Si se tuviera que enumerar todas y cada una de las actividades que se hicieron a partir de la noticia de la desaparición de Johana, agotaríamos extensas líneas narrando movilizaciones, concentraciones, radios abiertas, jornadas de pintadas de murales, entre otras. Sin embargo, no sucedería lo mismo si el punteo se hace con los avances que hasta el día de hoy tuvo la causa. Estas certezas son tan contundentes como la seguridad que tuvo Marta de que algo había pasado con su hija ese 26 de julio de 2017.

Cuando asumió el gobierno neoliberal de Mauricio Macri, no tardaron en avanzar sobre distintas políticas de inclusión que se habían desarrollado durante los gobiernos de Néstor y Cristina. Uno de los blancos fueron los programas sociales y de empleo como el Ellas Hacen. Lanzado en el 2013 y atravesado por la perspectiva de géneros, esta política estuvo destinada a mujeres en situación de vulnerabilidad. Johana y Marta eran cooperativistas allí.
Para el 2017, era evidente el deterioro de las condiciones de vida de millones de argentines a causa del plan de ajuste llevado adelante por la Alianza Cambiemos. Para ese entonces, Johana tenía 23 años, era la mayor de 7 hermanos y mamá de una niña de 6 años. Cuando los horarios se empezaron a superponer con la escuela de su hija, no pudo seguir trabajando. Hacía un tiempo que también luchaba junto a su familia para salir del consumo problemático de sustancias, pero todo empeoró cuando tres meses antes de su desaparición, empezó a prostituirse para poder sobrevivir.
El 25 de julio de 2017, Johana salió de su casa avisándole a Marta que estaría de vuelta más tarde, sin embargo esa noche no volvió, ni contestó las llamadas que le hicieron. Regresó a la mañana siguiente y al ver la angustia de su madre, le contó que había pasado toda la noche internada en el Hospital San Martín y que había perdido su celular. Estuvieron durante el día juntas hasta que nuevamente, a las cinco de la tarde, se va prometiendo volver en unas horas. Esta vez, Johana no apareció.
Sin redes de complicidad e impunidad, no hay trata
La insistencia de los feminismos a la hora de denunciar las injusticias que devienen de la alianza criminal entre capitalismo y patriarcado, es tal porque todos los días se pierden vidas en manos de la violencia machista. Toma todas las formas que le sean necesaria para perpetuarse. Se manifiesta, por ejemplo, cómo la deslegitimación de la palabra de una mujer que después de estar todo un día recorriendo plazas, hospitales y comisarías; acude desesperada a presentar una denuncia por la desaparición de su hija y del otro lado se le responde con burlas. Para los policías que atendieron a Marta en la comisaría de Villa Ponzatti, era inútil buscar a una piba de 23 porque “seguramente se había ido con un machito”.
Pero los atropellos no se quedaron en eso y la causa se sostuvo durante dos meses caratulada como “averiguación de paradero”. La fiscal Betina Lacki, a cargo de la UFI nº2 de La Plata, desoyó los pedidos de cambio de carátula por parte de la querella. Según Lacki, Johana se había ido por su propia cuenta, cuando todos los indicios apuntaban a que trataba de un caso vinculado a las redes de trata con fines de explotación sexual.
Tampoco se accedió a apartar de la investigación a la policía bonaerense, fuerza que tiene control de la zona roja en dónde se la vió por última vez a Johana, aquella esquina de 1 y 63. Los procedimientos fueron completamente desprolijos y el expediente acumuló infinidad de testimonios que no se dirigían a ninguna parte. Sólo hasta que se presentó la denuncia por trara en un fuero federal -un delito complejo que no corresponde a la justicia ordinaria-, la fiscal Lacki declinó su competencia.

En octubre, la causa pasó al Juzgado Federal 1, en ese momento a cargo del juez Ernesto Kreplak. Pese a que se apartó a la policía bonaerense, tampoco se desarrolló una línea de investigación que diera algún indicio concreto sobre lo que había ocurrido.
El Poder Judicial no fue el único que dió la espalda. A meses de la desaparición de Johana, se movilizó para exigir una audiencia pública con la entonces gobernadora María Eugenia Vidal. Recién en marzo de 2018, Marta fue recibida por quien fue el Secretario de DDHH de la Provincia de Buenos Aires, Santiago Cantón. Su compromiso de concretar el encuentro con la gobernadora, quedó solo en palabras. Vidal nunca abrió sus puertas para escuchar el reclamo de una madre que buscaba incansablemente a su hija.
A nivel municipal, el papel del intendente Julio Garro fue deplorable. Frente a los medios se mostró preocupado y hasta llegó a mentir sobre una supuesta charla que había tenido con Marta. Ese diálogo nunca existió y el pesar que tanto manifestaba Garro, no se condijo nunca con su permanente inacción.
Los meses transcurrían y las calles de La Plata se llenaban con el rostro de Johana para exigir que la devuelvan con vida. La desidia quedaba constantemente en evidencia; la impunidad se afianzaba con el tiempo que corría sin respuestas.
En agosto de 2018, dos personas en ocasiones distintas dieron aviso del hallazgo de restos del cuerpo de una mujer en Palo Blanco, Berisso. En ambas ocasiones intervinieron fiscalías distintas, la UFI nº3 y la UFI nº6. En ningún momento se vincularon entre sí estos descubrimientos. Del tramitado en la UFI nº3 a cargo del fiscal Marcelo Martini, el grupo de abogades que impulsa la causa, solicitó el cotejo con el ADN de Marta y su nieta.
Fue a fines de abril de 2019, que se confirmó a la familia el resultado de la pericia: se trataba de Johana. En ese momento finalizó el periodo de subrogancia del juez Kreplak, dándole lugar al juez Adolfo Gabino Ziulu, y se declaró el secreto de sumario. Semanas después en una conferencia de prensa, Marta y sus abogades dieron la dolorosa noticia.
En diciembre, los restos de Johana fueron velados en la Comisión Provincial por la Memoria. Allí la militancia feminista, las organizaciones políticas, los organismos de DDHH y todes les que acompañaron desde un comienzo esa búsqueda, abrazaron a su familia. Hoy la lucha toma la forma de las banderas por Memoria, Verdad y Justicia por Johana Ramallo.

“Debemos florecer, no desaparecer”
Pasaron tres años y todo este tiempo no hizo más que confirmar lo que Marta aseguró desde ese primer 26 de julio: a Johana no la dejaron volver. La empezaron a desaparecer desde el instante en que la miseria se volvió política de Estado. Cuando se priva de una base de derechos básicos a todo un sector de la sociedad, se empuja a miles de pibas a situaciones de extrema vulnerabilidad. Las oportunidades no existen, salvo para quienes se benefician del negocio proxeneta y el respaldo que otorga la justicia patriarcal.
A este oscuro entramado Marta le hizo y hace frente con la entereza con la que vemos a otras tantas madres luchar por Justicia. Nunca la callaron, ni lograron que baje los brazos. Esta vez con la presencia de un Ministerio de Mujeres provincial, se intentó motorizar el avance de la investigación pero los interrogantes siguen sin resolverse. La causa acumula 45 cuerpos y no tiene ningún imputado.
Mientras tanto, la obligación es nombrarla y mantener su rostro en la memoria colectiva de quienes día a día se organizan para derribar todo tipo de injusticia. Es la deuda con Johana y con todas las víctimas de las redes de trata. Mientras persista la impunidad, está prohibido olvidar.
