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Por Miranda Cerdá Campano*

Alberto Fernández asumió como presidente de Argentina en un contexto regional bastante complejo, primero porque más allá de la evidente crisis del modelo neoliberal -que en estos últimos meses se ha manifestado concretamente en las movilizaciones en Ecuador, Chile, Colombia, Haití-, estos gobiernos neoconservadores que representan a la derecha más reaccionaria, siguen en pie.


El contexto no es el mismo que en la primera década del siglo XXI y en ese sentido, el sueño de una nueva integración nuestroamericana, al menos como la soñó Hugo Chávez, también aparece un tanto lejana.

De cualquier manera, la asunción de un nuevo gobierno de tinte nacional y popular en Argentina, sin duda generan esperanza para el progresismo a nivel regional. Así lo manifestó el ex Presidente ecuatoriano, Rafael Correa, en una conferencia[1] que dio en la Universidad de Buenos Aires hace algunos días, en la que manifestó que la victoria de Alberto y Cristina no sólo era una reivindicación para Argentina, “sino que le da esperanza a toda América Latina”.

Esta esperanza sin duda se ve reflejada en la conformación del Grupo de Puebla, este foro que reúne a líderes y representantes de 12 países de América Latina y aglutina a los principales dirigentes de centroizquierda de la región. Habrá que ver qué tanto músculo tiene el Grupo de Puebla para poder expandirse; esto entendiendo que las derechas, con apoyo del imperio yanqui, son dominantes en la región y que solo dos miembros de este grupo son presidentes en ejercicio, Alberto y Andrés Manuel López Obrador. En este sentido, de ninguna manera podemos dimensionar cuál es el poder real que tiene el Grupo de Puebla para hacer frente a Estados Unidos y al Grupo de Lima. Más allá de cualquier especulación, representa un guiño para el progresismo y la integración latinoamericana que Fernández esté participando activamente del foro desde sus comienzos y que incluso la última reunión haya sido en Argentina.

Imágen: Agencia Telam

Otro guiño sin duda es el arribo de Evo Morales y de Álvaro García Linera al país en calidad de refugiados políticos. Al menos porque esto marca una clara diferenciación con la política de Mauricio Macri, que en la última cumbre del Mercosur se negó a reconocer el golpe de Estado y reconoció a Jeanine Añez como presidenta interina de Bolivia.

Como era de eperarse Argentina ya tuvo el llamado de atención correspondiente del imperio yanqui por el asilo político a Evo. Mauricio Claver-Carone, el hombre que se fue de la asunción de Alberto y asesor de Trump para América Latina, dio una conferencia de prensa telefónica para los medios de la región en Washington, en la que le pedía al presidente argentino “que sea consistente con su discurso y diga si va a ser un abogado de la democracia en la región o si va a ser un apologista para las dictaduras y sus caudillos, sean Maduro, Correa o Morales”.

En la misma conferencia, Clever-Carone anunció además que Cuba, Nicaragua y Venezuela -esta “troika de la tiranía”, como la catalogó John Bolton hace un tiempo- no van a ser beneficiarias de la iniciativa América Crece, un plan que el imperio yanqui lanzó este martes y que en los papeles, propone el desarrollo energético y de infraestructura para 30 países “demócráticos” de la región.

Habrá que ver en este sentido qué posición toma Alberto Fernández en torno a Venezuela: si sostiene el discurso no injerencista, pero alegando violaciones de derechos humanos -que bastante le sirvió en la campaña- o si defiende el proceso bolivariano. Nicolás Maduro no fue invitado a la asunción del presidente y Felipe Solá reconoció que ese día “era más conveniente tener una postura más neutral” y después dijo concretamente que hay seis o siete países de América Latina con los que el gobierno quiere “tener una relación positiva” y “esos países están claramente en contra de Maduro”. 

Imágen: Diario Popular

Habrá que ver también qué sucede con el principal socio comercial de Argentina. Bolsonaro criticó públicamente a los argentinos por haber votado mayoritariamente por el peronismo y amedrentó con la posibilidad de romper el Mercosur después de los comicios del 27 de octubre; tampoco vino a la asunción de Alberto y mandó a su vice, Hamilton Mourão. Como si no fueran lo suficientemente tensas las relaciones, Fernández eligió México y no Brasil, para realizar su primera gira al exterior como presidente electo; y a diferencia de Macri, que fue el primer presidente en desconocer el golpe parlamentario a Dilma Rousseff y en reconocer al gobierno de Michel Temer, Alberto Fernández celebró la libertad de Lula da Silva e incluso invitó a Dilma y a Lula a su asunción.

Aún estando más bien sólo, sin aliados -gubernamentales- alrededor, Fernández ya ha dado demostraciones de los cambios que se vienen en Argentina con su política exterior. Y ya avisó que de ninguna manera apoyará políticas intervencionistas para resolver la crisis venezolana, posición similar a la ejercida hasta ahora por México y Uruguay, aunque este último cruce a la otra vereda cuando Lacalle Pou asuma la presidencia. Así, el único y gran aliado con el que cuenta Fernández, por ahora, es Andrés Manuel López Obrador y sin embargo es compleja esta alianza porque es complejo el contexto regional.

Argentina tiene hoy otras prioridades que giran en torno a políticas sociales y económicas para revertir el desastre en el que han culminado estos cuatro años de neoliberalismo y habrá que ver qué lugar tiene la integración latinoamericana en este complejo escenario.


*Periodista, columnista sobre Sudamérica del programa Marcha de Gigantes (Radio UNLP - AM 1390), redactora de Revista Trinchera y colaboradora de Agencia Timón

Links:
[1] https://youtu.be/fUV5XPNmwkI

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