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Por Ignacio Vernazza*

“La pequeña locomotora que pudo” (“The little engine that could”) es un cuento infantil, de origen estadounidense, que relata sobre una locomotora que logró arrastrar una gran cantidad de vagones por una montaña, porque mientras subía, se repetía a sí misma “yo creo que puedo”. Como toda historia para niñxs, hay una moraleja: los logros se dan por el esfuerzo propio y no cuentes con la solidaridad de otrxs para lograr tus objetivos. Es entendible la expansión de este cuento en la sociedad meritocrática estadunidense y es entendible que se use como ironía para hablar de Cuba, no solo por la base de solidaridad de la sociedad cubana, sino porque la locomotora de la historia era la más pequeña y débil y nadie creía que lo pudiera hacer. ¿Cuantxs preveían que la pequeña isla iba a estar en las primeras líneas de enfrentamiento a una crisis sanitaria mundial?

Lo primero que debemos señalar, si no ha sido suficientemente señalado aún, es la fortaleza y calidad del sistema médico cubano. Luego del triunfo de la Revolución, uno de los puntos principales sobre el que se actuó fue la salud pública. No es de extrañar: uno de los principales comandantes era un médico que, viajando por toda latinoamérica, conoció de primera mano las desigualdades en el acceso a un derecho básico como es la salud.

La principal política fue la creación de un Sistema Nacional de Salud Único que resolvió dos de las principales problemáticas inmediatas: el limitado acceso de la población a centros de salud y el centralismo de los mismos (antes de 1958 el 60% de los doctores y 80% de las camas de los hospitales estaban en La Habana). Esta unificación de todos los estamentos sanitarios bajo la esfera estatal permitió la confección de una planificación extendida en el tiempo, que brindó al sistema de salud cubano una de sus características diferenciales: la visión preventiva y comunitaria de la salud. La comunidad está inmersa de primera mano en las tareas de saneamiento y educación sanitaria y los programas se enfocan desde una perspectiva de prevención, que no solo reduce las posibilidades de contagio de enfermedades y descomprime los centros de salud de complejidad, sino que va en contra de la lógica mercantilista que especula con la venta de medicamentos y el cobro de la hospitalización y tratamientos.

Otro de los puntos centrales de Cuba, y que motiva el debate en esta nota, es que el país cuenta con un fuerte estructura de formación de profesionales. Para el 2008, Cuba batió un récord al formar más de 200.000 profesionales tanto nacionales como extranjeros. Y frente a un momento de crisis sanitaria mundial, con un virus que deja a las claras las deficiencias de los gobiernos neoliberales para dar respuesta a las problemáticas de salud, la pequeña isla organiza brigadas de profesionales para asistir no solo a países que cuentan con estructuras sanitarias débiles por su “tercermundismo”, sino también a países del “primer mundo”. Ahora que la posibilidad de asistencia se considera en la Argentina, se ha llegado a masificar un hastag como #NoALosMedicosCubanos a manos de, por ejemplo, la polémica ex titular de la Oficina Anticorrupción, Laura Alonso. Más allá de la simple y contundente respuesta de Axel Kicillof – “No voy a polemizar, estamos trabajando”- creo que podemos aportar, además de lo ya escrito, algunos otros puntos importantes.

Primero, esta no es la primer misión sanitaria de Cuba. El país ya ha brindado asistencia en distintas naciones de África, Oceanía y Latinoamérica y en distintas catástrofes. Desde el 2005 sostiene (junto a Venezuela) la Misión Milagro que garantiza el acceso de distintas poblaciones a tratamientos oculares. Que quiero señalar con esto, que las brigadas enviadas a partir del COVID-19 no son parte de una “estrategia ventajosa” de Cuba o sus “aliados conspirativos” como China o Rusia o vaya uno a saber quien, son parte de una política diplomática consolidada.

El segundo punto ha sido el de la especulación económica: Cuba se aprovecha económicamente de una catástrofe. Y aquí hay que diferenciar dos cosas: por un lado, que no es ilógico pensar una retribución económica que paga el trabajo de lxs medicxs y sustenta la inversión en formación e investigación; por otro lado, quienes ponen el acento en que esto es una “exportación” cubana, creo manifiestan un trasfondo de indignación porque un país “periférico” “exporta” (o aporta al sistema mundo) profesionales y no materias primas y lo hace valer como tal (no como ha sucedido, por ejemplo, en momentos neoliberales de nuestro país donde nuestros profesionales de probada calificación se formaban por la inversión pública pero luego debían migrar para ser contemplados en el mercado laboral).

El tercer punto no merece mayor mención que la tontería de buscar la excusa burocrática de si los títulos cubanos están validados o no, como si eso diera por tierra la conocida calidad en el tratamiento de enfermedades complejas como las oncológicas o el abordaje de problemáticas sanitarias como la desnutrición infantil.

Como cuarto punto está la visión de los profesionales cubanos como “espías” u “oficiales” de algún sistema supersecreto, retrotrayendo la discusión geopolítica a los momentos de la guerra fría en donde los bloques se la rebuscaban para ingresar agentes, que se señalan ahora por parte de la pequeña isla pero que se pasan por alto cuando se mencionan para otros países. Como se subestima a Cuba en su capacidad médica, se la sobreestima en su influencia geopolítica o militar.

Por último, como quinto punto, vale mencionar la siguientes preguntas: ¿Quiénes van, entonces, a enviar a los países con deficiencias sanitarias la ayuda necesaria? ¿Lo van a hacer aquellas potencias cuyos sistemas de salud no dan a basto dado el continuo desprecio a la salud pública? ¿Quienes, entonces, colaborarán con la solución a la pandemia? ¿Aquellos que aportan diplomáticamente su solidaridad o aquellos que ahogan a países con bloqueos que llegan incluso a los insumos médicos?

Con esto queda a las claras el mayor “miedo” que genera las brigadas cubanas bajo este peligro de la “propaganda”: ponen en evidencia que los sistemas neoliberales dejan expuestos a los pueblos a su suerte y que hay alternativas que, por decisiones políticas que priman otros valores, consideran a la salud como un derecho y no como una mercancía. Cuba es un ejemplo de cómo con solidaridad y comunitarismo, fue la pequeña isla que pudo.


* Estudiante de Antropología (FCNyM) y Consejero Superior de la UNLP por el claustro estudiantil

Fuentes:
– Ministerio de Salud Pública de Cuba. https://salud.msp.gob.cu/
– Desarrollo histórico de la salud pública en Cuba. Gregorio Delgado García. En: Revista Cubana Salud Pública v.24 n.2 Ciudad de La Habana jul.-dic. 1998.
– Sistema de salud de Cuba. Emma Domínguez-Alonso; Eduardo Zacea. En: Salud pública México vol.53  supl.2 Cuernavaca ene. 2011.
– EEUU. presiona a otros países para que rechacen asistencia médica de Cuba. En: http://www.juventudrebelde.cu/internacionales/2020-03-25/ee-uu-presiona-a-otros-paises-para-que-rechacen-asistencia-medica-de-cuba
– Cinismos y Bloqueos. En: http://www.cubadebate.cu/opinion/2020/03/25/cinismos-y-bloqueos/

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