TIEMPO DE LECTURA: 5 min.

POR FELIPE BERTOLA*

Entre un griterío infernal, el ruido de sirenas, las detonaciones, el aire seco picoso de los gases lacrimógenos, y la luz amarillenta de los viejos faroles de los camiones policiales de Córdoba, que cortaban la oscuridad de Plaza Colón, gatillaron tres veces a quemarropa sobre Santiago Pampillón.


Una ráfaga de metralla calibre 20 mm, cayó sobre les transeúntes que cruzaban Plaza de Mayo; un instante después, una gran cantidad de bombas impactaron en los techos de Casa Rosada, la Residencia Presidencial y el edificio de la CGT. Desde el cielo, la Armada Argentina bombardeó y disparó contra su pueblo. Al lado del nombre de cada avión de guerra de nuestra nación, se podía ver todavía con pintura fresca, la insignia de la cruz.

Tres meses después, Perón debe escapar exiliado a Paraguay. Tras la gorra del General Aramburu y la denominada Revolución Libertadora, la derecha más reaccionaria, el radicalismo, la iglesia y algunos sectores socialistas, derrocaron al gobierno popular de Juan Domingo Perón. Hubo fusilamientos y encarcelamientos a dirigentes políticos, se prohibió el justicialismo; hasta los recuerdos que guardaban los más humildes fueron censurados.

Este pueblo conoce los tiempos duros. Sabe bien como se siente el sabor en la boca de lágrima mezclada con saliva, tierra y moco, después de haber sido arrastrado por el piso, y luego quedar con la bota del enemigo en la cabeza; estas cosas las conoce, hace quinientos años que las experimenta. Pero de lo que nunca estuvo al tanto fue de la derrota: no conoce el sentimiento de resignación, el de bajar la nuca, mirarse los pies y decir – Nos vencieron. No. Por eso, dirigidos por John William Cooke, mediante la clandestinidad y  los “caños”, nació la Resistencia Peronista.

Para la década del 60, la CGT dirigida por Vandor negociaba con los gobiernos radicales que emergieron con la proscripción, dejando siempre los salarios a la baja.  Ante esto, en el interior del país, sectores de base,  iban conformando sindicatos combativos, que tenían como columna vertebral la experiencia de la Resistencia Peronista.

En América Latina, los frentes de liberación nacional iban tomando fuerza. Cuba era un faro en el que miles de militantes de todo el continente proyectaban su futuro. En Argentina, los procesos de guerrilla rural ya tenían dos antecedentes: Uturuncos, brazo armado de la Resistencia Peronista y el Ejército Guerrillero del Pueblo, conducido por Jorge Ricardo Masetti, hombre de extrema confianza del Che. Contra esta avanzada revolucionaria que tomaba el continente, el imperio Norteamericano contestó organizando desde la Escuela de las Américas, dictaduras sangrientas y asesinas. Siguiendo esta línea, el 28 de junio de 1966 el militar Juan Carlos Onganía derrocaba al Radical Arturo Umberto Illia, y se autoproclamaba presidente, con la Doctrina de Seguridad Nacional como primera bandera.

Un mes después La Policía Federal, entraba a cinco Universidades de la UBA y reprimía a docentes y estudiantes; el acontecimiento es recordado como Noche de los Bastones Largos. Ante esta situación, la Federación Universitaria de Córdoba convocó a una asamblea en Plaza Colón para discutir un plan de lucha. Les estudiantes fueron emboscades y cazades por la policía. El obrero y alumno de segundo año de Ingeniería Santiago Pampillón fue asesinado. La muerte de Santiago Pampillón comenzó a fundar la unidad de les trabajadores y les estudiantes ante un mismo enemigo, la dictadura.

Onganía devaluó la moneda y congeló salarios por dos años y la CGT de Vandor aceptó estas medidas. Los sindicatos se rompieron y nació la CGT de los Argentinos; Raimundo Ongaro la encabezaba. En Tucumán y Rosario se tomaron las primeras medidas de fuerza contra el plan económico del gobierno. La policía reprimió y contuvo el malestar a balazos. 

La dictadura iba aumentado sus niveles de violencia a pasos agigantados, e intentaba asfixiar cualquier espacio de organización popular. Para mediados del ’68, las Fuerzas Armadas Peronistas hacían su primera aparición. Onganía quitaba el Sábado Inglés. En Córdoba los obreros metalúrgicos comenzaban a organizarse.

Desde la Región Centro, se convocaba a un Paro Nacional para el 30 de mayo de 1969, intentando torcerle el brazo a Vandor y la CGT que tenía mayor fuerza en Buenos Aires. Agustín Tosco, referente marxista de Luz y Fuerza, era la principal voz de los sindicatos del interior y el mayor exponente del paro del 30 de mayo. La CGT de los Argentinos adhiere. Raimundo Ongaro viaja a Córdoba para ser orador durante el paro, pero es detenido por la policía. La medida de fuerza, entonces, se pasa al 29 de mayo.

Esa mañana miles de obreros partieron del cordón industrial cordobés hacia la Capital de la Provincia. Los camiones de la fábrica Renault Ika salían rebalsados de trabajadores. Desde la planta de Epec salió la columna más grande, la de Luz y Fuerza, conducida por Agustín Tosco. Desde la Ciudad Universitaria del Barrio Clínicas, miles de estudiantes marcharon hacia la Capital, apoyando los reclamos y uniéndose a les trabajadores.

Todas las columnas fueron reprimidas. Para al mediodía fue asesinado Máximo Mena, trabajador de Renault. Ante el enojo del pueblo, no alcanzaron gases ni las balas para frenarlo. La provincia quedó tomada. Esa noche no se mantuvo en pie un solo vidrio; las molotov se encargaron de explotar e incendiar cualquier sucursal bancaria del stablishment. Al día siguiente, el Ejercito Argentino avanzó sobre los obreros y estudiantes. La fecha y pueblada popular es recordada como Cordobazo.

Luego del Cordobazo, el gobernador presentó la renuncia; Onganía empezó a tambalear ante la resistencia popular. Exactamente un año después, es secuestrado Pedro Eugenio Aramburu, el militar que derrocó a Juan Domingo Perón y que meses antes había bombardeado Plaza de Mayo. Aramburu es asesinado por la Agrupación Montoneros que, con ese acto, hacía publica su aparición. Ante esto Onganía cede su lugar al militar Marcelo Levingston, que al poco tiempo sufrirá el segundo Cordobazo, el  Viborazo.

51 años después, la unidad entre obreros y estudiantes se mantiene en pie, demostrando que la lucha es una sola. En cada aula o cualquier lugar de trabajo, Santiago Pampillón nos marca el camino, para que no nos equivoquemos y no perdamos de vista el fin: la segunda y definitiva independencia.


* Periodista, columnista del programa No Se Mancha (Radio Estación Sur - FM 91.7) y de Hijos de 30.000 (Radio UNLP - FM 107.5), redactor de Revista Trinchera y colaborador de Agencia Timón.

Dejanos tu comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

¡Quiero suscribirme!
1
Más rápido y fácil
Difusiones Trinchera
Hola
Si querés que te incluyamos en nuestras listas de difusión de publicaciones y promoción de entrevistas en vivo, envianos un mensaje para suscribirte y te llegará toda nuestra información.
¡Sumate a la Comunidad Trinchera!