polémico para toda la sociedad: la “ley antiprotestas”, impulsada por el gobierno de Jonhson.
Al grito de ‘Kill The Bill’ (‘Maten al Proyecto de Ley’), el movimiento feminista amplió sus bases y demandas contra este proyecto, formalmente llamado Ley de Policía, Delito, Sentencia y Tribunales, que avanza en el Parlamento tras la aprobación de su segunda lectura esta semana en la Cámara de los Comunes. Según sus promotores, servirá para endurecer penas a delitos graves y prevenir disturbios en los espacios públicos. Para sus detractores, mayoritariamente sectores trabajadores, ambientalistas, antirracistas y feministas, dará más poder a las fuerzas de seguridad para reprimir y limitar concentraciones, y legitimará abusos policiales como los ocurridos en la manifestación por el femicidio de Everard.
Con esta Ley, la policía podrá imponer condiciones, como la hora de inicio y finalización de las concentraciones, e imponer límites máximos de ruido en las protestas. Poderes que quedarán librados a la evaluación y los criterios subjetivos de las fuerzas policiales y de la ministra Patel, que tendrá la facultad de crear leyes “a su discreción”, sin necesidad de aprobación parlamentaria, para definir la “perturbación grave de comunidades y organizaciones”, en las que la policía podrá basarse para imponer condiciones a las protestas.
Además, establece penas de hasta 10 años de prisión a quienes dañen monumentos conmemorativos. Una condena superior a la otorgada muchas veces a violentos, violadores y acosadores, según denuncian las organizaciones feministas. “Las paredes se pintan, las pibas no vuelven”, diríamos en Argentina.

El movimiento feminista británico tiene una larga lucha por conquistar más derechos y seguridad efectiva para las mujeres y disidencias, en un contexto en el que entre 2009 y 2018 una mujer fue asesinada cada tres días por un hombre, y una de cada doce en manos de un desconocido, según la plataforma Femicide Census. Donde en tres años hubo más de 700 denuncias por abuso doméstico contra oficiales de la policía; y en el que la mayoría de las mujeres, el 97% entre 18 y 24 años y un 80% entre mujeres de todas las edades, ha sido acosada sexualmente en espacios públicos y no tiene fe en que se le dé importancia al abuso, de acuerdo a una encuesta de ONU Mujeres Reino Unido.
Hace tiempo que el silencio dejó de ser una alternativa para las mujeres y diversidades del Reino Unido y del mundo. Los despertares feministas no tienen vuelta atrás: retroceder en derechos no es opción. Las mujeres vivas, seguras, organizadas y manifestándose.
Fuentes:
https://www.refinery29.com/en-gb/2021/03/10368213/sisters-uncut-sarah-everard
https://actualidad.rt.com/actualidad/386651-reino-unido-proyecto-ley-policia-protestas