Sobre las contradicciones del imperio y la resistencia de nuestros pueblos

Sobre las contradicciones del imperio y la resistencia de nuestros pueblos

TIEMPO DE LECTURA: 6 min.

Por Miranda Cerdá Campano*

Comenzábamos este año con el mayor bombardeo informativo sobre Venezuela, con la autroproclamación de Juan Guaidó, títere de Estados Unidos, la intensificación de la guerra económica y los sabotajes eléctricos contra las reservas de petróleo más grandes del mundo. Mientras tanto, los discursos hegemónicos alrededor de todos estos intentos golpistas, reproducían lo que Washington y el Grupo de Lima querían escuchar.

Sin embargo, terminamos el año y la revolución bolivariana sigue en pie, el Grupo de Lima comienza a deteriorarse después de los fallidos intentos de ahogar el proceso que inició Hugo Chávez, y hay una clara proposición de impugnar el intento de restauración neoconservadora, con características diferentes en cada región, pero con una constante, tanto en las rebeliones populares, como en las victorias electorales de fuerzas progresistas: el rechazo al modelo neoliberal.

A raíz de las movilizaciones populares que sacuden al país hace un mes, queda claro que en Chile, el país donde se dio un golpe de Estado a un presidente socialista para convertirlo en un laboratorio de experimento neoliberal (que después se perfeccionaría en los Estados Unidos de Ronald Reagan y en el Reino Unido de Margaret Tatcher, antes de ponerse en marcha a lo largo y ancho de América Latina), la rebelión no fue por los 30 pesos de más del pasaje de metro: fue por 30 años de neoliberalismo en una sociedad que todavía mantiene la Constitución de Pinochet.

Foto: publico.es

Ecuador también es un ejemplo más de la incapacidad del neoliberalismo para brindar estabilidad económica, política y social, al mismo tiempo que deja entrever que acudir al gran prestamista mundial implica, para un país que previamente fue transformado bajo principios de soberanía, un retroceso inmenso. A diferencia de otros momentos de mandatos neoliberales, la movilización del pueblo ecuatoriano a principios de octubre contra las recetas del FMI aplicadas por Lenín Moreno, expresó el descontento frente a la pérdida de los avances logrados durante el gobierno de Rafael Correa (bajo una fórmula de prioridad del trabajo por sobre el capital) y la resistencia al exterminio de las posibilidades de transformación que supieron abrirse.

Por otra parte, y aunque los grandes conglomerados de medios no lo muestren, en Honduras, el pueblo sigue movilizado contra un modelo de despojo que, después de diez años, obliga a decenas de miles de personas a huir del país. El golpe de Estado perpetrado contra el gobierno de Mel Zelaya en 2009 fue expresión del odio imperialista hacia la integración latinoamericana. Las razones eran evidentes: Zelaya era un terrateniente que había ganado las elecciones con el apoyo del Partido Liberal, y había dado un giro a la izquierda. Incluso, con el permiso del Parlamento, había incorporado Honduras primero a Petrocaribe, y después al ALBA.

Por último, es necesario hablar de la extrema pobreza en la que la senda neoliberal ha sumido a Haití, el primer país nuestroamericano en declarar su independencia en 1804 y el primero en sufrir un golpe de Estado exitoso durante este siglo. En un país bajo ocupación neocolonial, el pueblo sigue resistiendo en las calles contra la doctrina del shock. A comienzos de este año, tras la masiva movilización de febrero que paralizó Puerto Príncipe por 10 días, el entonces primer ministro Jean Henry Céant, reconoció que más del 80 por ciento de la población haitiana vive con menos de dos dólares diarios. esto se suma a que casi el 25 por ciento de lxs haitianxs padece de inseguridad alimentaria y casi el 70 por ciento no tiene empleo.

Sobre ninguno de estos cuatro países, a pesar de la represión gubernamental que deja cientos de personas heridas y asesinadas, la Organización de Estados Americanos ha pronunciado palabra alguna. La democracia y los derechos humanos parecen no importar demasiado si se satisfacen los deseos de Estados Unidos. La OEA, en cambio, cada vez que pudo, se pronunció contra los triunfos legítimos de gobiernos como el de Nicolás Maduro en Venezuela y el de Evo Morales en Bolivia.

¿Los yanquis quieren decir que nosotros desacatamos la OEA? Magnífico, que digan lo que nosotros decimos: que tienen a la OEA como un instrumento para impedir revoluciones en América”. Casi 60 años tiene la frase del Comandante Fidel Castro, vigente como nunca porque los deseos del imperio yanqui no han cambiado. Desde su creación la OEA ha sido instrumento de la penetración y el dominio imperialista en América Latina y no ha prestado un solo servicio a nuestros pueblos.

Foto: latercera.com

Las intenciones siguen siendo las de colonizar la región, las de oprimir a los pueblos de Nuestra América para que no haya más Cubas, ni Nicaraguas, ni Venezuelas. Han cambiado las retóricas y tiene que quedar claro que cada vez son más peligrosas. En el último tiempo pasamos del lawfare y los discursos de corrupción, a los discursos en torno a la democracia y las autoproclamaciones. El caso boliviano, en cambio, deja ver a la derecha con la cara bien lavada: la racista, la violenta, la que le duele en el ego que la gente pobre ascienda en una sociedad de clases por siempre desigual, la que no puede tolerar que se reconozca a pueblos indígenas y muchísimo menos que estos alcancen cúpulas de poder.

Atilio Borón señala que “por más que se administre de modo ejemplar la economía como lo hizo el gobierno de Evo, se garantice crecimiento, redistribución, flujo de inversiones y se mejoren todos los indicadores macro y microeconómicos, la derecha y el imperialismo jamás van a aceptar a un gobierno que no se ponga al servicio de sus intereses

La decisión del Supremo Tribunal de Brasil de cambiar la doctrina sobre la prisión preventiva no sólo abrió las puertas para la libertad del ex Presidente Lula da Silva, sino que también puso en crisis la operación continental de persecución contra dirigentes políticos, pergeñada durante los últimos cinco años para debilitar los liderazgos populares dentro de América Latina. Aunque algunas retóricas se desmoronen, estamos frente a un enemigo que no cesará en sus deseos de conquista y en su asedio imperialista.

Violeta Parra cantaba “que el león es un sanguinario en toda generación” y sí, el imperio no cambia: es incorregible y perverso; se enarbola en el discurso de la libertad, la democracia y los derechos humanos, al mismo tiempo que avanza en la consolidación de sus transnacionales para explotar nuestros recursos, saquea a nuestros pueblos, y reparte hambre mientras se llena los bolsillos. Cualesquiera sean las retóricas o personajes que lo representen, ni por un momento puede bajarse la guardia.

Las movilizaciones en Haití, Honduras, Ecuador y Chile, y la violencia impulsada en Bolivia por quienes no sólo pretenden desconocer el triunfo de Evo Morales, sino también socavar todas las conquistas políticas, sociales y económicas del Proceso de Cambio, son parte de una tensión geopolítica que escenifica la lucha por el control de una región que Washington se empecina en reclamar como propia. Otra vez, como en los dos siglos anteriores, aparece la imperecedera frase de Simón Bolivar: “Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia a plagar la América de miserias en nombre de la Libertad” y el futuro del continente vuelve a estar abierto.


*Periodista, columnista sobre Sudamérica del programa Marcha de Gigantes (Radio UNLP - AM 1390), redactora de Revista Trinchera y colaboradora de Agencia Timón
Tiempos violentos: el futuro rol de Argentina en la Región

Tiempos violentos: el futuro rol de Argentina en la Región

TIEMPO DE LECTURA: 4 min.

Por Nicolás De La Iglesia*

Independientemente del nuevo gobierno en México y la liberación del ex presidente brasilero Lula Da Silva, Nuestra América se encuentra atravesando uno de los períodos de mayor inestabilidad política en décadas. Los procesos políticos progresistas vienen en franco retroceso. En esa retirada forzada, las derechas regionales y las oligarquías alcanzan posiciones de poder en cada país. El panorama es por demás complejo en la mayoría de los países de la región. Esta no será una cuestión menor para el próximo gobierno ¿Qué rol tendrá el Argentina en este contexto?

El presidente electo Alberto Fernández ya mostró un atisbo de lo que será su posición en las relaciones internacionales de la Argentina que viene. Su protagonismo en la gestión del salvoconducto de Evo Morales hacia México no es algo que pueda pasarse por alto. El futuro mandatario gestionó personalmente con el gobierno brasilero la posibilidad de que el avión pasara por el espacio aéreo del país que gobierna Bolsonaro. Esto permitió que ante la negativa de Perú y Ecuador el avión pueda llegar, después de horas de incertidumbre, a destino.

Su rol en el grupo de Puebla es fundamental ya que no sólo participó en la gesta del mismo, sino que también parece “picar en punta” como nueva cabeza de la organización. Este grupo concentra más de 30 políticos de distintos países del mundo, entre ellos se encuentran figuras como el ex presidente de Colombia y la UNASUR  Ernesto Samper, el ex Pte. paraguayo Fernando Lugo, la presidenta brasileña Dilma Roussef, el ex Pte. panameño Martín Torrijos, los recientemente incorporados Lula Da Silva y Evo Morales, entre otros.

La organización se propone no llevar banderas políticas y  por sobre todo una política de no confrontación (es una cuestión a resaltar que no hay miembros ni venezolanos ni cubanos). El tono de las declaraciones se puede ver en la exposición conjunta que hicieron hace seis días respecto a la República Bolivariana de Venezuela. El documento rechaza la militarización de las fronteras; aboga por una salida pacífica al conflicto y rechazan la invocación del TIAR (Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca) al que plantean como “instrumento arcaico para las intervenciones militares en países de América Latina durante la Guerra Fría”. Al mismo tiempo remarcan su “compromiso con la democracia, defendiendo la salida diplomática, el diálogo y la negociación como únicas vías para la solución al conflicto”.

En un principio la idea de Marco Enríquez Ominami, ex diputado y candidato presidencial chileno, Alberto Fernández y Aloizio Mercadante, ex senador en la presidencia de Dilma y uno de los fundadores del Partido de los Trabajadores (PT); era que Manuel López Obrador se pusiera al frente de este nuevo grupo progresista. Sin embargo, el mandatario mexicano evade la cuestión (no en vano se dice que el líder de AMLO “no tiene pasaporte”) ya que quieren mantener su posición de autonomía respecto a los distintos bloques de poder (Rusia y China). Quedó entonces en manos de Alberto comenzar a empujar a esta organización. Y no perdió el tiempo.

El próximo gobierno no sólo deberá enfrentarse a un clima interno que se encuentra al borde del colapso, sino que también deberá contar con la cintura política suficiente como para insertarse en una región convulsionada.

Repasemos:

  • En chile van más de 20 muertos en un mes de protestas constantes del pueblo trasandino en contra de 30 años de políticas de hambre.
  • En Bolivia nos encontramos con un gobierno de facto que lo primero que hizo fue retirar al país del ALBA, expulsar a médicos cubanos y a diplomáticos venezolanos y que lleva 14 personas muertas en seis días.
  • En Uruguay el próximo domingo 24 el Frente Amplio se enfrenta con pocas chances ante el candidato de derecha Luis Lacalle Pou.
  • Jair Mesias Bolsonaro dijo, cuando ganó las elecciones generales Fernández, que los argentinos habíamos elegido mal. Después de eso amenazó con salirse del Mercosur y comenzó a importar trigo de EEUU. No es una cuestión menor la relación con Brasil ya que representa el 40% de las exportaciones del país. Y ambos países tienen sus economías entrelazadas.

Alberto ya hizo la promesa de relanzar la UNASUR y ahora se hace con las riendas de un grupo que promete organizar al progresismo de Nuestra América. Claramente son tiempos en donde recuperar la unidad alcanzada e incluso superarla es una cuestión de supervivencia. Estados Unidos volvió los ojos a su zona de influencia, no solo viene a expulsar a China y a Rusia del continente sino que también vienen por el Litio (el petróleo de la nueva revolución energética), el agua y nuestra soberanía.

La victoria del Frente de Todxs en Octubre demuestra la importancia de la unidad cuando la derecha revanchista pone a los pies del imperialismo el país. Argentina deberá entonces ser el faro de unidad en la región, ser la líder en un nuevo proceso en emancipación Nuestro Americano. En Bolivia está la primera batalla y es necesario ganarla.


*Periodista, columnista sobre Europa del programa Marcha de Gigantes (Radio UNLP - AM 1390) responsable de la sección de Política Nacional en Revista Trinchera y colaborador de Agencia Timón.
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