El 4 de octubre del mismo año en que caía el Zar dándole paso a la Revolución Rusa conducida por Lenin; en San Carlos, Chile, nacía Violeta del Carmen Parra Sandoval. Era hija de Clarisa, una campesina, y de Nicanor, un profesor de música rural.
A temprana edad se acercó a la música y en ella encontró la respuesta a las tristezas de su infancia fría y despojada de derechos. La guitarra se volvió su mejor herramienta de expresión. Violeta viajó por Chile tocando en cada lugar donde hubiese alguien dispuesto a poner la oreja para escuchar. Eso le otorgó conocimiento de su cultura y la transformó en un testimonio desde Chile hacia el mundo.
Su vida y obra constituyen una referencia universal para el folklore. Fue madre de cuatro hijes y estuvo casada en dos oportunidades. Quienes llegaron a conocerla y compartir sus sueños, la describen como alguien que construía a partir del amor, la paz y la justicia social.
De alma revolucionaria, sus letras y composiciones están marcadas por armonías disonantes que lograron transmitir sus sentires. La tristeza, el amor o el desamor, la política y la denuncia son piezas clave en la composición, tanto de sus canciones como de sus pinturas al óleo o las arpilleras que con sus propias manos creaba para vestir sus presentaciones.
Llegando a la década del 40, junto a su primer marido, se acerca al comunismo. Desde ese momento, Violeta no paró ni un instante en gritar las injusticias de su Chile, a través de las cuerdas de su guitarra.
Nuevamente viaja por el país, esta vez recuperando bagualas populares que prácticamente estaban desaparecidas y que muchas veces hasta para el pueblo Mapuche ya eran parte del olvido. Ella las reversionó.
Violeta se volvió reconocida mundialmente y con ella el rostro desprotegido del pueblo Chileno se iluminaba. Pero era mucho más que eso, porque en los rasgos aindiados de Violeta se reflejaba la mirada y la voz de toda Nuestra América.
El 17 de diciembre de 1965 Violeta Parra inaugura La Carpa de La Reina en un terreno ubicado en el Parque de la Quintrala que el municipio le había cedido para consolidar un centro cultural, su mayor anhelo.
Su hijo Ángel contó que su madre había llegado a un punto culmine: acababa de exponer su colección de arpilleras en la sala de Artes Decorativas del Museo del Louvre de París. Después, sólo le interesaba quedarse cerca de la gente y vivir, literalmente, con los pies en la tierra.

La carpa tenía capacidad para 500 personas pero solo llegó a tener unas 150 de público en verano, y llegado el invierno se convirtió en un problema. Las clases culturales no pudieron concretarse por falta de gente. Las lluvias convirtieron al Parque La Quintrala en un barrial y el lugar era inaccesible.
Gilberto Favré, su enamorado de entonces, no resistió el frío ni la frustración y un día de 1966 partió a Bolivia. Una noche de junio la carpa se vino abajo y con ella Violeta.
El 5 de febrero de 1967, tres años antes del ascenso de Salvador Allende al gobierno, Violeta Parra tomó un revólver se lo llevó a la frente y apretó el gatillo; murió al instante. Hacía tiempo que se encontraba deprimida por la historia de su vida, su tierra, las desdichas amorosas y el hecho de que como artista no había sido escuchada por quienes gobernaban.
Al instaurarse la dictadura de Pinochet en 1973, parte de sus obras fueron resguardadas en la Casa de Las Américas en Cuba. Y algunas de las arpilleras que habían quedado en su casa de Ginebra fueron rescatadas por un amigo suyo de Suecia, que en 1979 las entregó para que pudieran ser exhibidas.
Su paso a la inmortalidad fue de la mano de variades artistas que reversionaron o hicieron mención de su nombre en canciones de diversos géneros, conquistando así el corazón de miles de melómanes alrededor del mundo.
Fue una artista polifacética que supo encarnar la voz de muchísimas mujeres silenciadas por el contexto y el machismo predominante de la época. Una referente para mujeres como Mercedes Sosa, quien le rindió un homenaje con la conocida versión de Gracias a la Vida, obra que termina de realizarse en términos filosóficos, un año después al suicidarse.