POR SEGUNDO BLOOM*
Es complejo hablar de verdades en un contexto donde las teorías conspirativas brotan del suelo. Los movimientos anticuarentena viajan desde Michigan hasta la Plaza de Mayo y parece que para quienes militan contra el “nuevo orden mundial”, cuestionar la realidad ha ido incluso demasiado lejos. Pero existen cuestiones en las que uno no solo tiene que tener agallas para refutar una idea, sino que también debe tener bastante desconocimiento. Este es el caso de la medicina en épocas de coronavirus.
Durante los últimos meses, el debate sobre la hidroxicloroquina y la cloroquina, ha estado en auge en la mayoría de los medios del mundo. El mismo presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, aseguró que él hace uso de este fármaco, utilizado por médicos hace años para combatir el lupus y la artritis, junto a su análogo la cloroquina, que se utiliza contra la malaria o paludismo.
Durante el comunicado de prensa en la Casa Blanca, Trump dijo que ha escuchado “muchas cosas buenas” sobre estas drogas y su efecto contra el Covid-19, que “puede ser uno de los grandes cambios en la historia de la medicina”. Basado en el asesoramiento del médico presidencial, se le permitió tomar hidroxicloroquina y zinc a diario. “Parece tener un impacto, y si no lo tiene, no te vas a enfermar y morir […] Llevo tomándolo una semana y media y aún sigo aquí”, finalizó. A causa de la insistencia del presidente estadounidense en el uso y recomendación de la hidroxicloroquina -como también lo hizo anteriormente con las inyecciones de desinfectante-, muchas instituciones científicas han salido a desmentir y concientizar sobre las consecuencias del uso de esta droga.

Luego de la problemática entre la utilización o no de los fármacos, la Organización Mundial de la Salud (OMS) dio un comunicado donde el director general de la organización, Tedros Adhanom Ghebreyesus, anunció que van a detenerse los ensayos clínicos con hidroxicloroquina en pacientes con coronavirus por el riesgo de esta droga y recomendó no usarla en pacientes con Covid-19.
El 22 de mayo la revista médica británica The Lancet publicó el mayor estudio sobre el uso de hidroxicloroquina, donde se hicieron análisis a 96.000 pacientes en 671 hospitales de todo el mundo. El trabajo se realizó en grupos que recibieron una medicación con hidroxicloroquina o cloroquina y se los comparó con otros grupos hospitalizados que no pasaron por este tratamiento.
El resultado concluyó que estos fármacos -o sus complementos- no son eficientes para combatir el Covid-19, e incluso pueden conducir a la aparición de problemas cardíacos graves. “Este es el primer estudio a gran escala que encuentra pruebas estadísticamente sólidas de que el tratamiento con cloroquina o hidroxicloroquina no beneficia a los pacientes con Covid-19”, publicaron.
No solo no ayuda, sino que empeora gravemente el riesgo de vida en los hospitales. Según la revista, de los medicados con alguna de las dos drogas, uno de cada seis pacientes había muerto. Cuando el tratamiento se combina con un macrólido, la tasa de mortalidad aumenta aún más: esto es uno de cada cinco en el caso de la cloroquina y casi uno de cada cuatro en el de la hidroxicloroquina. Es decir que, si la tasa de mortalidad normalmente es del 9.3%, al utilizarse estos medicamentos -sumado a demás factores médicos del paciente- la tasa podría aumentarse hasta en un 13,4%. “Sugerimos que estos fármacos no deben utilizarse como tratamiento para Covid-19 fuera de los ensayos clínicos” explicó el autor del estudio Mandeep Mehra, director ejecutivo del Centro de Enfermedades Cardíacas Avanzadas del Hospital Brigham and Women’s en Boston.
Además de las consecuencias negativas que la propaganda a favor de la hidroxicloroquina provoca y la imposibilidad de una campaña de salud pública homogénea, la avalancha de consumidores ha desabastecido los mercados y las empresas comenzaron a acumular los medicamentos a puertas cerradas, empujando al gobierno estadounidense a emitir restricciones de emergencia para la compra. Pero ninguna medida puede contra consumidores convencidos de que la salvación está al alcance de sus billeteras. Este accionar irresponsable ha llevado a la escasez de ambas drogas generando problemas graves para las personas que dependen de su uso en tratamientos ajenos al coronavirus.
Orden, progreso, libertad y verdades individuales
Ni los más rigurosos estudios médicos, ni las muchas precauciones de organismos internacionales pueden resguardarnos de las inquebrantables convicciones construidas sobre la desinformación y su inevitable esparcimiento. Esto es aún más preocupante cuando las ideas tienen consecuencias directas en la vida de las personas.
Luego de que Trump habilitara por medio de la FDA, organismo regulador de medicamentos en ese país, el uso de cloroquina e hidroxicloroquina y la producción en cantidad de la droga, algunos mandatarios afines a sus ideas replicaron las mismas medidas.
En Latinoamérica, el Ministerio de Salud de Brasil habilitó un protocolo sin aval de los médicos, donde permite la aplicación de cloroquina e hidroxicloroquina, solo con la condición de que el paciente sepa que puede morir o tener efectos colaterales graves. Jair Bolsonaro comentó al respecto vía Twitter: “Todavía no existe comprobación científica, pero está siendo usada con controles en el mundo. Estamos en Guerra. Peor que ser derrotado es sentir vergüenza de no haber luchado”. Luego de esto, el presidente brasileño informó que hace uso del fármaco como medida preventiva: “En mi caso particular, por mi historial de atleta, en el caso que fuera contaminado por el virus, no tendría que preocuparme, no sentiría nada, o como mucho, sería afectado por una gripecita o resfriadito”
El peligro del discurso negacionista de la ciencia es más que evidente y desemboca tristemente en programas políticos que no hacen más que perjudicar la salud de los ciudadanos. En el caso de Brasil, el 17 de abril Bolsonaro destituyó a su ministro de Salud, Luiz Mandetta, y luego de tan solo 28 días en el cargo, el proclamado nuevo Ministro Nelson Teich, tuvo que renunciar por las presiones del presidente para habilitar la prescripción de la cloroquina a nivel nacional.

Por otro lado, la OMS dejó de recibir financiamiento de Estados Unidos a causa de las acusaciones de Donald Trump sobre la tendencia “Pro-China” del organismo internacional. Incluso, en los últimos días, llegó a tildar al Covid-19 como “el virus chino”, culpando a ese país por la lenta solución del problema y el contagio masivo en Estados Unidos, que ya cuenta con alrededor de 1.883.656 casos y más 108 mil muertes, siendo el país con más casos a nivel mundial, seguido por Brasil con casi 615 mil contagiados y más de 34 mil muertes.
Luego de varios meses de aislamiento social en el mundo y las espeluznantes cifras de muertes de aquellos desfavorecidos abandonados por sus gobiernos, resulta increíble para algunos escuchar discursos que defienden la pasividad del virus y el desprestigio a la ciencia con alternativas para nada verificadas. Las actividades en muchos países continúan sin siquiera inmutarse y parece que algunos tienden a asimilar la pandemia y los fallecidos como algo cotidiano. Incluso, algunos fervientes militantes de “la libertad” defienden la inexistencia del virus. Pero las diferencias entre quienes niegan porque no saben dónde mirar y quienes lo hace porque no quieren ver, parece no ser demasiado grande. Solo queda mantener el oído atento a lo que se escucha, verificar lo que se lee de manera crítica y confiar en los profesionales comprometidos a salvar las vidas y no tanto así, a quienes solo pretenden salvarse en las elecciones venideras.
* Criado en la llanura del grano de maíz y de soja. Transeúnte (des)esperado del mundo
y militante de la mochila contra la valija. Estudiante de Comunicación Social y de Psicología
en la UNLP. Incorregible devoto de las verdades relativas.
Referencias:
Comunicado OMS: https://twitter.com/WHO/status/1264943375557353472?s=20
Investigación The Lancet:
https://www.thelancet.com/journals/lancet/article/PIIS0140-6736(20)31180-6/fulltext