No es periodismo, es violencia

No es periodismo, es violencia

TIEMPO DE LECTURA: 7 min.

La violencia simbólica que proponen los grandes medios como lenguaje, se tiene que erradicar. Los diferentes planteos que se pudieron ver, escuchar y leer en estos últimos días dan cuenta de la necesidad fundamental de marcar, nuevamente, qué formas de comunicación no podemos permitir más como sociedad. Y a su vez, demuestran la urgencia de seguir construyendo políticas que aborden estos espacios y sus formas de comunicar.

Para repasar, en orden cronológico, el domingo a la noche en uno de los programas más infundados del maravilloso mundo de la TV, Jorge Lanata se dio el gusto, nuevamente, de violentar a una mujer. El pseudo periodista mencionó a Ángela Lerena como “la boluda de la semana” y se encargó de violentar su figura sin ningún tipo de respeto. Y ahí es importante detenerse en el núcleo del problema: es violento que de por sí exista una sección en su programa que se trate básicamente de humillar a diferentes figuras públicas desde un lugar arbitrario. Es decir, la sección “el boludo de la semana” lejos de ser humor es violencia y es uno de los espacios donde el conductor descarga su odio desmedido.

Por otra parte, es aún más asqueroso que la mención haya sido en la misma semana en la que Ángela Lerena se convirtió en la primer mujer en comentar un partido de la selección. Y es que, básicamente, si todes nos manejaremos en ese nivel de odio e irresponsabilidad a la hora de comunicar, y si fuese solo por “premiar” realmente a un boludo en esa semana, Jorge tendría el cartón lleno.

Pero al margen de eso, y sintetizando, Lanata respaldó y justificó su accionar violento en la publicación que la periodista había realizado en su Twitter, en la cual hacía alusión a las diferentes dificultades que pueden tener las personas en su trayectoria deportiva. Entre ellas mencionaba la discapacidad motriz, la diferencia de altura y el hecho de ser mujer. Esto último parece que fue una bomba y que autorizó a Lanata a insultar a una compañera. Estas cosas hay que deconstruir y erradicar porque nada te autoriza a insultar o decir barbaridades de una colega.

Si tratamos de entenderlo, si hacemos ese esfuerzo analítico, es incluso hasta lógico que a hombres como Lanata no les cierre ese planteo porque básicamente es una realidad que les pasa por el costado; y es justamente desde el propio privilegio que critica el comentario de Ángela.

Pero de todas formas será motivo de otra nota, en todo caso, discutir si fueron las palabras correctas -o no- las usadas por la periodista, pero lo cierto es que el tono y los insultos que Lanata esbozó fueron preocupantes y claramente no pueden tener más lugar.

Sin embargo, lejos de esa condena, hubo quienes festejaron la barbaridad. El dato que empeora la situación es que el ataque contó con el aval institucional de Radio Mitre (grupo Clarín) que publicó en sus redes sociales y difundió, sin siquiera el uso de comillas, esta mención. Obvio que no esperamos nada de Radio Mitre, pero eso no quiere decir que pueda ser explícitamente violento y machista y que nadie se lo vaya a marcar.

El medio agregó como si fuese una “ironía” el comentario “la homenajeada de la semana”, y difundió felizmente la repudiable posición de su conductor cabecera, lo cual al es muy grave. Porque aunque ya lo sepamos y el problema no sea solamente Jorge Lanata sino el armado enorme que claramente es patriarcal, la impunidad con la que se manejan los grandes medios no puede seguir igual. En su cuenta de Youtube, Canal Trece también difundió el fragmento del programa.

Ya cerrando el día, el medio tuvo que bajar el posteo porque lógicamente se hicieron sentir las críticas y los comentarios en la publicación y en las redes sociales. Y si bien es necesario que no se sigan reproduciendo estos mensajes, no conforma en lo más mínimo la irresponsable desde la que actúan. No se trata de difundir cualquier cosa y en tal caso borrarla, porque eso legitima un escalón más alto en la violencia a la hora de comunicar mensajes.

El periodismo no es eso; el periodismo debe ser lo opuesto a la irresponsabilidad.

Mismo odio, mismo canal

En la misma línea, y siguiendo la breve cronología de las irresponsabilidades comunicacionales de la semana: luego de que Juntos por el Cambio organizara una marcha para el lunes 12 de octubre, Clarín se puso como meta convocar a los diferentes puntos en los que la gente se concentraría. Hasta ahí, es la misma historia de siempre; podemos criticar la irresponsabilidad de la movilización en este contexto, pero eso es material de otra discusión. Lo grave en este caso, lo peligroso, es que Clarín publicó como uno de los puntos de movilización la dirección de la casa de la vicepresidenta de la nación Cristina Fernández de Kirchner.

Esta práctica que es gravísima y atenta contra la figura de Cristina y el orden de las instituciones, empeoró incluso, cuando Clarín explicó en otra nota el motivo que justificaba su accionar. El medio expresó básicamente que “solo buscaban informar”. Habría que aclararles que la información no nace de un repollo y que no está aislada de la realidad. Y de hecho, si hay algo subjetivo en esta Argentina es la posición de Clarín que cada vez se expresa de forma más explícita. Elles mismes lo dijeron, se basaron en la información que brindó Juntos por el Cambio y eso, amigues, no es objetivo ni neutral.

Y para discipar algunas dudas, porque Clarín parece no entender la gravedad de su publicación, es preciso entender que el artículo 212 del Código Penal establece que “será reprimido con prisión de tres a seis años el que públicamente incitare a la violencia colectiva contra grupos de personas o instituciones, por la sola incitación”. Sí, les que dicen que Cristina debería estar presa deberían tener más causas que toda la sociedad. Quizá por eso les molesta que se “metan” con los jueces.

Y no es menor que esto suceda con Cristina no solo porque los medios de este estilo se han encargado de perseguirla y hostigarla por años, sino porque también es desde ese lugar desde el que afianzan el trato y el abordaje que hacen de la mujer. De Cristina dijeron y dicen de todo. Sin ir más lejos, el modus operandi de Jorge Lanata surge al calor de sus planteos de odio respecto a la actual vicepresidenta. Esto refiere a que la violencia mediática es acentuada si se trata de una mujer.

Hay resistencia porque hay avances

Sin embargo, pese a todo este desastre fundado en el odio, el mismo día en que Ángela Lerena se convertía en la primera mujer en comentar a un partido de la Selección Argentina, el Senado aprobó por unanimidad la media sanción de la Ley de Equidad de Género en Medios. Ley que busca que haya más representación de los géneros desde una perspectiva de diversidad sexual en los medios públicos.

Y si bien la iniciativa alcanza a todos los servicios de comunicación, los estatales estarán obligados a cumplir fehacientemente con la normativa mientras que los privados solo tendrán que cumplir con el régimen de promoción que, en primera instancia, es la creación de la autoridad de aplicación. Lo que de todas formas no es menor y marca un precedente.

Quizá para graficar aún más la importancia de esta media sanción (media sanción porque falta el tránsito por Diputados), es clave analizar los números con los que nos encontramos. Norma Durango, que es la presidenta de la Banca de la Mujer y quien impulsó el proyecto, explicó que según un estudio realizado en ocho empresas de medios de comunicación, de más de 2000 trabajadores, 1393 (69%) eran hombres y 624 (31%) eran mujeres.

Acompañado de estos números la senadora profundizó que “El objetivo principal de esta ley es erradicar los estereotipos machistas y patriarcales en los medios”.

¿Cómo podemos actuar?

Si bien sabemos que los grandes medios no cambian sus lógicas ni siquiera cuando violan la ley, como sociedad y pueblo conscientes de las aberraciones que no queremos permitir encontrarnos en espacios de comunicación, es preciso que sepamos y difundamos cómo actuar.

Hay muchas cosas por las que se pueden denunciar a los medios y a sus operadores y aunque creamos que puede ser una tarea en vano (por la impunidad que manejan), es algo que debemos tener presente y que incluso puede servir como punto para afianzar las posiciones que repudian la comunicación violenta y patriarcal.

Cualquier duda, denuncia o queja, respecto a los mensajes emitidos por los medios de comunicación, se pueden plantear en el sitio web de la Defensoría del Público (https://defensadelpublico.gob.ar/) y asimismo efectuar el reclamo correspondiente. También se puede escribir al contacto @defensadelpublico.gob.ar o llamar de 10 a 17 horas al 0800-999-3333 (DEFE).

Una vez realizado tu reclamo, desde la Defensoría te avisarán sobre cómo sigue o cuál es lsa resolución que corresponde.

A esta altura debe haber quedado claro que la violencia simbólica desde la que operan los grandes medios de comunicación no es noticia nueva y de hecho parece ser la moneda corriente que manejan. Y es justamente por eso, que es fundamental marcar constantemente que el periodismo no es eso, que eso se llama violencia y que, por más naturalizada que haya estado, ya no se va a ignorar nunca más.

Maia Cubric
Maia Cubric

Nací en una ciudad de mar y eso me representa. Entiendo que nada es porque sí y que por eso mismo todo se puede cambiar. Milito porque sin construcción colectiva no se puede transformar el mundo y porque la práctica es la única y la mejor manera de revolucionar.

Cuarenta años atrás, Pérez Esquivel era distinguido con el Premio Nobel de la Paz

Cuarenta años atrás, Pérez Esquivel era distinguido con el Premio Nobel de la Paz

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El arquitecto y escultor Adolfo Pérez Esquivel se convirtió en 1980 en el cuarto Premio Nobel argentino, en su caso de la Paz, por su defensa de los derechos humanos y tras haber estado 14 meses preso de la dictadura. Se trata de una elección que este martes cumplió 40 años y que sirvió para amplificar en el mundo las denuncias de las atrocidades del gobierno de facto cívico-militar.

Pérez Esquivel es “uno de los argentinos que han aportado un poco de luz a una noche profunda”, destacó en su anuncio el Comité Nobel, que puso de relieve la tarea por los DDHH “a través de una política de no violencia”.

Cuarenta años después, el dirigente repasó el momento: “El Premio logró abrir las puertas y las ventanas de muchos lugares a los que antes no teníamos acceso y nos permitió seguir con nuestras luchas. Fue una gran bocanada de oxígeno ante la asfixia de la dictadura”, explicó en declaraciones a Télam.

La elección del argentino, por entonces de 49 años, que ya había estado preso, relegó las postulaciones del rey Juan Carlos de España, por su rol en el proceso de apertura democrática; del canciller británico Peter Carrington; del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (Acnur) y de la activista sueca contra el desarme Alba Myrdal (lo ganó dos años después).

Para entonces, Argentina ya tenía otro Premio Nobel de la Paz: el diplomático Carlos Saavedra Lamas lo había logrado en 1936, por su mediación en la guerra entre Bolivia y Paraguay.

También habían sido distinguidos Bernardo Houssay con el de Medicina en 1947 y Luis Leloir con el de Química en 1970. En 1984 se sumaría César Milstein, con otro galardón en Medicina.

Pérez Esquivel ya había sido postulado antes en dos ocasiones y cuando fue elegido estaba en libertad vigilada. Había estado preso desde abril de 1977 hasta el 25 de junio de 1978, el día que en Buenos Aires se jugó la final del Mundial de Fútbol 1978.

Un día después de conocerse el premio, el dirigente dio una conferencia de prensa en la sede del Servicio de Paz y Justicia (Serpaj), con imágenes del Papa Juan Pablo II y el cardenal Arnulfo Romero detrás, en la que juzgó que la elección lo animaba a “continuar el trabajo para crear una sociedad en la que el hombre pueda vivir más dignamente”.

“Es evidente que en Argentina no se respetan los derechos humanos: existen miles de desaparecidos, los niños nacen en las cárceles… Nuestro trabajo consiste en buscar una solución a este drama por la dignidad de la persona”, subrayó entonces.

Además expresó que compartía el Premio con el Movimiento Ecuménico por los Derechos del Hombre (MEDH), la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) y las Madres de Plaza de Mayo.

El diario Clarín reseñó entonces que la embajada argentina en Oslo dijo desconocer a Pérez Esquivel cuando un periodista solicitó una foto y que algún medio extranjero hasta lo citó como de nacionalidad brasileña.

El poco nivel de conocimiento de la figura parecía un dato: en el material que dio cuenta de la noticia, la agencia Télam afirmó que Pérez Esquivel “no había alcanzado hasta allí trascendencia pública ni una repercusión social que lo elevara a la consideración de sus compatriotas ni mucho menos de la comunidad internacional”.

El Comité Nobel noruego elige a sus premiados de entre quienes hayan hecho “el mejor trabajo o la mayor cantidad de contribuciones para la fraternidad entre los países, la supresión o reducción de ejércitos, así como la participación y promoción de congresos de paz y derechos humanos en el año inmediatamente anterior”.

El de la Paz, habitualmente de los más polémicos, es uno de cinco Premios especificados en el testamento de Alfred Nobel y el único en el que no se informan las razones, aunque algo suele esbozarse en el anuncio.

El Comité esconde la lista de candidatos y esos registros quedan sellados durante 50 años una vez que los premios son entregados.Cada beneficiario recibe una medalla, un diploma y un premio monetario, cuyo valor varía con el paso del tiempo.

En sus declaraciones a Télam, Pérez Esquivel contó que todo lo que recibió lo puso a disposición de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y que el 10 de diciembre –aniversario exacto de cuando recibió el Premio- pretende entregarlo en mano al titular de la casa de estudios, Alberto Barbieri.

Pese al paso del tiempo, el Nobel argentino no considera que la distinción lo haya cambiado, sino que, por el contrario, se mantiene “igual, comprometido con los pueblos, los indígenas, los campesinos, los religiosos, los sindicatos, en definitiva, con los que sufren y luchan, en especial con los más pobres, con los más necesitados”.

El galardón al argentino alimenta la lista de seis Premios de la Paz latinoamericanos: además de Saavedra Lamas y Pérez Esquivel, lo ganaron la guatemalteca Rigoberta Menchú, el costarricense Oscar Arias, el mexicano Alfonso García Robles –compartido con la sueca Myrdal- y el colombiano Juan Manuel Santos.

Un llamado desde el teléfono público y la urgencia de una cita en la embajada

El 13 de octubre de 1980, Adolfo Pérez Esquivel hizo un llamado a su casa desde un teléfono público, por una cuestión familiar, y su esposa, Amanda, le contó que había recibido una comunicación de la embajada de Noruega en Buenos Aires, desde donde lo buscaban con urgencia: se enteraría allí, un rato después, que había ganado el Premio Nobel de la Paz.

“Obvio que no había celulares, y yo tenía que llamar a casa, así que llamé desde un teléfono público al teléfono de línea. Y me esposa me dijo `Tenés que ir urgente a la embajada de Noruega, que te están esperando, porque tienen que hablar con vos ya`”, relató, en declaraciones a Télam.

Reseñó entonces que, así como estaba vestido, se fue a la sede diplomática escandinava –por entonces en Esmeralda 909-, donde lo esperaban las autoridades.

“El embajador me hizo pasar a un hall de entrada, y miraba muy insistentemente el reloj de la pared. Yo le pedía que me dijeran por qué me habían convocado. Veía que habría un acto y quería saber de qué se trataba”, relató.

El embajador Odd Gerhard Jakobsen insistió en que debía esperar un rato, porque el anuncio ocurriría a las 17 de Oslo, que eran las 12 en Argentina.

A través de una transmisión de escasa calidad técnica, Pérez Esquivel escuchó entonces de boca del titular del Comité noruego del Nobel, John Sannes, que era el nuevo Premio Nobel de la Paz.

En ese encuentro, Pérez Esquivel dijo ese mediodía algo muy parecido a lo que diría en diciembre en Oslo, cuando recibió la distinción: que no lo consideraba un premio personal, sino de “todos los que luchan” y que lo aceptaba “en nombre de los pueblos de América Latina”.

“Mi casa después estaba llena de gente. Fue una romería… Pero no fue todo tan bueno. Me anunciaron el premio el 13, y el 15, dos días después, dos tipos con armas intentaron matarme. Yo estaba con mi hijo en un auto y le dije ‘acelerá, acelerá, que nos vienen a matar’. Nos corrieron para matarnos, pero se cruzó un taxi atrás nuestro y no pudieron disparar. Así que nos salvó la vida un tachero”, rememoró el titular del Serpaj.

Marcelo G. Cena
Marcelo G. Cena

Trabajador de Prensa en diversos medios. Militante de la vida Peronista. No soy neutral.

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