Por Maia Cubric*

A dos semanas del Golpe de Estado en Bolivia, un breve repaso de la historia de los Derechos Humanos en este país, el aporte del gobierno de Evo Morales en la materia y la vulneración de los mismos con los militares y las fuerzas de seguridad en las calles.
Como es de público conocimiento después de las elecciones del 20 de octubre, en Bolivia, creció la presión hacia Evo Morales. Detrás de una estrategia comunicacional que tildaba a las mismas elecciones como fraudulentas y con el respaldo de la Organización de los Estados Americanos (como órgano legitimador), las Fuerzas Armadas exigieron la renuncia del presidente, para luego salir a las calles a reprimir. Para el viernes 8 de noviembre tres unidades policiales se habían amotinado en Sucre, Cochabamba y Santa Cruz. El sábado efectivos de la Unidad Táctica de Operaciones Policiales (UTOP) llaman a nombrar nuevos comandantes y con el correr del día se fueron sumando diversos regimientos policiales de otros departamentos.
Con la salida de la policía a las calles (desconociendo el llamado de Evo Morales a realizar nuevamente dichas elecciones), la derecha racista y fascista le declaró la guerra al proyecto político del MAS y con ello a toda la población representada por el mismo. El 10 de noviembre Evo Morales renuncia a la presidencia intentando evitar más represión y muerte. A las pocas horas, Álvaro García Linera hace lo mismo con su cargo de vicepresidente. El 13 del mismo mes, se autoproclama al cargo de presidenta Jeanine Añez, con ello la democracia y la decisión y elección del pueblo boliviano eran vulnerados violentamente.
Haciendo un breve repaso y contextualizando es clave nombrar el cambio de rumbo en la historia de Bolivia con la llegada del MAS (Movimiento al Socialismo) al gobierno. Desde la asunción de Evo en enero de 2006, Bolivia comenzó a ser un país que predicaba la justicia social con derechos concretos. Sin ir más lejos una de las primeras medidas del presidente aymara fue reducir su salario un 57% y con ello el de los funcionarios de gobierno y de la administración pública.

La garantía de los Derechos Humanos para todes se afianzó en el correr de los años con cada medida política que Evo llevó adelante. No sólo porque les ciudadanes pudieron percibir el cambio de sus vidas gracias al crecimiento económico del país, sino por la perspectiva social con la que Evo llevó a cabo su gestión, por ejemplo, el presupuesto asignado a la salud aumentó un 173% de 2007 a 2014. Medidas específicas que se ven reflejadas en la disminución del 50% en la mortalidad infantil o la reducción del 14% de la desnutrición en niñeces.
En 2009 Evo Morales promulgó la Constitución del Estado Plurinacional de Bolivia y con ello incluyó a más del 60% de la población en la vida política, económica y social del país. Declarando al Estado independiente a la religión y garantizando la libertad y el respeto a las diversas creencias, Evo le dio a los pueblos originarios algo que por siglos les quisieron arrebatar y que ningún país promulgó: su dignidad. Una manera concisa de buscar garantizar el bienestar colectivo fue declarar (en la misma constitución del 2009) que los servicios públicos como la luz, el agua y el gas, son Derechos Humanos. Incluso hasta mayo del año pasado, el gobierno de Morales siguió reduciendo notablemente el costo de las tarifas.
Con un índice de analfabetismo que disminuyó del 14% (2006) al 2,4% (2018), Evo Morales comprendió integralmente a los Derechos Humanos e intrínsecos a la vida de cualquier boliviane. El politólogo Atilio Boron señala que “por más que se administre de modo ejemplar la economía como lo hizo el gobierno de Evo… la derecha y el imperialismo jamás van a aceptar a un gobierno que no se ponga al servicio de sus intereses”.
Desde hace dos semanas, los Derechos Humanos en Bolivia están clausurados. Con un saldo de más de 30 muertes según las cifras oficiales de la Defensoría del pueblo, las calles del país vecino están ocupadas por una ciudadanía que resiste frente a las fuerzas armadas y de seguridad. Masacres como la de Sacaba (Cochabamba) o la de Senkata en El Alto (La Paz), dan cuentan que se trata de un exterminio direccionado hacia los pueblos originarios y su cosmovisión que hace siglos intentan profundizar. La xenofobia, el odio y la ira tienen como epicentros a Santa Cruz de la Sierra donde el discurso racista que avala la mano dura es carne de quienes avalan la política golpista.
A medida que avanzan los días el cinismo de les golpistas se profundiza: las torturas, la humillación, las violaciones de los Derechos Humanos y la muerte son sistemáticas ante un “gobierno” autoproclamado que infunden miedo y al parecer pretenden aniquilar a todo un sector de la población. Cientos de herides están recibiendo balazos sólo por reclamar, lo cual da cuenta de que en Bolivia, sin Evo Morales y con la derecha al poder, sólo hay derechos para unes poques.

Como se mencionaba anteriormente, los Derechos Humanos no son meras políticas económicas que garanticen tal o cual acceso, aunque también son parte. Los Derechos Humanos alojan en sí una manera de vivir la vida que incluya libertad y dignidad para la población. En contraposición a esto, hace dos días las fuerzas armadas reprimieron en El Alto a un pueblo que marcha despidiendo y homenajeando a les muertes por la represión. La dictadura se empecina en quemar Wiphalas y atacar a las creencias de todas las naciones que conviven en Bolivia. Para las culturas andinas preexistentes, despedir a les muertes es intrínseco a su cosmovisión de la vida y el presente. Y que les repriman realizando esa ceremonia de homenaje, da cuenta de un cinismo y una crueldad que tiene un trasfondo racista que deslegitima sus creencias.
A los golpistas les molestó que por 14 años les indígenas puedan caminar por las veredas, que no estén pidiendo monedas, que puedan trabajar. Les irritó que les gobierne uno de ellos, que se respeten las diversas lenguas, que se construya igualdad. Se identifican con Jeanine Añez porque alza una biblia en un país que cree en otros dioses y que pretende erradicar todo lo distinto al modelo europeo que nos llegó con la colonización. Sienten justicia con el secuestro y la humillación de una sociedad que ocupa las calles porque no piensa retroceder ni regalar los derechos que en conjunto (y con un presidente como Evo), ganaron. Por eso les ciudadanes están en la calles, porque denuncian la vulneración de la democracia: Evo Morales fue electo por su pueblo y la injerencia de EEUU a través de la fuerza militar y los intereses del imperialismo en la región, no son compatibles con la decisión del pueblo que votó el pasado 20 de octubre.
La ciudadanía boliviana marchando en las calles es una prueba más de que no se negocia la vida digna y en paz. De que no se negocia la democracia, ni los derechos, ni la justicia social. No se negocia un presidente electo por la mayoría de su población. No se negocian la cultura, las creencias, ni la convicción. No se negocia con sectores que pretenden profundizar un modelo colonial de exterminio racista hacia la ciudadanía. No se negocia con la pachamama, con la tierra. No se negocia tampoco con las trenzas, las polleras ni las quenas. No se negocia la Bolivia que construyeron Evo Morales y Álvaro García Linera junto al pueblo. Acá no se rinde nadie de ninguna manera.
* Periodista, columnista del programa No Se Mancha (Radio Estación Sur – FM 91.7), responsable de la sección DDHH de Revista Trinchera y colaboradora de Agencia Timón.