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POR LUCIANO MONTEFINALE

Como una copia del ‘America First’ de Trump y con una épica criminal, Bolsonaro somete al pueblo brasileño a uno de sus peores momentos históricos. Brasil y las democracias en Nuestra América. ¿Será mucho pedir que de esta salgamos con integración regional?


La nakba (catástrofe) palestina –recordada el pasado 15 de mayo– es la ocupación sionista que sufre desde 1948 con la creación del Estado de Israel en su territorio, provocando el desplazamiento de miles y, con el tiempo, la implementación de un apartheid que comete crímenes de lesa humanidad a diario desde hace 72 años.

La catástrofe brasileña –sin ningún ánimo de comparar, pero sin faltar a la verdad dadas las evidencias– es la ocupación del Estado por todos los poderes. Salvo el del pueblo, que más allá de unas elecciones no está representado por nadie allí. Esta es una característica que más o menos se repite en otros países, gobiernos de alianzas de minorías parasitarias donde los representados son los poderes mediáticos, judiciales, económicos y militares.

AFP 2020 / Michael Dantas

Que Brasil hoy sea el segundo país, después de EEUU, con mayor casos de contagio y el sexto en cantidad de muertos, tiene su explicación en la sucesión de hechos que desembocaron en Bolsonaro presidente. Acá me parece importante rescatar el rostro humano que muchas veces se pierde en el conteo frenético de números, pero que arroja imágenes –como las de las fosas comunes– que son escalofriantes, como lo son las declaraciones y actitudes del presidente, en total desapego por la vida de los y las brasileñas. 

A modo de denominador común, el virus profundizó las tendencias que los distintos países venían arrastrando. A Brasil lo agarró luego de un derrotero que comenzó en 2016 con la destitución de Dilma y la posterior crisis política e institucional, que tocó fondo por estos días al ser el único país en el mundo en el que –en plena pandemia– renunciaron dos ministros de Salud, en total oposición con las medidas adoptadas por su Presidente/Jefe.

La crisis en términos económicos antecede al COVID-19. Desde el desembarco del neoliberalismo con el gobierno de Temer, que limitó el gasto público por 20 años y metió reforma previsional, el achicamiento del Estado en el control de la economía redujo la producción y el desarrollo, mientras que por otro lado aumentó la deuda externa del 50% al 75% de su PBI. Las estimaciones del FMI para este año prevén una caída del 5,3% del PBI, la peor en su historia, y sitúan a la economía brasileña entre las que ‘peor funcionaría’ ante la crisis global.

¿Y la pandemia de gobiernos de derecha, cuándo entrará en discusión?

Quien suscribe estas palabras cree que el problema no son los nombres propios, sino los proyectos detrás, pero este caso es una excepción, ya que, a todo lo mencionado arriba se le suman las características personales de Bolsonaro, en las que no ahondaremos pero sí remarcaremos lo agravante de su existencia en el Palacio de Planalto, que motoriza movilizaciones y concentraciones de gente para exigir golpes de Estado contra el Supremo Tribunal Federal y el Congreso. Así como lo leen.

Además de continuar con la subestimación de los efectos del virus, la agitación a no cumplir con las medidas de aislamiento impuestas por los gobernadores, que a su vez son acusados de adoptar “medidas coercitivas extremas”, y la promoción del uso de cloroquina, droga que no está recomendada para tratar al COVID-19 y que, a partir de la campaña oficial, empezó a faltar en las farmacias y las personas que deben usarla para el tratamiento de otras enfermedades no las consiguen.

Al igual que Moro para condenar a Lula, Bolsonaro también carece de evidencias

La inestabilidad institucional se profundizó con la renuncia de Sérgio Moro al Ministerio de Justicia. El carcelero de Lula se fue de la cartera porque el presidente quería cesar al director de la Policía Federal, cercano a Moro, por las investigaciones que estaba llevando contra el clan Bolsonaro, desde el asesinato a Marielle Franco hasta la fábrica de fake news y el manejo paramilitar de las favelas. Al pegar el portazo prometió pruebas y este viernes el Supremo Tribunal Federal publicó una serie de videos de la reunión ministerial donde se ve a Jair Messias en su máxima/peor expresión.


“Esto se acabó. No voy a esperar a que jodan a toda mi familia ni a mis amigos esos canallas porque no puedo cambiar a alguien de Seguridad. Lo cambiaré. Y si no puedo cambiar al jefe, cambiaré al ministro”


A pedido de algunos legisladores, el STF le solicitó a la Fiscalía evaluar si era necesario incautar el teléfono personal de Bolsonaro, algo que al ministro del Gabinete de Seguridad, Augusto Heleno, le parece que va a tener “consecuencias impredecibles para la estabilidad nacional”.

Este nuevo escándalo desatado es otra incógnita más respecto al cumplimiento del mandato presidencial iniciado el 1 de enero de 2019. De todos modos, más allá de las derivaciones en las que pueda caer esta causa y las verdaderas implicancias que tengan en ella los videos, estas imágenes de un Bolsonaro exaltado y mostrando un liderazgo ficticio fortalecieron su ya de por sí fogoneada pandilla de fundamentalistas armados.


“Mira lo fácil que es imponer la dictadura (cuarentena) en Brasil, por eso quiero que la gente se arme. Llega una mierda de alcalde y le dice que se quede en casa. Si se hubieran armado, irían a la calle. Quiero que todos estén armados”


¿Cuál fue la respuesta de Bolsonaro a la publicación de los videos? Un tuit que dice: “- Brasil acima de tudo!”. No comments.

El Estado de derecho, la economía al servicio de la mayoría y la vida de la población, no son hoy las prioridades que se adivinan en esa “nueva normalidad” venidera, alejando, a su vez, todo tipo de sueño nuestro americano para paliar la crisis en unidad.

Las escasas opciones que se presentan para una salida de la crisis política –y todas las que esta acarrea– parecen ser, nuevamente, seguir cavando para salir del pozo. Es todo una incertidumbre, lo sé, no me voy a hacer el tirapostas, pero no se avizora en el corto plazo, en el país de mayor peso económico en la región, una expresión popular en el manejo del Estado que permita reencausar una integración regional y salvar a Brasil de la catástrofe brasileña.

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