En 2018, el filósofo argentino-mexicano fundador de la Filosofía de la Liberación, Enrique Dussel, participó de la tercera Escuela de Pensamiento Decolonial, en la que analiza las características de los procesos sociales y el rol del Estado en esos procesos.
Dussel habla de tres constelaciones: una primera donde el Estado es legítimo y la sociedad lo acepta como válido junto con sus reglas; una segunda donde esa legitimidad es puesta en duda y se inician procesos de lucha (revoluciones) para transformar/destruir esos estados; y una tercera constelación donde esos procesos logran triunfar y comenzar a construir otro tipo de estados.
Si bien lo antes dicho es una simplificación a la complejidad del análisis hechos por el filósofo nuestroamericano, desde esa esquematización se puede intentar comprender los procesos de cambio que se vivieron en este continente a lo largo de la historia. Es más que claro que no es lineal, esos procesos tienen ida y vueltas y nada garantiza que lo que comenzó se consolide o retroceda. Todo depende de la fuerza del proceso.
El ejemplo citado por Dussel es el de los procesos de la primera independencia: Un estado colonial que funcionó con cierta legitimidad durante un tiempo, luego los procesos revolucionarios de independencia de la metrópoli y finalmente la construcción de esos nuevos estados convertidos a posteriori en naciones.
Algo similar sucedió si se analiza el pasado reciente: Luego de las dictaduras, impuesto el neoliberalismo y sus lógicas, durante un lapso de tiempo esa forma de vida tuvo cierta legitimidad social. Paulatinamente -y ante los resultados desastrosos- comienza a ponerse en cuestión ese sistema. Los procesos progresistas y/o revolucionarios de las últimas décadas fueron esos intentos por construir un nuevo tipo de estados.
La lectura de Dussel se puede asemejar a la realizada por el ex vicepresidente boliviano, Álvaro García Linera, quien afirma que los procesos de cambio se dan por oleadas. A posteriori de esos procesos que Correa llamó la época de oro de Nuestra América, vino un retroceso y el continente se pintó de gobiernos alineados con EEUU. Esa tercera constelación que comenzaba, se frustró (al menos momentáneamente) por injerencia del imperio y su maquinaria de muerte y por errores propios de cada proceso.
El repliegue de EEUU hacia Nuestra América
Al tiempo que el imperio metería la cola en el continente, simultáneamente se daría que la legitimidad norteamericana comenzaría a perder fuerza a lo largo y ancho del globo. La aparición de Rusia y de China como otros bloques de poder, fueron generando que el país del norte vuelva su mirada hacia el continente que le sirvió como trampolín para convertirse en el hegemón global.
Ese repliegue en el continente, se pudo ver no sólo en los golpes de estado de nuevo tipo que vivió la región desde 2009 con el derrocamiento de Mel Zelaya en Honduras, sino que estas semanas tuvo nuevos hechos que podrían concatenarse como eslabones de esa cadena que intenta contener a todos los países de la región, bajo la influencia gringa.
Proscripción en nombre de la república
Como se podrá observar, las proscripciones de Evo y Correa en Bolivia y Ecuador, no son algo aislado, responden a ese entramado complejo de formas de desestabilización de los procesos políticos que cuestionan la legitimidad del sistema neoliberal impuesto por la potencia del norte.
Los poderes judiciales se han convertido en una herramienta política del imperio y de sus lacayos locales para intentar impedir que esos procesos de cambio puedan avanzar y consolidarse. No es nada nuevo, lo mismo hicieron a mediados del siglo pasado luego de que la Revolución Cubana triunfara. En esa época recurrieron a los golpes de estado, al tiempo que expandían sus corporaciones multinacionales por todo el continente.
Hoy el entramado es mucho más complejo: ya están dentro de los países del continente las multinacionales del saqueo del norte, ya tienen un control significativo sobre los medios de comunicación de mayor alcance, ya tienen comprados a muchos jueces y fiscales, ya tienen sus ONG’s dispuestas a operar sobre la sociedad civil, etc etc etc.
La narrativa de la derecha siempre es en defensa de la democracia y la república, siempre los gobiernos populares, progresistas y/o revolucionarios son los culpables de todo mal que aqueje a una nación.
Levantamiento policial en Buenos Aires
Los actos de sedición policial en la provincia de Buenos Aires que tuvieron lugar en estas semanas también pueden leerse en esta clave. Si bien el reclamo que sostenían puede resultar legítimo -y así lo reconocieron tanto Alberto Fernández como Axel Kichillof– la forma en que se dio es una alarma que debería poner a todes en estado de alerta.
Esta afirmación no es casual o no responde a teorías conspirativas, como muchas veces se quiere hacer creer. Las Fuerzas de Seguridad han sido punta de lanza en los procesos desestabilizadores del continente en las últimas décadas. El imperio ya no se preocupó tanto por los ejércitos (muy menguados por las políticas de abandono neoliberal), sino que pusieron el ojo en policías, jueces, fiscales y periodistas. La teoría de los Golpes Blandos construida por el politólogo norteamericano Gene Sharp, precisamente contempla estos nuevos actores.
La operatoria mediática también buscó seguir erosionando la ya lesionada relación entre la sociedad civil y las Fuerzas de Seguridad. Relación lesionada precisamente porque las policías luego de la dictadura se quedaron con muchos de los negocios ilegales, dado que son quienes controlan territorialmente las distintas regiones.
Ese complejo entramado, sumado a la desaparición de personas, al asesinato selectivo sobre los sectores populares -conocido como gatillo fácil-, son los que han generado una enemistad manifiesta durante mucho tiempo entre la sociedad civil y las policías. Enemistad que de alguna manera sigue vigente hasta hoy.
¿Quiere decir esto que les efectives policiales en su totalidad estaban complotando para desestabilizar al gobierno? Seguramente no. Pero que la derecha intentó utilizarlo para producir esa situación, o al menos generar una idea de ingobernabilidad, si existió. No es novedad el vínculo que existe entre la derecha argentina, la embajada norteamericana y con diversas ONG’s como Pensar, Suma, Libertad, donde ex funcionaries amarilles son parte.

Esta compleja situación, lejos de ser una cuestión doméstica, tiene vasos comunicantes con el exterior y los deseos del norte de que todo el continente se alinee con sus intereses: Las presiones sobre Venezuela, Cuba y Nicaragua; la participación activa en los golpes de estado del último tiempo en Honduras, Paraguay, Brasil, Bolivia; la alianza con los gobiernos de Ecuador, Colombia, Perú, Chile; el financiamiento (vía FMI) de la campaña de Macri.
Política de Defensa y de Seguridad Nacional
Durante las presidencias de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner se consolidaron interesantes transformaciones en la forma en las que el Estado concibe la Defensa Nacional: se pasó de la Política Militar a la Política de Defensa. Este cambio comenzó a consolidar el mando civil de las Fuerzas Armadas, además de delimitar las incumbencias del instrumento militar con un marco normativo específico.
Tal como lo señala la colega Miranda Cerdá en su reciente publicación, este proceso intentó ser revertido durante la administración del gobierno macrista: desfinanciamiento, alineamiento cuasi total con las políticas dictadas por Washington, pretender que las FFAA intervengan en temas de seguridad interior como narcotráfico, terrorismo o crimen organizado.
Afortunadamente la llegada al gobierno del Frente de Todes y la designación de Agustín Rossi como ministro de Defensa generó que se revierta la tendencia que pretendía imponer el país del norte a través de su títere local.
Los desafíos
El entramado mediático construye lo que sucede en otros países del continente o del mundo como si fueran hechos aislados y que nada tienen que ver con lo que sucede en este país. El primer gran desafío es romper con esta ecuación, dado que muchas de las cosas que suceden en Venezuela, en Bolivia, en Ecuador, Brasil, Chile u otros países tienen mucha relación con lo que pasa en Argentina.
Sólo por dar un ejemplo, las presiones, boicot, sanciones y demás agresiones de los EEUU para con Venezuela hay que comprender los como uno de los escenarios posibles si los niveles de autonomía y autodeterminación argentinos crecen en detrimento de lo que los norteamericanos pretenden para este país. Venezuela es -quizás- la expresión máxima de lo que está dispuesto a hacer Washington para desestabilizar a un proceso revolucionario ¿Se referirá a eso la derecha argentina cuando afirma que vamos camino a ser Venezuela?
Lo ocurrido en el Estado Plurinacional de Bolivia es otro ejemplo que necesariamente hay que mirar: quienes primero se sublevaron -ante la movilización de la derecha- fueron las fuerzas de seguridad, que se negaron a disuadir e incluso se acuartelaron. Evo se negó a sacar a las FFAA a las calles para restablecer el orden, y esas mismas fuerzas fueron las que a posteriori consolidaron el golpe.
Teniendo en cuenta lo antes dicho, el desafío que se le presenta a la Argentina, no sólo tiene que ver con la consolidación de una política de Defensa Nacional acorde a los tiempos que corren (con el correspondiente financiamiento, tecnificación y capacitación de sus efectivos), sino implementar una inteligente estrategia diplomática, ampliando los horizontes y los aliados comerciales y estratégicos.
De igual manera que sucede con la Defensa, el otro gran desafío es la construcción de una Política de Seguridad Interior que no sólo refuerce el rol institucional de las Fuerzas de Seguridad y su subordinación al poder político, una política que efectivamente avance en desmantelar los resabio de las corruptelas y los negocios ilícitos que aún persisten, sino que también amplíe la mirada más allá de las fronteras y contemple cómo estas están siendo utilizadas en escenarios de desestabilización de los procesos políticos progresistas y/o revolucionarios.
En ambos casos resulta trascendental que la sociedad civil participe de esos debates. Hay que salirse el discurso simplista de buenos o malos y complejizar las miradas. Esta tarea no puede quedar sólo en manos de un gobierno, necesariamente que toda la sociedad participe. La asonada golpista en la región no nos puede sonar indiferente y hay que ser inteligentes para que esos ruidos de guerra sean neutralizados a tiempo: hay que actuar a tiempo antes de que sea tarde.