Dialogamos con el filósofo y docente de la Universidad de Buenos Aires, Ricardo Forster, con quien analizamos el resultado de las elecciones generales en Argentina.
¿Estás de acuerdo con que el peronismo en sus mejores versiones integró reclamos de la izquierda y de la centro-izquierda en su acción de gobierno?
Si uno mira la historia, efectivamente el primer peronismo construyó el Estado Social (que en otros lados se llama el Estado de Bienestar), que implicó recuperar viejas demandas de la izquierda de aquellos tiempos, sobre todo de los socialistas, de los comunistas y demás y las convirtió en derechos sociales. Obviamente con una impronta muy propia que tiene que ver con esa modulación que diferencia a una tradición más puramente de izquierda con una tradición nacional-popular.
El peronismo de los años 60 y 70, obviamente que tuvo un muy fuerte componente de izquierda. Pensemos en hombres como John William Cooke, como Rodolfo Walsh, la experiencia de la Juventud Peronista, los propios Montoneros o las organizaciones como el FAP o el Peronismo de Base. Obviamente en esa época el peronismo estuvo impregnado de teoría marxista. Podríamos decir que la izquierda se peronizó y el peronismo se izquierdizó.
Después tuvimos los años de Néstor y Cristina Kirchner donde claramente en la mirada que tenían hubo una relación fuerte con una tradición que podríamos llamar de un progresismo que no aceptaba los límites del progresismo sea sólo luchar por derechos civiles, sino que se rebeló contra la tradición del progresismo de los 90 y creyó fuertemente en la idea de recuperar el Estado Social, de una disputa por la distribución de la renta, por la igualdad.
Los momentos más intensos y de mayor disputa y los que definieron el raso de “maldito” en nuestro país tuvieron que ver, justamente, con esos momentos de disputa con los poderes reales, con los poderes establecidos. El kirchnerismo en este sentido es un gran heredero de esa tradición.
Esa tradición plebeya ¿no?
Sin dudas. Ese rasgo es fundamental para entender el prejuicio, el rechazo, lo que los argentinos con una palabra tan polisémica hemos tratado de definir el gorilismo. El gorilismo es una mezcla de racismo, de urticaria frente al goce del pobre y aquello de “estos vagos que no trabajan”, y colocar en la clase media, el núcleo del gran esfuerzo, de los sectores que construyen el país, etc.; mientras que los otros, los cabecitas negras, los que viven del Estado Social, que vendrían a ser los que gozan mientras ellos sufren.
El gorilismo, de alguna manera, proyectó sobre ese peronismo todo su resentimiento. Y hoy lo volver a ver. Claramente hoy descubrimos un tipo de resentimiento de esa naturaleza. Cada uno tiene en su oído esa música un tanto disfónica de un sector de la clase media que cada vez que quiere hablar sobre los otros utiliza los descalificativos más absolutos: vagos, choriplaneros, los tipos lo único que quieren es que el Estado les siga dando de la teta…
Si, el famoso “Con la mía no”
“Con la mía no”, “yo pago mis impuestos” o “yo me deslomé trabajando” o “mi abuelo vino de Italia o de España y con su esfuerzo construyó ladrillo sobre ladrillo”… Hay un ejercicio que suelo hacer que es bastante infalible: vos te parás en la calle, en cualquier ciudad, y tenés a uno de estos personajes que argumenta que los únicos que trabajan son ellos y le decís “pará, discúlpame ¿Quién construyó esta casa de enfrente, este edificio? ¿Quién pavimentó esta calle? ¿Vos, el arquitecto, el ingeniero o el comerciante, o el peón de albañil, el boliviano, el tucumano, el paraguayo, el santiagueño? Esos que vos llamas “negros vagos” o que no trabajan de sol a sol y han puesto el cuerpo para que vos vivas en “tu casa”.
¿Esta vuelta del peronismo a su cauce más histórico -que es integrando- tiene que ver con esta derecha gorila que saca un 40% de los votos en estas elecciones? ¿Se vuelen a configurar estos dos polos históricos?
No me cabe la menor duda. Mi querido amigo Nicolás Casullo decía que cuando el peronismo toca los poderes reales (que lo hizo 3 veces en la historia de nuestro país: con el primer peronismo, en esa fugaz primavera camporista y en los años de Néstor y Cristina), inmediatamente se desatan el odio, la persecución, la descalificación y se construye políticamente un gorilismo muy fuerte.
Cuando el peronismo deviene conciliador o neoliberal como en los 90, termina aliado con la UCD como hizo Menem con Alsogaray. Obviamente que hay un peronismo plebeyo, disruptivo, rebelde, que pone en cuestión un dispositivo que en Argentina intentó mantener el status quo y nunca lo logró. Finalmente porque, precisamente, el peronismo les pateó el tablero y generó una disputa nunca terminada en torno a la distribución de la renta.
Hoy estamos festejando con la rebelión extraordinaria del pueblo chileno que empieza a sacarse de encima décadas y décadas de vasallaje, de aceptación de que si naces pobre serás pobre toda la vida, que es como la lluvia. Y ahora vemos que, sin embargo, los hermanos y hermanas chilenas están disputando por otro modelo de organización de la sociedad.
Entre nosotros, eso lo generó esa rebelión originaria del peronismo con sus idas y vueltas, sus tensiones y contradicciones, agachadas y traiciones. Porque el peronismo tiene también todo eso y lo hemos experimentado.
Después de las experiencias de Néstor y Cristina vuelve un proyecto como el del Frente de Todos, reaparece fuertemente esa derecha que se organiza alrededor de una trama de valores que son los valores del macrismo.
Veo mucha gente sorprendida por el caudal de votos, ese 39/40%. Pero cuando uno mira lo que sucedió -por ejemplo- en el 2003 después de la peor crisis social que fue la de los estallidos de 2001, la suma de Menem y López Murphy llegaba al 43% de los votos. O Angeloz en el final tremendo del gobierno de Alfonsín -con hiperinflación incluida- llegó casi al 40% de los votos. En Argentina hay un núcleo de derecha que según las circunstancias o disminuye su caudal o alcanza esas cifras, y si logra parasitar algún partido que tenga algún resabio de tradición popular, mejor todavía.
En este caso tomando algo del radicalismo, o un Rodríguez Larreta que le permite hacer la elección que hizo en la Ciudad de Buenos Aires. Eso también es parte de la historia de nuestro país.
¿Qué crees que podemos esperar de este nuevo gobierno peronista?
Primero, digámoslo con todas las letras, la inmensa alegría y felicidad por el triunfo del domingo. Si hace algún tiempo atrás nos hubiesen preguntado “¿Firmas que ganamos en primera vuelta con más del 48% de los votos?” habríamos firmado con las manos que no tenemos, y sin embargo hay cierta desazón porque no fueron 15 puntos.
Me parece que en el contexto actual es casi milagroso que la mitad de la sociedad, defienda un proyecto completamente alternativo al del neoliberalismo, y que la mayoría abrumadora de esos votantes provengan de sectores populares.
Cuando uno mira el mapa de la Argentina o el mapa de la Provincia de Buenos Aires, se da cuenta que los que “mejor votan” en la Argentina, son precisamente los que han perdido demasiado con estas políticas neoliberales.
A Alberto (Fernández) le toca un gobierno difícil, dejan a la Argentina muy destrozada. Creo que lo que está sucediendo en Chile es una enseñanza: los pueblos le han dicho basta a la lógica del ajuste. El pueblo argentino demostró mucha sabiduría y mucha racionalidad al postergar sus demandas, porque sabía que su acción política decisiva era el voto, ganar las elecciones y gobernar de nuevo a partir de diciembre. Ello significa que esas demandas postergadas van a aparecer fuertemente al momento en que asuma el nuevo gobierno, y ese gobierno va a tener que estar a la altura de esas demandas.
Al mismo tiempo el nuevo gobierno va a tener que disputar -como siempre- con los sectores del poder económico que intentarán ningunear, debilitar. Quizás den unos meses de gracia porque la legitimidad electoral es importante, pero sabiendo que esos meses se acaban y que la disputa por la distribución y por la igualdad seguirá siendo un núcleo clave de la política argentina.
De todas maneras creo que hay con qué dar esa disputa y lo primero es sentir que hay una energía que ha nacido. El domingo fue una fiesta increíble en el barrio de la Chacarita, con cientos de miles de personas, sobre todo muy jóvenes, que eso es lo más notable, junto con los movimientos del feminismo contemporáneo. Hay un núcleo muy joven que hoy se está desprendiendo de lo que las generaciones previas no habían logrado hacer que es que todo ese veneno de egoísmo, de falta de solidaridad y del sálvese quien pueda. Sobre eso hay que apostar.