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Ese gran estadista y militar rioplatense llamado José Gervasio Artigas, quien recibiera el título de “Protector de los Pueblos Libres”; ese gran estandarte del federalismo que tanto paraguayos como guaraníes misioneros llamaban Karay Guazú (‘Gran Señor’), ese compañero posiblemente los hubiese desterrado por cipayos.

La definición

La Real Academia Española, ese gran ente colonialista que impone la forma “correcta” de hablar, esa institución que dice qué está bien y qué no en relación a palabra, define Cipayo como “Soldado indio de los siglos XVIII y XIX al servicio de Francia, Portugal o Gran Bretaña. También la define como Secuaz a sueldo. En definitiva, un mercenario, alguien que yendo contra su pueblo, sus costumbres y tradiciones, trabaja para el enemigo a cambio de unas monedas.

Claro está que hay personas de esta calaña más caras que otras, pero en definitiva, no dejan de ser unas monedas. Por más sueldo que obtengan por ningunear, agredir o bastardear a les suyes, siempre será poco para las arcas imperiales o de intereses extranjeros. Precisamente porque el sistema fue creado por ellos y sus monedas siempre valdrán más que las nuestras. En definitiva, por múltiples factores, por migajas, hay quienes se venden a intereses foráneos, lamen las botas de sus amos y luego las lustran para sacarles brillo. Ese brillo impoluto que la gran maquinaria mediática ha construido al respecto de esas “refinadas” marcas multinacionales que saquean a nuestros pueblos, y que explotan a propies y ajenes.

Los medios de mayor alcance de la Argentina, parece que cada vez se ajustan más a la definición antes mencionada: que Uruguay es esto, que Uruguay es aquello, que los argentinos somos esto, que somos esto otro. Esas corporaciones mediáticas que durante los cuatro años de macrismo, hicieron amarillismo desinformativo (valga la redundancia), esos mismos que durante los 12 años de kirchnerismo hicieron “periodismo de guerra” (habría que ver si hicieron periodismo o solo guerra), son los que ahora promueven o intentan instalar la idea del “éxodo argento” y señalan al Uruguay gobernado por la derecha que encabeza Lacalle Pou.

“Síganme que no los voy a defraudar”

Pero la idea de que todo lo hecho en nuestro país es más “berreta” que lo hecho afuera, no es nuevo ni novedoso. Fue el mismo discurso que los medios hegemónicos instalaron durante el menemismo. La construcción narrativa era sencilla, llana: Argentina era un país de mierda y cualquier otro lugar del mundo era mejor ¿No dista mucho de lo que intentan instalar hoy no?

El tema no son les ciudadanes de a pié que no llegan a fin de mes y que ven recortadas sus posibilidades para vivir dignamente y ven en la migración una posibilidad de subsistencia. Ese compañere, esa compañera, ese compañero simplemente está haciendo lo que haría cualquiera que quiere sobrevivir. El cipayo, la cipaya, le cipaye es quien es consciente del daño que genera, pero que sin importarle demasiado, prioriza su bolsillo y sus intereses por sobre los del colectivo, los de la comunidad donde vive, los de su pueblo.

El gobierno argentino del Frente de Todes no solo se encontró con un país arrasado por la administración cambiemita: a los pocos meses de iniciada su gestión le apareció una pandemia que puso en evidencia no sólo la destrucción de los cuatro años amarillos, sino las deudas históricas con nuestro pueblo. Así y todo, con aciertos y errores, la viene piloteando.

Huele a azufre

Al principio parecía haber una tensa calma, una suerte de tregua, pero que rápidamente quedó en la nada. Chorros de tinta, miles de horas de tv y radio intentando desgastar la imagen del gobierno, intentando generar fracturas a lo interno del Frente de Todes, demostrando no sólo su impunidad y su falta de escrúpulos, sino su odio. Odio hacia todo aquello que represente lo popular, lo plebeyo; odio que se materializa sobre la imagen de una persona que se convirtió en símbolo de ese pueblo profundo, de ese sentir nacional y popular, y que se llama Cristina Fernández de Kichner.

Los medios de comunicación hegemónicos -lo decíamos en la nota anterior- se han convertido en una maquinaria de guerra simbólica que además de operar según sus propios intereses económicos y políticos, fundamentalmente responde a los intereses de las grandes corporaciones que los financian y por ello, se han vuelto un problema para la Seguridad Pública y para la Defensa Nacional.

La pregunta es ¿cómo se vence a esa irradiación permanente de odio si ellos son los que tienen los fierros? ¿Cómo romper con esas construcciones semánticas que intentan barrer con toda expresión popular? ¿Cómo construir otro relato en medio de una pandemia, donde salir a las calles a demostrar ese apoyo mayoritario sería contraproducente para la salud de nuestro pueblo? ¿Cómo construir ese otro discurso, necesariamente colectivo y comunitario, si somos un archipiélago inconexo de experiencias comunicacionales pequeñas? ¿Cómo hacerlo si los grandes son los que más pauta oficial tienen?

Construir comunidad organizada

Estas preguntas sin duda no tienen fácil respuesta, pero por algún lado hay que comenzar: con solidaridad, con organización, con trabajo comunitario y cooperativo, y teniendo como objetivo construir hermandad, construir comunidad, pero organizada.

Recientemente el diputado y jefe del bloque del Frente de Todes, Máximo Kirchner, invitó a todes a que se queden, que “la Argentina tiene desafíos muy difíciles por delante y necesitamos de todos y todas. Recién escuchaba que hay gente que se identifica con una generación que se quiere ir del país. Saben qué les digo: quédense en este país porque este país es de ustedes… Quédense y ayúdenos a levantarlo y ponerlo de pie… Las peleas se dan acá, no se desiste nunca”.

Está más que claro que el mensaje está destinado al pueblo argentino, a quienes quieren a este país y pretenden lo mejor para él y para quienes habitamos este territorio. A los cipayos, a quienes solo disparan odio y rencor, si quieren irse de la Argentina, adelante, bienvenido sea… Nos hacen un favor.

Nicolás Sampedro
Nicolás Sampedro

Prefiero escuchar antes que hablar. Ser esquemático y metódico en el trabajo me ha dado algún resultado. Intento encontrar y compartir ideas y conceptos que hagan pensar. Me irritan las injusticias, perder el tiempo y fallarle en algo a les demás.

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