por nicolás de la iglesia*

La coyuntura política argentina se caracterizó estos últimos años por su vertiginosidad. Antes de que Cristina Fernández decidiera impulsar en 2017 a Unidad Ciudadana, la perspectiva de unidad del peronismo parecía, como mínimo, algo utópico. Con Juntos por el Cambio sucedió algo similar. Mientras muchos consideraban a la coalición de gobierno en decadencia después de una aplastante derrota en las PASO, en las elecciones generales obtuvieron un gran caudal de votos. La pregunta lógica es ¿Y ahora qué va a pasar con Cambiemos?
Recapitulando
Las elecciones Primarias Abiertas Simultaneas y Obligatorias dejó a Cambiemos al borde del knockout. Ante la sorpresa de muchos y muchas, sobretodo de las encuestadoras, el peronismo unido logró tanto en la presidencia como en la provincia de Buenos Aires una diferencia del 15% y 17%, respectivamente. Lo más llamativo fue la aplastante diferencia por la que perdió la que era vendida por los medios hegemónicos, hasta las elecciones primarias por lo menos, como una de las figuras de mejor imagen de Cambiemos. Incluso a principios de año, desde sectores del mismo espacio político querían situar a María Eugenia Vidal como posible candidata presidencial (llamado el plan “V”). Los titánicos esfuerzos mediáticos por construir su figura lograron incluso que se llegara a pensar que la pelea por la provincia iba a ser, por lo menos, un poco más pareja.
Lo cierto es que esta primera derrota, que comenzó a sellar el destino de la coalición de gobierno, término por acentuar las grietas que en estos cuatro años de gestión comenzaron a profundizarse. La disputa más clara es entre Vidal y Macri, quienes después de las PASO optaron por tener equipos de campaña separados. Con Mauricio Macri, claramente debilitado, comenzó una disputa interna por quien iba a ocupar el puesto de “líder de la oposición”.
Estas tensiones fueron fluctuando con el paso del tiempo. Sin embargo, hoy en día los actores enfrentados dentro de Cambiemos son: Mauricio y Marcos Peña; Vidal, Rodríguez Larreta, Alfredo Víctor Cornejo Neila (gobernador de Mendoza y cabeza de la Unión Cívica Radical) y Mario Negri (presidente del bloque de la UCR y del Interbloque Cambiemos en la Cámara de Diputados).

Barajar y repartir de nuevo
Pocos días después de la derrota, lejos de ser un muerto político, el sector que responde a Marcos Peña en Cambiemos, comenzó a planear una nueva campaña. El secretario de cultura, Pablo Avelluto tuvo una idea visionaria. Se le ocurrió que el presidente podía hacer movilizaciones por todo el país hasta la llegada de las elecciones generales. Desde el entorno de Mauricio Macri se recibió con buenos ojos la propuesta y se comenzó a planear la “Marcha del sí se puede”.
A partir de eso, el escenario cambió. Al contrario de lo que se creía, las marchas fueron bien recibidas con una gran convocatoria. Esto no hay que pasarlo por alto, porque instala un nuevo paradigma en la política argentina. La movilización de sectores que no están acostumbrados a tomar las calles y la validación de este tipo de manifestaciones como instrumento de presión política, cosa que antes pertenecía a los sectores populares en todos sus espectros.
De la mano de las marchas propuestas por Juntos Por El Cambio, empezó también una radicalización de los discursos con Miguel Ángel Pichetto como cara visible de este proceso. Las declaraciones se dieron siempre en el mismo tono, desde dinamitar las villas hasta, en caso de una victoria del Frente de Todos, las personas con más de una propiedad tendrían que donar una a la “revolución”. Así buscaron fortalecer su núcleo duro, polarizando aún más a la sociedad argentina. Al mismo tiempo que intentaron atraer a los votantes de Gómez Centurión y José Luis Espert como objetivo.
El resultado de la estrategia fue excelente, el caudal de votos que sumo el oficialismo fue cercano a los dos millones. Dejando, para sorpresa de muchos, a la coalición de gobierno con un sólido 40% en las elecciones del 27 de octubre y a Mauricio Macri, más fuerte que nunca al frente de la oposición. Claro está que el aumento del porcentaje no se debe únicamente a los votos que el oficialismo “le saco” a Centurión y a Espert, sino que también entran en juego otras cuestiones como por ejemplo, el voto de las personas mayores (sector etario fuerte del oficialismo).
La campaña de María Eugenia Vidal fue, según su círculo íntimo, de compromiso, ya que la ventaja conseguida por Axel Kicillof era abrumadora. La gobernadora intentó despegarse de la figura de Mauricio Macri para acortar la distancia. Estrategia tomada por gran parte de los candidatos a intendente de Juntos por el Cambio. Algunos invitaban abiertamente, con tutoriales y todo, a que la gente cortara boleta. Gracias a esto lograron hacerse, nada más y nada menos, de 62 sobre 135 municipios.
El futuro de Vidal es incierto, sin peso político para disputarle la conducción de Cambiemos a su líder, tiene como alternativa formar una fuerte oposición en la provincia de Buenos Aires para quedar mejor parada de cara a las próximas elecciones legislativas. Lo que sí queda claro es su evidente debilidad puertas adentro de cambiemos, viéndose obligada a acercarse a Rodríguez Larreta, uno de los principales competidores de Mauricio.
No es claro cuál es el futuro de Juntos por el Cambio como oposición a un peronismo unido. Lo cierto es que a primera vista el escenario argentino retornó a un clásico bipartidismo que se divide en peronismo y anti peronismo. Siempre y cuando, Propuesta Republicana pueda hacerse con la representación de ese sector, siempre y cuando pueda mantener una unidad que muestra claros desgastes. Juntos por el cambio enfrenta dos caminos: o la fragmentación y su posterior desaparición (como sucedió con partidos como la UCEDE y tantos otros) o consolidarse como el partido de la derecha argentina.
*Periodista, columnista sobre Europa del programa Marcha de Gigantes (Radio UNLP - AM 1390) responsable de redes de Revista Trinchera y colaborador de Agencia Timón.