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Ahora que en todos los canales, programas o revistas se habla de la vuelta del fútbol, hay discusiones que no se pueden negar. Para empezar, es clave correr la pelota de la constante de la pandemia y los protocolos, porque las falencias en el deporte respecto a mujeres y diversidades son históricas. Ojo, esto no significa que en este contexto no se hayan recrudecido; pero sí que es preciso entender las diferencias de posibilidades en los distintos géneros como algo estructural. Nada sorprendente si se piensa a la opresión sobre las mujeres y las diversidades como producto de un sistema: el patriarcado.

Lo cierto es que el fútbol en su origen fue una cancha en la que no se permitió jugar a las pibas. Creado como un juego de caballeros, lo que para la época no solo significaba ser hombre sino ser Inglés y de clase alta, fue un espacio reticentes a cambios desde un principio. Sin embargo, y no por nada, en todo rincón del mundo hay un arco para patear; el fútbol pudo trascender esa barrera. Y si bien en Nuestra América fueron años de luchas los que permitieron que ya no sea propiedad inglesa esa disciplina, nadie más pudo adueñarse de ese genuino y maravilloso deporte. Eso, claro, es lo que cuenta la historia muy por arriba. No obstante, no todo es privado o público de igual forma para todes. Y que recién el año pasado se haya discutido en serio el hecho de profesionalizar la práctica femenina, da cuenta de eso.

Dime cómo comunicas y te diré qué construyes

El lenguaje es un campo muy amplio, y si bien se considera al español una lengua “muy rica” en cuanto a posibilidad de mención, lo cierto es que es un tarea de todes buscar construir discursos que aúnen a la diversidad. Entonces, ¿por qué la palabra fútbol nos remite a un partido de hombres? ¿Por qué, en cambio, se aclara cuando es “fútbol femenino”? ¿El fútbol por sí mismo tiene un género? ¿Cambia algo del juego, de la táctica, del talento, el ser o percibirse de una o otra forma? La realidad es que no, o por lo menos eso marcan los reglamentos.

Pensar en el fútbol y asociarlo a lo masculino es, nada más y nada menos, que una construcción de sentido arraigada a todas las formas de reproducción mediática y cultural en la que se profundizó. Y con esto no se pretende criticar sin sentido, sino poner la lupa en esos espacios a los que se suele caracterizar como inofensivos o secundarios; como el lenguaje. Y porque lo que no se nombra no existe, que las palabras pertenezcan a un sector social, alerta sobre la desigualdad a abordar.

Incluso si se quisiesen ignorar los muchos ejemplos respecto a la invisibilización que se hace de las mujeres y diversidades en el fútbol en torno al lenguaje; sería negador no reconocer que los grandes medios de comunicación corren otra pelota y dejan en el banco, o peor ni cuentan como parte del equipo, a lo relacionado a la práctica femenina. Y ni hablar de la diversidad. De hecho, basta para corroborarlo buscar noticias del mundo del fútbol y empezar a contar. Claro que el protagonismo de la práctica masculina es mayor por el nivel de llegada y por ende la comercialización, pero ¿esto no está relacionado con la importancia que en algún momento se le dio? ¿Cómo puede a alguien interesarle algo que nunca vio?

Y para meterle un caño a esas posturas que relacionan a la invisibilización con la destreza (o la aparente falta de la misma), es clave comparar algunas cosas entre la práctica femenina y la práctica masculina. Primero, el nivel de promoción, financiación y dedicación que se le dio a cada una. Segundo, los discursos que legitimaron a una práctica e invizibilizaron a la otra y con ello la historia que se conoce y la que está sepultada y hay que reconstruir. Y tercero, quiénes ocupan los lugares de poder de decisión real. En todas las respuestas, los hombres cuentan con ventaja.

Pero haciendo enfoque en el rol de los grandes constructores de sentidos, que reproducen hasta el hartazgo discursos que instalan posicionamientos e ideas machistas, hay varias cosas que mencionar. Los grandes medios no le dan lugar a lo que no vende y asimismo motorizan lo que se quiere vender; y en ese gran círculo vicioso siempre se excluye al mismo sector. En un repaso por los programas reconocidos que construyen periodismo deportivo, sale automáticamente a la luz la necesidad de repensar a la comunicación como una herramienta con peso e importancia.

En un país en el que abundan medios como TyC Sport, Diario Olé, Infobae, La Nación; en el que sobran periodistas, si así se los puede llamar, como Horacio Pagani o Claudio Husaín; es más que urgente pensar en cómo reconfigurar esos espacios para no seguir reproduciendo pensamientos nefastos. Como los que proponen que las capacidades están relacionadas pura y exclusivamente al hecho de ser hombre y que se resisten a asumir que no hay género superior, como si fuesen sujetes perfectes, cuando de más está decir que varios de esos periodistas que critican livianamente a las mujeres por sus “limitaciones”, no le meten un gol ni al arcoiris.

Los números hablan por sí solos

Según un informe de abril de este año del sindicato de jugadores FIFPro, la organización mundial que representa a todos los jugadores profesionales (más 60.000), ser una jugadora de fútbol profesional todavía no es una opción viable en muchas partes del mundo. Incluso a pesar de la asistencia récord en los partidos el año pasado, tras la euforia del Mundial Francia 2019, donde a las mujeres se las empezó a reconocer un poco más.

Sin embargo, el informe no presenta números muy alentadores porque si bien la investigación mostró que los salarios de las jugadoras habían aumentado entre 2016 y 2018, también reveló que existe una parte que aún no recibe ninguna remuneración financiera. Y acá cabe mencionar que se refiere a mujeres que compiten en la Copa Mundial Femenina de la FIFA y que juegan en la cima del fútbol, porque ni hablar de quienes no cuentan con ese “reconocimiento” mundial, que dicho sea de paso son muchas. Lo que a su vez, sigue estando intrínsecamente relacionado a la problemática de la posibilidad de acceso, la aceptación cultural y la desidia de parte de los responsables del fútbol que hacen grandes negocios pero que, en muchos casos, no puede garantizarle al equipo femenino ni siquiera un vestuario o una indumentaria. Abandono que no es casual y que se repite en muchos países del mundo.

Pero volviendo al informe concreto, es clave mencionar que fue realizado con el aporte de las jugadoras de 18 países diferentes que se habían clasificado para el Mundial del año pasado. Y que además de señalar la falta de financiamiento e inversión monetaria respecto a la práctica femenina, revela otros datos que dan cuenta de la falta de interés y voluntad real por modificar las lógicas de manejo. Por ejemplo, a nivel de clubes, la mayoría de las jugadoras declararon que no estaban seguras de cuál era la estrategia a largo plazo de su equipo o que en muchos casos no se proponían metas por la “inestabilidad” a la que estaba sujeta la práctica femenina. Y en la misma línea, la mitad de las encuestadas dijeron no haberse sentido respaldadas o contenidas en el ámbito deportivo. Todo esto, más allá de la pandemia, claro.

Asimismo, en ese famoso círculo vicioso que no te da herramientas para crecer, pero que te exige el crecimiento, el informe destacó que “El campeonato de las mujeres profesionales está sujeto a condiciones laborales adversas que afectan negativamente en el rendimiento deportivo de las jugadoras, plantean obstáculos directos al desarrollo de su potencial o las obligan a abandonar antes de tiempo”. Porque, fundamentalmente, habría que preguntarse cuántos de los modelos a seguir de grandes jugadores tienen que sostener un trabajo aparte para vivir. Y como la respuesta es tan obvia porque ninguno de los jugadores del mundial atiende en un supermercado, habría que preguntarse qué diferencias pueden surgir a partir de las distintas posibilidades, y lo cierto es que son muchas.

Pero para no cerrar el juego en críticas constantes, es clave reconocer que el avance en materia de igualdad en los clubes y en las instituciones es algo que, por lo menos comenzó a caminar. Lo que no significa que el partido esté ganado, pero sí que con lucha y con organización colectiva se pueden gestar cambios incluso en los espacios más reticentes a los mismos.

Por último, es importante pensar a este contexto, en el que la vuelta del deporte es una realidad, como un momento propicio para hablar , priorizar y actuar respecto a la práctica femenina y de diversidades, y que no pase como estaba sucediendo, que las jugadoras “profesionales” queden a la merced de la vida y no tengan respuesta alguna. Que, a diferencia de los hombres, no tener respuesta alguna implica no tener quizá ni una remuneración o ingreso.

Y en la misma línea es importante reconocer los avances que en Argentina se gestaron en este campo que aúna la diversidad, el género y el deporte desde la asunción del Frente de Todes, que construyó diversas políticas para formar y acompañar a las instituciones en materia género. Además, es fundamental mencionar el posicionamiento que están tomando diversos clubes al renovar contratos femeninos, como es el caso de Racing, River y otros; pero siempre preguntando por qué sorprende cuando se firman contratos femeninos a comparación de la constante atención y dedicación del mundo masculino.

El fútbol no tiene dueño, por más de que le pese a muchos que no quieren ceder ni un segundo la pelota. El fútbol está en construcción constante y desde la perspectiva que se abone, será el deporte que se cree. Como en su momento, se pudo resignificar algo que era excluyente a casi todas las clases y pudo concebirse como un deporte popular; tenemos el poder de resignificarlo y empezar a construirlo verdaderamente desde la igualdad, pero para eso es importante proponerlo y realmente querer caminarlo.

Una vez más, en la cancha salta la chafi y las mujeres y diversidades merecen igualdad, pero no solo en discursos agradables, sino en políticas reales que las amparen y las dejen exponer sus vivencias para poder mejorar tan cerrado círculo al que nunca se las dejo pasar. El partido no solo es urgente sino que no necesita del trabajo en equipo y la voluntad real. Lo cierto es que las pibas no pueden esperar más.


Maia Cubric
Maia Cubric

Nací en una ciudad de mar y eso me representa. Entiendo que nada es porque sí y que por eso mismo todo se puede cambiar. Milito porque sin construcción colectiva no se puede transformar el mundo y porque la práctica es la única y la mejor manera de revolucionar.  

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