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La perspectiva de género ha permitido desmantelar la predeterminación biológica de “la anatomía como destino”, siendo esta la asignación de una identidad a una persona partir de su sexo, producto de una cultura de carácter androcéntrico. Esta cultura es a su vez un producto de la división jerárquicamente binaria que atribuye a la masculinidad el pensamiento racional, lógico deductivo y objetivo, y a la feminidad el pensamiento inductivo, subjetivo, la intuición y sumisión. Bajo esta lógica, posiblemente heredada de Platón y sus múltiples dicotomías reproducidas a lo largo de todo el pensamiento occidental, se crea una definición de hombre y mujer, y asimismo una manera correspondiente al actuar y pensar de cada unx.

Ir en contra de la naturaleza

Estas imposiciones se esconden muchas veces bajo los parámetros de lo “normal” o lo “natural”, partiendo del argumento de que la naturaleza nos muestra que el mundo se divide en machos y hembras. Pero ¿cuál es el motivo para pensar que nuestra genitalidad es la diferencia base que condiciona la manera en que percibimos y nos percibe el mundo? ¿Por qué nuestros órganos sexuales, que son un componente físico más de toda nuestra estructura definen todo el plano material e inmaterial de nuestra vida, cuando incluso perteneciendo a un mismo sexo hay variaciones genéticas y hormonales que nos hacen tener diferencias abismales entre unxs y otrxs? Siendo que no hay permanencia biológica en nuestros cuerpos, no podría haber entonces ninguna identidad fundada en ese orden binario.

Lo que sí hay es una persistencia ancestral de establecer órdenes taxonómicos, clasificaciones y categorías que permiten agrupar las similitudes, pero como se pregunta Foucault en Las palabras y las cosas: “¿A partir de qué “tabla”, según qué espacio de identidades, de semejanzas, de analogías hemos tomado la costumbre de distribuir tantas cosas diferentes y parecidas?”. El problema no es clasificar, sino en base a qué y con qué intereses.

Por ejemplo, como menciona Myra Hird en su libro Gender’s Nature, la postura de la comunidad médica frente a la aparente ambigüedad (en relación a la normativa binaria) en los genitales de unx recién nacidx es motivo de intervenciones quirúrgicas y hormonales con la justificación de prevenir el sufrimiento que conlleva no corresponderse con las expectativas y normativas sociales, reasignándole un cuerpo “normal” sin tener en cuenta las consecuencias de dichas intervenciones. El problema es entonces la artificialidad de esos órdenes taxonómicos que persisten en una ordenación que no es un “fiel reflejo” de la naturaleza.

Invisibilidad cotidiana

Las desigualdades que padecen quienes no pertenecen a ninguna parte del binomio se ven claramente reflejadas en un mundo hecho por y para quienes sí encajan en él. Desde el momento en que nacemos, a las personas se nos arrebata la libertad de expresar nuestro género y autodefinirnos, enmarcándonos dentro de un cuadro preestablecido, una plantilla que dicta cómo debemos presentar nuestra performance social, y esto es sólo el comienzo.

La adolescencia en un plano general se ve como esa etapa de autodescubrimiento, donde surgen un montón de preguntas y complejos sobre la vivencia del cuerpo y la sexualidad. Ciclo en que incluso lxs jóvenes que se ajustan a esta cisheteronorma, sufren por no estar cerca al estereotipo que atrae a sus contemporánexs. Donde lxs adolescentes cuya orientación sexual no “coincide” con la que se espera por nacer con determinado sexo, tienen que pasar por un proceso de aceptación personal y colectiva muy diferente a lxs primerxs, partiendo por el hecho de que deben dar explicaciones de sus intereses sexo-afectivos, que ya se dan por sentados a partir de esta heteronorma, y esto sólo cuando su contexto social, cultural e incluso económico les permite exponerlo.

Si para estx últimx la sociedad reduce de manera inquietante el espectro de espacios que puede habitar y las personas con las que puede relacionarse, imaginemos entonces el tamaño del mundo para quienes no tienen la base simbólica de nuestra comunicación para definirse, la palabra.

¿Cómo es la vida para alguien que no tiene palabras para responder a los cuestionamientos que ellx y lxs demás se hacen para identificarlx? Desprovistxs de un símbolo que lxs represente, las personas no-binarias están condenadas a buscar otros recursos para identificarse (que suelen ser largos discursos  o minicursos de género) y así satisfacer la necesidad del/la otrx de reconocerlxs.

Sólo el hecho de socializar se vuelve algo complicado cuando las personas no saben cómo comportarse, cómo referirse o cómo relacionarse con esos cuerpos que no comprenden, y que por fin hoy salen con furor de ese capullo sin miedo a confundir. Porque es así, muchas veces se les adjetiva como confundidxs a quienes no encajan en los roles de género, pero ¿acaso es más razonable pensar que dos tipos de categorías (cargadas de toda una data de expresiones físicas, gustos sexuales, comportamiento en sociedad y un sin fin de características más), definen sistemáticamente a cada individux que forma parte del mundo?

A diferencia de la confusión adjudicada a quienes son diferentes a lo normativo, la confusión social, el desconocimiento y la no visibilización de las personas transgénero (entendiendo este término como la serie de identidades que no entran dentro del neologismo cisgénero) es perjudicial para esta comunidad. Por ejemplo, en los centros de salud muchas veces lxs profesionales no están capacidadxs con esta perspectiva de género, no saben cómo tratar, prescribir, diagnosticar o incluso hablar con un cuerpo que ha pasado por intervenciones quirúrgicas, que ha estado o está hormonado, y mucho menos brindar acompañamiento a personas que estén iniciando una transición física o psicológica.

Esta falta de sensibilidad puede tener consecuencias que afectan negativamente la salud y la calidad de vida de estxs individuxs. A esto se le suma el ambiente excluyente de las instituciones educativas, los espacios laborales, deportivos, recreativos, los baños públicos, cualquier trámite legal, bancario y académico. Incluso al anotarse para la suscripción de algún servicio (desde una revista hasta la recepción de algún descuento de supermercado), deben elegir acuerpar un género que no les corresponde.

Es así como el lenguaje no es el único espacio que hace compleja la vida cotidiana de cualquier persona que no se considere parte del binomio: continuamente las personas no binarias se ven forzadas a luchar por ese reconocimiento frente a las instituciones, que obligan a decidir entre lo masculino y lo femenino, entre ser hombre o mujer.

Estxs jóvenes de ahora… ¡No saben qué más inventar!

Este 14 de julio se celebró el Día de la Visibilidad No Binaria, la lucha por esta visibilidad avanza exponencialmente en Argentina, país que tiene una de las leyes de identidad de género más progresivas de América Latina. Hace menos de dos años, el Registro Civil de Mendoza modificó el DNI de dos personas que pidieron que sus documentos no indicaran sexo [1].  Este año comenzó también con un gran paso para la comunidad, ya que la Justicia de Tierra del Fuego entregó por primera vez un documento de identidad con género no binario [2].

Aunque este término sea relativamente nuevo, no significa que sea un fenómeno del momento, simplemente llegamos a un punto en donde los instrumentos para definirnos se quedaron cortos y se hace evidente la necesidad de implementar nuevos. Pero las personas no binarias existen desde siempre, incluso antes de que se inventaran esas categorías dicotómicas.

De hecho, no fue hasta que los europeos tomaran América del Norte que las tribus nativas de esa región adoptaron la idea de los roles de género como una categoría rígida [3]. Para lxs Nativo Americanxs, las personas que tenían características “masculinas y femeninas” estaban bendecidas por la naturaleza, ya que podían entender la vida desde estos dos angulos. Tribus como lxs Navajo, lxs Lakota, lxs Ojibwe, lxs Cheyenne y lxs Cherokee tenían palabras para definir a quienes transformaban su cuerpo y expresaban su género de manera diferente al resto. Llamaban “persona de dos espíritus” (Niizh Manidoowag) a quienes no entraban en la categoría de hombre y mujer.

Osh-Tisch fue uno de estos hombres de dos espíritus, un famoso guerrero que nació como varón y se casó con una mujer pero se vestía con ropa femenina. En esta cultura la gente era valorada por lo que podía aportar a la comunidad, las madres y los padres no asignaban roles de género a lxs niñxs; lxs vestían con ropa neutra. No habían tampoco reglas sobre a quien amar, “simplemente era un acto natural que ocurría sin juicios alrededor” [4].

Esta costumbre fue erradicada por lxs invasorxs, que deseaban borrar cualquier acto que permitiera que esta idea de los “dos espíritus” prevaleciera en el tiempo, destruyendo cada prueba de su paso por el mundo y obligando a lxs Nativo Americanxs a vestirse y actuar de acuerdo a los nuevos roles de géneros designados por ellxs.

“Mezclar las cartas. ¿Masculino? ¿Femenino?  Depende de la situación. El neutro es el único género que siempre me sienta bien”

Claude Cahun

Otrx exponente del movimiento es Claude Cahun (nombre artístico escogido por la imposibilidad de determinar su género sexual), una escritora y fotógrafa francesa que nació a finales del siglo XIX, se identificaba como persona sin género y tradujo las teorías de Havelock Ellis sobre el tercer género. En la Segunda Guerra Mundial, Claude y su pareja Marcel Moore (pseudónimo neutro también) se hicieron activxs de la resistencia y lxs dos trabajaron extensamente en la producción de volantes anti-alemanes. La pareja asistía a eventos militares alemanes y los colocaba estos volantes estratégicamente en los bolsillos y sillas de los militares, además de tirarlos desde coches y ventanas de la ciudad [5]. Cahun es reconocidx por sus potentes autorretratos que buscan mostrar la ambigüedad de su ser.

Estos son sólo dos ejemplos entre muchos de los que exponen que no estamos ante una tendencia o moda, que aunque la realidad esté ordenada por un sistema de sexo/género, se necesitaría de mucho más para ir en contra de la naturaleza de estas personas; básicamente que dejaran de nacer seres humanos.

La lucha política para transgredir la ordenación sexual binaria será apropiándonos de estos nuevos términos, acabando con definiciones anticuadas e implementando nuevos modelos de categorización. Donde los órganos sexuales serán una diferencia anatómica pero no hará que nos agrupemos bajo la misma “tabla” de similitudes en la que nos polariza este sistema, sino tomando como factor común las marcas opresivas de la norma binarista. Reconociéndonos por nuestros cuerpos, pero no por nuestra genitalidad sino identificando las marcas, estigmas y señales de la opresión que estos procesos imprimieron en ellos.

Como señala Fausto-Sterling, cualquier proyecto de liberación tiene que partir de las condiciones dadas, así que usaremos las herramientas de represión con las que nos encasillan para crear un movimiento político basado en la identidad; utilizaremos esa taxonomía, basada en la auto-percepción que se utilizó como método de separación, para unirnos y trastocar esta imposición.


Referencias:
[1]https://www.pagina12.com.ar/152857-dni-sin-indicacion-de-sexo-y-como-un-tramite
[2]https://www.playground.media/identidad/hombre-o-mujer-ningunx-argentina-entrega-primera-identificacion-no-binaria-74778
[3]https://indiancountrytoday.com/archive/two-spirits-one-heart-five-genders-9UH_xnbfVEWQHWkjNn0rQQ
[4]https://redaccion.lamula.pe/2016/07/14/antes-de-la-epoca-colonial-los-nativos-americanos-reconocian-5-generos/nayoaragon/
[5]http://losgrandesfotografos.blogspot.com/2017/02/claude-cahun-1894.html
[6] https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=4143791

Kevin Alejandro Vivas Ayala
Kevin Alejandro Vivas Ayala

Ecléctico. Le causan repulsión las cajas, los límites, lo estático, lo predecible y determinado. Por eso nunca puede describirse, porque le repugnan las palabras que le obligan a cumplir con un papel que aunque hoy le defina, mañana tal vez, no quiera interpretar.

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