TIEMPO DE LECTURA: 4 min.

Por María de los Ángeles Licontti Franco*

El Programa “Casas de Alimentación” como experiencia de participación  y transformación política  para la mujer venezolana.

El gobierno del presidente Hugo Chávez enfrentó en 2002 la arremetida de un sabotaje económico que afectó directamente a los sectores más humildes de la población. Lo que comenzó el 11 de abril con un golpe de Estado, continuó en diciembre con un paro petrolero, dirigido por las cúpulas empresariales y sindicales que se extendió por dos meses, convirtiéndose en la huelga patronal más larga de la historia latinoamericana[1].

Hasta entonces, en Venezuela, la alimentación se encontraba controlada mayoritariamente por el sector privado, que se encargaba de la producción, elaboración, almacenamiento y comercialización de los productos. Esa coyuntura fue la punta de lanza para que el comandante Chávez impulsara el diseño y la estructuración de una macropolítica pública agroalimentaria.

En el 2004 se alzan las Casas de Alimentación, que cumplirían el papel de atender las zonas de extrema pobreza y desnutrición infantil, una deuda más que había dejado la IV República. Una política impulsada por el gobierno y ejecutada en el territorio por mujeres que nunca se pensaron asumiendo un compromiso desemejantes circunstancias.

El siguiente relato es la forma que encuentra una hija de contar la experiencia de su madre, y es a su vez, la mejor manera de entender cómo la mujer Venezolana comenzó a salir de su casa y a  ocupar espacios de participación activa en la construcción de un proceso político, algo impensable hasta ese entonces. A María, que veía a su madre como la mujer que debía estar en casa, le tocó  deconstruirse y construirse al igual que lo hizo Mercedes cuando abrió la puerta de su hogar al programa “Casa de Alimentación”.

***

Mercedes dejó de trabajar a los 23 años y se dedicó al hogar, a cuidar de sus  tres hijos y  atender a su esposo. Un día llegó a su casa después de participar en una reunión del Consejo Comunal a la que había sido invitada y le anunció a su familia que el tercer piso de su casa se convertiría en una casa de alimentación:

– ¿Qué te motivó a instalar una casa de alimentación?

– Servir al prójimo, trabajar para el pueblo –  dijo Mercedes, que hasta el momento no había participado en política, pero confiesa que siempre vio a Chávez como un líder y una fuente de inspiración.

El tercer piso de la casa de Mercedes se convirtió en una gran cocina, con utensilios que servían para cocinar en grandes cantidades. También vino personal del Instituto Nacional de Nutrición, con la finalidad de formar a las mujeres que serían parte de la revolución alimentaria en manipulación, combinación y preparación de alimentos que cumplieran con las características de una comida balanceada.  

Las casas de alimentación se crearon con dos objetos: primero atender a la gente en extrema pobreza, es decir, en situación de calle, y después a aquellas familias que tenían tres, cuatro o más muchachos y tenían a una sola persona trabajando en ese hogar. Imagínate, con un palo no se hace una montaña.

Éramos cinco las que comenzamos a trabajar: Emilina, Mary, María, Jannet y yo. Con el tiempo la cosa se volvió muy rápida todas estábamos, como quien dice, entrenadas. Todo era logística, desde que nos suministraban los alimentos hasta que los cocinábamos – Por eso, decidí incorporar a los beneficiarios a las distintas tareas, era necesario que entendieran el valor y trabajo del beneficio que estaban recibiendo; también los llevaba a La Fortaleza, un espacio de formación política-ideológico.

– Me decían “La Sargento” porque era muy mandona (risas). Pero lo que yo quería es que ningún muchacho se fuera sin comer al colegio. Teníamos 200 beneficiarios y beneficiarias, y todos absolutamente todos tenían que cumplir los requisitos para recibir el beneficio del alimento: control médico, control prenatal, muchachos presentados, inscriptos en la escuela. Las mujeres una vez por semana ayudaban en la cocina y los hombres apoyaban cuando llegaban los alimentos y el que no cumplía… ¡suspendido! 

Un día suspendí a una beneficiaria, no quería colaborar. Me dijo que esa comida la mandaba Chávez– Le respondí:

– Pues dile a Chávez que te venga cocinar, pero aquí las normas se cumplen.

Trabajo entre mujeres

– ¿Y cómo era el trabajo con las mujeres? 

– La verdad nosotras nos conocíamos. En el barrio es así, todo el mundo se conoce de hablarse, saludarse o de vista, pero se conoce. Al inicio estaban todas muy calladas, cada quien en lo suyo. Con el tiempo hasta peleamos, pero también se cocinaba entre risa y risa y nos apoyábamos cuando alguna tenía un problema. Cuando cerró la casa de alimentación, Mary comenzó a trabajar en la cocina de un restaurant y me contaba

– ¡Que arrecho! Me defiendo trabajando y siempre digo “eso se lo debo a la chiquitica”. La casa de alimentación funcionó durante cuatro años sin interrupción de 2004 a 2008.


* Comunicadora popular. Columnista en programa "Rap de las Hormigas" de Radio Futura

[1] Durante el paro, algunos productos básicos desaparecieron de los anaqueles, como resultado de la especulación y el acaparamiento, el cierre de comercios de alimentos, supermercados e industrias agroalimentarias.

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