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El general Juan Domingo Perón dijo alguna vez que “la política es la política internacional, el resto es vuelo de cabotaje”. Sin ánimos de desmerecer lo que sucede en el país, si no se comprende lo que sucede fuera, los intereses en juego, las zonas de influencia que las grandes potencias se disputan, entre otras cuestiones, probablemente haremos lecturas erróneas o incompletas sobre lo que pasa en Argentina.

Mucho se ha hablado respecto del trabajo que hizo EEUU respecto de las Fuerzas Armadas durante los 60, 70 y 80, que desembocaría en dictaduras militares, en decenas de miles de desaparecides, en miles de muertes. Otro tanto se ha profundizado respecto de las implicancias del neoliberalismo y su sistema de valores, sus intereses y consecuencias -aún presentes- sobre nuestros pueblos.

En Argentina, con la discusión de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, y fundamentalmente bajo la retórica y la narrativa construida por el kirchnerismo, se pudo poner en evidencia el rol que juegan los medios de comunicación y muchos de sus “periodistas” estrellas. Pese a ello, poco y nada se habla respecto del financiamiento, la formación y la cooptación que ejerce la embajada norteamericana sobre muchos de ellos.

Más allá de los nombres, lo importante es señalar que el trabajo que hicieron en su momento sobre las FFAA del continente (y que seguramente siguen haciendo), hoy se ha diversificado y también abarca a jueces, fiscales, periodistas o influencers. De hecho muchas ONG’s son el nexo entre las partes. Algunas las hemos mencionado en anteriores oportunidades, pero hay un sinfín de estructuras supuestamente sin fines de lucro que operan permanentemente.

Si se observan las publicaciones, donde se pone el foco, qué tipo de información se publica y cuáles son las fuentes informativas, pareciera que el grado de desconocimiento de estas situaciones -de gran parte del “periodismo”- es tan grande como preocupante.

Está claro: los EEUU tienen los billetes para comprar las voluntades de cientes de colegas y eses son los que operan permanentemente. Pero no son la mayoría; por el contrario, si se ve el panorama completo son una minoría, pero una minoría que trabaja en los medios más influyentes o de mayor alcance. Entonces ¿dónde radica el problema si son una minoría? En que muches del resto, reproducen la información que estos generan. La mirada crítica -al menos en cuestiones internacionales- está prácticamente ausente.

Quienes quieran tomarse el trabajito, recorran las diversas radios, los canales de televisión, los portales web y los medios impresos y hagan la cuenta de cuántos programas abordan temas internacionales. De los que encuentren, analicen cuántos efectivamente se toman el trabajo de buscar información y cuántos reproducen lo que dicen los medios más grandes o influyentes. Seguramente se sorprenderán.

Lo internacional viene dado, viene masticado por un puñado de agencias de noticias internacionales (mayoritariamente norteamericanas o europeas) y muches comunicadores sólo las reproducen. Que esto suceda no es casual, es causal.

Muchas ONG’s, medios, jueces y fiscales, son hoy parte de lo que tanto el ex presidente ecuatoriano, Rafael Correa, como la vicepresidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, han denunciado hasta el cansancio como Lawfare. Y las conexiones de ese entramado complejo de corruptelas y operaciones siempre tienen como común denominador a la embajada de los EEUU. Sea en el país que sea, sea en el continente que sea. Por algo se lo llama imperio.

Lamentablemente, aún hay muches compañeres del campo nacional y popular que cuando se les menciona el tema, saltan con el berrtín simplista de que eso es conspiranoico o ningunean las denuncias que muches otres hacen. Culturalmente, al menos en este plano, todavía nos llevan ventaja.

En artículos anteriores, señalábamos que la cuestión de la comunicación también es una cuestión de Seguridad Interior y de Defensa Nacional. Precisamente porque quien maneja la información tiene el poder de usarla o no. El imperio, los yanquis, las corporaciones y lobistas son quienes tienen a su favor a los medios de producción simbólica más influyentes, e influyen sobre las construcciones narrativas no sólo de esos medios, sino de muchos medios compañeros. La tarea para revertir tal flagelo es enorme.

La posición argentina contra Venezuela en Naciones Unidas, a partir no del informe de la Alta Comisionada para los DDHH, Michelle Bachelet, sino de un grupo “independiente” que nunca pisó suelo venezolano, es un claro ejemplo de cómo lo que sucede en otros lugares y los intereses de las grandes potencias y sus presiones, está vinculado con lo que pasa en nuestro país. Argentina votó junto con el Grupo de Lima que encabezan Bolsonaro (Brasil), Duque (Colombia), Piñera (Chile), Vizcarra (Perú); Argentina votó junto a Gran Bretaña, Ucrania, España, Alemania y Italia, entre otros.

Cabe recordar que el Grupo de Lima llegó de la mano de Macri y tiene por objetivo por un lado derrumbar la unidad continental que representan la UNASUR y la CELAC, y por el otro busca derrocar al gobierno de la República Bolivariana de Venezuela que encabeza Nicolás Maduro Moros.

Con esta votación Argentina no sólo destrozó la Doctrina Drago, sino que se separó de México -que se abstuvo de votar- y se plegó a la postura impulsada por EEUU contra la Venezuela revolucionaria y chavista ¿Quiénes festejan esta postura de nuestro país? La derecha continental, las multinacionales (fundamentalmente del sector de los hidrocarburos), los norteamericanos y sus socios europeos.

La gravedad del hecho es que Argentina termina votando junto con aquellos que dentro de nuestro país promueven el odio, que intentan desgastar al Frente de Todes, que mienten descaradamente todo el tiempo en cada huequito que les dan las corporaciones mediáticas. Esos sectores están vinculados con EEUU a través de la Embajada o de múltiples ONG’s financiadas por EEUU o Europa y que hemos señalado anteriormente en otros artículos.

Si se pretende construir una democracia más justa, más consolidada, donde nuestros pueblos sean menos permeables a los discursos del odio y al engaño producido por los grandes emporios comunicacionales, hay que darse un trabajo de hormigas. Y el primer paso es llamar a las cosas por su nombre, guste a quien le guste y cueste lo que cueste.

Nicolás Sampedro
Nicolás Sampedro

Prefiero escuchar antes que hablar. Ser esquemático y metódico en el trabajo me ha dado algún resultado. Intento encontrar y compartir ideas y conceptos que hagan pensar. Me irritan las injusticias, perder el tiempo y fallarle en algo a les demás.

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