El pasado domingo, el país y el mundo fueron testigos de una nueva campaña de lanzamiento de un satélite argentino, siendo este el sexto satélite de observación construido en el país por la CONAE y el octavo fabricado por la empresa estatal Investigaciones Aplicadas (INVAP). Constituyéndose como un hito en nuestra (no tan) joven historia espacial, ya que se trata de la primera constelación satelital operada por el país. Y que junto con cuatro satélites italianos conforman el Sistema Italo-Argentino de satélites para la gestión de emergencias (SIASGE).
En la presente nota se presentarán algunos de los mayores logros y desafíos de esta misión. Además de anticipar los futuros proyectos estratégicos, que ya se están pensando o ejecutando desde el Estado.
SAOCOM: El valor del trabajo en equipo
Satélite Argentino de Observación COn Microondas (SAOCOM), es un proyecto cuyos orígenes se remontan a 1998, pero fue ejecutado recién a partir del 2007. Era una misión muy adelantada para su época y el contexto del país. Sin embargo, desde la CONAE se buscó esa estratégica vinculación con el INVAP (empresa estatal rionegrina de alta tecnología), en conjunto con la Comisión de Energía Atómica (CNEA) y más de 80 pequeñas empresas tecnológicas.
INVAP fue la encargada del diseño, fabricación, integración y ensayos de la plataforma y la electrónica principal del Radar, siendo la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE) responsable del diseño, fabricación e integración de la antena radar, y test del instrumento principal: el Radar de Apertura Sintética (SAR por sus siglas en inglés) que opera en Banda L, un enorme instrumento compuesto por 7 paneles y que tiene un tamaño de 35 metros cuadrados. Mientras, la CNEA diseñó y construyó el conjunto de paneles solares encargados de cargar las baterías y mantener “viva” a esta mole de tres toneladas de peso.
Una solución en busca de problemas: utilidades, beneficios y Spin-off poco conocidos de la misión SAOCOM
Numerosos artículos periodísticos y portales de información académica nos han presentado el porqué de esta misión, cómo se piensa utilizar las imágenes obtenidas por los Saocom para fortalecer la agricultura, y han brindado información muy valiosa para lxs productores, además del estudio, manejo y prevención de catástrofes naturales como las inundaciones. Pero todo esto es solo la carta de presentación de la Misión.
Mucho se habló de que “Argentina está entre los diez países capaces de ejecutar una misión satelital de esta envergadura”, cuando yendo más al hueso del asunto, solo son dos países los que operan satélites equipados con Radar SAR en banda L: Japón y Argentina.
Lxs nipones cuentan también con dos satélites (ALOS Daichi I y II) y se refieren a ellos como “una solución en busca de problemas” debido a las múltiples utilidades que se les han descubierto una vez puestos en órbita y trabajando. Por ejemplo, en dicho país insular, plagado de montañas y colinas inestables, el primer Alos detectó un inminente deslave (desmoronamiento de tierra por acción del agua) y permitió evacuar a tiempo a una pequeña ciudad japonesa de montaña antes que la tapara el barro. Y el segundo hace tareas parecidas, pero además monitorea la navegación extranjera en aguas militarmente calientes. Una nave chica podrá evadirlo, pero el Alos II detecta su estela.
Pero, ¿de qué se trata este aparato llamado SAR? Es una antena de radar que funciona con tecnología de apertura sintética; una revolución tecnológica en la industria radarística: desarrollarlo fue para la Argentina el equivalente de aprender montañismo tomando la primera clase en el Everest, por la complejidad de la misión. Todo lo hecho después fue un desafío menor, y a partir de entonces INVAP se ha capacitado en la fabricación y repotenciado de diferentes tipos de radares, desde meteorológicos, aeroportuarios y aparatos de largo alcance, para usos militares.
De esta manera, se constituye como un ahorro muy importante en la adquisición de estos medios que, de otro modo, serían importados. Así es que al día de hoy, la empresa rionegrina ha diseñado y fabricado más de 100 radares de distintas categorías, y entre sus principales clientes se encuentra el Estado, a través de las Fuerzas Armadas, Aerolíneas Argentinas y las empresas nacionales de Navegación Aérea.
Países tan dispares como Bolivia y Croacia ya han mostrado interés en estos aparatos. En un país con problemas de deuda y en donde faltan divisas, las exportaciones de estos productos tecnológicos de muy alto valor agregado podrían ser útiles para darle unos paletazos de cardioversor a un PBI que además está fuertemente golpeado por la pandemia.

SAOCOM 1B, ¿el segundo y el último? ¿Podríamos lanzarlos desde Argentina?
Si hubiéramos ido a sacar fotos a la famosa Sala limpia de INVAP en el año 2011, hubiéramos obtenido una imagen del momento histórico donde había tres satélites en construcción al mismo tiempo (Sac-D Aquarius, ARSAT-1, ARSAT-2). Si de ahí viajamos al 2015 hubiéramos visto algo similar (pero con el ARSAT-2, SAOCOM 1A y 1B).
Sin embargo, si vemos la Sala limpia, luego de que el SAOCOM 1B partiera hacia Cabo Cañaveral, nos encontramos con que no hay ningún satélite en construcción, fruto de los cuatro años de políticas destructivas del gobierno de Mauricio Macri.
Hace algunas semanas, personal de la CoNAE estuvo presente en el Congreso durante el trabajo de la comisión de Ciencia y Tecnología. Entre ellxs expuso el Físico Conrado Varotto (histórico fundador de INVAP, presidente de la CoNAE desde su fundación y hoy asesor del organismo). Durante su exposición dejó entrever que se tiene proyectada una continuación del Proyecto SAOCOM -los denominados SAOCOM 2-, además de que ya se estaba firmando un acuerdo con Italia por el “SIASGE II” y que tenían en mente varias innovaciones de cara al proyecto.
Quizá la más destacable fue el cambio de diseño: en lugar de una arquitectura monolítica de un gigantesco satélite de 3 toneladas como sus predecesores, SAOCOM 2 estaría pensado desde la arquitectura segmentada, una serie de tecnologías en desarrollo muy prometedoras que permitirían que, en lugar de enviar un único satélite grande, pesado, más costoso para mandar al espacio e irreparable si falla, se enviarán muchos satélites más pequeños que hagan tareas específicas y que estén conectados entre sí, lo que abarata los costos de lanzamiento y permite que, llegado el caso de que uno de ellos falle o se vuelva obsoleto, pueda ser reemplazado con facilidad.
El corazón del proyecto de arquitectura segmentada es el Plan Nacional de Acceso al Espacio, por el cual se tiene planeado lanzar nuestros satélites desde Argentina, evitando gastos, complicaciones logísticas que impliquen el viaje y los tan previsibles retrasos, que sufrimos por ejemplo con el Último Saocom 1b, cuando por antojo de la Fuerza Aérea Norteamericana nos patearon el lanzamiento de julio a agosto, debido a que consideraban otros lanzamientos “prioritarios”.
El Plan de Acceso al Espacio es llevado a cabo por la CoNAE y una empresa contratista estatal llamada Vehículo Espacial Nueva Generación (VENG SA). Para ello están diseñando una serie de cohetes, denominados Tronador II y Tronador III, que podrían ser capaces de poner en órbita satélites de hasta 700 kg de peso. Como un paso previo, y para validar las tecnologías necesarias para dichos cohetes sin grandes costos, se está trabajando en el desarrollo de un vector más pequeño, denominado VLE, que tendría la capacidad de llevar al espacio cargas útiles de hasta 75 kg. Se espera que hacia fines de 2022 este último sea probado, y posterior a un período de 1 o 2 años, el Tronador III estaría despegando desde una base muy cercana a Bahía Blanca.

Agenda regional y soberanía satelital, los otros proyectos de CoNAE/ARSAT
En junio de este año nos enteramos de la decisión interministerial de retomar el proyecto Pampa Azul, abandonado por la anterior gestión. Dicho proyecto, orientado al estudio del Mar Argentino, su biósfera y sus bienes comunes, también tiene una pata espacial: se tenía pensado construir un satélite que estudie el mar así como los SAOCOM estudian las masas continentales. Este satélite es el SABIA-MAR 1, el cual está en una etapa previa a su fabricación y se tiene pensado ponerlo en órbita en el año 2023, siendo las imágenes obtenidas un instrumento clave para el proyecto Pampa Azul, ya que estará orientado hacia el estudio del color/naturaleza de los océanos, principalmente del Mar Argentino.
Otro proyecto que en un futuro cercano podría ser una realidad es la construcción de un satélite meteorológico latinoamericano, que hoy no existe y por ello nos vemos obligadxs a tercerizar este servicio mediante satélites norteamericanos. Por ende, nuestros pronósticos son menos precisos que en el Hemisferio Norte, e inestables, dado que en época de huracanes ese país deja de brindarnos el servicio por encontrarse sus aparatos trabajando prioritariamente en su territorio. Esta idea nace de una reunión entre representantes de las distintas agencias espaciales de Latinoamérica, con el objetivo de diagramar agendas en conjunto. La construcción del satélite estaría a cargo de Argentina, por ser el país con mayor desarrollo en el sector, y estaría financiada por el Banco interamericano de Desarrollo (BID).
Por último, no podemos omitir a otro de los grandes actores de la política espacial nacional de los últimos años, la empresa estatal de telecomunicaciones ARSAT. Durante 2016 se tenía pensado construir el tercer satélite de la flota geoestacionaria nacional, pero (otra vez) el gobierno de Cambiemos se encargó de cancelarlo.
Este año se retomó, ya no el ARSAT 3, sino el SG-1 (Segunda Generación 1) por la innovación que significa: tendrá un rendimiento muy superior a sus antecesores y solo la mitad de su peso, lo que reducirá enormemente el costo de lanzamiento. El año pasado se firmó un convenio de colaboración con la empresa turca TAI para construir una flota de estos satélites para ofrecer señal no solo a nuestros países, sino con vistas a exportar, lo que podría constituir un verdadero hito en nuestra industria.

ARSAT SG-1 va a ser el primero de la flota en poder brindar servicio de internet de calidad a la totalidad de pueblos y ciudades pequeñas del país donde no llega la red de fibra Óptica, por lo que aportará a la federalización del país, y a la generación de oportunidades para aquellxs que hoy en día carecen de un servicio básico. En la lucha por democratizar un mercado que hoy en día está monopolizado por unas pocas empresas, sin dudas, el SG-1 será un gran aporte.
Por cuatro años hemos tenido un presidente que públicamente ha dicho que “lanzar un satélite era igual que lanzar una heladera al espacio”, desde una posible ignorancia, pero más probable afición por la dependencia. Albert Einstein en su momento dijo: “Las grandes naciones del mañana serán naciones del conocimiento, y sólo serán exitosos los pueblos que entiendan cómo generar conocimientos y cómo protegerlos”, y eso los países desarrollados lo saben bien. Nunca una tecnología sensible y de potencial uso dual, como la tecnología satelital, va a ser intercambiada entre países como dicta el libre mercado que algunxs persisten en instalar.
Lo que denominamos soberanía satelital no es otra cosa que la autodeterminación de contar con medios para poder estudiar, conocer y proteger nuestro territorio, además de generar y potenciar nuestras comunicaciones, etc. Eso sin contar los innumerables beneficios que se “derraman” al sistema productivo fruto de las investigaciones y desarrollos en materia espacial.
Hoy en día vemos con mucho orgullo que estos temas sean visibles y de interés público cada vez más marcado: es parte de una batalla cultural contra aquellas expresiones cuyo discurso se basa en demonizar al Estado, considerando a la salud, educación y ciencia como un gasto; utilizandolas como variable de ajuste económico, alejándonos de nuestro horizonte de soberanía. Después de años de organización popular, y mucho trabajo para alcanzar un frente de unidad, hoy vemos a un gobierno con los guantes bien puestos.