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“Yo no tengo amigos, cariño. Tengo amores”

Los puentes que se construyen entre unx mismx y algún libro que logra estremecerte la piel pueden tener orígenes diversos: algún profe piola en el secundario o alguna publicación vistosa en Facebook. Si nos ponemos más imaginativos, el nombre de Pedro Lemebel pudo haber sido pronunciado por una piba con una enorme curiosidad lectora en presencia de su amigo atento, que la acompaña con la mirada y el oído; ambos inmersos por unos minutos en los escenarios relatados en “Loco afán. Crónicas de sidario”.

Nuestra hermosa marica latinoamericana nació en Chile; escritor, cronista y artista plástico. En sus diversas intervenciones no solo se puede apreciar su potencial contestatario por medio de las denuncias bajo su poderosa prosa a la dictadura de Augusto Pinochet, sino que además logro incluir dentro de su performance combativa la propia corporalidad. El maquillaje y su andar a puro taco alto se constituyeron como insignias desafiantes al interior del régimen militar chileno.

Hace pocos días tuvo lugar el estreno cinematográfico de una de sus grandes novelas: “Tengo miedo torero”. La adaptación estuvo en manos del director chileno Rodrigo Sepulveda. La historia publicada en el año 2003 diecisiete años más tarde, ahora en formato cine-streaming, logró alcanzar los 200.000 espectadores en sus primeros dos días de estreno en Chile.

Con música de Pedro Aznar y Manuel García, la trama nos lleva al Chile de los años 80’. Una travesti pobre y un guerrillero inmerso en un plan para matar a Pinochet, emprenden un viaje repleto de encuentros y desencuentros. Sin entrar en detalles, la historia logra exponer las dos dimensiones antagónicas que dividen a estxs dos personajes: la tiranía de la dictadura y el prejuicio al interior de la revolución.

“Pero para ti yo no tengo nombre”

“La cuando no, la cuando nunca, la siempre en domingo, la Tete, la Totó, la Milú, la Chumilú, pero para ti yo no tengo nombre”, así es como se presenta nuestra “loca del frente” ante el chongo que acaba de conocer. Resulta paradójico no tener un nombre, carecer de un significado y un significante que permita de alguna manera sortear con mayores ventajas la disputa con el olvido.

Esta escena fue una de las seleccionadas para conformar el tráiler. El diálogo no solo es el cortejo fundacional de nuestros dos protagonistas, sino además nos invita a reflexionar-problematizar el lugar marginal que ocupan los testimonios de un colectivo severamente atacado por las dictaduras militares en Latinoamérica. Al día de hoy poca memoria se tiene de aquellxs que “no tienen nombre”.

Michael Pollak es un sociólogo austríaco que elaboró una serie de categorías para pensar el proceso de construcción de las memorias colectivas. Uno de sus principales aportes es pensar a la memoria como un concepto plural, ya que al interior de tal dimensión no existe unanimidad, al contrario: es un territorio en constante disputa.

En este sentido, el autor profundiza el análisis y nos habla de “memorias oficiales” y “memorias subterráneas”, aquellos testimonios que por diversas circunstancias logran imponerse por sobre otros. Es interesante como herramienta analítica la apropiación de tales conceptos para comprender la heterogeneidad que existe al interior de cada frontera en los procesos de constitución de las propias memorias colectivas.

Lo cierto es que Argentina es un caso paradigmático en el mundo. Sin una política punitiva que penalice negar el terrorismo de estado como podría ser el ejemplo de Alemania, Los testimonios de lxs militantes políticos que buscaban transformar la sociedad en aquellos tiempos de sucesivas dictaduras, lograron transformarse en una narrativa altisonante y en una memoria oficial gracias a la fuerte lucha de los movimientos y organismos de derechos humanos. Lxs 30.000 desaparcidxs son una bandera instalada en la conciencia colectiva y una voz presente en los actuales libros de historia.

Sin embargo, el pasado siempre aparece para hacer preguntas nuevas. En ese sentido es necesario señalar la heterogeneidad existente al interior de las víctimas del terrorismo de estado. La dictadura no solo torturó y desapareció militantes políticos organizadxs, sino también sucumbieron diversos actores que desafiaban el orden represivo bajo otras modalidades.

Emanuel Theumer, activista y docente de la Universidad Nacional del Litoral en una entrevista para la agencia de noticias Presente expone: “La dictadura argentina de 1976 se autopresentó como Proceso de reorganización y se asentó en una comprensión de familia heterosexual cristiana como la base de la defensa nacional. El aparato represivo dirigido a personas por su expresión de género, orientación sexual e identidad de género se articuló dentro del plan recrudecido de sostenimiento de una moral pública heterosexual-reproductiva”.

Por eso, no solo agrega valor ver una novela de Lemebel plasmada en el séptimo arte, sino que “Tengo miedo torero” logra poner en altavoz una memoria subterránea; se hace carne la cotidianidad de las maricas y las travas embebidas en el terror de los regímenes dictatoriales.

En el libro de Carlos Jauregui “La homosexualidad en Argentina”. Jáuregui escribió: “Nuestra comunidad, como toda minoría en tiempos dictatoriales, fue víctima privilegiada del régimen”. La cifra estima “cuatrocientos homosexuales”. En aquellos tiempos, la palabra “homosexuales” era un modo de clasificar a todas las identidades que no eran estrictamente heterosexuales. Incluía a gays, lesbianas, trans, travestis, bisexuales y más. Es una realidad que en los juicios por delitos de lesa humanidad, es poco lo que se escucha sobre las violaciones a derechos humanos de las personas LGBTTIQ. 

Las “locas del frente” hoy

En Argentina, desde hace algunos años se trabaja sobre las 400 personas LGBTI desaparecidas, tratando de armar un archivo. Los resultados producto de la movilización popular como herramienta política lograron catapultar las voces sin interlocutores y de alguna forma construir un escenario con oídos dispuestos a escucharlas.

“Si algún día hacen una revolución que incluya a las locas, avísame. Ahí voy a estar yo en primera fila”. Esta frase que esboza nuestra protagonista a la hora de comunicarle a su amado Carlos el papel que juegan las locas en la revolución denota cierto anacrónismo, ya que con el pasar de los años el amplio bagaje que compone el ideal de sujetx revolucionarix logró sin dudas ampliar sus horizontes.

Por supuesto que no vamos a cometer la imprudencia de afirmar que las deudas que la sociedad tiene con el colectivo LGBTTIQ fueron saldadas, ni mucho menos. Recién podemos vislumbrar su periodo fundacional. Pero cuando Lemebel pone en palabras por medio de la “loca del frente” su posición, es inevitable no dejar pasar por alto la palabra “incluir” y por consiguiente, la emergencia de diferentes espacios políticos dispuestos a vehiculizar la materialización de dichas demandas.

En Argentina hace unas semanas atrás el gobierno nacional estableció por decreto 721/2020 el Cupo Laboral Travesti Trans en el Sector Público Nacional, una decisión fundamental para reparar vulneraciones y promover la inclusión. No sé si se podríamos asegurar con exactitud cuál era el ideal revolucionario de La Pedrito a poco tiempo de morir en el año 2017. Lo que sí podríamos afirmar con certeza,  es que pudo ser testigo de una gran seguidilla de  conquistas y le toco abandonarnos físicamente en un contexto más esperanzador para la comunidad.

Pedro Lemebel comprendió perfectamente el vacío narrativo detrás de “Lxs sin nombre”. Por eso no paro de escribir, de polemizar y denunciar. Hoy, la memoria del enorme colectivo LGBTTIQ se propone comenzar un arduo camino de recuerdos. Gracias a todas nuestras “locas del frente”, que no dieron marcha atrás ante el imperativo del olvido; gracias a las locas como Pedro, los colores del arcoíris no solo pintarán el presente y el futuro, el pasado también.


Bibliografia:
Pollak, Michael (2006). Memoria, olvido, silencio. La Plata: Ediciones Al Margen.

Sergio "Chachi" Vaca
Sergio “Chachi” Vaca

Nací en la provincia de Córdoba pero residí la mayor parte de mi vida en Puerto Madryn. Me encanta charlar conmigo mismo cada vez que termino una película y tengo el don de memorizar datos triviales. Pensar una disociación entre erudición y escritura me parece un buen ejercicio para disputar espacios.

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