Por Juan Martín Palermo*

El pasado 30 de abril se cumplieron 43 años desde la primera vez que las Madres de Plaza de Mayo pisaron la plaza para reclamar por la aparición con vida sus hijes. En años de incansable reclamo por memoria, verdad y justicia, las Madres han estado presentes no sólo en su lucha, sino en todas las que se reclame por igualdad de derechos y donde haya una búsqueda de la justicia social. De ser consideradas “unas viejas locas” se transformaron en un símbolo de lucha por los Derechos Humanos y un ejemplo de valentía con pocos precedentes en la historia.
Cuando se empezaron a organizar, en medio de la desesperación y el miedo, sabían que no iban en contra de un grupo pequeño de personas o de alguna organización de crimen organizado, sino que luchaban contra todo un aparato estatal que ejercía de manera sistemática el terrorismo de Estado y que contaba con innumerables cómplices que estaban al servicio de la impunidad. Los medios de comunicación, la iglesia y el Poder Judicial, son algunas de las instituciones que no escuchaban los reclamos desesperados de estas mujeres.
La prensa hegemónica se encargó de ocultar todo lo que ocurría puertas adentro de las comisarías y los centros clandestinos de detención. A su vez, tildaban de “extremistas” a les militantes desaparecides o aludían que los asesinatos producidos por las Fuerzas Armadas se trataban de “enfrentamientos” y que muchas veces eran abatides porque “intentaban escapar”. No conformes con esto, en algunos medios poderosos se publicaban listas de “subversivos” y que si se sabía el paradero de alguno, había que notificar de inmediato a las Fuerzas Armadas. Las Madres recorrían las iglesias buscando algunas respuestas sobre el paradero de sus hijes y lo que sistemáticamente recibían eran contestaciones como que “tengan paciencia” y que “recen mucho”, además de confundirlas con rumores, insinuaciones y desinformaciones. La pata judicial del Estado también tuvo complicidad con el gobierno militar. Las Madres se encargaron de llevar a los juzgados una gran cantidad de Habeas Corpus que eran archivados y no se realizaban las investigaciones necesarias para dar con sus paraderos. Esto también les permitía llevar un registro de las personas que estaban reclamando por la aparición de les desaparecides.
Al poco tiempo llegaría otro golpe duro para esta organización. En 1977 Alfredo Astiz -integrante de la marina- se infiltró en el grupo de Madres haciéndose pasar por un hermano de un desaparecido. Se ganó la confianza de éstas y fue el que brindó la información a sus superiores para que secuestraran a tres de las referentas: Esther Careaga, Mary Ponce y Azucena Villaflor. Fueron llevadas a la ESMA, donde las torturaron, las violaron y las tiraron con vida al Río de la Plata.
En diciembre de 2005, las cenizas de Azucena Villaflor fueron enterradas en Plaza de Mayo. De la ceremonia se encargaron su hija y otros familiares de desaparecidos. Los restos quedaron bajo azucenas blancas y claveles rojos, junto a la Pirámide y frente a la Casa de Gobierno.

Luego de la creación de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) -de la cual las Madres desconfiaban y no quisieron formar parte porque preferían la calle y no las comisiones- se llevó adelante el Juicio a las Juntas en 1985. Condenas insuficientes y solamente dos perpetuas -Videla y Massera- no terminaron de cerrar la herida provocada por el terrorismo de estado. Las Madres, disconformes luego de las sentencias, se levantaron y se fueron de la sala de audiencias en modo de protesta.

Con Carlos Menem en el poder, la impunidad tendría un nuevo rostro. Al poco tiempo de asumir al gobierno, decretó los indultos a los responsables de la dictadura más sangrienta de la historia argentina con la justificación de la “reconciliación, el mutuo perdón y la unión nacional”. Los represores volvían a salir a las calles y a pasearse libremente por la vía pública. Como siempre, allí estuvieron las Madres para marchar sobre las calles del microcentro porteño para reclamar contra los indultos, en lo que significó un gran retroceso y uno de los momentos de mayor impunidad desde la vuelta de la democracia. Esto no permitió que bajaran los brazos, ni mucho menos. La lucha continuaba.

En diciembre de 2001 regía en el país el Estado de Sitio. Miles de jóvenes eran reprimidos por la policía en las inmediaciones de Plaza de Mayo. Un gobierno que había llevado hasta las últimas consecuencias las recetas del FMI y el Banco Mundial y que representaba el fracaso de los programas neoliberales implementados desde hacía más de diez años, por lo que la desocupación y la pobreza llegaban a niveles sin precedentes en Argentina. Las Madres, como todos los jueves desde 1977, fueron a la plaza a enfrentar lo que sea necesario, sabiendo del peligro al que se exponían. Reclamaron contra el Gobierno nacional y la respuesta de la caballería de la Policía Federal fue reprimirlas. Esto impulsó a miles de personas que, al ver esta imagen por lo medios de comunicación, decidieron ir hacia Plaza de Mayo a defender a las Madres y a seguir reclamando contra el gobierno.
Finalmente, tuvieron que esperar hasta el año 2003 para que no esté más el enemigo en Casa Rosada. Hebe de Bonafini -presidenta de Madres de Plaza de Mayo- dijo: “La democracia la recuperamos con Néstor y Cristina, lo de antes fue una parodia”. El por entonces presidente la Nación, Néstor Kirchner, al poco tiempo de asumir pronunciaba un discurso en el que afirmaba: “Somos hijos de las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo”. A su vez, pedía perdón en nombre del Estado en el espacio físico más emblemático y más sangriento de la dictadura, la Escuela Mecánica de la Armada, convirtiéndolo en un “Museo de la Memoria”. Bajó los cuadros de Jorge Rafael Videla y Reynaldo Bignone que estaban colgados en una de las galerías del Colegio Militar de El Palomar. Anuló las Leyes de Obediencia Debida y Punto Final y daba el impulso necesario desde el Estado para que se juzguen a todos los responsables de la dictadura cívico-militar-eclesiástica y así comenzar un proceso de memoria, verdad y justicia. Los años de lucha tendrían la recompensa que tanto esperaron.

Hoy, 43 años después, las Madres han sido protagonistas de innumerables luchas a lo largo de su historia. Esto se ve reflejado en consignas que ellas mismas definieron: “Socialización de la maternidad”, “reivindicamos la lucha revolucionaria de nuestres hijes”, “nuestres hijes viven”, “cárcel a los genocidas”, “no aceptamos que se le ponga precio a la vida”, “rechazamos los homenajes póstumos”, “la falta de trabajo es un crimen”, “la lucha por los pueblos del mundo es nuestra propia lucha” y “somos una organización política”. Su valor, su valentía y su fuerza son una fuente de inspiración para les que luchamos por un mundo más igualitario, donde la justicia social es una bandera innegociable y donde horizonte es la liberación de los pueblos. Nos enseñaron que el dolor se puede transformar en acción, y que las lágrimas se pueden transformar en lucha. Y en la lucha, se puede transformar el mundo. Ellas lo hicieron.
* Estudiante de Licenciatura en Comunicación Social con orientación en periodismo en UNLP, redactor en Revista Trinchera