TIEMPO DE LECTURA: 8 min.

POR JORGELINA URRA*

Estas líneas intentan aportar al análisis en torno a la construcción social de muchos de los relatos que demonizan todo aquello que no pertenece a la cultura blanca, tomando como punto de partida la Teoría del Color. Como recurso simbólico, esta teoría ha contribuido a legitimar el modelo de hombre -occidental, blanco y normado- que bajo los cánones de la modernidad y su inseparable modelo de acumulación capitalista, se ha impuesto como hegemonía mundial a lo largo de los siglos.

Para tener una imagen representativa de lo que hacemos referencia, podríamos decir que se trata de una persona pálida, de estilo europeo o pro yankee, que cumple con determinados cánones al comprar los estereotipos de belleza, estética o moral que el sistema ofrece; consciente o inconscientemente. Esa es la normalidad que nos vienen vendiendo e incluso con la que muchas veces nos han hecho soñar.

La Zur Farbenlehre

Entre el crecimiento de Estados Unidos como posible potencia y el cambio de paradigma posterior a la Revolución francesa, Alemania se encargaba de hacer la revolución de la pluma. Escapando a las apreciaciones artísticas de la ilustración, por el lado del romanticismo, Johann Wolfgang von Goethe (poeta) desarrolló la Zur Farbenlehre, traducida al español como “Teoría de los Colores”, aunque su traducción más acertada del alemán es “enseñanza”, por lo que su lectura no ha sido muy objetiva.

Ese cambio lingüístico podría leerse como un gran error de traducción o un pequeño adoctrinamiento, ya que modifica absolutamente el enfoque desde el cual pretende ser analizada a simple vista. El intercambio simbólico entre lo que quiso decir el autor, la obra en sí y quien la recepta, pretende darse desde el aprendizaje directo de la experiencia. Goethe invita a mirar, observar y obtener conclusiones propias, por lo tanto es una obra que se presta a la libre interpretación; pero ha sido presentada como una teoría en lugar de una enseñanza.

¿Que entendía Goethe por color?

Desde el punto de observación naturalista y de experimentación científica por medio del método cuantitativo, y en contraposición a la teoría física newtoniana predominante desde el siglo anterior, Goethe nos acerca una enseñanza respecto del fenómeno cromático que, siendo útil a les artistas de la posteridad, planteó un “regreso al arte” desde la fisiología del color y el efecto moral y estético del mismo. Su teoría se opone al enfoque óptico- matemático de Newton, que proponía una supuesta “objetividad” respecto del estudio de la luz y el color. Ésta explicación objetiva, medible del color, dejaba fuera de consideración la cualidad específica del color para el órgano visual, la relación viva entre la luz y el ojo.

A grandes rasgos la Teoría del Color se compone de dos secciones. En la primera están los aspectos físicos, químicos, teóricos y psicológicos o culturales del color, en donde Goethe hace énfasis principalmente en la tipología cromática. Ésta se divide en tres categorías: fisiológica (colores subjetivos, donde el único intermediario es el sujeto perceptor), física (colores subjetivos u objetivos de intensidad variable dependiendo del objeto intermediario), o química (colores objetivos fijados artificial o naturalmente sobre los cuerpos o cualquier sustancia).

En la segunda sección de su trabajo, realiza un análisis “sensible-moral” de los colores, algo que allanó el camino para el estudio de la psicología del color, dato clave para entender la visión occidental moderna. Se trata de la relación entre el aspecto material del color (aquello que observamos); y la naturaleza interior inmaterial del hombre (nuestra interpretación respecto de lo que observamos).

Es una asociación moral centrada en el ser humano desde el plano sentimental y simbólico, del uso del color como recurso estético; lo que nos lleva a considerar el rol del color en campos como la música, la medicina, la filosofía; o por qué no, en las líneas que delimitan los diversos territorios en que el color es encerrado. Si al encontrarnos con la palabra “África”, la sinapsis automática que realiza nuestro cerebro se asocia directamente al color negro, y por consiguiente a la pobreza, significa que la Teoría del Color es real, y puede hacernos daño. Por eso, es interesante remarcar en este punto la teoría de las polaridades, una concepción subjetiva de los colores como límites entre luz y oscuridad, como elementos polares contrapuestos. Algo así como el Yin y el Yang del color.

Goethe entiende el concepto de polaridad en la naturaleza como una ley de oposición donde existen “fuerzas de signo contrario”, al igual que en la corriente continua. Según el poeta, esto se da por la relación simbólica entre luz y oscuridad y su vínculo con le sujete. Los colores acromáticos, como el negro, representan entonces “la oscuridad”, de signo negativo (-), y el blanco representa “la luz”, de signo positivo (+). En el desarrollo del círculo cromático analiza aspectos como la temperatura (cálido y frío) o divide los colores entre activos y pasivos. Relacionar los colores con las tonalidades acromáticas da como resultante los dos polos primarios: el amarillo (sombra luminosa, del lado activo); y el azul (sombra oscura, del lado pasivo). Por lo tanto el círculo cromático se define en dos arcos: el positivo (rojo- naranja- amarillo) y el negativo (verde- azul- violeta).

Accedemos a la forma sólo a través del color

A partir de la base del estudio del color que propone Goethe, una gran cantidad de filósofes, científiques, psicólogues y artistas han realizado diversas teorías que dan cuenta del efecto de los colores en la psique humana. Eva Heller en su obra Psicología del Color explica la interpretación psicológica de cada uno: el negro (con sus diferentes matices) representa cuestiones negativas como el duelo, el poder, la violencia y la brutalidad entre otras. Sin lugar a dudas estas interpretaciones subjetivas han dado pie a la delimitación de patrones de comportamiento respecto del color, que fueron y siguen siendo utilizadas para promover un conjunto de valores morales y éticos pertinentes a los intereses del gran hegemón blanco, lo que pone de manifiesto la relación dialéctica entre el color y el comportamiento humano.

El brillante análisis que realizaba en tono interrogador con más certezas que dudas, dejaba en evidencia un cúmulo de diversas situaciones que suelen pasar inadvertidas, y en las que absolutamente todas las referencias al color negro se relacionan directa o indirectamente con concepciones negativas; esto da lugar al blanco para posicionarse como “el lado bueno”.

Desde las grandes obras pictóricas como La Última Cena de Leonardo Da Vinci -representación bíblica ejecutada sólo por blancos-, hasta campañas publicitarias como la de Volkswagen, que con un poco de barba y una chalina (Kufiyya) presentaba a un hombre de tez morena, aparentemente terrorista yihadista, para dar a entender que el nuevo modelo de auto era a prueba de bombas; el color y la simbología utilizada de manera malintencionada por diversos intereses políticos, genera efectos específicos en quien percibe el mensaje a partir de la mera observación, y está claro que no tienen ningún tipo de reparo en las consecuencias negativas que tales atribuciones generan en muchas culturas.

Por lo tanto no sorprenden las reacciones que vemos manifestadas en las calles de Minneapolis hoy por hoy. No obstante, sería bueno reflexionar entorno al uso del término “racismo” para referirnos, en realidad, a una cuestión de discriminación étnica y cultural. Todes pertenecemos a la raza humana, eso no debería estar en discusión.

Manifestación por George Floyd

El territorio, la pertenencia cultural y la discriminación

Como se mencionaba en párrafos anteriores, es posible encasillar el color a un determinado territorio, pero incluso entonces, la discriminación puede variar según el contexto en el que les sujetes vulnerades estén inmerses. Dependen del tipo de relación que establezcan con el mundo, o a la que se les permita acceder. ¿Qué significa esto? Cuando en los grandes medios se habla de discriminación, normalmente se está haciendo referencia a la comunidad negra (afrodescendiente) que habita territorio estadounidense, ya que la relación histórico-material entre estos, está plagada de violaciones a los derechos humanos, denigración y menosprecio, que se evidencia desde que les afro eran colonia en las plantaciones del costado del Mississippi hasta nuestros días, cuando vemos que un negro es asesinado sin escrúpulos en plena calle y a manos de un efectivo policial blanco.

¿La discriminación se mide según el grado de negritud? No, absolutamente todos los matices del negro son objeto de discriminación, independientemente de si pertenecen o no a comunidades afro, y el caso más concreto para analizar es el de la comunidad Qom del Norte Argentino. En reiteradas ocasiones esta comunidad ha sido violentada de diversas formas, que van desde la violación hasta la desmoralización, pasando por golpes, secuestros, quita de derechos e incluso de territorio y acceso a los bienes comunes para satisfacer necesidades básicas, sea a manos de las fuerzas de seguridad o del mismo Estado. En la última semana surgió un nuevo caso de agresión hacia miembros de esta comunidad, por eso cuando nos pronunciamos en contra de la discriminación debemos contemplar todo aquello a lo que la palabra hace referencia; de lo contrario, estaríamos vaciando la discusión y permitiendo que se siga reafirmando la violencia en el sentido común y la práctica cotidiana.

Familia qom brutalmente agredida por la Policía en Chaco

Podríamos seguir marcando ejemplos y argumentar cada uno de ellos a través del análisis que nos permite realizar el prisma de la Teoría del Color y hablar de les cabecitas negras, les pobres, o toda la gente que habita territorios vulnerados en los que el Estado parece no llegar y que por las condiciones materiales que les atañen, son estereotipados bajo el calificativo despreciativo de “negros” y sus variantes de acuerdo al poder adquisitivo; pobres, villeres, kukas, planeres etc.

Pero la conclusión a la que se intenta llegar es a que post cuarentena no debemos volver a la normalidad, algo que desde el inicio es intransigente y no representa la cultura nuestroamericana. Nos han convencido de que se trata de “racismo” en lugar de discriminación por color, incluso sabiendo que raza hay una sola, la humana. ¿Cabe, entonces, la posibilidad, luego de haber experimentado tantos extremos, de retomar el cumplimiento estricto de los mandamientos de la normalidad? ¿De darle el gusto a la hegemonía blanca?

Más aún, piensen en las veces que de manera inadvertida hemos sido cómplices de la rueda que mueve al mundo, alimentada por la lógica consumista y enardecida por las estrategias mercantiles, que apropiándose de diversas culturas a partir de una resignificación -de un conjunto de valores o creencias, incluso modos de vida y vestimenta-, han vaciado de significante y convertido en otro producto vendible, toda cultura que resulte un estorbo para el desarrollo imperial. En definitiva, estamos hablando de colonialismo cultural, algo que para Goethe quizá sería una visión muy poco sensible de relacionarnos con el mundo a través de los colores.


* Entiende que para que las ideas no mueran hay que escribir, pero como el 
lenguaje es un universo lleno de palabras muertas y consejos de la RAE;
prefiere hablar desde el léxico revolucionarie.

Dejanos tu comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

¡Quiero suscribirme!
1
Más rápido y fácil
Difusiones Trinchera
Hola
Si querés que te incluyamos en nuestras listas de difusión de publicaciones y promoción de entrevistas en vivo, envianos un mensaje para suscribirte y te llegará toda nuestra información.
¡Sumate a la Comunidad Trinchera!