TIEMPO DE LECTURA: 4 min.

Por Gabriel Kudric*

Intentaremos en esta serie de artículos, un acercamiento exploratorio a la relación entre el tango y los temas del nacionalismo. Cuando decimos “tango” nos paramos en un lugar injusto por simplificador. Englobamos en el término a ritmos que eran abarcados por los intérpretes de la música porteña como milonga, vals e incluso, en el principio del siglo XX, estilo, cielo y los importados shimmy, foxtrot y charleston. Usaremos como disparador a Ignacio Corsini y su “cancionero federal”, como se conoce a su interpretación de ciertas composiciones del dúo Blomberg-Maciel, con el conflicto entre unitarios y federales en el siglo XIX como marco. El recorte (para nada estricto) se debe a que, si bien hubo otros autores y cantores de la primera mitad del siglo pasado que interpretaron canciones con temática histórica y/o nacionalista, es sin dudas este ciclo, que abre Corsini en el año 1929 con el vals “La pulpera de Santa Lucía”, el más importante e influyente por número, calidad y popularidad de las interpretaciones.

El tango, género esquivo

Primero debemos decir que el tango no ha hablado mucho de política. No ha tenido, como el folklore argentino, un movimiento del Nuevo Cancionero. Han habido intentos como el de Eladia Blazquez en los sesenta, secundada en la interpretación por un renovador como Edmundo Rivero, pero son intentos que han quedado aislados y, dentro de lo valiosos que fueron, se transformaron en gestos. Intentos de hacer hablar al tango de los temas de actualidad, frente al avance arrollador de Mercedes Sosa, Horacio Guaraní y otros que hacían del folklore el lenguaje para hablar de las luchas populares y de los sueños y proyectos de una juventud que se organizaba para la revolución. Antes, más bien, el tango ha hablado de historias de barrio, de tauras, de putas, de resistencias frente al avance de la gran ciudad sobre el paisaje casi pueblerino de una Buenos Aires que se desdibujaba. El tango ha sido la poética del individuo frente al progreso arrasador, como en Puente Alsina, de Benjamín Tagle Lara y cantada por la autora, cancionista y productora Rosita Quiroga:

“¿Dónde está mi barrio, mi cuna querida?
¿Dónde la guarida, refugio de ayer?
Borró el asfaltado, de una manotada,
la vieja barriada que me vio nacer…”

También ha sido, cómo no, la poética del amor y su falta, como en infinidad de canciones inmortales (Permítasenos citar una, y elegir para ello “Volvió una noche”, de Gardel y Le Pera):

“Mentira, mentira, yo quise decirle,
las horas que pasan ya no vuelven más.
Y así mi cariño al tuyo enlazado
es sólo una mueca del viejo pasado
que ya no se puede resucitar.
Callé mi amargura y tuve piedad.
Sus ojos azules, muy grandes se abrieron,
mi pena inaudita pronto comprendieron
y con una mueca de mujer vencida
me dijo: “Es la vida”. Y no la vi más.”

Gardel fue, sin dudas uno de los principales responsables de este giro en el cancionero tanguero. Ha sido tema del tango el mismo tango, como en la exquisita “Apología tanguera”, de Rosita Quiroga con música de Cadícamo, de la que transcribiremos sólo la primera estrofa, conteniendo nuestras ansias:

“Tango rante que tenés
el alma de un cachetazo,
que vas llevando un hachazo
en la frente y lo escondés.
De la cabeza a los pies,
vestido de luto entero,
sos un símbolo canero
que va taconeando fuerte,
sos la risa y sos la muerte,
vestida de milonguero.”

Son muchos los temas del tango y sus allegados, pero no ha sido pródigo en pensar la política. Se suele mencionar como prueba en contrario a Aquaforte (1932, Juan Carlos Marambio Catán, Horacio Pettorossi), el tango en el que Gardel desgrana estos versos:

“Un viejo verde que gasta su dinero
emborrachando a Lulú con el champán
hoy le negó el aumento a un pobre obrero
que le pidió un pedazo más de pan.
(…)
Y pienso en la vida:
las madres que sufren,
los hijos que vagan
sin techo ni pan,
vendiendo “La Prensa”,
ganando dos guitas…
¡Qué triste es todo esto!
¡Quisiera llorar!

También se cita “Al pie de la Santa Cruz” (1933, Delfino y Battistella) con sus explícitos versos:

“Declaran la huelga,
hay hambre en las casas,
es mucho el trabajo
y poco el jornal;
y en ese entrevero
de lucha sangrienta,
se venga de un hombre
la Ley Patronal”.

Pero la repetición del ejemplo es prueba de que no son tantos los tangos que se encuentran con la política. Por otro lado, la denuncia de la explotación social no es el tema que nos interesa en este caso, y denuncias generales como la de Aquaforte no hacen más que abundar en el sentido de lo que planteamos. Vaya en este trabajo el recuerdo a don Osvaldo Bayer y su trabajo invaluable de recopilación de tangos anarquistas como una respetuosa y necesaria desviación.


Estimada lectora, estimado lector, permítanos dejar por el momento al tango nacionalista colgando de un barranco para ver, en un próximo capítulo, cómo una audaz pirueta lo pone a salvo y abraza por primera vez al nacionalismo al hablar de una época tabú: el rosismo.


* Periodista, conductor del programa Columna Vertebral, columnista del programa Caídas del Catre (ambos en Radio Estación Sur - FM 91.7) redactor de Revista Trinchera y colaborador de Agencia Timón.

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